1) ¡Revolución! ¿De qué estamos hablando? (por Jan Doxrud)
En este artículo examinaremos el concepto de Revolución. Como ya he señalado en otros artículos, el lenguaje y específicamente, los conceptos que utilizamos para comunicarnos, poseen un significado y designan algo en la realidad. Como escribió cientos de años atrás Francis Bacon (1561-1622) en su “Novum Organum”, el ídolo del foro o la plaza pública (suerte de prejuicios) consistía en el mal uso del lenguaje y, por ende, una falta de correspondencia entre los conceptos y la realidad. Así en su aforismo LX escribió:
“Los ídolos que se imponen al entendimiento por las palabras son de dos clases; o bien nombres de cosas inexistentes (pues del mismo modo que hay cosas que carecen de nombre por falta de observación, así también hay nombres que carecen de cosas reales, producto de suposiciones imaginarias) o bien nombres de cosas reales, pero confusos y mal definidos, sacados de la realidad de un modo precipitado e incompleto”
Para ser más precisos, y en este sigo a Mario Bunge, todo concepto es referencial, es decir “se refiere a algo”, pero puede que no represente nada en la realidad. Un concepto (Conceptum, Concipere, esto es, concebir/contener una idea en tu cerebro) es una construcción mental en donde unimos distintos elementos o ladrillos para dar origen a algo nuevo ( por ejemplo el “concepto de de casa o ser humano) Así, tenemos que una primera definición nos dice que un concepto es una idea que concibe o forma el entendimiento. Otra definición nos señala que es el conocimiento de los rasgos y propiedades esenciales y generales de los diferentes objetos y fenómenos de la realidad objetiva, así como de los nexos y relaciones entre ellos.
Los conceptos son mutables, es decir, no se mantienen rígidos a lo largo de los años. Si bien, algunos conceptos suelen mantener un anclaje etimológico, otros no, y su anclaje es, más bien, un anclaje histórico/empírico. Ejemplo de conceptos que se han desligado de su anclaje etimológico es el de democracia. Así, no nos resultaría suficiente comprender el actual significado del concepto de democracia apelando a su etimología, esto es, “el poder del pueblo”. Este último concepto de democracia es uno que tenía un sentido bastante particular en una era específica hace miles de años. Si pudiésemos traer a a un griego de aquellos tiempos al presente, seguramente no reconocería los gobiernos actuales como democracias. Por otro lado tenemos que las palabras tienen también un anclaje histórico/empírico. Aclaremos esto último con un ejemplo, Lea las siguientes aseveraciones y luego responda ¿considera las esas dos afirmaciones correctas? ¿Por qué razón?
1) “El nazismo es aquella doctrina que busca promover los Derechos Humanos, asçi como también crear un espacio publico en donde todas las ideas sean toleradas y discutidas”
2) “El socialismo es una doctrina basada en la porpiedad privada de los medios de comunicación, así como también en el libre emprendimiento y en el libre mercado como el mecanismo óptimo para la distribución de recursos y formación de precios”.
Ciertamente ambas afirmaciones son falsas y la razón radica en que la experiencia histórica refuta implacablemente tales afirmaciones. Tenemos, pues, que el lenguaje es plástico, creativo y con una gran capacidad de adaptación. Pero hay que resguardarse de otro fenómeno diferente: manipular arbitrariamente las palabras y darle un significado que no cuenta con ninguna base etimológica y ni siquiera histórica (salvo que estemos ante un neologismo). Debemos aspirar a ser lo más precisos a la hora de utilizar conceptos. Por ende, debemos tener en consideración que cuando decimos que comprendemos el concepto “X” es porque somos capaces de distinguir “X” de todo lo que no es “X”. Solo siendo precisos en el uso de los conceptos seremos también precisos a la hora de confeccionar definiciones. Como señala el teórico de la literatura, Jesús G. Maestro (quien a su vez sigue al filósofo Gustavo Bueno) las definiciones pueden ser clasificadas en las siguientes 3 categorías.
1) Idealistas: aquellas que delimitan un término al margen de referentes materiales físicos, es decir, no representan nada en la realidad (es vago y ambiguo)
2) Retóricas: carecen de precisión conceptual y brotan de la opinión común de las personas, mediatizadas por la ignorancia, emociones y la ideología
3) Científica: delimitan el significado de sus términos anulando por completo todo contenidos emocionales y elementos arbitrarios. purgan el concepto de elementos arbitrarios que no tienen sustento lógico y empírico.
Pero, en el mundo real, es imposible escapar al uso impreciso, ambiguo y difuso de los conceptos. Tampoco podemos negar que los conceptos llevan en sí una fuerte carga ideológica y sentimental. Pero esto no debe constituir un obstáculo para poder aspirar a hacer un uso preciso de los conceptos como es el caso del de revolución, que es el objetivo de este artículo.
El lenguaje es una herramienta, una tecnología y todo lo que sabemos está mediatizado por el lenguaje. Conocemos y aprendemos disciplinas con ayuda del lenguaje. Para pensar sobre nosotros mismos, sobre los demás u otra cosa utilizamos el lenguaje. Por ende, si queremos aprender, saber o comprender(nos) debemos hacer un uso preciso del lenguaje. Si el lenguaje es una herramienta y, como toda herramienta, debemos saber utilizarla, de lo contrario esta será defectuosa e imprecisa. Y si la herramienta es defectuosa, también lo serán nuestro, pensamiento, nuestra comunicación y el diálogo con los demás.
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Revolución
En lo que respecta al concepto de Revolución tenemos que, al igual que otros conceptos, fue creado en un momento determinado de la historia humana. En segundo lugar, como “concepto”, aglutina o contiene en sí una serie de características. En tercer lugar a lo largo de los años este concepto ha mutado y cambiado de significado, es decir, el concepto ha demostrado ser flexible. En cuarto lugar, el concepto de revolución ha llegado a ser uno que significa muchas cosas para las distintas personas que lo utilizan. Por último, el concepto de Revolución se encuentra preñado de sesgos ideológicos, sentimientos y pasiones.
El concepto de Revolución resulta ser problemático. Así, por ejemplo, hablamos de “revolución de los astros”, “revolución industrial”, “revolución francesa”, “revolución tecnológica”, “revolución rusa”, “revolución religiosa”, “revolución espiritual”, etc. Tenemos que Newton y Einstein fueron revolucionarios, al igual que Picasso y Dalí, o un Lenin o un Mussolini, incluso Buddha, Jesús y Martin Lutero. En la actualidad un Martin Cooper, un Timoth John Berners-Lee, un Steve Jobs o un Jeff bezos pueden ser también considerados como revolucionarios.
También tenemos que, en el caso de las revoluciones socioeconómicas y políticas estas son, por un lado, un medio y un proceso de nunca acabar, pero por otro lado son también una meta que se debe alcanzar. En un discurso pronunciado por Fidel Castro el 1 de Mayo del año 2000, el dictador cubano definió el concepto de Revolución de manera amplia (demasiado), explicando que esta era cambio, igualdad, libertad, emancipación, defensa de valores. También era mantener principios éticos, era unidad, justicia y, claro está, era el camino que conducía hacia el socialismo. En palabras de Castro:
«Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo».
Ante esto, ¿en qué consiste el concepto de Revolución? El filósofo y académico mexicano, Luis Villoro (1922-2014) en una Conferencia del Centro de Estudios Constitucionales de Madrid (1991), advirtió sobre la crisis del concepto de “Revolución”. Añadía que un concepto impreciso nos invitaba a abandonarlo pero, por otra parte, prescindir del concepto de revolución sería “privarnos de una de las ideas necesarias para comprender nuestra época, y no tenemos otra parta reemplazarla”. Así, Villoro explicaba que, frente a esta situación, quedaban dos alternativas: la reforma del concepto o precisarlo.
Por su parte, Raymond Aron en su “Opio de los intelectuales” (1955) se preguntaba si acaso merecían tanto honor las revoluciones. Añadía que los hombres que pensaban las revoluciones no eran las mismas que las que las hacían y, quienes las comenzaban, rara vez vivían su epílogo, salvo en el exilio o la prisión. Así para Aron, al igual que el concepto de “izquierda”, el concepto de Revolución no caería en desuso puesto que expresaba una nostalgia que duraría tanto tiempo como las sociedades siguieran siendo imperfectas y los hombres experimentaran la avidez por reformarlas. Aron hablaba del “Mito de la Revolución”, que se constituyó como el “Opio de los intelectuales”.
De acuerdo a esta visión, la revolución se presentaba como épica, romántica, poética y excitante. Además la revolución fomentaba la creencia de que por fin todo era posible y que todos los males de la sociedad podían ser curables. Hasta nuestro días prevalece en distintos grados tal visión. El problema con esto, como advierte Victoria Camps, es que las actitudes fanáticas tienden a confundir fines y medios, es decir, dan por hecho que conocido y establecido el noble y bondadoso fin, entonces cualquier medio vale para alcanzarlo. En la misma dirección apuntaba Sartori:
“El perfeccionista considera que los ideales deben realizarse al pie de la letra. Cuando se da cuenta de que, al forzarlos, producen resultados inversos, su receta solo consiste en aumentar la dosis, en exagerarlos. Y, a la vista del inevitable fracaso, se inicia un círculo vicioso. Al final, el perfeccionista se ha convertido en un revolucionario. Lo existente es intrínsecamente malvado y, para extirpar el mal del mundo, es preciso destruirlo y crear un mundo nuevo ab imis fundamentis”.
Pasemos ahora a examinar en qué consiste el concepto de Revolución. Desde un punto de vista etimológico, revolución significa “acción y efecto de dar vuelta de un lado a otro”. Por ejemplo, en 1543 Nicolás Copérnico publica su “De revolutionibus orbium coelestium” (Sobre las revoluciones de las esferas celestes). En el Diccionario de la Lengua Española tenemos las siguientes definiciones.
a-Acción y efecto de revolver y revolverse.
b -Movimiento de un astro a lo largo de una órbita completa.
c-Giro o vuelta que da una pieza sobre su eje.
El mismo diccionario nos da estas otras definciones que son aquellas con las que, usualmente, estamos mas familiarizados a la hora de hablar de “Revolución”:
d-Levantamiento o sublevación popular.
e-Cambio rápido y profundo en cualquier cosa.
f-Cambio profundo, generalmente violento en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional.
Otras palabras a fines al concepto de revolución es el de “insurrección” definido por el mismo diccionario como un levantamiento, sublevación o rebelión de un pueblo, de una nación. Otro concepto relacionado es el de “sedición” que sería el “alzamiento colectivo y violento contra la autoridad, el orden público o la disciplina militar, sin llegar a la gravedad de la rebelión”. Por último tenemos el concepto de “involución” que es la “detención y retroceso de una evolución biológica, política, cultural, económica, etc”. Tenemos, entonces, que la sedición no necesariamente desmboca en una revolución (en Chile el Código Penal en su Artículo 12, 1a – sobre las agravantes de la responsabilidad criminal – incluye lo siguiente: “Cometer el delito contra las personas con alevosía, entendiéndose que la hay cuando se obra a traición o sobre seguro”). Las insurrecciones tampoco llegan necesariamente a transformarse en una revolución, aunque pueden constituir una chispa que puede generar una escalada de violencia que termina por remover el orden establecido. En cuanto a los conceptos de “revuelta” o “rebelión”, Hannah Arendt explicaba que su significado habían sido establecido e incluso definido desde la baja Edad Media. Pero es un error confundirlos con el concepto moderno de Revolución, puesto que los dos conceptos anteriores ni significaban una liberación en el sentido revolucionario.
Por último tenemos la paradoja de que una “revolución” puede en realidad ser una “involución”, es decir, un cambio socioeconómico y político radical y profundo no se traduce necesariamente en una mejora de las condiciones de vida de una nación determinada, como es el caso de Cuba o la denominada “revolución bolivariana” en Venezuela.