19) Oskar Lange: El debate en torno al cálculo económico y la planificación central (por Jan Doxrud)
Para abordar el anterior tema de la empresarialidad habría que referirse a las obras del economista Israel Kirzner (adherente también a la Escuela Austriaca), específicamente a su “Competencia y Empresarialidad” en donde aborda como la literatura ha abordado el concepto de empresarialidad y al importancia de este dentro de la economía. Kirzner afirma que en un estado de equilibrio no existe espacio para el empresario, puesto que en tal estado de armonía el empresario ya no tiene nada que hacer. Junto al empresario queda fuera la innovación, el elemento dinámico de la economía y el mismo concepto de competencia queda desterrado. En palabras de Kirzner:
“La competencia, para el teórico del equilibrio de precios, acabó por referirse a un estado de cosas en el que participan tantos elementos competidores que ya no queda espacio para otros (…) El aspecto más desafortunado de este empleo del término competencia es, por supuesto, que, al referirse a una situación en la que ya no queda sitio para un ulterior proceso competitivo, la palabra llega a significar en último término precisamente lo opuesto al tipo de actividad en que consiste este proceso”.
Añade Kirzner que su modelo de empresario se asemeja al de Joseph A. Schumpeter, esto es, un innovador “que trastorna el flujo regular de la producción en el mercado”, por medio de la introducción de nuevas técnicas de producción, generando así el eterno proceso de “destrucción creativa” propia del capitalismo. Ahora bien, Kirzner llama destaca una diferencia entre su concepto de empresario y el de Schumpeter. Para Kirzner la característica medular del empresario no es el de alterar el “orden económico establecido” sino que su capacidad de percibir nuevas oportunidades que otros no han advertido.
En palabras del economista estadounidense:
“Para mi, la función del empresario consite no en alterar las curvas de costes o de ingresos, sino en advertir que, de hecho, han cambiado”.
No es de extrañar que Kirzner también dedique un espacio de su libro a criticar a Lange y su cosmovisión irreal de la economía en donde no existe empresarialidad, innovación, incentivos, dinamismo y precios de mercado. Así, para Kirzner el debate en torno a la viabilidad del socialismo acabó con el triunfo de mises y Hayek, lo que lleva al autor a aseverar que la “historia del debate sobre el cálculo económico ahora no nos interesa”.
Regresando a Huerta de Soto, el autor sigue los planteamientos de Kirzner que la función empresarial consiste en descubrir y apreciar las oportunidades de alcanzar un fin, una ganancia o un beneficio y, para ello, juega un papel central lo que Kirzner denomina como “alertness” (en lugar de hablar de “entrepreneruship) o perspicacia. Huerta de Soto explica que este conocimiento, propio de la función empresarial, se caracteriza por ser uno de carácter subjetivo de tipo práctico, es decir, que se aprende por medio de la práctica y que no puede ser representado en términos formales. Sumado a esto este conocimiento es uno tácito no articulable (know how) y que se enbcuentra disperso en la sociedad, en la mente de millones de personas cuyos proyectos podrán o no concretarse. Por último, el economista destaca la dimensión creativa de la función empresarial. El punto es que todo esto no es considerado en el mundo estático y de equilibrio general de Lange.
Otra crítica del autor apunta al concepto de “precios paramétricos”, los cuales no son precios mercados ni nada parecido, por lo que tales precios paramétricos no reflejan información útil alguna, de manera que no constituyen una guía para consumidores, inversionistas, productores y emprendedores. Los precios paramétricos emergen de la arbitrariedad del órgano planificado y no reflejan la escasez y abundancia de los bienes. En palabras del economista español:
“Los precios de mercado son por tanto no paramétricos, en el sentido de que proporcionan información sobre las disparidades existentes, crean un incentivo para comprar y vender y, en última instancia, están continuamente modificados como consecuencia del ejercicio e impulso de la función empresarial”.
Teniendo en cuenta lo anterior, se entenderá que el problema de la planificación no se resolverá por medio de los avances computacionales, por lo que el “socialismo computacional” no deja de ser otra utopía más al igual que el “socialismo matemático”. La razón de esto es que el problema central permanece, es decir, la sociedad es un sistema y, como tal, es un objeto complejo compuesto de partes que interaccionan entre sí y que, de cuya interacción, surgen propiedades emergentes de las cuales carecen los componentes por sí solos. Como sistema que es, las sociedades son complejas y se encuentran compuestos por subsistemas como el biológico, cultural, económico y político, los cuales escapan al control de cualquier entidad planificadora.
Sumado a lo anterior, la causalidad en economía es sistémica y no una de tipo mecánica. Es por ello que Thomas Sowell acertadamente señala que la economía trata de lo que emerge de las relaciones recíprocas y no sobre lo que alguien deseó. Uno de los errores que advierte Sowell, es la tendencia a dar explicaciones de tipo “intencional” de las causas que operan en economía, causas que en realidad son sistémicas. Y de estos nexos causales pueden surgir una serie de consecuencias no intencionadas – como advertía Robert K. Merton – , es decir, que, por ejemplo, una autoridad que se propone un objetivo específico, puede crear una serie de incentivos que pueden terminar por frustrar su objetivos iniciales.
Es por ello, y por la naturaleza misma de la función empresarial y su tipo de conocimiento, que para Huerta de Soto, los avances computacionales se encontrará con los mismos problemas al que se enfrentaron los socialistas de antaño. Así, los avances computacionales nunca podrán sustituir al mercado como mecanismo de coordinación, formación de precios y de asignación de recursos, así como tampoco la función propia del empresario. En plabras del economista español:
“El confiar, por tanto, en los ordenadores como instrumentos para hacer posible el socialismo es igual de absurdo que el pensar que en una sociedad mucho menos avanzada el invento de la imprenta y otros procedimientos más elementales de recogida y tratamiento de la información articulada hiciese posible disponer del conocimiento práctico y subjetivo relevante a nivel social”.
En resumen, si para el filósofo polaco, Leszek Kołakowski (1927-2009), hablar de “socialismo democrático” eran tan contradictorio como hablar de “bolas de nieve fritas”, para Huerta de Soto el “socialismo de mercado” representa la imposible cuadratura del círculo. El autor cita el trabajo de los economistas polacos (y ex comunistas) Wlodzimierz Brus (1921-2007) y Kazimierz Laski (1921-2015) titulado “From Marx to Market: Socialism in Search of an Economic System” (1989), que dan cuenta de esta cuadratura del círculo. Afirman los autores que los neosocialistas pretende algo tan paradójico e irreal como, por un lado, abolir el mercado, la competencia, el sistema de precios, los intercambios voluntarios y, por otro lado, pretenden organizar su utopía socialista de manera tal que las personas actúen “como si” todo lo anterior estuvieran en realidad presente. En otras palabras Brus y Laski dicen los neosocialistas pretenden que las personas “jueguen” al mercado así como los niños juegan a la guerra o a los trenes.
Kornai añade que los actuales ejemplos de Vietnam o China no pueden ser considerados como ejemplos exitosos de “socialismo de mercado” puesto que estos países, a diferencia de lo planteado por Lange en su “mundo abstracto”, se permite la propiedad privada de empresas de bienes de capital. Así, lo único de comunismo que queda en el caso de China es el monopolio del poder político por parte del Partido Comunista, pero en materia económica el sistema no solo está en las antípodas de lo planteado por Lange, sino que también de lo planteado por Marx y Lenin.
Artículos complementarios
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(II) Carl Menger y la refutación de la teoría del valor marxista (por Jan Doxrud)
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