El Nihilismo (por Jan Doxrud)
La muerte de Dios ( a la que contribuyeron otros personajes como Darwin) es quizás una de las frases más polémicas de Nietzsche expresadas por “el hombre loco” en la “La gaya ciencia” (1882), puesto vienen a socavar los pilares de la civilización occidental, aunque sus repercusiones se pueden llevar más allá del contexto europeo en el cual vivía Nietzsche. Ahora bien, como apuntó Albert Camus en “El hombre rebelde”, contrariamente a lo que piensan muchos cristianos, Nietzsche no fue quien formuló el proyecto de matar a Dios, puesto que ya lo había encontrado muerto en el alma de su tiempo. Con la muerte de Dios se pierden todos los valores, el sentido de la vida o, como afirmaba Nietzsche, se pierde el sentido de un “fin” una respuesta al “¿para qué?”. La historia ya no se presenta como una línea que obedece a leyes causales y en donde se puede introducir un triple corte temporal: pasado, presente y futuro. La historia tampoco es teleológica, es decir, no apunta a ningún fin (telos) y menos aún, la historia no es sinónimo de progreso, como habían defendido algunos pensadores de la ilustración.
Nietzsche rechaza cualquier mundo que trascienda al individuo o que el individuo sea parte de un plan superior que lo trasciende y al cual debe adecuarse. Rechaza el dualismo ontológico de Platón, esto es, la existencia de dos mundos, un material y otro ideal-perfecto. Es dentro de este contexto que Nietzsche se pregunta en el “Crepúsculo de los ídolos” (1888): ¿Cómo el mundo verdadero terminó por convertirse en fábula? Es allí, como señala Volpi, donde Nietzsche traza una historia del nihilismo platónico. En una primera fase el “mundo verdadero”, suprasensible que es alcanzable por el sabio, por el piadoso y el virtuoso. En una segunda fase se produce una escisión entre el mundo de las ideas (trascendente) y el mundo sensible (inmanente), siendo este último un reflejo imperfecto del mundo de las idea.
En una tercera fase este mundo verdadero se presenta como inalcanzable, indemostrable e imposible de prometer. En la cuarta fase el mundo verdadero se vuelve desconocido, de manera que se rompe el vínculo entre este mundo verdadero y las personas, y se muestra incapaz de consolar y traer a salvación a estas mismas. En una quinta fase de la historia, Nietzsche señala que el “mundo verdadero” carece de utilidad puesto que ni siquiera es vinculante, de manera que ya no tiene sentido y justificación su propia existencia. Tras el llamado a abolir el mundo verdadero, pasamos a la sexta fase donde el “mundo verdadero” ha sido abolido y Nietzsche se pregunta qué es lo que queda, siendo su respuesta: el “mundo aparente”. Pero añade Nietzsche que, junto al mundo verdadero, ¡hemos también abolido el mundo aparente!
¿Qué significado tiene esto? ¿Acaso Nietzsche a abolido junto al mundo ideal también al mundo sensible? Volpi explica que esto no es así y, más bien, lo que Nietzsche quiere decir con la abolición del “mundo aparente” es la abolición del “modo como lo sensible es visto desde la perspectiva del platonismo (de un mundo suprasensible), esto es, quitarle el carácter de apariencia y lugar jerárquicamente inferior al mundo suprasensible. En otras palabras, se puede decir que el mundo aparente es todo lo que queda y lo que es abolido es la visión que el ser humano ha tenido de este mundo sensible. En suma, el mundo sensible-material es lo que queda y lo que es eliminado es el mundo trascendente junto a la visión que este ha impuesto sobre el mundo sensible-material. Así, tenemos dos maneras de entender. En primer lugar tenemos el nihilismo como rechazo de este mundo, el mundo material, a favor de un supuesto mundo que trascendería a este y que constituye una suerte de meta final del individuo. En segundo lugar tenemos el nihilismo como rechazo del mundo tal cual existe, junto a su moral, ética y saberes, y todo aquellos que constituya un límite a la creatividad y voluntad humana. Frente a este panorama, la tarea del filósofo es desenmascarar lo que vendrían a ser falsos valores. En palabras de Nietzsche (Genealogía de la moral)
“Una exigencia nueva elevará la voz. Enunciémosla: necesitamos una crítica de los valores morales, hay que poner alguna vez en entredicho el valor mismo de estos valores -y para esto se necesita tener conocimiento de las condiciones y circunstancias de que aquéllos surgieron, en las que se desarrollaron y modificaron (la moral como consecuencia, como síntoma, como máscara, como tartufería, como enfermedad, como malentendido; pero también la moral como causa, como medicina, como estímulo, como freno, como veneno), un conocimiento que hasta ahora ni ha existido ni tampoco se lo ha siquiera deseado”.
Gilles Deleuze, en su estudio sobre Nietzsche, señala que el nihilismo consiste en tomar el valor de vida como nada, es decir, la vida es despreciada y negada, de manera que se le falsea y transforma en ficción. Se toma como verdadero el “otro mundo” o un m undo suprasensible a costa de menospreciar y falsear el mundo real. El nihilismo es también para Deleuze una reacción contra el mundo suprasensibe y la desvalorización de los valores superiores. En suma, para Deleuze el nihilismo, es a la vez, la depreciación de la vida desde la altura de los valores superiores o un mundo suprasensible y la reacción contra este mundo que trasciende al mundo sensible. Así el primer nihilismo es uno positivo y otro reactivo. En palabras del pensador francés: “ De esta forma el nihilista niega a Dios, al bien e incluso a lo verdadero, a todas las formas de lo supra-sensible. Nada es verdad, nada está bien, Dios ha muerto”
Lo anterior se traduce, en la civilización occidental, como la “muerte de Dios” y el comienzo de una nueva forma en que los seres humanos se enfrentan y desenvuelven en el único mundo existente: el mundo material-sensible. Esto no afecta solamente a los creyentes, teístas o deístas, sino que también a quienes carecen de creencia en lo sobrenatural, ya que la idea Nietzsche va más allá de la muerte de Dios, puesto que es también la muerte de cualquier principio rector para la humanidad, incluyendo principios derivados del humanismo secular. Al respecto, Albert Camus escribió que la muerte de Dios era un hecho probado y que Nietzsche se volvió en contra de todo lo que pudiese sustituir falsamente a la deidad extinguida. Por ejemplo, como explica Camus, el socialismo y toda forma de humanitarismo son rechazados por Nietzsche. El socialismo no es más que un cristianismo degenerado y secularizado que promueve un conjunto de valores. También combate Nietzsche a los distintos socialismos puesto que constituyen doctrinas morales. Incluso la democracia no escapa de las criticas de Nietzsche. En “El crepúsculo de los ídolos” señala que el democratismo ha sido en todo tiempo la forma de decadencia de la fuerza organizadora y que la democracia moderna y todas sus realidades a medias eran la forma decadente del Estado.
Como se puede inferir, no es sólo el mundo el que cambia sino que también el individuo debe cambiar junto. En “Así habló Zaratustra” Nietzsche describe el proceso de transformación por el que atraviesa el individuo. En palabras de Nietzsche: “Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño”. El camello representa el espíritu de carga, aquel que se arrodilla ante principios trascendentales, ante la moral tradicional y actúa de acuerdo a la moral convencional cristiana (en el caso europeo). Por su parte el león representa el espíritu de rebeldía, aquel que quiere “conquistar su libertad como se conquista una presa y ser señor en su propio desierto” y que rechaza la autoridad del señor o deidad. El león no es aún capaz de crear nuevos valores aunque sí la libertad para llevarlo a cabo. La creación de valores está reservada para la siguiente y última transformación en donde Nietzsche utiliza la figura del niño, fase de creación, creatividad y voluntarismo. En palabras de Nietzsche:
“Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí. Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo”.
El nuevo hombre de Nietzsche ha dejado atrás el pasado, se ha liberado de la carga de la tradición y tiene un proyecto a futuro que es el de construir un nuevo mundo y un nuevo ser humano que no debe buscar las respuestas al sentido último (puesto que no existe) o al “¿para qué?” en un mundo suprasensible o en Dios. La salvación está en éste mundo que se encuentra en constante flujo (Panta rei). Dentro de la doctrina del “Eterno retorno” de Nietzsche, el ser humano aspira a la eternidad, sin referirse al pasado o al futuro. El ser humano no debe buscar la trascendencia puesto que en el nuevo mundo post-nihilista ya no existe nada que trascender.
El nihilismo puede también expresarse de otras maneras: la negación de la vida en nombre de un ideal, un desprecio no sólo de la vida de otros sino que también, en muchos caos, la propia vida, como puede ser el caso de atentados suicidas. Cualquier sistema filosófico, político o religioso que esté dispuesto a destruir la vida de otro en nombre de un ideal, por más sublime que sea, se transforma en nihilista. Quizás uno de los textos nihilistas rusos más emblemáticos y explícitos es el de Bakunin y Nechayev, en donde la Revolución se transforma en el principio en virtud del cual la humanidad puede ser sacrificada, tanto la del revolucionario como el de las demás personas. El revolucionario no tiene intereses ni sentimientos propios y ha cortado lazos con el conjunto del mundo civilizado, con sus leyes, tradiciones morales y costumbres. Incluso no reconoce la autoridad de la ciencia y si llega a reconocer una ciencia, esta es la ciencia de la destrucción. El revolucionario busca destruir lo más rápida y seguramente posible la ignominia que representa el orden universal.
Este patrón de comportamiento se ve también reflejado en la actualidad por el islamismo, incluso el académico francés, Olivier Roy, considera a los militantes del yihadismo como nihilistas extremos. En suma el nihilismo va de la mano con el voluntarismo extremo que cree poder imponerse a la realidad y a los seres humanos a cualquier costa. El intelectual francés, André Glucksmann consideraba a los nihilistas como los grandes enemigos de la civilización tal como la demostraron los totalitarismos nazi y comunista. Este nihilismo no pulula solamente en marginados o desarraigados sociales, sino que en personas inteligentes y preparadas, en políticos y gobernantes de naciones. Junto al deseo de poder y el voluntarismo extremos, el nihilista se caracteriza por su plasticidad moral sin límites, puesto que lo bueno o lo malo son relativos, es decir, relativos a si sirven a cumplir o no el ideal. Cualquier acción es permitida si esta apunta a que el ideal pueda ser impuesto en el mundo real.
Incluso, dentro de los estudios de género existe un anti - manifiesto nihilista de género, de Alyson Escalante (Departamento de Filosofía de la Universidad de Oregon) que se caracteriza por un Antihumanismo que rechaza cualquier concepción esencialista del ser humano, de manera que este último vendría a ser pura potencialidad inacabada y, por ende, el ser humano carecería de una naturaleza propia. Junto a esto se pretende abolir la distinción entre hombre y mujer que no son más que símbolos discursivos, sociales y lingüísticos históricamente contingentes. Esto recuerda lo anteriormente señalado y es el textualismo que ayudó a difundir Nietzsche, el creer que el mundo es un texto y que no existe una realidad objetiva, sino que sólo lenguaje que es el que crea la realidad. Por ejemplo el nihilismo de género señala:
“No somos nada sino la convergencia de muchos discursos distintos y lenguajes que están fuera de nuestro control, y aun así experimentamos la sensación de voluntad”.
Así el manifiesto no señala algo bastante obvio como que los roles sociales o lo que entendemos por masculinidad o feminidad han evolucionado a lo largo de la historia. Lo que el manifiesto propone es abolir el género mismo, el ser humano al ser plasticidad pura (no existe la naturaleza humana) al ser fruto de diversos discursos se encuentra liberado de la biología o de su base material que pasa a ser un dato irrelevante. El lector podrá inferir que estas ideas a su vez pondrían en tela de juicio otros conceptos como el de familia por solo nombrar uno. El punto es que esta postura se rebela contra lo que consideran es la tiranía de la normalidad, en este caso, la idea de que solo existen dos sexos o que el sexo no está determinado por la biología. No es el lugar para abordar algunas falacias de este discurso extremista, anticientífico y antropocéntrico (el ser humano se presenta como una entidad distinta a los demás animales no humanos, muestra una plasticidad que no gozan los demás seres vivos). Al final del anti-manifiesto se puede leer la sugerente frase:
“La negación de todas las cosas, nosotros incluídos, es la única manera de lograr nada”.
Lecturas
-Franco Volpi, El nihilismo.
-Meister Eckhart, El fruto de la nada
-Gilles Deleuze, Nietzsche y la filosofía.
-Alexander Nehamas, Nietzsche. La vida como literatura.
-Karl Löwith, El homnbre en el centro de la historia
-Anti-Manifiesto. Nihilismo de género:
https://insurrectrans.wordpress.com/2015/11/28/nihilismo-de-genero-un-contra-manifiesto/ (español)
https://libcom.org/library/gender-nihilism-anti-manifesto (inglés=