4) La globalización. Un poco de historia (II) (por Jan Doxrud)
Las causas de la integración de los mercados de capitales, explica Francisco Comín, se debió a varios factores. En primer lugar resalta la mayor rapidez y seguridad de los transportes marítimos lo que facilitó la labor de los arbitrajistas para poder equilibrar los precios de las divisas y el oro en los diferentes mercados. Así por ejemplo, estos podían comprar oro en donde estuviese más barato para posteriormente poder transportarlo a aquellos lugares en que estaba más caro. Sumado a esto están las ventajas ofrecidas por el tendido de cables submarinos y la difusión del telégrafo lo cual significó una aceleración de la información entre los centros financieros internacionales. En segundo lugar Comín destaca la generalización del patrón oro entre las principales potencias lo cual disminuyó los riesgos de cambio y de las inversiones extranjeras. En tercer lugar tenemos la ausencia de guerras generalizadas entre 1870 y 1914 lo cual facilitó los préstamos internacionales y la cooperación entre potencias en materia comercial , monetaria y técnica. En cuarto y último lugar, Comín destaca que, antes de 1914, los flujos financieros internacionales fueron posibles debido a que no existían restricciones a los movimientos de capital entre las naciones
Ahora bien, la adopción del libre comercio no se extendió a todos los países. Rodrik cita el caso de Estados Unidos en donde existía una marcada división política, económica y social entre el norte y el sur. El sur era esclavista y su economía se basaba en la exportación de algodón y tabaco. En cambio, el norte urbanizado dependía de una incipiente base manufacturera y que competía con productos manufacturados importados (por ejemplo con los ingleses). En este caso teníamos que era el sur, que dependía del comercio exterior, el que deseaba suprimir las barreras al libre comercio, mientras que el norte deseaba una mayor protección frente a la competencia. Finalmente sabemos que estalló la guerra civil en Estados Unidos (1861-1866) durante la cual Abraham Lincoln (1809 -1865) subió los aranceles y, tras la victoria del norte, el proteccionismo fue aun mayor. Al respecto comenta Rodrik:
“La media de los aranceles sobre productos manufacturados fue del 45% en los diez años siguientes a 1866 y nunca bajaron mucho de ese nivel hasta la Primera Guerra Mundial. Desde cualquier punto de vista, Estados Unidos era un país muy proteccionista a finales del siglo”.
Rodrik destaca que, en el caso de Estados Unidos, el libre comercio no estuvo al servicio de una causa política progresista, puesto que de haber triunfado el libre comercio, en Estados Unidos se hubiese reforzado la esclavitud como institución política y social. La lección de esto, comenta el mismo autor, es que según dónde se esté situado en relación con la economía mundial, el libre comercio puede ser una fuerza progresista o retrógrada. En Europa también comenzaron a surgir los primeros signos de debilitamiento del libre comercio producto de la prolongada recesión económica de 1870 que afectó principalmente a agricultores y ganaderos. Lo anterior se explica por la reducción del coste del transporte y las reducción de aranceles que, sumando al flujo de granos desde el Nuevo Mundo, terminó por arruinar a estos sectores fruto de la disminución de los precios.
Por su parte, Francisco Comín destaca que la reacción contra la primera globalización fue producto de la disminución de los transportes junto al aumento del volumen del comercio exterior que, a mediados del siglo XIX, trajo como consecuencia que los países que antes importaban productos como metales, textiles o cereales, ahora los estaban exportando. Esto puso una enorme presión sobre los productores nacionales quienes se vieron enfrentados a nuevos competidores en el “Nuevo Mundo” y así mismo, fueron testigos de como los precios disminuir producto de la oferta y demanda internacional. Así, países europeos dependientes de sus exportaciones agrícolas vieron cómo, fruto de una crisis de sobreproducción, o lo que es lo mismo, un exceso de oferta, tuvo como consecuencia un empeoramiento de sus niveles de vida. A esto, añade Comín, se sumaba la migración de europeos al continente americano tuvo como efecto la disminución de los salarios de los trabajadores en aquel continente y, por lo demás, las exportaciones de manufacturas desde Europa se transformaron en un obstáculo para el desarrollo de la incipiente industria en América. Al respecto comenta Comín:
“Frente a estos retos, a un lado y otro del Atlántico, sólo algunos países mantuvieron el librecambio, como fue el caso de Gran Bretaña, Irlanda, Holanda y Dinamarca. No obstante, la reacción proteccionista fue la más generalizada en Europa y el resto de mundo. La mayor parte de los países europeos impusieron aranceles a las importaciones de mercancías. Asimismo, las naciones del Nuevo Mundo (Estados Unidos, Canadá, Australia, Argentina, Brasil, Venezuela y Uruguay) y Japón también levantaron barreras arancelarias, más altas que las europeas, y pusieron restricciones a la inmigración”.
Así, a partir de la década de 1870 la imposición de aranceles por parte de los Estados se volvió la norma. Junto a estas medidas, los Estados fomentaron las exportaciones otorgando subvenciones a las industrias exportadores, también ayudaron mediante la adquisición de nuevas tecnologías que, como señala Comín, lo hicieron tanto por medios legales como ilegales (espionaje industrial y contrabando de maquinaria)
Ante esto comenzaron las demandas ante el gobierno de mayor protección frente a la competencia extranjera. Así, en el caso de la Alemania del canciller Otto von Bismarck (1815-1898) se produjo una coalición entre agricultores e industriales (matrimonio del hierro y el centeno) que tuvo el efecto deseado: un brusco aumento de los aranceles. Los demás países siguieron estas medidas y las restricciones se prolongaron hasta 1913. Como conclusión de esta globalización decimonónica, Rodrik explica que, en realidad, esta no se fundamentaba en el libre comercio ya que, si bien las políticas imperiales estimulaban el comercio, lo cierto es que el poder era fuertemente ejercido desde los países metrópoli. Por lo demás, el libre comercio o el capitalismo basado en el libre comercio resulta ser incompatible con el imperialismo.
Otra institución mencionada que jugó un rol relevante fue el patrón oro. Como sabemos, el dinero “fiat” o fiduciario actual no constituía la regla y, en cambio, las distintas monedas eran convertibles en oro lo que significaba también que los Bancos Centrales tenía un marco de acción más acotado dependiendo de sus reservas de oro. Así, como explica Rodrik, cada moneda tenía una paridad con el oro, de manera que, por ejemplo, la libra esterlina era convertible en 113 granos de oro puro mientras que el dólar se definía como 23,22. Junto a esto, el tipo de cambio también se encontraba sujeto al patrón oro por lo que una libra esterlina equivalía a 113/23,22 o, lo que es lo mismo, 4,87 dólares. En lo que respecta al comercio exterior, cuando un país importaba productos, significaba que sus reservas de oro disminuí mientras que la exportación se traducía en un aumento de estas. Esto mismo tenía otras consecuencias como la sobrevaloración y subvaloración de la moneda nacional respecto al oro, lo cual podía afectar, por ejemplo, a la competitividad de un país en caso de que su moneda se apreciara.
Un país con una balanza comercial deficitaria significaría que tendría menor disponibilidad de oro lo que se traducía en una subida de la tasa de interés y la consecuente caída de los precios de los productos del país.Tenemos el caso de que si Estados Unidos importaba desde Gran Bretaña más de lo que exportaba, entonces EE.UU incurría en un déficit lo que significaba que sus reservas de oro disminuían mientras que las de Gran Bretaña aumentaban, generándose así un superávit. Esto podía traducirse en una mayor puesta de circulación de dinero por parte del Banco Central lo que, a su vez, presionaba los precios al alza. Pero sucedía que si en EE.UU los precios disminuían, entonces a Gran Bretaña le resultaba más conveniente comprar productos estadounidenses lo que vendría a corregir el déficit y aumentarían las reservas de oro. Así el patrón oro tenía su propio mecanismo de ajuste automático. Ahora bien, el patrón oro significaba que los Bancos Centrales tenía un margen de acción más reducido en lo que respecta a su política monetaria. Como comenta Rodrik:
“Bajo las reglas del patrón oro, los gobiernos no tenían la posibilidad de tontear con la política monetaria para alterar la situación del crédito interior, porque la oferta de crédito interior estaba determinada únicamente por la circulación de oro y capitales a través de sus fronteras nacionales.”
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