20) El embrujo soviético (por Jan Doxrud)
Lo que resulta interesante de escribir sobre la temática del cálculo económico, la planificación central y la viabilidad del socialismo, es que no nos movemos en terrenos especulativos y de meras posibilidades, ya que sabemos desde el comienzo quien ganó este debate. Si bien Ludwig con Mises vivió mucho, lamentablemente no fue suficiente para presenciar la debacle de la URSS. Pero quién si estuvo vivo para presenciarlo fue Friedrich Hayek. En relación con la URSS la pregunta medular, en mi opinión, no es por qué terminó por colapsar sin que mediara una guerra.
Lo realmente interesante es cómo un sistema tan ineficiente pudo haberse perpetuado tanto en el tiempo. Pero en realidad esta es una pregunta retórica ya que Mises ya había señalado que el funcionamiento de estos países se debía, en gran parte, a la existencia de otros países capitalistas que funcionaban en base a la propiedad privada de los medios de producción y en un mercado libre (para no hablar de las relaciones comerciales que se dieron entre los países del este del telón de acero y los países del lado “occidental”. También hay que tener en consideración el sistema de represión que por años perduró en la Rusia así como también en los distintos países pertenecientes a la órbita soviética. Y no menos importante fue el aparato de propaganda que se vendía a Occidente sobre los logros del socialismo.
Sin embargo, el experimento soviético logró engañar y embrujar, no sólo a los feligreses comunistas, sino que incluso a mentes brillantes y economistas competentes no comulgaban con tal ideología. Incluso en nuestros días existen algunos nostálgicos que esgrimen como argumento, en favor del stalinismo. el “milagro de la industrialización”, claro que dejando de lado la represión los asesinatos en masa, ejecuciones y persecusiones…esos son solo detalles, daños colaterales del éxito económico de Stalin). Como explicaba Wilhelm Röpke (1899-1966) en “La Teoría de la Economía”, solo el aislamiento del mundo comunista junto con la irreflexión del mundo occidental, podían explicar el hecho de que la propaganda comunista lograse difundir la idea de que sus logros económicos nada tenían que envidiar a las economía basadas en el libre mercado y la propiedad privada de los medios de producción. Frente a los logros comuistas como el Sputnik y otros avances Röpke escribió:
“¿Quién no comprende que tales realizaciones individuales, enormemente costosas, son prueba indudable del talento individual y de una concentración implacable de medios escasos, pero no de un orden económico que funcione insatisfactoriamente? En un país en lo que falta lo más indispensable ¿no representan tales realizaciones precisamente el colmo del despilfarro? ¿Quién no cae en la cuenta de que son más inútiles que las pirámides egipcias, que aunaban la misma combinación de genio técnico e inhumana concentración de poder, pero mucho más feas y efímeras?”
Por su parte, los economistas rusos Vladimir Popov y Nikolai Shmelev, quienes conocían el sistema desde dentro, echaban por la borda la narrativa soviética que hechizó a varios enOccidente. Explicaban que la mayor parte de la historia económica de su país (Rusia) se fundamentaba en hechos históricos que se omitían o se distorsionaban. Junto a esto, añadían que los aspectos negativos del sistema de administración económica eran ocultados, mientras que sus logros eran exagerados. Así, los autores concluyen que la narrativa que los teóricos socialistas intentaron crear no se correspondía con la realidad, específicamente aquel relato que mostraba la historia soviética como una lineal y progresiva que se dirigía directamente hacia el ideal socialista.
También los autores echaban por la borda el mito del desarrollo científico soviético. Si bien reconocen que los rusos eran competitivos en matemáticas y en diversas áreas de la física teórica, estaban muy retrasados en las demás áreas científicas en relación a Occidente. Añadían que la relación entre personas empleadas en las ciencias y en stock de capital científico estaba “patológicamente” distorsionado. El equipo científico disponible para los científicos estaban retasados en décadas en relación con Occidente.
De acuerdo a Shmelev y Popov, tras lanzar el primer satélite, la Unión Soviética quedó rezagada en varios ámbitos tecnológicos y “dejando ir” la electrónica, la biotecnología, materiales compuestos y láser industrial. Un ejemplo concreto que dan los economistas es que en 1987, mientras Rusia poseía 100 mil computadores personales, los Estados Unidos tenían entre 5 y 6 millones. Igualmente sucedía en la educación donde, a finales de la década de 1980, estaba por debajo de los estándares modernos.
Pero dejemos hasta aquí estos embrujos y examinemos, junto al ya mencionado economista Alec Nove (1915-1994) y otros autores – entre los cuales podemos destacar, Janos Kornai y su libro “The Socialist System” (1992), Paul R. Gregory y su “The Political Economy of Stalinism” (2004) y el libro “The Turning Point. Revitalizaing the Soviet Economy” (1989) de los economistas rusos Vladimir Popov y Nikolai Shmelev –, las muchas dificultades que subyacían al modelo económico socialista soviético para tener una idea del nivel de ineficiencia de este mismo.
En su libro titulado “La economía del socialismo factible” (1983), Nove comienza preguntándose qué pueden y deben aprender los socialistas de la experiencia soviética y la respuesta es: mucho. Nove parte de la base de que la planificación central es una tarea que excede la capacidad del órgano de planificación central lo cual trae consigo una serie de descoordinaciones, ineficiencia, corrupción y despilfarro dentro del sistema mismo.
Otro tema que aborda Nove es el fenómeno de la “insuficiencia” (que no es lo mismo que escasez), esto es, al fenómeno en virtud del cual los agentes económicos no pueden obtener los recursos que desean o necesitan aun cuando cuentan con el dinero para ello. Tal insuficiecia por parte de la oferta puede deberse a varias causas como sequías u otros fenómenos de la naturaleza, a circunstancias imprevistas, a previsiones equivocadas, a decisiones deliberadas o a un “plan excesivamente ambicioso que sobrepasa los recursos disponibles (…)”. Así, siguiendo a Sowell, debemos también distinguir entre la escasez de recursos frente a aquella escasez como fenómeno de los precios.
Esta última escasez es artificial puesto que es fruto de la aplicación de políticas perjudiciales, como por ejemplo, el establecimiento de precios máximos por debajo del precio de mercado. Por lo demás existía un uso ineficiente de los recursos por parte de los encargados de las empresas quienes, por lo general, demandaban más recursos de los que necesitaban. Sumado a esto sucedía que, frente a la potencial escasez de bienes de capital o de consumo, la reacción previsora natural era una: acumularlos (o a exagerar las necesidades de material). A esto Nove añade que la demanda de bienes de producción era una “demanda planificada” que se encontraba determinada por el sistema de asignación de material y no de la oferta monetaria.
En la URSS no tenía por qué haber escasez de ciertos recursos, pero producto de la incompetencia y falta de información por parte del órgano de planificación central, se generaba una escasez artificial. La razón de esto es lo que hemos venido insistiendo a lo largo de esta serie de artículos y es la naturaleza compleja y sistémica de de los sistemas económicos. Como explica Nove:
“(…) a menos que supongamos una economía estática, será inevitable que se produzcan cambios en los gustos, en las técnicas y en las preferencias. Todos estos cambios no pueden preverse detalladamente a nivel microeconómico. Cualquier inversión importante requiere de numerosos años para su conclusión y, después, tendrá muchos años de vida ante sí. Tanto lo obreros como los ingenieros adquieren conocimientos especializados que pueden ser o no necesarios diez años más tarde”.
Artículos complementarios
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