(2) Utopía y Terror: Los Jemeres Rojos en Camboya (por Jan Doxrud)
Es un error ver el gran impulso hacia delante desde el ángulo del desarrollo económico. El gran impulso hacia delante es la destrucción de las clases”
Kaing Guek Eav, Director de la prisión de Tuols Sleng
Dentro de la nueva República Democrática de Kampuchea absolutamente cada aspecto de la persona y la vida de estas estaba sometida sin restricción alguna al omnipotenete y omnipresente Angkar Padevat (Organización Revolucionaria),compuesto por miembros hombres y mujeres del Partido Comunista, todos bajo el mando de Saloth Sar, más conocido como Pol Pot. Comos señala el superviviente y director de cine Rithy Panh (1964) en su libro testimonial:
“Todo quedó sometido al Angkar, organización misteriosa y omnipotente: la vida social, la ley, la vida intelectual, la esfera familiar, la vida amorosa y amistosa. No conozco ningún otro ejemplo, en toda la historia, de una empresa semejante, casi abstracta, por su aspiración a ser absoluta. Desconozco el nombre de ese régimen político, y ni siquiera la palabra régimen es apropiada. Era un Estado de non habeas corpus. En ese mundo, yo ya no soy un individuo. Carezco de libertad, de pensamiento, de orígenes, de patrimonio y de derechos; ya no tengo cuerpo- Solo tengo un deber: disolverme en la organzación”
El príncipe Sihanouk pudo regresar a Camboya desde su exilio en Corea del Norte, pero no tuvo ningún peso ni relevancia dentro del nuevo régimen y terminó viviendo bajo arresto domiciliario. La dictadura comunista Jemer promulgó una nueva Constitución en 1976,previamente aprobada por 1000 miembros de la Asamblea Nacional. El país se denominó oficialmente como Kampuchea Democrática que mantenía todas las apariencias de una democracia: una Constitución y un Cuerpo Representativo en donde con 250 curules en donde 150 eran ocupados por representantes del campesinado, 50 por representantes de trabajadores de diversa clase y 50 por representantes del ejército revolucionario. La bandera de la Kampuchea Democrática era roja con una imagen amarilla en el centro de un templo con tres torres. Tal como explica el artículo 16 de la Constitución, el rojo simbolizaba el tesón y valentía de la lucha del movimiento revolucionario por la liberación, defensa y construcción de la nación. El templo simbolizaba la tradición del pueblo de Kampuchea. En cuanto al emblema nacional, el artículo 17 de la Constitución lo describe como una red de diques y canales que simbolizaban, además se observa una fábrica la moderna agricultura y la industria. Rithy Panh comenta:
“todo parte del trabajo y nada vale más que por sí mismo. Ningún ser. Ningún rostro. Ninguna alegría. Incluso las espigas de trigo con unos inquietantes laureles.”
Más adelante añade:
“Me salta a la vista una evidencia: las líneas rectas no desean el deseo optimista de alcanzar ese horizonte. Sólo hay un camino, sólo hay un destino y ése es un edificio industrial del que sale humo. ¿Cómo no pensar en el encierro y la destrucción? Para mí, ese sello significa: habrá que escardar, sembrar, mojar, secar, batir, forjar, mecanizar y fundir a muchos hombres para que ese mundo se haga realidad”.
¿Cómo era la vida bajo el comunismo Jemer? Como señalé anteriormente, la utopía Jemer consistía en diseñar una nueva sociedad rural libre de la influencia no solo del capitalismo, sino que de extranjerismo y de la cultura occidental, y de la vida urbana, que debía transformarse en una reliquia del pasado. Desde un comienzo los Jemeres Rojos dividieron a la población en: “gente nueva” y “gente vieja”. Los primeros eran todos aquellos que fueron forzados a abandonar las ciudades. Eran considerados parásitos y representaban lo que más detestaban los jemeres: gente educada, estudiantes, profesores, médicos, intelectuales, influencia extranjera, vida urbana, explotadores, burgueses. La gente vieja eran los campesinos. Rithy Panhexplica que el 17 de abril de 1975 se convirtió en su matrícula y en su fecha de nacimiento dentro de la revolución proletaria. Continúa señalando:
“Mi historia de niño quedó abolida. A partir de ese día, yo, Rithy Panh, de trece años, no tenía historia, ni familia, ni emociones, ni pensamiento, ni inconsciente. ¿Había un nombre ¿Había un individuo? Ya no sabía nada”.
Respecto al “nuevo pueblo”, Panh destaca la genialidad, por parte de los Jemeres Rojos, de dar a la clase odiada un nombre cargado de esperanza. Pero lo que menos podía esperar el “pueblo nuevo” era esperanza puesto que, como explica Panh, esa masa estaba destinada a se r transformada y transmutada o borrada para siempre por la revolución. Como bien señala Panh, los Jemeres Rojos basaban su actuar en una idea muy arraigada por quienes llevan a cabo revoluciones: sólo la violencia acaba con la violencia anterior. Al respecto añade el mismo autor:
“La violencia anterior era odiosa y cruel. La nueva violencia es pura y beneficiosa: transforma (para no decir transfigura). No se trata de una violencia contra el individuo, sino de un acto político. La sangre purifica”
En cambio, el “antiguo pueblo” o “pueblo de base” constituía el modelo a seguir. Panh, en su entrevista con el Director de la prisión Tual Sleng (S-21), Kaing Guek Eav (1942), conocido como “Duch”, destaca la concepción que este personaje tenía de sí mismo, los Jemeres y el “pueblo base”. Duch se consideraba a sí mismo y a sus camaradas como “técnicos”, es decir, una suerte de tecnócratas de la revolución. Como explica Panh, para el Angkar la revolución no era una idea o un pensamiento, sino una técnica que se adquiere a través de actos. La revolución no es una aspiración: es una práctica codificada. “El técnico de la revolución es también un instrumento de la revolución y la más alta distinción del régimen es: Instrumento puro de la revolución”. Esta calidad de técnico permitía escapar a estos intelectuales burgueses Jemeres de su propia clase acomodada a la cual pertenecían, es decir, trascendían su propia clase para acercarse a la clase redentora: el campesinado. En palabras de Panh:
“Técnico de la revolución: esa cualificación singular permite escapar a cualquier clase. Un revolucionario, incluso instruido, incluso de origen burgués, es del antiguo pueblo. Está al lado de campesinos y obreros. Su trabajo de revolucionario lo transforma” y lo salva, lo acerca al antiguo reino jemer y al ideal comunista”.
Dentro de las prohibiciones establecidas en el mundo de los Jemeres Rojos se encontraban: la prohibición de ropa de color, de manera que las personas tuvieron que teñir todas sus ropas de negro. Prohibición de anteojos (una presunción intelectual), prohibición de poseer libros, prohibición de hablar francés, prohibición de cabello largo para hombres y mujeres, prohibición de expresar de emociones y sentimientos, prohibición de utilizar medicinas, supresión de las relaciones familiares. Rithy Panh comenta que ya no se hablaba de “matrimonio por amor”, sino que “organizar la familia para los combatientes y los cuadros”. Se daban casos como el del niño de 9 años que denunciaba a su madre por robar mangos (acto individualista y burgués). Así, se creó una sociedad basada en el espionaje, la paranoia y la inseguridad (una anti-sociedad).
Se instalaron centro de detención, tortura y exterminio, siendo el más tristemente célebre la prisión de Tuol Sleng (S-21) donde la cantidad de muertes ascendieron a mas de 13.000 y en donde las torturas no cesaban: vejaciones, electrocución, violaciones, mutilaciones, vivisecciones, ahogamientos, extracción de sangre masivas (hasta la muerte), comer excremento, tomar orina. Los detenidos eran sometidos a torturas hasta que confesaran, puesto que ese era el único fin: que confesaran, fuesen o no culpables, recuerde el lector que la verdad y la objetividad no existe dentro del mundo utópico-totalitario. Debían admitir trabajar para la CIA, la KGB o haber cometido algún acto contra el Angkar. Como señaló uno de los pocos sobrevivientes de S-21 Chum Mey:
"Respondiese lo que respondiese, a uno lo torturaban:golpes con la barra de acero en la sien, en las costillas, las plantas de los pies o electroshocks en genitales y cuello. Sólo paraban cuando uno confesaba la cuota asignada de nombres, que podían ser veinte, treinta, cincuenta; dependiendo de las necesidades del Angkar ese día”.
La consigna bajo la cual actuaban los torturadores era:"Más vale matar a un inocente por error que dejar a un enemigo con vida por error".Kaing Guek Eav, director de la prisión de Tuol Sleng explicaba a Rithy Panh que los torturadores no eran ni malvados ni crueles, sino que era la ideología la que mandaba y ellos practicaban la ideología, vivían en el orden de la doctrina. No tenían ni emociones ni pulsiones, lo cual constituían los términos para preservar la humanidad del verdugo
Desgarrador resulta ser los testimonios sobre el “Árbol Chankiri” o “Árbol de la Muerte”donde los Jemeres Rojos mataban a niños tomándolos de los pies y estrellando sus cabezas contra el tronco del árbol. Esto se hacía para que aquellos niños no tomara, al crecer, venganza por l muerte de sus padres
Esta nueva sociedad rural estructurada en cooperativas se basaría principalmente en le monocultivo de arroz. La dictadura estableció un plan cuatrienal (1977-1980) que implicaba la colectivización de los campos y de todo lo que fuese utilizado para la producción, se separaron a las familias puesto que los miembros fueron asignados para diversas tareas y se fijó una meta de producción irreal y, por ende, imposible de conseguir. En primer lugar, los camboyanos nunca habían sufrido una colectivización forzosa a esa escala, no estaban preparados para producir la cantidad de toneladas que la dictadura exigía y, por último, se carecía de herramientas, incentivos, fuerza de trabajo sana y la tecnología necesaria. No está de más señalar que la economía era un desastre, se volvió al trueque y la moneda dejó prácticamente de funcionar como medio de cambio (los Jemeres Rojos dinamitaron el Banco Central). Sobre est a economía rudimentaria y purificada de la influencia capitalista, señala Rithy Panh:
“Viví cuatro años en una sociedad sin moneda y nunca sentí que esa ausencia mitigara la injusticia. Y no puedo olvidar que la propia idea de valor había desaparecido. Ya nada se podía estimar (…) empezando por la vida humana”.
Sin embargo, al régimen no le interesaban obstáculos evidentes, sólo le interesaban los resultados:
“En esa sociedad absolutamente totalitaria, las cifras eran lo más importante. Metros cúbicos de agua, toneladas de arroz por hectárea, kilos de abono por individuo: todo se examinaba con lupa. Todo empezaba por la cifra y eso era lo único que valía. Era una pasión tranquilizadora”.
El exterminio por parte de los comunistas en Camboya es bastante desconocido por el público general. En el comunismo camboyano confluyeron varios elementos como el radicalismo de los jacobinos franceses, el comunismo vietnamita (la obsesión por el secreto y disimulo, señalan los autores del Libro Negro el Comunismo), el estalinismo (purga internas), el maoísmo (Gran Salto hacia delante) y el sistema represivo norcoreano, sumado al contexto histórico particular que vivía Camboya en ese entonces y que ayudó a que los Jemeres Rojos se hicieran con el poder. La distopia de los Jemeres Rojos tuvo similares resultados que la de los demás regímenes comunistas: infabilidad de la ideología oficial, existencia de una casta de gobernantes “puros” que gobiernan con puño de hierro desde las sombras, extinción de la sociedad civil y la vida privada, obsesión por la pureza de clase, visión maniquea de la realidad, violencia redentora, deshumanización y perdida de valores.
Resulta sorprendente que mucho de los verdugos y torturadores de los Jemeres Rojos no hayan sido juzgados y vivan tranquilamente frente a la impotencia de las víctimas. El mismo Pol Pot murió en su cama en 1998 sin recibir una condena. Solo unos pocos jerarcas fueron sometidos a juicio. Nuon Chea, conocido como “camarada número dos”, de 90 años y Khieu Samphan, de 85 años, fueron condenados por crímenes contra la humanidad, al igual que el líder de prisión Tuol Sleng, pero en Camboya aún existe un herida abierta, donde el culpable es nuevamente el “ideal comunista”. Si bien hoy la amenaza no proviene del comunismo, este nihilismo ontológico, epistemológico y valórico se ha transformado en la bandera de lucha del denominado Estado Islámico el cual también instauró un sistema represivo que impuso un infierno sobre la vida de las personas. Al igual que los Jemeres Rojos, el Estado Islámico sólo ha podido surgir producto de la guerra y la devastación generada por esta y los únicos perjudicados e inocentes son los civiles. Con los grupos fundamentalistas islámicos se repite un patrón similar a la de los Jemeres: el sometimiento total a una idea o principio absoluto e incuestionable, en este caso, la religión “pura”, el verdadero Islam, el de los orígenes, aquel que solo tiene como fundamento las sagradas escrituras. Dicho esto, no veamos la experiencia camboyana como un lejano, triste y excepcional episodio, puesto que nadie está a salvo de aquellas experiencias, ni el individuo, ni una sociedad ni una nación.
Bibliografía
1) Dy, Khamboly, A History of Democratic Kampuchea (1975-1979)
2) Rithy Panh, La eliminación (Anagrama)
4) Sok, Udom Deth, The Rise and Fall of Democratic Kampuchea
http://aas2.asian-studies.org/EAA/EAA-Archives/14/3/849.pdf
5) Denisse Affonco, El infierno de los Jemeres Rojos (Libros del Asterodie)
6) El libro Negro del Comunismo (Planeta)
7) Camboya, cuarenta años de voces silenciadas
http://www.publico.es/internacional/camboya-cuarenta-anos-voces-silenciadas.html
8) Película recomendada: Primero mataron a mi padre (Netflix)
9) Documental (3 capítulos): Pol Pot y los Jemeres Rojos
https://www.youtube.com/watch?v=wv4qneo7sVs
10) Camboya. Los Jemeres Rojos. Utopía y Terror.
https://www.youtube.com/watch?v=ix8wP5v9jy4