Repensar la pobreza (por Jan Doxrud)
Pasemos ahora examinar el tema de la educación. Uno de los grandes problemas en este ámbito es que, a pesar de existir escuelas gratuitas (al menos en primaria) y que la mayor parte de los niños se encuentran matriculados, la tasa de absentismo escolar es alta. El problema puede deberse a que, por el lado de la “oferta”, el servicio educacional se deficiente, de manera que no basta tener acceso a la educación, sino que esta sea de calidad. Esto se traduce no solmente en contar con la infraestructura adecuada, sino que también con profesores motivados, comprometidos y competentes.
Pero a esto hay que añadir problemas propios de ciertas regiones como el “sesgo de casta” en el caso de la India donde profesores de castas bajas califican con notas más bajas cuando sabían que el niño era de una castas bajas. Pero el tema de las expectativas y los prejuicios en los profesores no es un problema exclusivo de los países en vías de desarrollo, al igual que la mala calidad y la falta de preparación y compromiso por parte del cuerpo docente.
También se podría añadir que parte del problema radica del lado de la “demanda”, es decir, que los padres no valoran la educación y no comprenden sus beneficios en el largo plazo. Desde el punto de vista de la demanda – donde se sitúan autores como William Easterly – la mejor política educativa sería hacer atractiva la inversión en actividades que demanden trabajadores preparados lo cual tendrá como consecuencia el que las familias comiencen a darle sentido a la educación que reciben sus hijos y que las escuelas impartan los conocimientos requeridos para satisfacer la demanda de esos trabajos.
En materia educativa se han implementado interesantes programas como el del economista mexicano, Santiago Levy quien se abocó a reformar el sistema de bienestar en México. La idea era vincular la recepción de prestaciones sociales con inversión en capital humano. El resultado fue un programa de transferencias monetarias (TMC) condicionadas denominado PROGRESA. La idea era ofrecer incentivos monetarios a las familias para que se preocuparan de enviar a sus hijos a las escuelas, se aseguraran que lo hicieran con regularidad y se preocuparan también buscar servicios de salud preventivos. Los padres quienes tenía sus hijos en secundaria recibían más dinero que los que asistían a primaria. El programa de Levy logró perdurar cuando asumió el nuevo gobierno en México pero pasó a denominarse OPORTUNIDADES. Lo interesante es que las TMC se se extendieron por América Latina y el resto del mundo, incluso a Nueva York.
En lo que respecta a los enfoques de “oferta” o “demanda” en relación con la educación, Banerjee y Duflo, explican que estos no son mutuamente excluyentes, es decir, se puede mezclar políticas implementadas “top-down” por los gobiernos con otras bottom-up como la creación de puestos de trabajo que generen los incentivos para que los padres le encuentren sentido a que sus hijos reciban educación, puesto que se traducirá en un beneficio futuro. Suele suceder que los padres, al menos en Udaipur, esperan que la educación provea de riquezas a sus hijos, alcanzar algún puesto en el sector público o algún tipo de ocupación administrativa.
En suma, de acuerdo a Banerjee y Duflo, la combinación de objetivos poco realistas, expectativas innecesariamente pesimistas e incentivos equivocados a los profesores ha contribuido a asegurar el fracaso educativo de los países en desarrollo en lo que respecta a dos tareas fundamentales. La primera es la de proporcionar un conjunto de habilidades básicas y, la segunda, el proporcionar una educación de calidad. El problema que resaltan los autores es que la escolarización ha aumentado más rápido que los recursos. Por ejemplo, el auge del sector de alta tecnología, ha tenido como consecuencia el que las personas se dediquen a ser programadores, personal de banca o directores de sistemas informáticos, en lugar de dedicarse a la docencia. Así, tenemos menos profesores y, los que existen, no están bien cualificados para ejercer la profesión.
Sin duda los desafíos en materia educacional son enormes. En el “Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo” (2017/2018) de la UNESCO titulado “Rendir cuentas en el ámbito de la Educación” se puede leer que en el África Subsahariana hay niños que no saben leer pese a haber asistido a la escuela varios años, mientras que en China, la presión de los exámenes está teniendo repercusiones en las disparidades de género. Por su parte añade que en Pakistán, la descentralización está creando serios problemas en las escuelas rurales, puesto que no reciben fondos suficientes y los niños refugiados tienen muy pocas posibilidades de recibir educación, específicamente quienes huyen de la guerra en Siria. Para intentar abordar el problema se ha diseñado este proyecto de rendición de cuentas que, en palabras del informe, consiste en lo siguiente
“La rendición de cuentas es un proceso que apunta a ayudar a las partes interesadas a cumplir sus responsabilidades y alcanzar objetivos. Las personas y las instituciones están obligadas a exponer, sobre la base de una justificación jurídica, social o moral, cómo han cumplido responsabilidades claramente definidas”.
Otro tema que abordan los autores es el de la demografía. Comienzan recordando la campaña de control demográfico del fallecido Sanjay Gandhi (1946-1980), hija de Indira Gandhi (1917-1984) y nieto Jawaharlal Nehru (1889-1964). La campaña de control a finales de la década de 1970 llegó al límite de ofrecer incentivos a las personas para esterilizarse y que creó una serie de incentivos perversos dentro de la burocracia del sector estatal para alcanzar verdaderas “cuotas” de esterilización. En la actualidad Natalia Kanem, Directora Ejecutiva del “Fondo de Población de las Naciones Unidas” declaró en el año 2018 que la planificación familiar no solo es un Derecho Humano, sino que empodera a las mujeres, reduce la pobreza y permite alcanzar el desarrollo sostenible.
El punto de lo anterior es si el hecho de tener familias numerosas es un problema que agrava la pobreza y, en segundo lugar, cabe preguntarse la razón por la cual las personas pobres deciden tener numerosos hijos. ¿Tenía razón el slogan de Gandhi de que “Una familai pequeña es una familia feliz?”. En otras palabras: ¿acaso una caída de la tasa de fecundidad hace a un país más rico?
Frente a esto, Banerjee y Duflo, optan por la prudencia y que el debate no sea abordado desde un punto de vista puramente teórico. Puede suceder que, el hecho de que existan países más pobres con tasas de fecundidad relativamente más alta s no significa que estas últimas sea la “causa” de su pobreza. Por el contrario, puede acontecer que tales países tengan un a fecundidad alta “porque” son pobres. Así, para abordar este tema los autores vuelven a insistir la necesidad de abandonar las “grandes preguntas” para enfocarse en la vida y decisiones de las personas más pobres en sus distintos contextos. Los autores traen a la palestra el estudio sobre la familia realizado por el economista Gary Becker. Básicamente, Becker argumentaba que una familia se enfrentaba a una elección entre calidad y cantidad, lo que se traducía en que a un mayor número de hijos, cada uno sería de menor “calidad” en el sentido de que sus padres dedicarían menos recursos para educarlos y alimentarlos. En suma, al crecer el número de hijos dentro de una familia, la inversión en capital humano es desigual.
Desde esta perspectiva, un hijo puede ser considerado, en términos económicos, como un instrumento financiero, vale decir, los padres sus hijos pueden significar varias cosas. Por ejemplo, en algunos casos un hijo puede actuar como sustituto de la Seguridad Social, es decir, los padres deciden tener muchos hijos para asegurar se de que no de ellos los cuidará cuando ellos sean ancianos, tal como lo explicaba un indonesio que tenía 9 hijos. Este no es un tema tan preocupante como es el caso de los países desarrollados donde existe un sistema de Seguridad Social más o menos generoso.
Esto nos lleva a la conclusión de que los pobres efectivamente toman decisiones sobre el tamaño de su familia y, por lo tanto, este fenómeno no responde a la mera ignorancia sobre métodos anticonceptivos. Las personas pobres, explican los autores, no solo toman decisiones relacionadas con la cantidad de hijos, sino que también sobre la composición por sexo. En algunas regiones tener hijas puede ser menos ventajoso para la familia puesto que a la hora de casarse deben pagar una dote o simplemente porque no son útiles para los trabajos duros. Otro problema guarda relación con embarazos no deseados y relaciones sexuales de riesgo.
Como explican los autores el hecho de que se les diga a los alumnos en las escuelas que eviten el sexo hasta el matrimonio y no les hablen de preservativos era una defectuosa puesto que apuntaba a la abstinencia sexual. Pero incluso las campañas sobre sexualidad responsable no suelen dar buenos resultados. El tema del VIH es otro de relevancia. De acuerdo a ONU Sida, en el 2017 cerca de de 67 000 niños (de 0 a 9 años) y 69 000 adolescentes (de 10 a 19 años) contrajeron el VIH, en donde dos tercios (46 000) de esas nuevas infecciones se produjeron entre niñas. Los autores relatan como se han tomado medidas especificas como informar a los estudiantes sobre el tipo de gente con más probabilidad de estar infectados, particularmente hombres mayores que tienen relaciones con menores (lo cual ayudó a que las mujeres tomasen consciencia del peligro de mantener relaciones con ese sector etáreo).
Otro estudio interesante se llevó a cabo en Kenia. Allí las niñas tienen claro que una relación sin protección puede resultar en un embarazo pero, igualmente algunas evalúan la posibilidad de quedarse embarazadas si el padre se siente a hacerse cargo de ella y su hijo. ¿Por qué razón esta sería una buena opción y no, por ejemplo, continuar estudiando? Sucede que muchas de estas niñas no tienen los recursos para comprar un uniforme lo que significa que no puedan continuar estudiando en su escuela, de manera que la opción de tener un hijo y formar una familia puede parecer una buena opción. En base a esta información, el proporcionar gratuitamente uniformes ayuda a que se reduzcan los embarazos puesto que permiten a las alumnas continuar estudiando, lo que les da un motivo para no quedarse embarazadas.
Frente al tema de las decisiones en temas de sexualidad, los autores concluyen:
“Hay una cuestión que está bastante clara: en la mayoría de los casos, las personas pobres, incluso las niñas adolescentes, toman desiciones conscientes sobre su sexualidad y sobre su fecundidad y encuentra las vías – aunque quizás no sean las vías más agradables – para controlarla. Que las chicas jóvenes se queden embarazdas a pesar de resultarles tremendamente costotso es el reflejo de una decisión activa de alguien”.
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2) La búsqueda de la estabilidad política en el África Subsahariana (por Jan Doxrud)
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1-Daron Acemoglu y James A. Robinson: Economía, Instituciones y Democracia (por Jan Doxrud)
2-Daron Acemoglu y James A. Robinson: Economía, Instituciones y Democracia (por Jan Doxrud)
3-Daron Acemoglu y James A. Robinson: Economía, Instituciones y Democracia (por Jan Doxrud)
4-Daron Acemoglu y James A. Robinson: Economía, Instituciones y Democracia (por Jan Doxrud)
5-Daron Acemoglu y James A. Robinson: Economía, Instituciones y Democracia (por Jan Doxrud)
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