De la neurona a la conciencia: ¿Qué es el materialismo? (por Jan Doxrud)
Hemos estado revisando el concepto de materia, dejando claro que existe un concepto obsoleto de materia. El nuevo concepto de materia es dinámico puesto que va más allá de objetos concretos, compactos y dotados de masa. Para entender esta clase de materialismo emergentista hay que comprender el concepto de “emergencia” o “propiedades emergentes”. Tenemos que el materialismo es monista, puesto que plantea la existencia de la materia y rechaza la idea de espíritus fantasmas o cualquier otra entidad que subsista independiente de una base material. Pero Bunge añade que el materialismo no necesita ser monista en relación a las propiedades de las cosas. En otras palabras, no es necesario afirmar, señala el autor, que todos los objetos posean una única propiedad: extensión espacial, capacidad de unirse a otras cosas, materia, etc. En síntesis, el materialismo emergentista afirma que todos los existentes son materiales pero, lejos de pertenecer a un solo nivel de organización, se encuentran agrupados en distintos niveles de organización: átomos, moléculas, orgánulos, células, órganos, individuos, grupos sociales, sociedades.
La lista anterior (no exhaustiva) implica un sistema físico, químico, biológico y social. De acuerdo a esto, Bunge señala que el materialismo emergentista es también de carácter sistémico, en donde todo es un sistema o un componente de un sistema o una cosa compuesta de cosas interrelacionadas. Cada nivel de organización consiste en una colección compuesta por todas las cosas materiales caracterizadas por propiedades peculiares. El “sistemismo”es la mejor alternativa que existe entre diversos paradigmas (que no necesariamente rechaza, sino que rescata algunos aspectos): jerarquismo, mecanicismo, atomismo, holismo, la dialéctica o el dinamismo.
En síntesis, la naturaleza tiene una estructura y, por ello, las ciencias que la estudian, lo hacen desde sus enfoques respectivos, de manera que el conocimiento científico se adecua a esta estructura de la naturaleza. Tenemos además “dos mundos”, el fenoménico, esto es, el mundo de las sensaciones, olores y sonidos, y el mundo transfenoménico que es invisible a nuestros sentidos. Vemos que el agua se calienta , hierve y que, con toda seguridad, nos quemaría el cuerpo. Pero sucede que nosotros no podemos observar las reacciones químicas y los cambios que sufren a nivel molecular. No podemos observar el radio atómico, la configuración electrónica y el potencia de ionización, puesto que el átomo no posee propiedades fenoménicas. Además de que la naturaleza posee una estructura, propiedades fenoménicas y transfenoménicas, esta además es un sistema (el Universo vendría a ser el “sistema de sistemas”) con múltiples subsistemas. Esto significa ni usted ni yo ni las plantas, ni animales, ni los átomos se encuentran aislados. Por último esta naturaleza no es caótica, puesto que presenta patrones observables o ciertas regularidades y esto es así, al menos para los científicos y personas cuerdas, porque la naturaleza “se comporta” en base a leyes, relaciones causa-efecto, y no meras relaciones causales o tendencias.
Regresemos al concepto de emergencia. El concepto de “emerger”proviene del latín y significa salir, mostrarse o aparecer. Como explica la filósofa y siquiatra y académica del Collège de France, Anne Fagot - Largeault, el verbo “emerger”, así como el adjetivo “emergente” se usan en el idioma francés desde los siglo XV y XVI. Este concepto adquiriría posteriormente un sentido figurado: “sobresalir” o “distinguirse”. Continúa explicando la misma autora, y este es un punto relevante, que el sentido etimológico del concepto en cuestión sugiere, por una parte, discontinuidad aparente y, por otro lado, continuidad real. En otras palabras Fagot-Largeault señala que el objeto que emerge es continuo, pero aquello que emerge, es decir, la parte visible, es aquella que pasa un umbral delimitado por el contexto. Por su parte, Mario Bunge señala que el “emergentismo”esuna familia de concepciones que incluyen la idea de emergencia. Concebido como un concepto estático, se dice que una propiedad de un sistema “es emergente”, si y sólo si algún componente del sistema no lo tiene. Así, por ejemplo la interacción de las neuronas en el cerebro hacen posible lo que conocemos bajo el nombre de conciencia, pero sucede que cada célula cerebral por separada “no es consciente” y tampoco piensan o son racionales.
En lo que respecta al uso filosófico del concepto de emergencia, Fagot- Largeault explica que es tardío, introduciéndose por primera vez para nombrar aquellos efectos que no reproducen mecánicamente a partir de sus causas. La primera referencia se encuentra en el filósofo y difusor del positivismo de Comte en Inglaterra: George Henry Lewes (1817-1878). Fagot Largeault, señala que el autor inglés distinguía entre los denominados hechos “emergentes”, que no podían predecirse con exactitud con base en las condiciones iniciales del experimento, y los hechos “resultantes, aquellos predecibles de las condiciones precedentes”. Ahora bien y tal como señala la filósofa francesa, esta distinción realizada por Lewes ya existía en la filosofía de las ciencias, aunque no se hacía uso de tales conceptos. Por ejemplo, John Stuart Mill (1806 -1873) afirmaba que eran escasos aquellos efectos que eran producidos por una sola causa, mientras que aquellos efectos que eran el resultado de la acción conjunta de diversas causas, constituían una mayoría. En el primer caso, el cálculo del efecto sigue la “ley de composición de las causas”. En el último caso, señala Fagot Largeault, “el resultado es sorprendente, no puede preverse hasta que se ha probado y comprobado que se produce de manera regular; así sucede con algunas síntesis químicas: las propiedades del agua son distintas de la suma de las propiedades del oxígeno y el hidrógeno (…) Para expresar la idea de que (…) los efectos son heterogéneos respecto a sus causas, Mill llama leyes heteropáticas a las regularidades naturales que no se someten a la ley de composición; son estos efectos heteropáticos de Mill, los que integran algo más que la simple suma de los efectos de sus causas conjuntas, lo que Lewes llama efectos emergentes”. (559)
El concepto de emergencia, siguiendo a Fagot Largeault, llegó a ser un tema central y digno de interés filosófico, cuando surgió la problemática, en el ámbito de la biología, sobre cómo era posible que el plan de organización de los vertebrados a partir del plan de organización más simple de los invertebrados? En suma, ¿cómo se va desde la neurona hasta la mente? ¿cómo emerge lo complejo de lo simple? ¿Cómo surge la conciencia a partir de un sistema material que es el cerebro? ¿Cómo lo más surge de lo menos? Para la ontología materialista-fisisista (materialismo vulgar) todo se reduce a la materia, es decir, los fenómenos se distribuyen en distintos planos, de manera que, por ejemplo, la conciencia, puede ser reducida al cerebro y sus componentes. Ahora bien, en este aspecto, el “materialismo emergentista” se diferencia de este “materialismo reduccionista”. En otras palabras, el materialismo emergentista afirma que es erróneo señalar que la conciencia no existe (como afirman algunos autores) puesto que esta una propiedad es una emergente de la actividad cerebral. Como explica Fagot Largeault:
“(…) los teóricos de la emergencia toman la creatividad natural y/ o la heterogeneidad en los niveles de realidad como un hecho último. Buscan aclarar el sentido de este hecho; en su opinión, los fenómenos del nivel superior, si bien se explican (al menos en parte) por los del nivel inferior y dependen de ellos, no se deducen de ellos: hay discontinuidad y no previsibilidad de un peldaño al otro (salto cualitativo, adquisición de forma…¡la acción de emerger! A cambio de ello, lo que sucede en el ámbito global puede influir en los fenómenos del nivel más elemental (efectos de contexto)”.
Respecto a esto último, el lector puede pensar en el siguiente caso. Puede estar soñando pierde a un ser querido y elsólo hecho de experimentar mentalmente esta situación le produce efectos somáticos, es decir, en el cuerpo, esto es, en la materia (incluso puede despertarse asustado y angustiado). Así, se puede señalar que, efectivamente, el pensamiento necesita de un cerebro para existir y, a su vez, podemos señalar que el pensamiento influye en el cuerpo de la persona, incluso en su estado de ánimo e incluso puede influir en el estado de salud de una persona.
Además de lo anterior, tenemos el tema de la libertad humana. Es un hecho innegable que la libertad está anclada en la biología, pero ¿acaso esto nos debe llevar a negar el concepto de libre albedrío? Intelectuales como el francés Henri Bergson defendió la idea de que en el ser humano coexisten dos reinos, el de la materia (que es necesidad) y la conciencia (que es libertad). No existe una relación de identidad entre el mundo de la materia y el mundo del “espíritu” pero sí existe una interconectividad entre ambos. Pero ¿resulta válido hablar de un dualismo antropológico, es decir, que en el ser humano coexisten dos mundos: el de la materia y el del alma? Si se defiende una concepción dualista del ser humano, entonces se tendrá también una ontología dualista, es decir, el mundo no consistiría solamente en una realidad material, puesto que existiría una realidad que trasciende el mundo de la materia, como sostienen diversas religiones. Otros filósofos contemporáneos, como Daniel Dennett, señalan que la conciencia es una ilusión, una mera construcción lingüística que en realidad no existe, puesto que sólo existen los cerebros compuestos por “pequeños robots”: la neuronas.
Fin parte 3