(II) Una crítica a Álvaro García Linera ideólogo y Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia (por Jan Doxrud)
Continuamos con este segundo artículo dedicado al Vicepresidente de Bolivia
García Linera sigue la idea de Lenin consiste en que, en aquellos países en donde las fuerzas productivas no están lo suficientemente desarrolladas, se hacía necesario entonces adoptar el capitalismo de Estado como fase preliminar del proceso revolucionario en Rusia. Pero como explica Fernando Mires, en el caso de García Linera, tal capitalismo de Estado no se encuentra dirigido por el proletariado sino que por un bloque indígena-popular. De acuerdo al autor chileno, si quitamos el concepto indígena-plebeyo tenemos plenamente reconstituido el programa estatista del Lenin de la NEP (Nueva Política Económica). Pero en el caso de líder bolchevique, el capitalismo de Estado sería realizado en representación del proletariado por “su partido” (Comunista), lo que nos dice que Lenin, al menos, reconocía el principio de representación política. Pero en el caso del autor boliviano esta no es así, ya que para él “lisa y llanamente, son las clases subalternas las que sin mediación alguna han penetrado electoralmente al Estado con el fin de realizar una revolución en su interior. Hay, en este caso, una identidad total entre Gobierno, Estado, Nación y Pueblo”[1].
En relación al “Estado Integral” de García Linera, Mires señala que nos recuerda a ese “Estado Integral” en España que hace alusión al proceso de centralización durante la segunda república y que estaba destinado a someter la autonomía de las nacionalidades y naciones bajo la égida de una rígida dirección política. Debido a esto, Mires señala: “por eso mismo sería mejor que él cambiara el nombre de su mentado Estado integral pues se presta a muchas confusiones. Suena parecido a Estado total, o a Estado absoluto, que imagino, no es el ideal de AGL”[2]. Otro tema que examina Mires es la idea de Linera de que “la revolución en el Estado” obedece a una determinada correlación de fuerzas favorable a los “sectores subalternos”. Mires señala que, de ser lo anterior cierto, entonces se tienen dos posibilidades igualmente absurdas:
1-Cada vez que se produce una nueva correlación de fuerzas, el Estado podría ser sometido a una revolución interna. De acuerdo a esta primera posibilidad, explica Mires, tenemos que, en la medida en que cada gobierno implica un reacomodo tectónico de las relaciones hegemónicas, el Estado debería ser transformado por ese gobierno, cambiando a su medida la Constitución y creando nuevos poderes instituyentes .
2-Desde Evo Morales hacia adelante no habrán correlaciones de fuerza diferentes a las que hoy operan, esto es, con Evo Morales se habría llegado al “fin de la historia” boliviana. Lo anterior se explicaría debido a que
“a través de la correlación de fuerzas favorable, las clases subalternas bolivianas al acceder al gobierno habrían resuelto de modo definitivo el tema de la lucha por el poder. Pueblo, gobierno y Estado y un sólo socialismo y no más, sería en este caso la no santísima trinidad de la post-política boliviana. El Estado-Nación se habría convertido así en una Nación-Estado. Que ese fue el ideal staliniano de la nación, es algo muy sabido”[3].
Para Mires la “nomenklatura” (la elite comunista soviética) es inseparable de un régimen socialista, en otras palabras, no puede haber capitalismo de Estado sin una clase capitalista de Estado. Lo anterior se entiende de mejor manera cuando se aclara la diferencia entre un Estado democrático y uno socialista. En un Estado democrático, señala Mires, las clases se forman y orientan alrededor del Estado, en cambio, en un régimen socialista las clases se forman y existen al interior del Estado. Por lo tanto, en palabras del autor chileno:
“Construir un capitalismo de Estado es un proceso muy complejo que requiere del concurso de una amplia burocracia, de una tecnocracia, de sectores del Ejército, ideólogos, funcionarios políticos, militantes, policía secreta y no secreta, e incluso banqueros, en fin sectores que al interior del Estado desarrollan sus propios e incluso nuevos intereses. El problema, a mi juicio, no reside por lo tanto en la formación de una nueva clase, sino en el hecho de que esa nueva clase oculte sus intereses, ideologías y visiones, en nombre de otra clase a la que ya no pertenece (si es que alguna vez perteneció) o en nombre de utopías políticas metafísicas y metahistóricas que no son más que simples ideologías de (auto) legitimación”[4].
Mires también critica algo que tuvimos oportunidad de ver con Ludwig von Mises, y es el reduccionismo de clase o de “fuerzas” por parte de García Linera, lo que Mires denomina como una “cosificación petrificada de agrupaciones sociales.” En palabras del académico chileno:
“…una clase no existe de modo singular y eso significa que debe ser entendida como la suma y síntesis de sus diferentes fracciones las que se articulan y desarticulan de modo indefinido en el curso de sus propias historias. De ahí que cada gobierno, el de Evo Morales también, representa una simple articulación momentánea de fracciones de diversas clases que no sólo luchan por la hegemonía hacia el exterior sino también hacia el interior del bloque que hoy las representa en el poder. De este modo, las perspectivas para nuevas combinaciones políticas permanecerá siempre abierta. Si no fuera así, nunca habría cambios de gobiernos en ninguna parte del mundo. Y hay que convenir en que tampoco el gobierno de Evo Morales tiene asegurada la eternidad sobre la tierra”[5].
Lo que señala Mires es simplemente que la falacia polilogista marxista sigue arraigada en los nuevos socialistas comunitarios o los socialistas del siglo XXI. De acuerdo al autor chileno en el caso boliviano sólo encontramos dos bloques , siendo el primero el subalterno “convertido por acción y gracia del gobierno en hegemónico, y el económicamente dominante que al no poder ser hegemónico ha debido retirarse de los aposentos del Estado.” Añade Mires que la tarea siguiente consiste en “despojar paulatinamente a la clase dominante de su poder económico, permitiéndole por bondad del gobierno, una existencia transitoria – afin de entrar a la senda que lleva a la plena felicidad socialista.”
García Linera es un ejemplo más del ideólogo totalitario con una agenda ideológica que no admite ningún tipo de libertades, salvo la que la ideología define como tal. Este ex guerrillero aún no ha abandonado su vocación de filósofo-rey platónico. Lo fue del desaparecido movimiento maoísta e indigenista encarnado en el Ejército Guerrillero Tupak Katari y ahora del Estado plurinacional. Para entender la mentalidad de este tipo de personajes basta leer sus trabajos, entrevistas y discursos, como aquel que dio en el año 2013 frente a los adeptos al MAS:
“Siempre va haber diferencias y qué bien que haya diferencias pero eso lo arreglamos nosotros internamente; esa es nuestra responsabilidad como militantes. Si somos librepensantes nos vamos a la televisión, si somos revolucionarios nos vamos al debate democrático interno”[6].
Añade García Linera:
“Quien quiere ser librepensador tiene un café para debatir, quien quiere militancia comprometida con los movimientos sociales y con la historia del pueblo tiene reglas que cumplir: centralismo democrático y consenso interno, posición única, y vamos a hacer respetar esa vida orgánica”[7].
García Linera y su proyecto de un “socialismo comunitario” tiene un largo camino que recorrer y el autor ya se ha encargado de blindar sus ideas ante cualquier eventual critica que cuestione la viabilidad de su proyecto ideológico o por la tardanza de su llegada:
“¿cuánto tardaremos, cuántas caídas y tropezones tendremos?, no lo sabemos, lo aprenderemos en la práctica. Pero ir hacia atrás, regresar al capitalismo y atornillarnos a él es el suicidio de la humanidad, es declarar la extinción de la naturaleza y del ser humano. Por necesidad de vida estamos obligados a caminar, habrán tropiezos y bloqueos que tendremos que remontar”[8].
“Entre el capitalismo existente y el socialismo venidero hay todavía un largo proceso que puede tardar años, décadas o siglos y depende de la lucha de los pobres, de los humildes, de las personas que se indignan por la destrucción de la vida y de la naturaleza, intelectuales y profesionales. Sin lucha no hay socialismo”[9].
Así, la responsabilidad del triunfo del “socialismo comunitario” es incierto, y las personas tendrán que estar preparadas para no ser testigos del paraíso terrenal de García Linera, ya que este siempre se escapará hacia el futuro. Dependerá de la capacidad combativay de la “indignación” de los “pobres” y “humildes”, por lo que la posibilidad de existencia del socialismo comunitario dependerá principalmente de la lucha. Pero este no es el único requisito para el triunfo del socialismo comunitario ya que, como señala García Linera, esta tiene que ser una revolución mundial, de manera que cualquier fallo en el proyecto socialista en un determinado país, se explicará por el fracaso de la revolución mundial. En palabras de nuestro autor:
“Podemos comenzar aquí, como comenzaron otros procesos en otras partes, en Cuba por ejemplo, pero será incompleto en tanto no se expanda, no se irradie, si no llega a todo el mundo es incompleto, incluso podríamos retroceder. Si el capitalismo es global, el socialismo y el comunitarismo tienen también que ser globales, no pueden ir para atrás”[10].
Juan Carlos Monedero (uno de los líderes de Podemos en España ) también nos presenta este socialismo elusivo, siempre desarrollándose, un gerundio, que parece llegar pero que se escapa constantemente. Pero este lenguaje pseudoteológico sólo constituye una retórica vacía que carece completamente de sentido. A continuación tenemos un ejemplo de la retórica retorcida, la manipulación del lenguaje y el sin sentido de los planteamientos de Monedero:
“Convendría entender que el socialismo, como la Itaca del poema de Kavafis, es más una razón para ponerse en marcha, y menos un modelo prefigurable. Al socialismo hay que esperarlo siempre, pero hay que contar igualmente con que nunca va a llegar. Es socialista porque constantemente está abriendo nuevas sendas. El socialismo real sólo puede existir como adjetivo (permite decir de algo que es socialista) pero no como sustantivo. De lo contrario, al socialismo le ocurriría como a Dios: sería una causa demasiado grande para un resultado necesariamente tan mediocre”[11].
Siguiendo con este estilo, podríamos valernos de las palabras de Jesús, pero modificando la palabra “Reino”, por la de “Socialismo”
“El «Socialismo» se parece a un tesoro escondido en un campo, y el hombre que lo descubre, mientras abre los surcos, lo vuelve a esconder y todo contento, vende todas sus posesiones para comprar aquél campo... El «Socialismo» se parece a un tesoro escondido en un campo, y el hombre que lo descubre, mientras abre los surcos, lo vuelve a esconder y todo contento, vende todas sus posesiones para comprar aquél campo...”
Debemos ser justos con Jesús, ya que al menos tuvo la cordura de añadir que su Reino no era de este mundo, mientras que Monedero cree que su reino socialista es de este mundo, pero el problema es que el mundo al parecer no lo desea.
[1] Ibid.
[2] Ibid.
[3] Ibid.
[4] Ibid.
[5] Ibid.
[6] La razón, García: En el MAS prima la idea de un centralismo democrático, 11 de enero de 2013 (artículo en línea: http://www.la-razon.com/index.php?_url=/nacional/Garcia-prima-idea-centralismo-democratico_0_1759024124.html&commentsPage=2)
[7] Ibid.
[8] Álvaro García Linera, “El socialismo comunitario. Un aporte de Bolivia al mundo,” Revista de Análisis. Reflexiones sobre la coyuntura (7 de febrero de 2010), 9.
[9] Ibid., 15.
[10] Ibid., 11.
[11] Juan Carlos Monedero, “Hacia una filosofía política del socialismo del siglo XXI. Notas del caso venezolano,” Cuadernos del CENDES (Mayo-Agosto de 2008): 74-75.