Concebir el marxismo-leninismo como una religión no es un tema nuevo. Ahora bien, cabe precisar que se le concibe como una religión secular que carece de una creencia en un mundo que trascienda al mundo material. En este sentido, se aleja de las religiones teístas de manera que algunos podrán cuestionar el uso del concepto de “religión” en este caso. Pero resulta ser que el uso del concepto de “religión” se ha vuelto más flexible y se utiliza en la actualidad para designar creencias y prácticas que, en estricto rigor ( y al igual que el comunismo), no sería exacto designarlas como religiones, como es el caso del buddhismo mahayana, theravada o zen, el shintoismo o el taoísmo. En el caso del marxismo - leninismo, a lo largo del siglo XIX y el siglo XX, este presentó ciertos rasgos que permiten encasillarlo como religión secular.
Más importante aún es que, concebir la ideología comunista como una religión, como un gran metarelato redentor que otorga a sus adherentes de un sentido a la vida, de una utopía final, de valores y de los medios para alcanzar tal utopía, nos revela que la antítesis del comunismo no es el capitalismo, ni siquiera el liberalismo. Tanto el capitalismo (de libre mercado y propiedad privada) como el liberalismo político nunca pretendieron constituirse en ideologías totalizantes que se propusieron dar solución a todos los problemas humanos, redimir a la humanidad y menos aun ofrecer un paraíso terrenal. Como bien lo advirtió Revel, el problema es que la mentalidad utópica-totalitaria del comunista hace que perciba cualquier ideología “rival” como se percibe a sí misma y es por ello que que ve en el capitalismo o el liberalismo como ideologías igualmente totalitarias a como lo es el comunismo marxista-leninista.
La verdad es que un rival del comunismo tendría que ser otro sistema de pensamiento igualmente totalizante como lo sería el Islam.Pero para ser más precisos, los principales rivales del comunismo son, al menos, dos: la realidad y la libertad. Es por ello que los socialismos reales y el venezolano actual chocaron con la realidad. Como la mentalidad utópica totalitaria no es capaz de aceptar esto, intenta que la realidad se adapte a la ideología y es ahí cuando suprime las libertades individuales.
Tenemos, por ejemplo, que el marxismo-leninismo tiene sus profetas junto a sus libros sagrados que son considerados como verdaderas fuentes de sabiduría que contienen las respuestas a todos los problemas que puedan surgir en distintos ámbitos de la vida. Tales escrituras, además, no pueden ser libremente interpretadas, es decir, el comunismo que surgió y dominaría el escenario mundial tras la Revolución en Rusia en 1917 (salvo algunas excepciones) fue la versión ortodoxa de Lenin y posteriormente Stalin, de manera que cualquier interpretación que se alejase de la de Lenin, sería considerada como herética y heterodoxa. Esto llevó al líder bolchevique a tener enfrentamientos con personalidades de izquierda de la talla de Bernstein, Kautsky o Luxemburgo, quienes se mostraron escépticos y críticos en relación al rumbo que estaba toman la revolución bolchevique en Rusia.
Pero Lenin, con su característico estilo agresivo, intolerante y dogmático, simplemente asumió que él era el verdadero heredero de Marx y todo aquellos que cuestionaran sus ideas o la revolución en Rusia, eran mero traidores a la ideología a los cuales no había que refutarlos, sino que condenarlos y sofocarlos. Junto al “Das Kapital” y el Manifiesto Comunista de Marx (y otras obras filosóficas que serían redescubiertas) los escritos de Lenin, así como la de su figura misma, serían parte del panteón del comunismo internacional y fue Stalin quien se preocupó, una vez muerto Lenin, en crear un verdadero culto al líder bolchevique. En suma, fue Stalin quien creó el verdadero leninismo y el culto a Lenin tanto dentro como fuera de la Unión Soviética.
El comunismo marxista - leninista también posee una serie de dogmas que no pueden ser abandonados puesto que forman parte del núcleo del sistema ideológico, por ejemplo, la lucha de clases como motor de la historia, el rechazo del libre mercado (anarquía de la producción), el rechazo de la propiedad privada (origen de las desigualdades sociales), el estado de alienación en el que se encuentra el ser humano dentro del sistema capitalista, la misión redentora de la clase trabajadora (proletariado) y el anhelo de alcanzar la utopía final de una sociedad igualitaria sin clases sociales y anarquista ( el Estado deja de existir puesto que las contradicciones de clases ha cesado). Un comunista consecuente no puede rechazar, al menos en el plano de las ideas, que estas 5 ideas son medulares dentro del sistema. Otro rasgo del comunismo, vinculado al anterior, es el estar dispuesto a sacrificar la realidad en nombre de la utopía final, es decir, es la realidad la que debe amoldarse a la ideología y no al revés. A esto hay que añadir que cualquier fracaso que pueda ocurrir en la construcción de la utopía final no se debe a la ideología en si sino que a los seres humanos que la aplicaron.
La ideología es , para un comunista, perfecta, intocable y completamente inmune a la crítica, de manera que todos los fracasos de los comunismos reales en el siglo XX no se explican por algún error en la ideología comunista, sino que por su mala aplicación por parte de quienes encabezaban el poder del Estado. Bajo esta estrategia argumentativa, el comunismo marxista-leninista, refugiado en la comodidad de la utopía que sólo existe en sus cerebros, queda completamente libre de cualquier crítica por los desastres cometidos en el pasado y, por ende, liberado de toda culpa, el comunismo podrá seguir intentando someter la realidad a la ideología en el futuro. Pero esto no debe sorprendernos puesto que la desconexión de la realidad es un rasgo de todos los dogmatismo que no son capaces ya sea adaptarse o simplemente desaparecer. En el caso del comunismo Revel señaló acertadamente que ningún totalitarismo puede ser mejorado sino que pueden o conservarse o hundirse. En el caso del comunismo, añadía el intelectual francés, la única manera de mejorarlo era deshaciéndose de este, tal como lo harían posteriormente los países de Europa del este.
El escritor ruso Nikolái Berdiáyev (1874-1948), en su análisis de la filosofía soviética en la década de 1930 escribió:
“La filosofía soviética es una teología, comprende una revelación, tiene libros santos, la autoridad de una Iglesia, sus doctores, supone la existencia de una ortodoxia y de herejías. El marxismo leninista se ha transformado en una escolástica sui generis (…) En la Rusia soviética la libertad de buscar la verdad no existe en la discusión filosófica (…) Los antiguos marxistas están casi todos excomulgados pir herejes. (Plekhanof, Bogdanof, Lunartcharsky, Debirin, Bukharin, Trotsky, Riarzanof, Kautsky y Kunof, entre los marxistas de Occidente)”
El comunismo es una religión de la salvación, liberación y búsqueda de la felicidad aquí en este mundo. El mundo se encuentra en un estado de desgracia ya sea por causa del imperialismo, el capitalismo o el neoliberalismo, de manera que el comunista se ve a sí mismo como una suerte de redentor de la humanidad. El comunismo ( y esto lo diferencia de otras ideologías menos pretenciosas ) es una amplia visión de mundo que ofrece un sentido de la historia, es decir, la historia tiene una dirección y fue Marx (y Lenin) quien descifró cuál es el sentido de la historia humana, sus leyes y meta final. El comunismo ofrece, como ya se señaló, un “fin de la historia”, esto es, una utopía final y los medios necesarios para alcanzarla, para de esa manera salir de este mundo “caído” en el que se encuentra la humanidad, caracterizado por la explotación del hombre por el hombre. El filósofo italiano Franco Volpi (1952-2009) nos recuerda que el filósofo político Eric Voegelin (1901-1985) insertaba a Marx (junto a Hegel y a Nietzsche) dentro de la antigua tradición gnóstica (gnosis = conocimiento) en el sentido de que el ser humano no se salvaba por medio de la fe sino que por medio del conocimiento, en el caso del marxismo, una toma de conciencia del ser humano sobre su situación de alineación y explotación como condición previa para llevar a cabo la revolución. Comos señala Volpi: “En Marx el proceso dialéctico de la historia, que el materialismo histórico-dialéctico permite reconocer, libera al hombre de la alienación y lo transporta a la plenitud de una existencia humana integral”. Así, el Marxismo promete a la humanidad volver a una suerte de paraíso originario que fue destruido con la introducción del sistema capitalista junto a la propiedad privada.
La fuerza del marxismo no radica el los tres tomos de “El Capital”, no se encuentra en la idea de la “tendencia decreciente de la tasa de ganancia”, o en los “esquemas de reproducción simple o ampliados”, o en el valor de uso o el valor de cambio o en el la teoría del valor trabajo. La fuerza del marxismo se encuentra en utilizar ideas que apelan a las emociones y deseos humanos, que se encuentra plasmado, por ejemplo, en el Manifiesto Comunista. Nikolái Berdiáyev señalaba acertadamente:
“El comunismo ha sido considerado hasta ahora más bien desde el punto de vista sentimental y emotivo que desde el intelectual, lo que supone una atmósfera psicológica desfavorable a la comprensión de su ideología”
Así el comunismo debe ser analizado desapasionadamente, hay que analizar sus ideas, la claridad y rigurosidad de los conceptos y, sobre t odo, los resultados o efectos en la praxis que ha tenido la implementación de la “idea comunista” en la vida real (juzgar resultados y no las intenciones) Berdiáyev, en su libro “El Cristianismo y el problema del comunismo”, consideraba la ideología comunista como heredero del quiliasmo o del milenarismo que buscaba establecer un paraíso terrenal. Para Berdiáyev, el comunismo marxista tenía un pasado preñado de espiritualidad (comunismo no materialista = comunión = comunión recíproca en la colectividad, como unión que se eleva hacia Dios), desde el comunismo de Platón, pasando por los Evangelios, hasta el comunismo descrito en la utopía de Tomás Moro. Añadía el autor que el marxismo pretendía ser una concepción universal, integral, que pretendía dar respuesta a todas las cuestiones primordiales y a dar un sentido de la vida. Así, para Berdiáyev, el marxismo era a la vez una política, una moral, una ciencia y una filosofía o, en términos modernos, un metarrelato redentor. El comunismo, concluía el autor, era una manifestación de orden espiritual religioso pero que, como religión, era terrible puesto que encarnaba la tentación de “trocar las piedras en panes y de realizar el reino ideal en el mundo”.
El punto es que el comunismo constituía, para Berdiáyev, una religión que exigía a sus miembros una adhesión que abarcaba la totalidad de su concepción de mundo, tenía su propio catecismo, un dogma y se dirigía a las almas para entusiasmarlas e inspirarles el placer del sacrificio. En palabras del autor: “El marxismo (…) pretende ser el representante de una misión universal de liberación y el salvador de la humanidad”. De acuerdo a Berdiáyev el marxismo era un reflejo del capitalismo europeo del siglo XIX pero que intentó extrapolar su análisis (anclado en ese siglo) tanto al pasado como al futuro, lo cual resultaba ser anacrónico. Algo similar escribiría, años después, Michel Foucault (1926-1984), cuando afirmó: “El marxismo se encuentra en el pensamiento del siglo XIX como pez en el agua, es decir, que en cualquier otra parte deja de respirar”.
Como ya señalé arriba, el proletariado cumplía un rol fundamental dentro de la escatología marxista-leninista. Al respecto, Berdiáyev explicaba que en Marx, como judío, subsistía una concepción mesiánica, pero en su caso el pueblo elegido de Israel sería sustituido por una clase social que era el proletariado que, para Berdiáyev, constituía una abstracción o una idea que poco tenía que ver con los trabajadores de carne y hueso que existían en la realidad. Añadía Berdiáyev que la “verdad” había sido revelada a dos miembros de la burguesía, Marx y Engels, y estos dos últimos le impusieron esta “verdad” al proletariado, una verdad que fueron incapaces de asimilarla. El comunismo resultó ser una ideología burguesa impuesta al proletariado. Dentro de esta concepción de la sociedad, el ser humano e s completamente despersonalizado y queda completamente anulado bajo el concepto de “clase social”.
Sobre el rol del proletariado, que constituía el “mito capital del marxismo”, escribió el autor:
“Marx permaneció israelita hasta la médula, creía en la idea mesiánica, en la venida del reino de Dios a la tierra, aunque esta se realizara sin Dios (…) Confesaba bajo una forma seglar, es decir, ajeno a las raíces religiosas, el antiguo milenarismo israelita. Pero ya no fue para Marx el pueblo hebreo el pueblo elegido de Dios (…) El nuevo mesías vendrá con fuerza y con gloria realizará todas las esperanzas mesiánicas, su reino será el reino de este mundo. Este mesías apareció a Marx bajo los rasgos del proletariado, de la clase de los obreros. Marx le atribuyó todas las virtudes del pueblo mesiánico y le concedió las más excelsas del antiguo pueblo de Israel. El proletariado, según él, exento del pecado original de la explotación, mientras las demás clases quedan supeditadas al mismo, es puro y ha de representar el tipo más moral de la humanidad futura”
El politólogo e intelectual francés Raymond Aron (1905 - 1983), al igualque Berdiáyev, aseveraba que el “profetismo marxista” se conformaba al esquema típico del profetismo judeocristiano en virtud del cual se condena “lo que es” en nombre de un esbozo de lo que “debe ser” y “será” en el futuro. Es la nueva Iglesia, encarnada en el Partido Comunista de Moscú junto a los elegidos, quienes tenían el rol de guiar el sujeto redentor, el proletariado, el cual jugaba un papel protagónico en la misión de establecer la utopía/paraíso final que era la sociedad sin clases.
El filósofo ruso Michail Kusmitsch Ryklin publicó en alemán un libro titulado “El comunismo como religión. Los intelectuales y la Revolución de Octubre” (2008), en donde concluye que el comunismo no solamente fue una religión, sino que fue la religión más importante del siglo XX. Nos recuerda algunas reflexiones como la del filósofo Bertrand Russell (1872-1970), quién se entrevistó con Lenin en Moscú. Si bien condenaba las injusticias causadas por el capitalismo, no avalaba la violencia bolchevique como medio para alcanzar la justicia social. Russell comparó el comunismo con el Islam, en el sentido de que el comunismo era una religión militarizada. Lo mismo experimentó el pensador y teórico literario, Walter Benjamin (1892-1940), quien en su viaje a Moscú quedó decepcionado del sistema, tal como lo expresó en su Diario de Moscú. Denunciaba el carácter rígido de la ideología y el hecho de que el Partido solo quisiera propagandistas y no intelectuales autónomos e independientes.
También cita el caso del intelectual comunista húngaro Arthur Koestler (1905-1983) quien también sufrió una decepción, pero no fue en su viaje en Moscú sino que en España durante la guerra civil, cuando los comunistas soviéticos asesinar a los anarquistas y a la izquierda no estalinista. Una novela interesante de Koestler donde denuncia al comunismo soviético es “El cero y el infinito” (1940). Rylkin aborda también el caso del dramaturgo Bertolt Brecht (1898-1956) quien, a diferencia de Koestler, no se transformó en un apóstata del comunismo. Lo que se destaca de Brecht es el fenómeno que sucedió con muchos comunistas (incluyendo los actuales) y era la ceguera ante las incoherencias y masacres cometidas por el comunismo soviético
Repitamos una vez más que la fuerza del comunismo marxista-leninista apela más a las emociones que a la razón. Esta ideología ha sido la causante de millones de muertes en distintos países y continentes en donde ser erigió como la ideología oficial del Estado. Por ende, ya no se trata de una ideología de idealistas sino que una es ideología intrínsecamente criminal. Como explicaba Jean Francois Revel (1924 - 2006), con el hitlerismo uno sabía a que atenerse, puesto que era un sistema totalitario y una ideología que señalaba exactamente lo que iba a hacer. En cambio, con el comunismo es diferente, puesto que seduce con ideales sublimes y explota las diferencias sociales dentro de una sociedad y promete un paraíso terrenal en donde habrá una igualdad absoluta entre los seres humanos. Pero al final, la historia ha demostrado que el comunismo termina por hacer lo contrario a lo que promete. En relación al nazismo y el comunismo escribió Revel:
“El rasgo fundamental en los dos sistemas, e s que los dirigentes, convencidos de estar en posesión de la verdad absoluta y de dirigir el transcurso de la historia para toda la humanidad, se sienten con el derecho a destruir a los disidentes, reales o potenciales, a las razas, clases, categorías profesionales o culturales, que consideran que entorpecen, o pueden llegar un día a entorpecer, la ejecución del designio supremo”
El talón de Aquiles del comunismo es que es un dogma petrificado que se encuentra completamente desconectado de la realidad. En términos económicos el comunismo es mera ciencia ficción y su antropología, o concepción del ser humano, es completamente fantasiosa. Marx señaló que la religión era el “opio del pueblo” puesto que mantenía a la clase trabajadora en un estado de pasividad y de aceptación de sus condiciones miserables de vida. Pero, irónicamente, sucedió que el marxismo - leninismo (y el maoísmo) se transformó en el nuevo opio de los intelectuales (Aron) y se mostró como una religión dogmática, represiva y violenta que no admitía ningún tipo de disenso en su interior. Marx y Lenin se transformaron verdaderos fetiches y las personas orgullosamente se autoproclaman como “marxistas” o “leninistas” como si fuesen seguidor del líder de una secta religiosa.
En suma, el comunismo ha resultado ser una aberración intelectual que juega con las esperanzas y deseos de las personas, puesto que apela a una serie de valores superiores y a un paraíso final en donde todas las contradicciones sociales quedarían completamente resueltas. En todas sus versiones, en todos los países y continentes el comunismo se mantuvo mediante la violencia, la persecución, la vigilancia por medio de policías secretas e incluso llegó a construir un muro en Berlín para evitar que los alemanes se escaparan del infierno en que vivían. Es por ello que el fracaso real del comunismo no fue en 1989 sino que en el año 1961, con la construcción del muro en Berlin. Tomando prestada las palabras de C.S Lewis (1898-1963), se podría decir que el comunismo es la peor de las tiranías puesto que es una “ejercida por el bien de sus víctimas puede ser la más opresiva”. El comunismo no ha cambiado en lo más mínimo sus ideas medulares, lo que cambiado es el contexto histórico mundial y, sin duda alguna, si el comunismo lograra nuevamente hacerse con el poder absoluto en una nación determinada, terminaría cometiendo las mismas masacres humanas y debacle económica que cometieron en el pasado.