2) John Locke: Ensayo sobre el entendimiento humano (por Jan Doxrud)
Ensayo sobre el entendimiento humano
Su ensayo sobre el entendimiento humano es una magna obra que está dividida en cuatro libros. El libro primero trata de las nociones innatas, esto es, Locke se embarca en la investigación sobre la existencia de las ideas innatas en el ser humano, tal como lo sostenía Descartes. En el libro segundo trata de las ideas, de las ideas en general, del origen de estas, de las ideas simples, de las ideas complejas y de la fuente de donde provienen las ideas. El libro tercero aborda las palabras y el lenguaje en general, de la significación de estas, de los nombres de las ideas simples, modos mixtos, relaciones, de la sustancia y sobre la imperfección de las palabras, entre otros temas.
El cuarto y último libro Locke aborda el conocimiento, los grados del conocimiento, el alcance de este, la verdad, los universales, las máximas, sobre la existencia de Dios, entre otros temas. Locke es un continuador de lo que podemos denominar como el “programa baconiano”, es decir, el de la necesidad de introducir un mejor y más perfecto uso del entendimiento. Locke no se adentró en analizar la relación del conocimiento sólo con una parcela del conocimiento, sino que se propuso examinar el conocimiento mismo, sus capacidades, así como sus límites. Así, la filosofía fue orbitando cada vez más en torno a este tema, al conocimiento, y al rol del sujeto en este. La gran obsesión fue entonces la de establecer el origen, la naturaleza, el valor y los límites del conocimiento.
¿Cuál es el terreno propio por el cual el conocimiento puede adentrarse sin caer en contradicciones? ¿Existía acaso algún terreno que estuviese completamente vedado al conocimiento? Para Locke responder estas preguntas constituía un requisito para poder posteriormente embarcarse en cualquier otra investigación. El entendimiento es lo que nos hacer ser seres humanos y lo que nos diferencia de los demás seres vivos. Para Locke es el entendimiento el que nos sitúa en la cúspide del reino animal, así como la potestad sobre este mismo. Por ello, su obra es una empresa digna de llevarse a cabo, pero al mismo tiempo es consciente de la dificultad que esta conlleva: “El entendimiento, como el ojo, en tanto nos permite ver y percibir todas las demás cosas, no se advierte a sí mismo, y precisa arte y esfuerzo para ponerlo a distancia y convertirlo en su propio objeto”[1].
Como ya señalé, la filosofía de Locke atribuye gran valor a la experiencia como origen del conocimiento humano. Se mostró contrario a las ideas innatas de Descartes. Antes de entrar en esto, es necesario aclarar el concepto de idea de Locke. La palabra “Idea” proviene del griego y significa “forma”, una forma ontológica y, por ende, una forma sustancial, un ser. Para Platón las ideas son modelos perfectos de las cosas. En el mundo sensible sólo somos testigos de meras copias de lo que son las ideas perfectas como la de un círculo o un triángulo. Las ideas son las cosas en sí, constituyen la verdadera realidad, son inmutables y tracienden el espacio y el tiempo.
Con Descartes, así como posteriormente con Locke, Berkeley y Hume, tenemos que el concepto de idea adquiere otro significado y es el de ser un contenido de la mente y del pensamiento. El pensador francés, al examinar los contenidos de su mente, descubrió que existían tres tipos de ideas: adventicias (que provienen de las sensaciones), ficticias, (construidas por el sujeto) y las innatas. Descartes creía en la existencia de ideas que nacían con nosotros, es decir, estas no venían desde el exterior y tampoco las habíamos construido nosotros. Locke por su parte creía que nuestra mente, al nacer, venía como una pizarra en blanco y todo lo que llegaba a ella era por medio de la experiencia, ya sea interna (reflexión) o externa (sensación).
Tenemos entonces que la noción de “idea” de Locke es diferente a la noción cartesiana, como escribió el mismo Locke en el Ensayo: “Ahora debo excusarme con el lector por el frecuente uso de la palabra idea que encontrará en el Tratado”[2].
Locke rechaza el innatismo de las ideas, ya que para él no hay principios innatos en la mente, lo cual era algo que estaba fuertemente internalizado en muchas luminarias de aquella época. En palabras del filósofo: “Es opinión establecida entre algunos hombres, que hay en el entendimiento ciertos principios innatos…como impresos en la mente del hombre, que el alma recibe en su primer ser y que trae al mundo con ella”[3].
Locke considera falsa esta creencia y está dispuesto a demostrar su falsedad, explicando de qué modo los hombres, con el sólo empleo de sus facultades naturales, pueden alcanzar el conocimiento y prescindir así de las llamadas ideas innatas. Locke está dispuesto a remar contra la corriente y contra las verdades establecidas y aceptadas en aquella época. Rechaza que la verdad tenga como base el consentimiento de la mayoría. ¿Cuántos todavía creen que, en ciertas materias, lo verdadero es lo que la mayoría cree? ¿Cuántas veces las mayorías o las masas (el “pueblo”) han estado equivocadas ya que sólo juzgaban y deliberaban en base a su condicionamientos y prejuicios?
Si el asentimiento de la mayoría fuese el criterio de la verdad, ¿qué hubiese sido de Copérnico, Galileo, Newton o Einstein? Cada cierto tiempo surgen hombres que desafían al pensamiento convencional y conformista, remueven los cimientos sobre los cuales las personas se sienten seguras, lo que explica que reaccionen con un rechazo irracional ante cualquier idea que haga temblar esas convicciones o peor aún, que las pruebe como falsas. Locke señala, en lo que respecta a la creencia en las ideas innatas, que el “asentimiento general constituye el principal argumento. Nada se presupone más comúnmente que el que haya unos ciertos principios, tanto especulativos como prácticos, aceptados universalmente por la humanidad”[4].
Locke rechaza el argumento del asentimiento general:“El consenso universal no prueba nada de innato. Este argumento, sacado del consenso universal, tiene en sí este inconveniente: que aún siendo cierto que de hecho hubiera unas verdades asentidas por la humanidad, eso no probaría que eran innatas, mientras haya otro modo de mostrar de qué manera pudieron llegar los hombres a ese universal acuerdo de esas cosas que todos aceptan; lo que me parece puede mostrarse”[5].
Hasta aquí tenemos que Locke rechaza las ideas innatas y además rechaza también la existencia de un principio al cual la humanidad preste un asentimiento universal, así como el ejemplo que señala de que “Lo que es, es” y “es imposible que una cosa sea y no sea”.
Podemos decir por lo tanto que para Locke no existen principios con los que nosotros nacemos. El entendimiento humano es lo suficientemente poderoso como para crear o destruir ideas y, por último, la experiencia constituye la fuente y límite de nuestro conocimiento. Regresemos al tema del innatismo de las ideas. Y el supuesto consenso en torno a esta concepció. ¿Acaso existe tal consenso? Locke argumenta que los niños y aquellos con perturbaciones mentales no conocen estos principios, como el de no contradicción o el de identidad, y que eso bastaría para destruir el asentimiento universal.
A Locke le parece que existe una contradicción en decir que hay ciertas ideas impresas en el alma y por otra parte que el alma no las perciba y entienda, como sería el caso de un niño. ¿Cuál sería la respuesta a la pregunta de Locke? Sus detractores podrían responder que los hombres conocen estas ideas innatas cuando tienen la capacidad de hacer uso de su razón, cuando son conscientes. Locke refuta este argumento en primer lugar analizando qué significa.
Por una parte se puede entender que cuando el hombre alcanza el uso de su razón, las ideas innatas llegan a ser conocidas y por otra, “que el uso y el entrenamiento de la razón de los hombre los ayudan a descubrir esos principios y se los dan a conocer de un modo cierto”[6]. Si la razón es la que descubre las ideas innatas no se podría decir que son innatas.
Se genera una contradicción en el argumento de que la razón descubre estas ideas innatas, ya que “no habría diferencia alguna entre las máximas de los matemáticos y los teoremas que deducen de ellas. A las unas y a los otros habrá que concederles que son innatos, puestos que en ambos casos se trata de descubrimientos hechos por medio de la razón…”[7]. Locke no acepta que la razón descubra las ideas innatas, y con tal afirmación envía al index Librorum Prohibitorum al Teeteto de Platón cuando escribe:
“De manera que hacer que la razón descubra esas verdades así impresas es tanto como decir que el uso de la razón le descubre a un hombre lo que ya sabía antes; y si los hombres tienen originariamente esas verdades impresas e innatas, con anterioridad al uso de razón, y sin embargo permanecen en ignorancia de ellas hasta que llegan a uso de razón, ello equivale a decir que los hombres las conocen y no las conocen al mismo tiempo”[8].
[1] Ibid., 17.
[2] Ibid., 21.
[3] Ibid.
[4] Ibid., 22.
[5] Ibid.
[6] Ibid., 25.
[7] Ibid.
[8] Ibid., 25-26.