Repensar la pobreza (por Jan Doxrud)
Es aquí donde reside el valor del libro de Banerjee y Duflo, puesto que, si bien no responden a las “grandes preguntas”, sí intentan responder a esas “pequeñas preguntas” que resultan ser tan relevantes como las otras “macropreguntas”. Para ello se hace necesario salir de las aulas e ir a terreno para comprobar las hipótesis. En suma aquí entran en escena los pruebas aleatorias controladas, similar a los que utilizan en medicina, en donde exista un grupo de tratamiento un grupo de control
Los académicos Thomas de Hoop, Shagun Sabarwal y Howard White explican que el ensayo controlado aleatorio es un “método de evaluación de impacto en el que la población beneficiaria de la intervención del programa o la política y el grupo de control se eligen de manera aleatoria entre la población que cumple los criterios”. Continúan explicando que en un ensayo controlado aleatorio, el programa o la política se consideran como una “intervención” cuyo tratamiento (los elementos del programa o la política objeto de evaluación) se pone a prueba con el objetivo de determinar en qué medida logra sus objetivos, en función de un conjunto de indicadores predeterminado. Añaden que una de las fortalezas de este método es que “proporciona una respuesta contundente a las preguntas de causalidad y ayuda a los evaluadores y ejecutores del programa a determinar si lo que se está consiguiendo se debe únicamente a la intervención”.
En suma, los tres autores sintetizan este método en los siguientes puntos medulares
1-Se mide el efecto de una intervención de un programa o política en un resultado concreto.
2-Su característica principal es el uso de la distribución aleatoria de una intervención. Este diseño se denomina “diseño experimental”. Esta distribución aleatoria consiste en la distribución de individuos o grupos entre los grupos de tratamiento y el grupo de control.
3-Los ensayos controlados aleatorios solo sirven para medir impactos en determinadas situaciones, entre otras cuando es posible acceder a una muestra de tamaño amplio; cuando los efectos previstos de la intervención del programa o la política se pueden definir y medir fácilmente (como la reducción del retraso en el crecimiento); y cuando los ensayos controlados aleatorios se planifican antes del comienzo de la intervención.
Regresando a Banerjee y Duflo, estos señalan que la teoría no basta y se hace necesario estudiar el mundo real de manera que si el problema son los fertilizantes, entonces habrá que estudiar el mercado de fertilizantes en la zona específica; si se trata del ahorro, entonces habrá que saber cómo ahorran los pobres en distintas partes del mundo. Este enfoque lleva, como lo notan ambos autores, a que no tengamos una gran respuesta universal para el tema de la pobreza, lo cual podrá ser decepcionante para algunos. Pero este es el enfoque de los autores y en eso radica lo que denominan como un “cambio radical de perspectiva”, que exige dejar las respuestas universales, salir del despacho y examinar el mundo de manera más cuidadosa. Un hito importante fue el año 2003 cuando los autores fundaron el Laboratorio de Acción de la Pobreza (Povert Action Lab) que posteriormente pasó a ser conocido como Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab (J-PAL).
Hoy en día, J - PAL constituye, es una red de 194 profesores afiliados que provienen de 62 universidades alrededor del mundo. Como señala su página web, la misión de este Laboratorio es “reducir la pobreza garantizando que las políticas públicas estén informadas por evidencia científica. Esto lo hacemos a través de la investigación, la divulgación de sus resultados y capacitaciones”.
En el capítulo 10 los autores también se refieren al enfoque de la economía institucional y el énfasis que colocan en la relevancia que tienen las instituciones, es decir, lo que conocemos como las “reglas del juego”. Aquí destacan a los autores Daron Acemoglu y James Robinson y su idea de las instituciones inclusivas y extractivas (ver mis artículos para entender esto último). Frente a este enfoque, los autores también optan por un enfoque micro, es decir, en lugar de pretender cambiar las instituciones de un “país” se puede hacer esto mismo pero a nivel instituciones locales concretas, como puede ser el caso de la iniciativa llamada“Desarrollo impulsado por la Comunidad”. Como explica la página del Banco Mundial, la experiencia ha revelado que cuando a las comunidades pobres se les proporcionan reglas claras y transparentes, acceso a la información, y apoyo técnico y financiero adecuados, estas pueden organizarse de manera eficaz para establecer sus prioridades y abordar problemas locales trabajando en conjunto con los Gobiernos locales y otras instituciones para crear infraestructura de pequeña escala y prestar servicios básicos.
En palabras de los autores:
“En este libro se ha visto una y otra vez: los detalles cuentan. Las instituciones no son una excepción. Para poder comprender de verdad el efecto que tienen sobre la vida de los pobres, lo que se necesita es cambiar la perspectiva, pasando de las INSTITUCIONES en letras mayúsculas a las instituciones en letras minúsculas, es decir, a una perspectiva desde abajo”.
Pasemos ahora a bordar el concepto mismo de pobreza tal como lo entienden Banerjee y Duflo. Comienzan la primera parte de su libro señalando que, al menos en Occidente, el concepto suele homologarse con hambre, vinculo que, por lo demás, se encuentra institucionalizado por los objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU. De acuerdo a lo anterior una persona pobre era definida como aquella que no tenía lo suficiente para comer, de manera que la ayuda internacional apuntaba justamente a proveer a los pobres con gran cantidad de alimentos. Como explican los autores, suministrar ayuda alimentaria a gran escala es una pesadilla logística puesto que mucha de la comida simplemente se pierde, tal como sucedió en la India en donde se estima que más de la mitad del trigo y más de dos tercios del arroz “se pierde” por el camino o termina siendo alimento para los ratones. Tenemos pues que homologar pobreza y hambre es bastante intuitivo puesto que, después de todo, si no comemos lo suficiente somos menos productivos, perpetuándose así la pobreza.
Artículos complementarios (hacer click en los títulos)
1) La búsqueda de la estabilidad política en el África Subsahariana (por Jan Doxrud)
2) La búsqueda de la estabilidad política en el África Subsahariana (por Jan Doxrud)
3) La búsqueda de la estabilidad política en el África Subsahariana (por Jan Doxrud)
4) La búsqueda de la estabilidad política en el África Subsahariana (por Jan Doxrud)
1-Daron Acemoglu y James A. Robinson: Economía, Instituciones y Democracia (por Jan Doxrud)
2-Daron Acemoglu y James A. Robinson: Economía, Instituciones y Democracia (por Jan Doxrud)
3-Daron Acemoglu y James A. Robinson: Economía, Instituciones y Democracia (por Jan Doxrud)
4-Daron Acemoglu y James A. Robinson: Economía, Instituciones y Democracia (por Jan Doxrud)
5-Daron Acemoglu y James A. Robinson: Economía, Instituciones y Democracia (por Jan Doxrud)
6-Daron Acemoglu y James A. Robinson: Economía, Instituciones y Democracia (por Jan Doxrud)