Konrad Löw, ¿por qué fascina el marxismo? (por Jan Doxrud)
Los comunistas, tras el derrumbe de los socialismo reales no se tomaron el trabajo de realizar una profunda autocrítica, ya que esto significaría abandonar por completo su religión secular. La idea comunista no puede ser reformada sino que simplemente debe ser destruida. El hecho es que la retórica de los comunistas actuales, su ideas centrales, siguen siendo las mismas que las de un Marx o Lenin, es decir, no han cambiado en nada porque son dogmas sin los cuales sus religión se derrumba. Algunos desencantados renunciaron a las filas del partido en busca de otras “causas” o algún nuevo grupo explotado para transformarlo en el nuevo “proletariado redentor”. Algunos abrazaron la causa palestina y apoyan a los nuevos guerrilleros que luchan por la libertad como es el caso de Hamas o han migrado hacia el ecologismo radical que sirve también como trinchera para continuar la lucha contra el capitalismo. Incluso ciertos colectivos feministas han adoptado e incorporado en su discurso un fuerte componente anticapitalista.
Por último, resulta sorprendente que una de las lecciones aprendidas por el comunismo y la izquierda radical tras el derrumbe de los socialismos reales no fuese el declarar la muerte del marxismo - leninismo sino que, por el contrario, poner de relieve los males del (neo) liberalismo. En virtud de lo anterior, los comienzos de la década de 1990 estuvo marcada por el terrible “Consenso de Washington” bajo el cual se iniciaría la tiranía del “neoliberalismo” (concepto impreciso y confuso que ni siquiera tiene igual significado dentro de las filas de la izquierda). El neoliberalismo es el nuevo enemigo…esa fue la lección que aprendió la izquierda recalcitrante tras el derrumbe del socialismo.
Para entender este universo mental del comunista dogmático es preciso entender que el marxismo y el leninismo, y así también el comunismo, se han transformado en sustitutos seculares de las religiones trascendentales. Konrad Löw, haciendo eco de las palabras del teólogo alemán Paul Tillich, señala que no ha existido época dentro de la historia de la humanidad en donde el ser humano no se ha cuestionado sobre el sentido de la vida, puesto que esta constituye una pregunta en la que se expresa la esencia humana.
Los seres humano necesitan de relatos redentores, salvíficos y que proporcionen esperanzas por medio de la promesa de un escenario futuro en donde las penurias y azotes que han afectado históricamente a la humanidad serán resueltos.
Cuando se entiende el componente religioso del comunismo se entenderá también por qué constituye un error señalar que una ideología como el liberalismo constituye la antítesis del comunismo. El error radica en que el liberalismo no es una ideología omniabarcante o no constituye un metarelato que pretende redimir a la humanidad de todos los males y menos aún dictar pautas de comportamiento para alcanzar una supuesta utopía final.
El liberalismo simplemente establece un marco (imperfecto) dentro del cual los seres humanos pueden desenvolverse de la manera más harmoniosamente posible. Dentro de este marco no se exige la adscripción a un credo religioso y no se exige la adscipción a una ideología política específica.
El comunismo, por el contrario, cuando se hace con el poder total no admite ninguna clase de oposición, y cualquier libertad de crítica y pensamiento sólo puede darse dentro de la ideología y, claro está, nunca contra esta.
Konrad Löw cita numerosos pasajes de personajes que explican sus razones para unirse a las filas del comunismo. Por ejemplo, el desertor soviético Victor Kravchenko (1905-1966),quien en 1946 publicó” Yo elegí la libertad”, señalaba lo siguiente:
“Ahora la vida tenía para mi un sentido y un objeto: intenso sacrificio por la nueva causa. Era yo uno de la elite, elegido por la historia para conducir a mi pueblo y a todo el mundo desde la obscuridad a la luz socialista. Esto suena presuntuoso, lo sé, pero era así como habábamos y sentíamos”.
Löwe cita la respuesta de Rosa Meyer-Leviné (1890-1979) cuando se le reprochaba el hecho de que ella estuviese dispuesta a sacrificarse por el Partido:
“Pero considera tu también cuánto hace el partido por mí. Me eleva, sacándome de una existencia sin sentido, y me pone en condiciones de cooperar en el cumplimiento de una gran misión”
Por su parte el estonio Ignace Lepp (1909-1966), quien en su juventud perteneció a las filas del Partido Comunista francés (tras leer “La Madre” de Gorki), para luego abandonarlo y ordenarse sacerdote católico, escribió:
“El convertir al marxismo en eje de su concepción del mundo, seguramente trae consigo no solamente la renuncia al gusto por la anarquíaa, sino que casi siempre también la renuncia a la libertad intelectual. Este es indiscutiblemente el sacrificio más grande que el comunismo exige al intelectual. Pero ellos comprenden que este sacrificio es inevitable para evitar el derrumbe del yo (…) Probablemente igual que casi todos mis compañeros intelectuales, necesitaba una fe y el marxismo la proporcionó”
El novelista alemán, Horst Krüger (1919-1999)señaló:
“Así el comunismo parece proporcionarle al creyente una increíble plenitud de sentido. Frente a la resignación capitalista ante la cuestión trascendental del sentido, puede mostrar estructura de sentido, interpretar situaciones presentes en conexión con el pasado, ofrecer metas claras para el futuro…Pero eso no es todo: no sólo puede interpretar el mundo, también puede proporcionarle su propio centro a la existencia individual”
El comunismo se transformó en una gran relato que otorgó a las personas un sentido a sus vida, un sentido de misión, de que la historia de la humanidad y su redención final estaba en sus manos.También proporcionó un esquema lineal de la historia, de manera que la historia tenía una dirección y ellos, los adherentes a la ideología, eran una elite de elegidos que podían influir en el curso de la historia para encaminarse hacia la utopía final. El comunismo constituye así una religión, tal como lo abordé en otro artículo. Como explica Konrad Löw el mismo Marx recurre numerosas veces a pasajes religiosos en sus obras, incluso en El Capital (supuestamente la más “científica”). En Marx existe un “pecado original” que es la acumulación originaria y la propiedad privada que constituyen el origen de todos los males y contradicciones dentro de la sociedad.
De acuerdo al pensador alemán lo primeros acumuladores de riqueza eran comparables a la figura de Adán que mordió la manzana y condenando así a toda la humanidad. Continúa explicando Löwe que el pecado original es, a su vez, maldición y bendición. Bendición, en el caso cristiano, puesto así pudo introducirse la encarnación del Verbo Divino. En el caso del marxismo el pecado original conduce al surgimiento de la antítesis, una reacción ante tal situación de injusticia.
De esa oposición entre tesis y antítesis surgirá una síntesis en donde quedarán resueltos todos los problemas. Junto a esto, Marx proporcionó a su propio “Salvador” encarnado en la clase social conocida bajo el nombre de “proletariado”.Marx dota a esta clase social de los mejores atributos humanos. El proletario representa la pureza, puesto que no está contaminado por el pecado original: no posee propiedad, sino que es sólo dueño de su fuerza de trabajo. Además no es explotador, sino que es explotado. En palabras de Löwe:
“El proletariado está libre del pecado capital de la explotación, como Cristo es el inocente cordero del sacrificio. El quita todo el pecado del mundo, así como el proletariado pone fin a toda injusticia. A pesar de que ambos están sin pecado, se convierten, en forma muy especial, en la víctima del pecado: el proletariado como masa explotada hasta la destrucción física; Jesús, difamado, azotado, coronado de espinas y crucificado”
Por su parte el teórico y político socialista (revisionista) belga, Henri de Man (1885-1953)afirmó:
“Los intelectuales deifican al proletariado y esto con tanto más entusiasmo, mientras menos lo conocen. La palabra proletariado tiene, en boca del intelectual comunista, especialmente del marxista actual, un tono vibrante y emocionado semejante al del nombre del Salvador en el cristiano primitivo, o en el de pueblo en el activista democrático de 1848. Porque para él, el proletariado es el salvador, el poder, la voluntad, que ha de llenar la nostalgia por un más allá social mejor. No se trata de una realidad, sino de un símbolo”
El comunismo posee también su Iglesia encarnada en el Partido Comunista. El comunismo tiene sus profetas, por ejemplo, en la Figura de Marx, Engels y Lenin, a los cuales se han sumado Stalin, Mao y Fidel Castro. El libro sagrado es el “El Capital” de Marx, que fue bautizada como la “Biblia de la clase obrera”.Incluso el anarquista Bakunin señalaba que Marx se consideraba a sí mismo como el “Papa” del comunismo. Además la palabra de Marx ( y también Lenin) constituían dogmas irrefutables y quienes osaban en criticarlos eran asesinados, encarcelados o exiliados o marcados con rótuloscomo trotskista, titoísta, maoísta, revisionista, pequeño burgués, oportunista. En esto tanto Marx como Lenin demostraron ser personajes intolerantes, agresivos y que rara vez se abrían al diálogo con aquellos que se atrevían a contradecirlo.