1) La filosofía política de Carl Schmitt. Breve introducción (por Jan Doxrud)
En palabras de Carlos Peña, no hay ningún autor que haya dado lugar a lecturas tan divergentes como fue el caso de Carl Schmitt (1888-1985). Por su parte, el filósofo italiano Carlo Galli señala que, a pesar de los múltiples trabajos sobre Carl Schmitt, aun no se ha llegado a un consenso en cuanto a la “clave para descifrar su aporte intelectual”. Tenemos así al Schmitt como “jurista del Reich”, aquel que participó activamente del régimen nacionalsocialista uniéndose oficialmente al Partido, siendo nombrado por Hermann Göring como Ministerpräsident del Estado de Prusia. Fue también editor del Diario de los Juristas Alemanes, profesor de Derecho Público en la Universidad de Berlín y miembro de la Academia de Derecho.
Mientras que el prestigioso filósofo y jurista vienes, Hans Kelsen, fue removido como académico y decano en la Universidad de Colonia (donde había sido académico el mismo Schmitt), Schmitt comenzaba a experimentar un apogeo en su carrera. Es más, de acuerdo al abogado y académico, Luis Villar Borda (1929 - 2008), Schmitt se habría negado a firmar una carta de solidaridad en donde colegas de Kelsen pedían la revocación de la orden ministerial en contra de los académicos con afinidades socialdemócratas y marxistas. De acuerdo al jurista alemán Bernd Rüthers en su “Carl Schmitt en el Tercer Reich” Schmitt escribió las siguientes palabras en el Westdeutscher Beobachter (12 de mayo de 1933):
“Las nuevas determinaciones sobre funcionarios, médicos y abogados limpian la vida pública de elementos extranjeros no arios (…). En este grande y profundo, pero al mismo tiempo interno proceso de cambio (…) nada heterogéneo debe entrometerse. Él nos perturba aunque sea con buena intención, en una forma dañina y peligrosa. Nosotros aprendemos sobretodo a diferenciar entre amigo y enemigo”.
En otro pasaje citado por Rüthers, Schmitt afirmaba que el nacionalsocialismo constituía una genuina fuente del derecho, siendo este un derecho válido puesto que era guiado por el “espíritu” del nacionalsocialismo, una norma no escrita que trascendía el mismo ordenamiento jurídico escrito.
Pero Schmitt no ha quedado atrapado ni marginado en la academia por su relación con el nazismo. El jurista alemán también es estudiado como un crítico de la modernidad, un deconstruccionista, un acérrimo crítico del liberalismo político, un teórico del totalitarismo, así como también un crítico de Marx. Schmitt ha despertado interés el espectro ideológico de izquierda ya sea por su “Teoría del partisano”, así como también por su crítica efectuada a la democracia liberal y su propuesta de una democracia radical que prescinda de las instituciones de la democracia liberal y constitucional. Así, por ejemplo, el ultraizquierdista y miembro fundador de Podemos (España), Pablo Iglesias, expuso un breve pasaje de Schmitt en su cuenta de twitter que dice:
“Seguro que hoy ya no existen muchas personas dispuestas a prescindir de las antiguas libertades liberales, y en especial de la libertad de expresión y de prensa. Pero seguro que tampoco quedarán muchas en el continente europeo que crean que se vayan a mantener tales libertades allí donde puedan poner en peligro a los dueños del poder real”.
Algunos intelectuales de izquierda han escrito e inspirado, en parte, en las ideas de Schmitt, como es el caso del fallecido Ernesto Laclau y su esposa Chantal Mouffe. En “Carl Schmitt y la paradoja de la Democracia Liberal”, Mouffe se pregunta el por qué leer a Schmitt en la actualidad y si acaso tienen los demócratas liberales algo que aprender de su crítica al liberalismo. Añade Mouffe que, a pesar del estigma moral que acompaña a Schmitt, “sería un grave error ignorar su obra por el solo hecho de su apoyo a Hitler en 1933”. A esto añade la misma autora:
“Sin duda que Schmitt es un adversario de destacable calidad intelectual, y nosotros podríamos beneficiarnos del contacto con él. Al ignorar sus puntos de vista nos privaríamos de muchas ideas que puedan ser usadas para repensar la democracia liberal en vistas al fortalecimiento de sus instituciones ...En la actual coyuntura, el pensamiento de Schmitt nos sirve como advertencia contra los peligros de la complacencia que acarrea un liberalismo triunfante. Su concepción de la política pone en primer plano las deficiencias cruciales de la propuesta liberal dominante...”.
Friedrich Hayek (1899-1992), en “Derecho, Legislación y Libertad” afirmaba que Schmitt era la mejor ilustración del modo en que las concepciones filosóficas acerca de la naturaleza del orden social influyen sobre el desarrollo del derecho. Hayek no tenía en estima a Schmitt ya que lo consideraba como un enemigo de la libertad, como un autor que “dirigió todas sus formidables energías intelectuales a luchar contra el liberalismo en todas sus formas” y, en su “Camino de Servidumbre” añadió que Schmitt fue el más influyente de los teóricos nazis del totalitarismo. Claramente, las ideas de Schmitt sobre el derecho chocaban con la concepción que tenía Hayek, esto es, el concebir el derecho como normas abstractas que hicieran posible la formación de un orden espontáneo. Por el contrario, Hayek afirma que, para Schmitt, el derecho constituía un “instrumento de organización para que los individuos sirvan determinados fines concretos”. Así, para Hayek, Schmitt es un teórico del Estado totalitario.
Ahora bien, en “Los fundamentos de la libertad”, Hayek señala en una nota a pie de página que, a pesar de la conducta de Schmitt bajo el régimen nazi, esto no altera el hecho de que sus escritos se encuentren entre los más agudos, en materia jurídica.
Por su parte, el politólogo francés Raymond Aron (1905-1983) escribió en sus Memorias que Carl Schmitt pertenecía todavía “a la gran escuela de sabios alemanes que van más allá de su especialidad, que abarcan todos los problemas de la sociedad y de la política y a los que se puede llamar filósofos, como lo fue Max Weber a su manera”. Para Aron, quien conoció a Schmitt en Tubinga en 1953 y con quien mantuvo una correspondencia intermitente, Schmitt nunca perteneció al partido nacionalsocialista. Eran un hombre de gran cultura que no podía ser nazi y nunca lo fue. Lo que sí era cierto es que Schmitt era un doctrinario de derecha lleno de desprecio hacia la República de Weimar
El nombre de Schmitt aparece también en medios de prensa digital. Por ejemplo, el abogado argentino, Álvaro Abós escribió un artículo en “La Nación” titulado “Los discípulos de Herr Schmitt”, en donde el autor comienza señalando:
“El discurso público de los Kirchner es confrontativo y belicoso. Basada en la teoría de Carl Schmitt, según la cual en política prevalece la dialéctica amigo-enemigo, la locomotora política kirchnerista avanza cuando identifica -a veces, cuando construye- a un antagonista”.
En un artículo del Financial Times (11 de enero de 2019) titulado “Liberalism’s most brilliant enemy is back in vogue”, el autor Gideon Rachman advertía sobre el renacimiento de la obra de Schmitt en sectores nacionalistas en Europa, Estados Unidos así como también legalistas chinos, como medio intelectual para combatir la democracia liberal (enemigo también de la extrema izquierda). En otro artículo del Financial Times (15 de enero de 2019) titulado “Schmitt continued to be part of academic discourse”, el académico italiano Guido Franzinetti tilda el anterior artículo de Rachman como muy “cauteloso”. Esto lo dice en el sentido de que Schmitt nunca había “pasado de moda”, al menos en la antigua República Federal Alemana y en la izquierda italiana. Otros varios artículos, por ejemplo, en el diario El País, mencionan la figura de Schmitt a propósito del resurgimiento de figuras autoritarias. Ejemplo de esto es el artículo de José María Lasalle “Tambores Cesaristas” (10 de mayo de 2018) en donde comienza señalando:
“El liberalismo está en retirada y Hobbes vence a Locke a diario para provecho de Carl Schmitt. Este podría ser el balance de la situación política en Europa y América en estos momentos”
Más adelante añade:
“Carl Schmitt se convierte de este modo en el profeta de la “weimarización” política del siglo XXI. Un modelo de democracia que se reinventa desde un populismo que logra encauzar el miedo bajo la forma de una añoranza al orden y la seguridad personalistas, y que no es otra cosa que una versión posmoderna del cesarismo por aclamación. De ahí ese “momento schmittiano” que se extiende por doquier y que reclama electoralmente el cesarismo, aunque adaptado a la intensidad del populismo que alimente su relato, la personalidad de quien lo protagoniza y, por supuesto, la fortaleza de la institucionalidad que lo limite”.
También podemos ver el nombre de Schmitt en un artículo en la página web del think tank liberal “Instituto Juan de Mariana” en donde el cientista político Miquel Roselló argumenta en favor de una influencia de Schmitt en el gobierno de Hugo Chávez o, al menos en su estrategia política, quizás en lo referente a la democracia radical, la presencia de un cesarismo populista encarnado en la figura de Chávez con poder de decisión (recordar el célebre “exprópiese”), la erosión de las instituciones de la democracia liberal y la estructuración del campo político en términos binarios (amigo - enemigo en el caso de Schmitt).
En esta serie de artículos examinaremos algunas de las ideas medulares de la filosofía política de este polémico jurista y filósofo, cuyas ideas ayudan a esclarecer y comprender la dinámica político actual, así como también el fenómeno de la Modernidad. No es un lector de lectura fácil y accesible como otros filósofos políticos, por lo que intentaré exponer con la mayor claridad sus planteamientos
En suma, estamos ante un personaje polémico y contradictorio, pero cuya influencia sigue intelectualmente viva. Como lo resume Carlo Galli:
“Por todos estos motivos, simultáneamente se puede y no se puede ubicar a Schmitt en una linea de pensamiento católico autoritario, tradicionalista, fundamentalista y antimoderno; se lo puede y no se lo puede incluir en la vasta y compleja legión de la derecha alemana primero y luego del nazismo, y a continuación (si bien con ciertas diferencias) del conservadurismo”.
II)
Carl Schmitt nació dentro de las tierras del Segundo Reich guillermino (1871-1918) en Plettenberg (Westfalia), en donde también cursó sus estudios en Derecho en Berlin, Münich y Estrasburgo. Así, Carl Schmitt vivió en una Europa convulsionada y, más específicamente, en una Alemania devastada política y materialmente producto de los efectos de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y el Tratado de Versalles. Cabe recordar que Alemania pasó a convertirse en un República que adoptó una Constitución elaborada en la ciudad de Weimar, república que, por lo demás, tendría numerosos enemigos en distintos espectros políticos. Alemania se vería fuertemente afectada por los enfrentamientos entre nacionalistas, conservadores y grupos de izquierda inspirados en el triunfo bolchevique en Rusia en 1917. Así, Alemania fue el escenario del sofocado levantamiento espartaquista promovido por la Liga Espartaquista (futuro Partido Comunista Alemán) resultando en la muerte de influyentes líderes como Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, hasta fallido “Putsch” de Hitler en Münich (1923), 10 años antes de que llegara al poder por la vía legal.
Dentro de este contexto post-bélico, Schmitt se mostró como un crítico de la nueva República de Weimar y, en general, del liberalismo político y parlamentario. La crítica de Schmitt no apuntaba a los eternos debates parlamentarios, sino que se encaminaban a algo más de fondo: el liberalismo promovía la depolitización de la vida pública y la neutralización del Estado, lo que hacía de éste un sistema obsoleto en la nueva democracia de masas. En palabras del filósofo italiano Carlo Galli, Schmitt ejerció una crítica radical de la democracia liberal separando el liberalismo de la democracia. ¿Qué quiere decir con esto Galli? Significa que Schmitt purgó la democracia de elementos tales como el individuo y el pluralismo político.
Schmitt se refería despectivamente al parlamento como una maquinaria artificial, maquina que, por lo demás, consideraba obsoleta al igual que la idea de una sociedad civil, entendida como ese espacio público (no estatal) en donde se desenvuelven distintas fuerzas sociales, como por ejemplo sindicatos, ONGs, etc. Dentro de la filosofía de Schmitt no había cabida para la existencia de la dualidad Estado / sociedad civil. Como escribió el cientista político Franz Neumann (1900-1954), la teoría de Schmitt era una doctrina de la fuerza bruta, contraria a todos y cada uno de los aspectos de la democracia liberal, así como a toda la concepción tradicional del imperio del derecho.
Así, esta concepción de un “Estado total” signifcaba también la desaparición de los partidos políticos que pretendían, separadamente, ejercer ese poder total, dejando así al Estado como un lisiado sin capacidad de actuar y al pueblo totalmente fragmentado y dividido en función de las distintas ideologías. Así, para Schmitt la democracia debía ser purgada del liberalismo, sustituyendo tal ideal por la igualdad, claro que una igualdad dentro de un pueblo homogéneo, en donde prevaleciera una identidad entre gobernantes y gobernados. De acuerdo a Carlo Galli, la esencia de la democracia en Schmitt era “la identidad, la homogeneidad y la presencia del pueblo”.
Renato Critsi, en su escrito “Hayek, Schmitt y el Estado de Derecho” (1991) explica que el “Estado totalitario” tiene, para Schmitt, más afinidad con la democracia que con el liberalismo. De acuerdo a Cristi:
“Schmitt aboga por la despolitización total de la sociedad civil y por la concentración autoritaria del poder político en una figura dotada de poderes dictatoriales , como modo de prevenir que un régimen totalitario se alce por encima de la neutralidad normativista. Según Schmitt, el Estado autoritario podría constituirse y sobrevivir si se descarta a la democracia como forma política exclusiva y excluyente. Esta es precisamente la misión que le encomienda al Reichspresident Este debe dejar de ser una mera extensión de la sociedad civil, y elevarse sobre ella con independencia y autonomía dictatoriales. Debe presidir un Estado que sea lo suficientemente fuerte para asumir la distinción política "entre amigos y enernigo",
Según Schmitt, el Reichpräsident es aquel que es capaz de trascender las organizaciones y burocracias partidistas, para constituirse en aquel sujeto que unifica en sí la confianza del pueblo como totalidad. Añade que la elección del Reichpräsident es más que una elección democrática: es una grandiosa “aclamación” del pueblo alemán. Al respecto, comenta Renato Cristi:
“Schmitt concluye que un gobierno parlamentario que refleje sin contrapeso el pluralismo propio de la sociedad civil, y que, además, esté dominado por el juego político democrático, está destinado al fracaso. Para escapar de este desafortunado destino, Schmitt recomienda la acción de un Reichspräsident decisionista. Sólo el Reichsprdsident puede librarse del pluralismo de la sociedad civil; sólo él puede unificar a la nación como depositario de la confianza del pueblo en su totalidad”.
Así, dentro de esta democracia la división, la heterogeneidad, los intereses partidistas y cualquier división ideológica debía ser superada. La soberanía popular, por su parte, no necesitaba canalizarse ni expresarse por medio de las instituciones, sino que podía expresarse por medio de una asamblea en donde se aclamaba por un líder. Así se daba rienda suelta a formas de democracia plebiscitarias, caudillista y extraparlamentaria lo cual podía conducir a una nueva forma de dictadura. Como señalaba Schmitt, la dictadura no era el decisivo opuesto de la democracia, del mismo modo que tampoco la democracia lo era de la dictadura"
Entre sus obras escritas durante la República de Weimar (1919-1933) se encuentra “La situación espiritual del parlamentarismo actual” (1923), “El concepto de lo político” (1927) y su “Teoría de la Constitución”, editada en 1928 y, por último, Legalidad y Legitimidad (1932).