5) La globalización. Un poco de historia (III) (por Jan Doxrud)
No todos los países emergentes sufrieron consecuencias negativas producto de esta primera expansión de los mercados. Cuando hablamos de consecuencias negativas nos referimos a varias como la ocupación violenta de países por parte de potencias europeas o la falta de diversificación de productos de exportación lo que se tradujo en que muchos países no fueran más allá en sus ambiciones e intentar de cambiar sus modelos extractivistas basados en la exportación de materias primas e importación de manufacturas. Como explica Rodrik, la especialización en la explotación y exportación de materias primas no fomentaba la acumulación de conocimientos y retrasaba la reducción de la fecundidad de manera que, a diferencia de los países más desarrollados, las tasas de natalidad continuaban siendo altas en los países en vías de desarrollo.
Una de las excepciones que menciona Rodrik fue el interesante caso de Japón. Por mucho tiempo Japón fue una isla que se mantuvo “aislada” en virtud del “Sakoku” que consistió en una política aislacionista instaurada por el shogunato Tokugawa en 1639. Finalmente el Comodoro de la Armada estadounidense, Mathew Perry, forzó a punta de cañón a que Japón abriera sus fronteras al comercio exterior hacia el año 1853.
Posteriormente, tras el final del período “Edo” de los Tokugawa, comenzó en Japón la “Era Meiji” (1868-1912), en donde la capital Edo pasó a denominarse Tokio y en donde asumió como emperador Mutsuhito quien instauraría un parlamento y Constitución basado en el modelo alemán. El emperador, junto a una burocracia estatal se lanzaría en un ambicioso proyecto de modernización del país junto a un abandono de ese antiguo mundo en donde predominaba la figura del samurai con el objetivo de ponerse al mismo nivel que las potencias occidentales. Para ello, se llevó a cabo una reforma económica acompañada de una modernización de la infraestructura e incluso del ejército, que pasó a ser modificado y entrenado por instructores extranjeros.
En materia económica, la política industrial estuvo dirigida por el Estado el cual creó empresas estatales en rubros claves que posteriormente fueron privatizadas, contrataron también técnicos extranjeros y emplearon maquinaria extranjera y establecieron aranceles a las importaciones para proteger la industria nacional. Esta política, basada en el slogan “país rico, armada fuerte” significó la construcción de ferrocarriles, sistemas telefónicos y de distribución de gas, desarrollo de industrias de exportación, creación de escuelas, universidades e institutos tanto públicos como privados. Junto a esto, el gobierno contrató los servicios de ingenieros y técnicos extranjeros ingleses, holandeses, alemanes y franceses, para desarrollar diversos ámbitos como la construcción de canales, puertos, plantas químicas, equipamiento militar, hilados de seda, etc. Durante la era Meiji hasta finales de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se crearon en Japón los “Zaibatsu” o grandes grupos financieros consistentes en “holdings” familiares que ejercieron una gran influencia en el sistema económico de ese país
Con la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la necesidad por parte de los gobiernos de aumentar el gasto público significo romper con la convertibilidad del oro, así como también la imposición de restricciones para evitar el intercambio libre de divisas. Tras finalizar la guerra, Rodrik señala que la opinión general era la de volver al patrón oro para que así se normalizaran las finanzas internacionales, pero las dudas radicaban sobre si debería no, en el caso de Inglaterra, regresar a la paridad existente anterior al estallido de la guerra. Finalmente el Ministro de Economía y Hacienda en 1924, Winston Churchill, tomó la decisión de regresar a la paridad anterior a la guerra. De acuerdo a Rodrik, esta postura por parte de los “puristas”, reflejaba un compromiso moral de gran Bretaña hacia los demás países que habían colocados tanto sus activos como su confianza en su divisa (recordemos que Wall Street no se transformaba aún en el centro de las finanzas y el dólar no era la moneda utilizada para el comercio internacional).
Esta decisión finalmente se tradujo en más desempleo y constituyó un duro golpe a las industrias orientadas a las exportaciones (carbón, acero, construcción naval, textiles). Pero, para evitar la fuga de capitales, el Banco de Inglaterra mantuvo altos los tipos de interés, lo cual no ayudó al escenario laboral y a las exportaciones inglesas. El tema se agravó cuando en 1928 la FED en Estados Unidos subió sus tipos de interés poniendo aun más presión a los países europeos que respondieron subiendo sus tipos de interés para evitar una posible fuga de capitales. Finalmente, a comienzos de la década de 1930, Gran Bretaña se salió del patrón oro, lo mismo hizo Franklin D. Roosevelt en Estados Unidos en 1933 y otros países europeos del bloque del oro en 1936.
Ahora el problema no solamente eran los efectos de la guerra sino que de la crisis económica de 1929 en Estados Unidos que contagió a los demás países europeos y la larga depresión económica. No me referiré a esta crisis puesto que ya la abordé en otro artículo. Lo importante es que esta crisis y posterior depresión trajo como consecuencia que los países, comenzando por Estados Unidos, adoptaran el proteccionismo económico y el comercio se paralizó lo que agravó más la crisis. Como bien señala Rodrik, la “infame” Ley Smooth-Hawley constituyó una respuesta a la caída de los precios de los productos básicos y el declive económico en Estados Unidos. Continúa explicando el autor:
“Tenía como fin resguardar tras altos muros protectores a todo sector económico que tuviera alguna influencia en el Congreso. Desde entonces, se ha convertido en sinónimo de intercambio de favores en el Congreso y de proteccionismo destructivo. Los países europeos tenían parecidas razones económicas para recurrir a las barreras comerciales, y el paso dado por Estados Unidos sirvió tanto de excusa como de pistoletazo de salida”.
De importancia dentro de la historia económica mundial fue la segunda post-guerra, me refiero a los acuerdos adoptados en Bretton Woods, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Como ya expliqué en otro artículo desde el año 1945 prevaleció un modelo económico basado, hasta cierto punto, en las ideas de John Maynard Keynes (1883-1946) aunque, cabe precisar que el programa económico intervencionista de Roosevelt conocido como el New Deal (1933-1938) fue llevado a cabo antes de la publicación de la influyente obra de Keynes, “Teoría general del empleo, el interés y el dinero” (1936). Ahora bien, más que hablar de economías “keynesianas” quizás sea mas preciso hablar del nacimiento de economías mixtas, en donde coexistía el mercado y la propiedad privada junto al sector estatal y la propiedad estatal . Continuando con la década de 1940 tenemos que dejar un lugar privilegiado al denominado modelo o sistema “Bretton Woods” (1944).
Este sistema promovió la creación de instituciones que estimularan la cooperación internacional, por ejemplo, en el ámbito diplomático, se creó la Organización de las Naciones Unidas (1945). En materia monetaria internacional se creo el Fondo Monetario Internacional (1945) y en el plano de la reconstrucción económica se creó el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (BIRD) conocido como el Banco Mundial. En materia de comercio mundial se estableció el GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio). Sumado a esto, el sistema Bretton Woods se defendió la idea de aplicar políticas macroeconómicas discrecionales (aquellas que un gobierno toma de manera consciente y deliberada con el objetivo de alcanzar ciertos objetivos.), tanto en materia fiscal como monetaria . Así, por ejemplo, en el plano fiscal se podía intervenir por medio de la variación de los impuestos (tipos impositivos) o programas de obras públicas con el objetivo de reducir el desempleo.
En cuanto a la política monetaria, es el rol del Banco Central el regular la cantidad de circulante en la economía para, de esa manera, mantener la estabilidad de los precios. También se adoptó en Bretton Woods un sistema de tipos de cambio fijos, pero ajustables, lo que significó que no se mantendría el antiguo patrón oro de acuerdo al cual la cantidad de dinero que podía emitir el sistema estaba limitada por la cantidad de reservas de oro. Con el sistema Bretton Woods se estableció un patrón dólar, es decir, las diversas monedas no eran convertibles en oro, sino que fueron fijadas en relación al dólar, siendo esta última divisa convertible en oro: USD 35 la onza.
En suma y como comenta Rodrik, la aportación estadounidense al nuevo escenario político y económico internacional fue el multilateralismo, es decir, el establecer reglas por medio de organizaciones internacionales basados en el principio de no discriminación. El resultado de estas medidas, comenta el autor, fue la eliminación de una parte sustancial de las restricciones sobre las importaciones existentes en la década de 1930 así como también la reducción de aranceles. Añade Rodrik que entre 1948 y 1990 el volumen del comercio mundial creció a una tasa media de casi 7%. Sobre el sistema Bretton Woods concluye Rodrik:
“En términos de amplitud y profundidad del progreso económico, , el régimen de Bretton Woods eclipsó todos los períodos anteriores, incluido el del patrón oro y la época del libre comercio del siglo XIX. Si alguna vez hubo una época dorada de la globalización, fue ésta ”.
En el caso de Asia, Rodrik trae a la palestra el caso de Corea del Sur y Taiwán. En el caso surcoreano fue, el impulso industrializador se dio tras un golpe de Estado asestado por el General Park Chun Hee, quien modernizó el país durante su mandato entre 1962 y 1979. Como explican Daniel Yergin y Joseph Stanislaw, el autocrático líder fue el “CEO” fundador de la “Corea S.A” gracias a la colaboración de militares, una burocracia hábil y el compromiso de una nación que estaba dispuesta a trabajar y un compromiso nacional con el desarrollo industrial. Uno de los elementos distintivos del sistema eran los chaebols o grandes holdings que controlaban grupos industriales diversificados que darían origen a nombres tales como Hyundai, Daewoo o Samsung.
Como explican Yergin y Stanislaw, los chaebols tenían un amplio acceso al crédito y contaban con el apoyo del gobierno que los protegía de la competencia extranjera. Ahora bien loo chaebols tenían que cumplir con metas establecidas por el gobierno, en particular, la competitividad a nivel internacional y, de no lograrlo, podían recibir sanciones económicas y políticas. En lo que respecta al caso taiwanés, Yergin y Stanislaw destacan el rol que jugaron los “supertecnócratas” (científicos e ingenieros) siendo el ingeniero eléctrico K. Y. Yin, planificador jefe de Taiwán, considerado como el padre del desarrollo industrial de Taiwán. Para Yin, un ingeniero no era más que un científico que sabía de economía. Yin, era un sujeto estudioso que se instruyó en materia económica y que también se dedicó al estudio de otras experiencias, específicamente, la modernización durante la era Meiji.
De acuerdo a Yergin y Stanislaw, la gente decía que el mejor monumento a la memoria de Yin, quien falleció en 1963, era la frase “made in Taiwan”. Su sucesor, otro tecnócrata, el físico K.T. Li, quien además contaba con estudios de física nuclear en la Universidad de Cambridge, pasó a ser considerado como el padre del milagro económico de la nación. Para Li, modernización económica era un enorme sistema de ingeniería que exigía una planificación sumamente cuidadosa y elaborada.
Explica el autor que el caso de estos países ofrece algo para todos los paladares ideológicos en materia económica, en el sentido de que quien quiera encontrar evidencia de que la liberalización de los mercados favorece el desarrollo, entonces encontrará evidencia abundante. Por otro lado, quienes defienden la idea de que los mercados deben estar sometidos a la autoridad firme del gobierno, también encontrará abundante evidencia en la experiencia de estos países. El punto es que en la década de 1950 estos países no eran más ricos que los países del África subsahariana, pero a partir de la década de 1960 estos países comenzaron su gradual despegue que los transformaría en potencias industriales.
En suma tenemos que ambos países, y al igual que el caso de Japón, basaron su estrategia en un modelo económico dirigido por el Estado y, por lo demás, ambos países tenían un incentivo para querer prosperar y era la amenaza que enfrentaban por parte de sus vecinos enemigos: China y Corea del Norte. Ahora bien, Rodrik explica para alcanzar el objetivo de crear una gran capacidad industrial y generar una fuerte base de exportaciones de productos manufacturados, estos países no sustituyeron la iniciativa privada por la estatal. Añade que aquellas inversiones en empresas públicas tenía como objetivo alentar la empresa privada, por ejemplo, proporcionando a las industrias privadas factores de producción baratos.
Ambos países también eliminaron los obstáculos a la inversión privada como lo eran la corrupción burocrática, impuestos excesivos, alta inflación, etc. También estos gobiernos dieron otras facilidades como incentivos fiscales para ciertos sectores productivos o préstamos subsididados. A esto cabe añadir la protección del mercado local para permitir que las nuevas industrias lograsen recoger beneficios. En suma, Rodrik afirma que la experiencia y estrategia empleada por ambos países ofrecía algo para satisfacer a todos los gustos. Así, por ejemplo, el macroeconomista enfatizaría la importancia de la estabilidad macroeconómica, específicamente, el control de la inflación. Por su parte, el economista destacaría la importancia de contar con una fuerza laboral relativamente cualificada, mientras que el economista comercial resaltaría el proteccionismo y el economista institucional haría referencia a la importancia del papel del Estado. Sobre este tema concluye Rodrik:
“Todos ellos verían el árbol, pero no el bosque. El crecimiento económico requiere un gobierno pragmático dispuesta a hacer lo que sea necesario para dar energía al sector privado. Requiere el uso estratégico de los mercados y la globalización para diversificar la economía nacional y que no dependa de los recursos naturales. Las herramientas e instrumentos cincretos necesarios para lograrlo pueden variar y dependerán fuertemente del contexto. Las recetas específicas para el éxito no viajan bien. Es la visión amplia que subyace en ellas lo que es necesario emular”.
En cuanto a Japón, tras su derrota en 1945 y la ocupación estadounidense, este país se propuso durante la década de 1950 a duplicar sus ingresos, tal como lo señaló Hayato Ikeda, quien se desempeñaría como ministro de Industria y Comercio Internacional. Como señalé más arriba, el modelo Japónes sirvió de ejemplo para los demás países de Asia, y uno de los rasgos distintivos de este modelo era el triángulo de hierro, es decir, la colaboración entre burócratas, empresarios y políticos. El organismo todopoderoso de la post guerra fue el Ministerio de Industria y Comercio Internacional (MITI).
Como explican Yergin y Stanislaw, el MITI coordinaba todo el sistema de la política industrail, ayudando a las empresas a adecuarse a los mercados internacionales de exportación, canalizando información y conocimiento, fijando precios, estableciendo cupos de importación y cuotas de mercado y otorgando licencias . Solo hacia la década de 1980 comenzó a cuestionarse este modelo económico basado en una fuerte intervención estatal y defender uno más desregulado y sería la crisis de la década de 1990 la que inclinaría la balanza en favor de estos últimos. En palabras de Yergin y Stanislaw:
“El sistema de 1955 convirtió a Japón en un competidor formidable e importante; le permitió alcanzar un nivel de vida que al principio hubiese sido inconcebible. Pero los días en que el Estado guiaba al mercado y en que el MITI era sinónimo de las alturas del poder económico, sin duda alguna, se han terminado hace ya tiempo. ¿Qué traerá el futuro? La lucha entre Estado y mercado es algo que dominará a la sociedad japonesa en los años venideros”.
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