1/5-Feminismos: ¿de qué estamos hablando? (por Jan Doxrud)

(1) Feminismos: ¿de qué estamos hablando? (por Jan Doxrud)

Palabras introductorias

En esta serie de artículos examinaré el concepto de feminismo con el objetivo de dar a entender que NO existe “un solo” feminismo sino que una gran  variedad.  En segundo lugar existen feminismos razonables que  han  contribuido  y  continúan   haciéndolo  en  lo  que se refiere  a  la  conquista  de derechos de las mujeres, especialmente en países como Irán donde y otros similares (aunque cabe señalar que tales mujeres pueden no considerarse a sí mismas como “feministas” o pertenecer  a algún grupo o colectivo “feminista) Por último (y más  importante) existen feminismos tóxicos, superificiales, reduccionistas y anticientíficos que poseen una agenda muy diferente a la de las primeras feministas. Podría incluso decirse que estos grupos feministas ni siquiera son  movimientos feministas a la hora de revisar sus principales objetivos (por ejemplo, la demanda de grupos del 8M de acabar con el capitalismo). Por lo demás, tales grupos tienden a monopolizar la supuesta existencia de un molde o modelo de mujer que su colectivo cree representar.

Peor aún, la tendencia a tribalizar a la sociedad (en parte producto del auge de la “identity politics”) en virtud del cual el individuo es absorbido o es engullido por el grupo o un “colectivo determinado, tienden a reforzar y promover los estereotipos. No solo eso, tal individuo (perteneciente a un colectivo determinado) tendrá que pensar y actuar como el grupo dice. Estos grupos construyen un molde mental, un estereotipo (esos que tanto dicen combatir) de lo que es “ser mujer” (de acuerdo a lo que ése colectivo feminista determina como tal) de manera que la mujer que no se adhiera y que no concuerde con sus ideas entonces es una mujer “patriarcal” (el otrora “desclasado” que denunciaba los comunistas o traidor a su propia clase social). Por ende, estos colectivos no defienden a la mujer como tal sino que a su modelo de mujer construido desde su punto de vista ideológico.

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Las mujeres no constituyen un bloque homogéneo y es cuestionable afirmar que el sexo y el género constituyan la única o principal fuente de identidad de un ser humano. Hace años Marx hablaba de que los proletarios del mundo (la clase trabajadora), solo por el hecho de serlos, debían mantenerse unidos y ser solidarios entre sí. Pero resultó ser que 2 guerras mundiales, el nacionalismo económico y las guerras arancelarias (que enfrentan sindicatos de diversos países) demostraron que tal unidad y solidaridad eran una ficción. Los seres humanos no se identificaban única y principalmente con su clase social o su ocupación laboral (menos aún teniendo en consideración el absurdo reduccionismo marxista ), puesto que existen otras fuentes de identidad más potentes como lo eran el nacionalismo o la religión. Cuando Hitler invadió la Rusia de Stalin, este ultimo no apeló al marxismo-leninismo para subir la moral de la nación, sino que apeló al nacionalismo: a la madre Rusia.

Algo similar sucede hoy con el tema de los feminismos. Hoy se habla de la “sororidad” (término que deriva del latín y significa “hermana”), de una supuesta solidaridad entre las mujeres solo por el hecho de ser mujeres. Pero sucede que tal concepto será aplicable para aquel grupo de mujeres que compartan ciertos valores éticos-políticos y principios normativos. Pero en el mundo real tenemos que no todas las mujeres piensan igual. Solo por dar un ejemplo, existen movimientos feministas que abogan por el aborto mientras que otras mujeres lo condenan. Existen feministas liberales, conservadoras, de derechas e izquierdas ( y otras que ni siquiera se identifican a sí mismas como feministas) de manera que, tal como sucedió antes con el proletariado, la sororidad resulta ser una ficción.

De acuerdo a lo anterior tenemos que la falacia de este razonamiento toma la siguiente forma:

1-Tenemos (un reduccionismo) que “X” se transforma en la única y sola fuente de identidad de una persona (donde X = proletariado, un pueblo originario, ser mujer, etc)

2-Pero sucede que X tiende a ser acaparado y monopolizado por un “subgrupo” que pertenece a “X”. Este subgrupo comienza a moldear “X” a su imagen y semejanza y a dotarlo de características que concuerden con la ideología y valores de ese subgrupo que dice representar a “X”.

3-Aquel subgrupo se autoconvencen de ser los verdaderos representante e intérpretes de “X” y todos aquellos que pertenecen a “X” pero que no concuerden con las ideas de ese subgrupo que dice representar a “X”, son tildados de traidores.

4-Así, se politiza al colectivo que dicen representar, de manera que una “mujer” tiene que, necesariamente, ser de un sector ideológico específico y no puede apoyar otro.

Por ejemplo en el pasado no se podía ser un proletario y no ser comunista (o al menos de izquierda), puesto que incurrir en tal contradicción convertía a ese proletario en un “desclasado”, un traidor de su propia clase social. En Chile, grupos mapuches violentistas tildan de “yanaconas” o “mapuche domesticado”a aquellos mapuches que quieren vivir en paz, que quieren trabajar, que no desean un Estado étnico independiente y que no contemplan al Estado chileno como el enemigo.

En el caso del feminismo, tenemos que aquellas mujeres que NO apoyan, por ejemplo, a ese feminismo anticapitalista, hostil al concepto de familia, estatista, antimercado y proaborto, son tildadas de “mujeres patriarcales” ( mujer aun dominada por patriarcado y que no ha tomado conciencia de su condición de oprimida)

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En Chile el que no es rico y vota por la derecha es denominado “facho pobre”, otra forma de decir: “traidor de clase”. Por ende, esta “excomunión no es un invento feminista, puesto que es propio del colectivismo patológico, el dogmatismo y la intolerancia.

Obviamente el que la “sororidad” no sea tal no implica que existan ciertos valores básicos en los cuales podamos ponernos de acuerdo. Nadie quiere una sociedad en donde las mujeres golpeadas o discriminadas de cualquier forma solo por el hecho de ser mujer y ser obligadas a actuar o vestir de cierta manera porque así lo dicta la tan sobrevalorada “cultura”. El tema es que algunos colectivos feministas van más allá de aquellos principios éticos universales para centrarse en demandas económicas y políticas que ya no guardan relación con el feminismo, como por ejemplo querer derribar el capitalismo o acabar con la religión (preferentemente la cristiana). Si se dieran el trabajo de analizar la realidad de distintos países, las feministas se darían cuenta que los países con mayor libertad económica, con un Estado de Derecho sólido y una democracia liberal consolidada, son los que gozan de mayores libertades personales, equidad de género y bienestar. El capitalismo ha ayudado a liberar a la mujer y no a esclavizarla. Por ende, si ciertas feministas están en contra del capitalismo…que lo hagan, pero que no camuflen ese odio con motivos de “género”.

Personalmente   creo   que   uno   no necesita pertenecer a ningún colectivo feminista, ambientalista, animalista  para ser mejor persona. La humanidad ya tiene suficiente divisiones artificiales que nos separan como para  ir  añadiendo otras. Pero sucede que existen personas que gustan de pertenecer a todos los colectivos habidos  y  por haber, y adoptan cualquier causa  de  moda que pueda   aparecer   y que   les   otorgue   una   suerte   de   horizonte   de   lucha, lucha   por liberar y redimir  a  algún  grupo   oprimido.

Hay personas que simplemente van de causa en causa, víctimas de una suerte de complejo de mesías, como sucede con los denominados Social Justice Warriors (SJW) que, en su convencimiento de estar situados en un pedestal superior  a sus contrincantes, ni siquiera gastan su tiempo en debatir y, por el contrario, se dedican como nuevos inquisidores morales a enjuiciar, censurar y silenciar a quienes no estén de acuerdo con ellos.

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Un poco de historia:

El feminismo  fue acuñado por  el  socialista Charles Fourier hacia el año 1837, de acuerdo a Leslie Goldstein. Pero, al parecer, esto  no  sería del todo  cierto puesto que Geneviève Fraisse señala que lo anterior  es  un  error  y  que   el  adjetivo  feminista  fue utilizado por Alejandro Dumas (hijo) en un panfleto bajo el título “El hombre-mujer” (1872), un escrito, por lo demás, antifeminista. En cuanto a  los  antecedentes  del  feminismo, sin adentrarnos remotamente en el pasado, tenemos a Christine de Pizan (1364-1430)  famosa  por  su obra, en forma de diálogo, titulada “La ciudad de las damas” (1405). Esta   es  una ciudad simbólica encomendada por las Tres Damas (que representan la Razón, Derechura y Justicia) para acoger  a las mujeres vistosas del pasado, el presente y el futuro, y proteger su  dignidad   en   contra  de las opiniones machistas de la época como que la mujeres disfrutaban ser violada.  Avanzando   cientos de años nos encontramos con Mary Wollstonecraft (1759-1797) y su “Vindicación  de  los  derechos de la mujer” (1792). Wollstonecraft, madre de Mary Shelley (autora, entre   otras  obras, de Frankenstein), señalaba   que   las  mujeres poseían las mismas potencialidades a  desarrollar   que   los   hombres, pero que fruto de la educación, normas sociales y los valores, eran transformadas en seres inútiles   y   pasivos. Promovió  el  derecho  a  la  educación  de  las mujeres y defendió la idea de que la mujer eran tan capaz como los hombres para desempeñar cualquier oficio. A su vez, la autora defendía el rol de la madre (la maternidad) como parte de la identidad femenina (algo que feministas radicales actuales rechazan de plano).

Otra   autora   célebre   fue   Virginia   Woolf  (1882-1941)  y  su   obra  “Un  Cuarto Propio”. Lo que   Woolf   se preguntaba  era  sobre  el   escasa  o  nula  influencia   de   la   mujer   en   la historia intelectual   occidental. Esto   mismo   afirma   la   historiadora   francesa   Michelle  Perrot cuando señala que la historia del hombre es omnipresente  y  que la “Historia” ha guardado silencio sobre las mujeres.  Regresando  a   Woolf, de   acuerdo   a   ella esto se debía, en primer lugar a no de disponer de dinero, lo   que   colocaba   a   la  mujer en un estado de dependencia respecto a otro. En segundo lugar, el no tener un “cuarto propio” , es  decir, un   espacio íntimo y privado donde la mujer pudiese desarrollar   sus   idea. No   podemos   dejar  de mencionar también la figura de  Olympe de Gouges (1748-1793), gestora de la “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana” (1791). La   defensa   del bando girondino durante la fase más sangrienta de la Revolución Francesa, terminó por costarle  la  vida, siendo guillotinada en 1793. Tampoco podemos dejar de lado la obra de John Stuart   Mill (1806 - 1873), “El  sometimiento de la mujer” (1869). En el capítulo I de su ensayo Mill deja ver la falta de evidencia de aquellos que defendían un estereotipo reduccionista de la mujer:

“En cuanto a mis contrincantes, los que afirman que el hombre tiene derecho a mandar y la mujer está naturalmente sometida al deber de obediencia, y el hombre posee, para ejercer el gobierno, cualidades de que carece la mujer, perdería el tiempo si les dijera que están obligados a probar su aserto, so pena de verle desechado; de nada me serviría hacerles presente que al rehusar a las mujeres la libertad y derechos que son privilegio del hombre, haciéndose doblemente sospechosos de atentar a la libertad y declararse en favor de la desigualdad, a ellos en primer término toca aportar pruebas concluyentes de su opinión o confesar su error paladina y noblemente”.

Wollstonecraft y Woolf

Wollstonecraft y Woolf

En el comienzo del capítulo II añade Mill: 

“La sujeción de la mujer al hombre es un apriorismo: no se funda en ningún dato experimental contradictorio, y por consecuencia es irracional.-El origen de la sujeción de la mujer es la esclavitud primitiva y las costumbres bárbaras del género humano en su cuna. Mejoramiento del estado social, aparente sólo en lo que respecta a la mujer. La situación actual de ésta es el único vestigio que va quedando de ese estado primitivo de fuerza y esclavitud”.

Otro autor varón que podemos citar es el del noruego Henrik Ibsen (1828-1906) y su obra “Casa de muñecas” que constituye una crítica y rechazo del estereotipo de la mujer dependiente de su marido. Ibsen, por medio de su obra teatral buscaba precisamente denunciar la sociedad de su época, las apariencias, la falsedad y la doble moral. Nora, la protagonista justamente representa la mujer que quiebre los moldes y estereotipos, al separarse de su marido, ser libro y poder educarse a sí misma.

Las principales victorias que obtuvieron las mujeres fue gracias al movimiento sufragista y aquellas que lucharon por tener acceso a la educación universitaria. En 1848 se celebró la Convención de Seneca Falls (EEUU), la primera que trató sobre los derechos de la mujer y su resultado fue la “Declaración de Seneca Falls”. En la Declaración se afirma que historia de la humanidad había sido “la historia de las repetidas vejaciones y usurpaciones perpetradas por el hombre contra la mujer, con el objetivo directo de establecer una tiranía absoluta sobre ella”. Luego elaboran una lista para sustentar la afirmación previa: prohibición de votar (y por ende falta de representación política) elaboración de leyes en las cuales no han participado, negación de una educación completa, el establecimiento de un código moral diferente para hombres y mujeres en desmedro de estas últimas, etc.

En el comienzo de la Declaración se puede leer lo siguiente:

"Cuando, en el desarrollo de la historia, un sector de la humanidad se ve obligado a asumir una posición diferente de la que hasta entonces ha ocupado, pero justificada por las leyes de la naturaleza y del entorno que Dios le ha entregado, el respeto merecido por las opiniones humanas exige que se declaren las causas que impulsan hacia tal empresa. Mantenemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres y mujeres son creados iguales; que están dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables, entre los que figuran la vida, la libertad y el empeño de la felicidad; que para asegurar estos derechos son establecidos los gobiernos, cuyos justos poderes derivan del consentimiento de los gobernados. Siempre que una forma de gobierno atente contra esos fines, el derecho de los que sufren por ello consiste en negarle su lealtad y reclamar la formación de uno nuevo, cuyas bases se asienten en los principios mencionados y cuyos poderes se organicen de la manera que les parezca más adecuada para su seguridad y felicidad”.

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A comienzos del siglo XX Emmeline Pankhurst y su hija Christabel fundaron la Unión Femenina Social y Política. En 1907 se fundó la “Liga de hombres a favor del sufragio femenino” y la revista “Votes for Women.” Este feminismo es conocido como el de la “primera ola” (no debemos tomarnos muy en serio estas divisiones en “olas”). Ahora bien, hay que precisar que no todo se debió explícitamente al movimiento feminista, puesto que también operaron otras fuerzas que fueron liberando a la mujer como el laicismo, los avances tecnológicos, el libre mercado, el liberalismo político y las ideales de la ilustración.

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