6) La Guerra Civil Española: El debate en torno al conflicto (por Jan Doxrud)
Situándonos más a la izquierda dentro del espectro político, tenemos a un influyente historiador británico de la guerra civil: Paul Preston. No está de más señalar que Preston representa todo lo que Moa rechaza, desde sus tesis acerca de la guerra civil, así como la forma en que defiende sus ideas y ataca a la de sus contendientes. Para Prestón la guerra civil fue, efectivamente, entre “republicanos” y “nacionalistas” sublevados. En la introducción de su libro “La Guerra Civil española” (2006) el autor es claro al señalar que su libro es un trabajo interpretativo que no pretende encontrar un equilibrio entre ambas partes del espectro ideológico.
Añade que él no cree que España haya conseguido nada bueno con el alzamiento militar de julio de 1936 y su posterior victoria. Junto a esto Preston afirma que, a pesar de los errores en que pudo haber incurrido la II República, esta constituyó igualmente un genuino intento de dar una mejor calidad de vida a los sectores más humildes de una “sociedad represora”. Aquí Preston deja entrever su interpretación marxista muy arraigada en el conflicto de clases con todas las simplificaciones y reduccionismos que implica tal enfoque. En la introducción de la misma obra, Preston explica que la guerra habría surgido de la violenta oposición de las clases privilegiadas y sus aliados, ante los intentos reformistas de los gobiernos “republicano-socialista” para mejorar las condiciones de vida los miembros más desfavorecidos de la sociedad.
En cuanto a las atrocidades cometidas en la zona republicana durante el conflicto, Preston señala que estas habrían sido obra de “elementos criminales o extremistas incontrolados”, “aunque” también fruto de la política deliberada de grupos izquierdistas decididos a eliminar al enemigo. Este argumento es una constante en el libro de Preston, es decir, la violencia de la izquierda es siempre una de carácter “reactiva”, es decir, una repuesta a la violencia organizada del bando nacional.
En la introducción, Preston también dedica algunas palabras a los historiadores “revisionistas”. La crítica que realiza es más bien la clásica falacia lógica del “muñeco de paja”, es decir, hace una caricatura de estos para luego criticarlos. Por ejemplo señala que los revisionistas se limitan a denunciar que toda la historiografía de los últimos 30 años constituye una “conspiración siniestra” y que “todos” los historiadores, tanto aficionados como profesionales, son parte de tal conspiración. En suma, el historiador revisionista vendría a ser una suerte de renegado que solo busca ir en contra de la corriente, denunciando que todos se equivocan menos ellos.
Añade que las críticas que los revisionistas realizan a la II República “son implícitamente crítica de los valores republicanos que han perdurado hasta la actual democracia o han renacido en ella”. Sorprende que un historiador como Preston pretenda convencer al lector de que quienes integraban la “República” como el PCE o el PSOE (entre otros) abrazaban ideales republicanos. No se necesita ser experto en Guerra Civil Española para saber que tal aseveración es falsa y basta leer los escritos de Bakunin, Marx, Lenin o Trostky, para saber que tales ideales son inexistentes en su en esos autores que eran los profetas para gran parte de quienes eran parte del “Frente Popular” (y otros fuera de este).
Sea como fuere, para Preston la guerra civil, a pesar de haber quedado eclipsada por otros conflictos posteriores, igualmente ha dado fruto a una numerosa bibliografía. Lo anterior, continúa explicando el autor, refleja que tras la derrota “republicana”, la guerra continuó librándose entre los vencidos en el exilio y los victoriosos en España. Con el comienzo de la Guerra Fría (y el levantamiento del bloqueo a Franco), comenzó a tejerse una nueva interpretación de la guerra civil y a presentar a Francisco Franco como el “centinela de Occidente”.
Así, Preston explica que la interpretación franquista de la guerra civil presentó el conflicto como una lucha entre las fuerzas del orden y la verdadera religión, contra la conspiración judeo-masónica-bolchevique. Ante esta versión, los derrotados “republicanos” contrapusieron lo que vendría a ser la verdadera intepretación, tal como la expone Preston:
“(…) la guerra había sido la lucha de un pueblo oprimido en busca de una calidad de vida decente contra la oposición de las atrasadas oligarquías españolas terrateniente e industrial y de sus aliados nazis y fascistas”.
Añade Preston que también, durante la Guerra Fría, los enemigos del bando “republicano” habrían utilizado a su favor el debate sobre si la causa de la derrota “republicana” habría sido el haber optado por la guerra y seguir las directrices de Moscú, y no optar, en cambio, por emprender una revolución radical y profunda. De acuerdo a Preston, el Congreso para la Libertad de la Cultura (dependiente de la CIA) habría patrocinado numerosas investigaciones sobre el conflicto con el objetivo de difundir la versión de que la opresión stalinista habría sido la causante de la derrota del bando “republicano”.
Para el fallecido historiador español, Santos Juliá, la guerra civil habría quebrado un “proceso de rápido cambio social” y reducido “la complejidad y múltiple fragmentación de la sociedad española a dos bandos enfrentados a muerte”. Añadía el historiador español que la guerra civil no había sido la culminación de una historia de mil años (nio de cien) sino que constituyó un brisco quiebre, o corte profundo infligido por una rebelión militar , junto a las complicidades de fuerzas políticas y militarizadas de las diversas derechas monárquicas, católicas y fascistas, Al igual que Preston, Santos Juliá señala que tal corte se introdujo en una sociedad que experimentaba desde comienzos del siglo XX “un proceso de rápida y profunda transformación económica, política, social y cultural, que la había llevado a un fecundo reencuentro con las democracias y las culturas secularizadas europeas”.
Añadía que en esta guerra se habrían cruzado “viejos conflictos españoles”, pero tales conflictos no se redujeron a unos de tipo social o de lucha de clases por las armas entre obreros y campesinos, por un lado, contra burgueses y terratenientes, por el otro. Además de lo anterior, la guerra civil también fue una “guerra de religión, de nacionalismos enfrentados, una guerra entre dictadura militar y democracia republicana, de fascismo contra antifascismo (…)”
Tenemos también al fallecido escritor e intelectual español, Juan Benet (1927-1993) quien, en su breve libro “Qué fue la Guerra Civil”, señalaba que este constituía el “acontecimiento histórico más importante de la España contemporánea y quien sabe si el más decisivo de su historia”. A esto añadía
“Nada ha conformado de tal manera la vida de los españoles del siglo XX y todavía está lejos el día en que los hombres de esta tierra se puedan sentir libres del peso y la sombra que arroja todavía aquel funesto conflicto”.
A esto agregaba que la República y el estado democrático erigido por los españoles el 14 de abril de 1931, y que refrendaron en tres ocasiones por medio de elecciones libres, habrían quedado pulverizados el 18 de julio de 1936 . Ahora bien Benet no apunta sus dardos solamente al bando nacionalista y, más bien, lo anterior habría sido el resultado de la “acción conjunta y simultánea de dos revoluciones extremistas lanzadas contra él el mismo día”. Finalmente, señala Benet, fue una de estas la que triunfó y supo mantener la conquista hasta la muerte de Franco.