(3) Hitler y Stalin, astros gemelos: El Pacto nazi-soviético (por Jan Doxrud)
El sucesor de Litvínov fue el fiel Viacheslav Mólotov (1890-1986),lo que también significaba que ahora sería Stalin quien ejercería personalmente el manejo de las negociaciones. Finalmente en agosto de 1939 el Ministro de Asuntos Exteriores alemán, Joachim von Ribbentrop (1893-1946)estaba en Moscú con Stalin y Mólotov y el Pacto de No Agresión fue firmado el 23 de agosto de 1939. Ya señalé anteriormente que hasta aquí podríamos afirmar que la política exterior soviética estuvo impulsada por un pragmatismo que velaba por la seguridad de su propia nación. Pero el problema es que lo acordado por el régimen nazi y comunista no fue un mero pacto de no agresión, puesto que también existía un protocolo secreto. En otras palabras el, Pacto era público pero lo quedó en las sombras fue el acuerdo secreto entre Hitler y Stalin. Se firmó el 28 de septiembre del mismo año un Tratado germano-soviético de delimitación y de amistad. El Pacto del 23 de agosto constaba de 7 artículos y el Tratado de septiembre constaba de 5 artículos. En cuanto a los protocolos secretos, estos eran tres. El protocolo Secreto versaba de la división geopolítica de le Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania, así como el territorio polaco y la zona de Besarabia.
La primera vez que se mencionó la existencia de un Protocolo secreto adicional al Pacto de no agresión germano-soviético de 1939 fue en 1946, en el Tribunal de Nüremberg. El primer reconocimiento oficial de su existencia lo encontramos en el Informe Yákovlev presentado por la Comisión que emprendió un estudio y evaluación del Pacto ante el Segundo Congreso de Diputados Populares de la URSS en 1989. La Comisión reconoció que el actuar de Inglaterra y Francia, por ejemplo en Munich donde se dejó a su suerte a Checoslovaquia, se hizo al margen Rusia de manera que el Pacto de No Agresión en sí mismo, no era algo ilegal e inmoral, todo lo contrario, tenía una lógica política detrás. Pero algo completamente distinto sucedía con el protocolo secreto. La Comisión señaló que el Protocolo Secreto no sólo era ilegal (no fue aprobado por los órganos legislativo y ejecutivo, y violaba las leyes internas del país así como sus compromisos con terceros), sino que también violaba los principios fundamentales de la política anti-imperialista de Lenin, al utilizarse en el Protocolo un lenguaje imperialista (por ejemplo “esferas de influencia”) propio de las potencias capitalistas.
Ahora bien, hubo una división en la comisión respecto a las razones de firmar el Pacto de No Agresión. Mientras algunos de sus integrantes defendía la lógica política y estratégica que subyacía al Pacto, otros señalaban que el verdadero motivo por parte de Stalin, de firmar el Pacto, era el protocolo secreto adicional, es decir, Stalin desde un comienzo fue movido por sus ambiciones territoriales en los Estados bálticos, Finlandia, Polonia y Besarabia. Quizás, peor aun que la acusación de ilegalidad, era la acusación sobre “desviacionismo” en el que incurrió Stalin, en pasar de una política anti-imperialista a un pro-imperialista. Como escribió Furet:
“El pacto germano-soviético fue, en efecto, de buenas a primeras, el acontecimiento político más difícil de encajar en una racionalización leninista. No fue dictado, como Brest-Litovsk, por un peligro extremo; o, como el giro de 1934-1935, impuesto por un acontecimiento nuevo (la dictadura de Hitler). Se debió todo a las circunstancias: la necesidad que tuvo Hitler de neutralizar a Stalin antes de desencadenar la guerra y las ventajas que encontró Stalin en un primer reparto de Europa orienta”.
Estas decisiones del dictador comunista tuvo repercusiones a nivel internacional. Los movimientos comunistas sometidos a los dictados de Moscú tuvieron que adaptar, en la medida de los posible y a regañadientes, las órdenes de abandonar los Frentes populares, y reiniciar la lucha contra sus respectivos gobiernos burgueses.
Sin que esto bastara, Stalin estableció relaciones comerciales, entregándole hierro, petróleo, trigo, cromo, níquel, manganeso y carbón. Peor aún, Stalin entregó a Hitler a comunistas alemanes y austríacos. Destaca la figura de Margaret Bubber-Neumann (1901-1989) quien, tras el ascenso de Hitler en Alemania en 1933, se exilió junto a su marido Heinz Neumann en la Unión Soviética. El marido de Margaret fue víctima de las purgas de Stalin y fue ejecutado y Margaret, fruto del Pacto de No Agresión, fue entregada a la policía secreta nazi, y fue internada en el campo de Ravensbrück. El lector podrá leer su “Prisionera de Hitler y Stalin” para profundizar en el tema. Stalin no solamente inició una guerra de agresión contra otras naciones, ocupando sus territorios. No solo traicionó y vendió a sus camaradas, sino que también comenzó una masacre en los territorios ocupados.
Como apuntó Furet: “La opinión pública no supo que en el este del país, los hombres del NKVD –antecesor del KGB– detrás del ejército ruso, hacían aproximadamente lo mismo que las secciones de las SS detrás de la Wehrmacht: liquidar o deportar a las élites polacas y a todos los que pudieran parecer adversarios”. En Katyn los comunistas asesinaron con tiros en la nuca a la alta oficialidad, así como a intelectuales, profesores, abogados, sacerdotes y médicos. Más de 20 mil personas fueron cobardemente asesinadas y los comunistas culparon a los nazis de las muertes. Fue en 1992 cuando el presidente Boris Yeltsin hizo público el documento de la decisión del Bureau Político (formado por Stalin) que autorizaba la ejecución de 26 mil polacos internados en la Unión Soviética.
Como escribió William L. Shirer (1904 - 1993), Stalin continuó defendiendo y justificando el Pacto de No Agresión cuando Hitler inició la invasión de la Unión Soviética en 1941. De acuerdo al dictador, con el Pacto se había asegurado 1 año y medio de paz y, por lo demás, se había ganado tiempo para reunir fuerzas para defenderse. El problema es que para cuando Hitler atacó, Stalin fue tomado por sorpresa (además había asesinado o detenido a parte importante de la cúpula del ejército) y su situación era peor que la de 1939, puesto que no contaba con absolutamente ningún aliado que pudiese socorrerle: Hitler, aprovechando la neutralidad soviética en el frente oriental, había invadido la totalidad de Europa occidental, Inglaterra fue sometido a un fuerte bombardeo y quedó completamente aislada. En suma, Stalin estaba solo y as adelante se quejaría constantemente de la demora de los aliados (EEUU e Inglaterra) en abrir un segundo frente. Esto también revela la absurda idea de que el nazismo podía ser utilizado para destruir a las democracia burguesa, es decir, y como apunta Furet, las potencias occidentales decidieron voluntariamente debilitarse, en lugar de combatir a un enemigo en común. Además, en virtud del racismo hitleriano y su política exterior basada en el lebensraum o espacio vital, era Europa del este la principal ambición de Alemania. Para cuando Hitler volcó sus ambiciones nuevamente hacia el este, su ataque cayó de sorpresa sobre Stalin. Como escribió Furet:
“Dios sabe que no faltaron advertencias, tanto por parte de los acontecimientos como por parte de los hombres. El avance de Hitler por los Balcanes fue coronados por el sometimiento de Bulgaria, la conquista de Yugoslavia y la de Grecia en abril. Sobre la frontera germano rusa, las incursiones de los aviones alemanes sobre territorio soviético se multiplicaron en 1941. Las concentraciones de carros blindados no dejaron de ser observadas por los servicios soviéticos. A comienzos del año, ( el espía soviético de la embajada alemana en Japón, (Richard ) Sorge, anunció desde Tokio a Stalin la decisión de Hitler de atacar la URSS; Churchill, en la búsqueda desesperada de un aliado, en abril hace transmitir la misma información por su embajador en Moscú; el gobierno estadounidense hace idéntico gesto en marzo. Ahora bien, Stalin desdeña todos esos factores y no da fe a ninguna de esas advertencias (…) La mejor prueba (a decir verdad la única) de que Stalin no creyó en la inminencia de un ataque alemán, pese a los informes y advertencias, la constituyen el estado desprevenido del Ejército Rojo ante el asalto del 22 de junio de 1941, la lentitud de la reacción militar soviética y el comportamiento extraño del propio Stalin: es Mólotov quien anuncia la invasión por la radio soviética el 22 de junio al medio día, mientras Stalin se refugia, exámine, en su dacha de Kuntsevo, y sólo reaparece el 3 de julio para hablar al país.”
Bibliografía
-Francois Furet, El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX
-Simon Sebag Montefiore, La corte del zar rojo
-William L. Shirer, Auge y caída del Tercer Reich, Volumen I.
-Henry Kissinger, La Diplomacia
-Ernest Nolte, La guerra civil europea (1917-1945)
-Zhores A. Medvedev y Roy A. Medvedev, El Stalin desconocido
-Robert Service, Historia de Rusia en el siglo XX.
-Marçia Sánchez de las Matas Martín, El punto de vista soviético sobre el pacto Mçolotov-Ribbentrop.
Jean-Michel Krivine , El Pacto Germano-Soviético: análisis y documentación completa.
Los 22.000 tiros en la nuca de Stalin
https://elpais.com/diario/2010/04/18/domingo/1271562758_850215.html