(IV) La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)

(IV) La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)

Es aquí donde llegamos a las preguntas planteadas en un comienzo: ¿cuál fue la importancia del Romanticismo? ¿Qué aspectos de la Ilustración criticaron? ¿En qué sentido el pensamiento romántico sigue presente en personas que ni siquiera saben qué es el Romanticismo? Retomemos la idea de Berlin, esto es, que el Romanticismo no se puede ser reducido a una mera reacción contra el pensamiento ilustrado puesto que constituyó, más bien, una transformación particular ocurrida en el tiempo, lo cual implicó el ataque a principios rectores de la Ilustración. Berlin señala que existen tres proposiciones que constituyen las bases sobre las que se ha apoyado la tradición occidental en su totalidad.

El primer principio es que toda pregunta de carácter genuino puede responderse, de manera que si no puede responderse, entonces no constituye en realidad una pregunta.  En palabras de Berlin: Si la respuesta no es en absoluto cognoscible, si esta de algún modo completamente velada a nosotros, entonces ha de haber algo en la pregunta que no funciona. Esto es una proposición común tanto a los cristianos como a los escolásticos, tanto a la Ilustración como a la tradición positivista del siglo XX. Constituye el espinazo de la tradición occidental y es lo que de hecho ha quebrado el romanticismo”. Por ejemplo, en el siglo XX tenemos el positivismo lógico de la Escuela de Viena que se caracterizaron por el empleo sistemático del método lógico al lenguaje, su férrea defensa de que solo los enunciado con un contenido empírico tenían un significado cognoscitivo y su postura, por ende, antimetafísica. Los problemas filosóficos eran problemas lingüísticos de manera que los problemas filosóficos pasaban por un análisis del lenguaje empleado.

Es por esto que los representantes de esta corriente abogaron por el uso del lenguaje formal en filosofía para escapar así de las ambigüedades e imprecisiones del lenguaje ordinario. Central en esta concepción positivista de la filosofía es el principio de verificación, esto es, que sólo es posible conocer el significado de una proposición si y sólo si sabemos cómo puede ser verificada. Esta corriente terminó  por admitir como significativas y con sentido las proposiciones de las ciencias experimentales o físicas. En este mundo del positivismo la metafísica y la religión quedaron excluidas de sus análisis. El segundo principio, explica Berlin, es que todas las respuestas son cognoscibles y pueden ser descubiertas por medios que se pueden aprender y enseñar a otros. El tercer principio es que todas las respuestas han de ser compatibles entre sí. Esto es lo que el fallecido filósofo, Jesús Mosterín, significaba la racionalidad científica: la desconfianza del racionalismo puro e ingenuo, la consistencia (que no existan contradicciones internas en una teoría científica), la objetividad (la ciencia no responde a corazonadas y no es una narrativa más entre otras).

Fuente: http://epistemologia20.blogspot.cl/2013/01/caracteristicas-del-metodo-cientifico.html

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Añadía Mosterín que la objetividad constituía el aspecto maravilloso de la ciencia, ya que pone en evidencia su carácter transcultural, es decir, la ley de la gravitación universal de Newton, la relatividad de Einstein son válidos valen en Sudamérica, Asia, América y Europa, y para las distintas personas con independencia de su etnia, valores y creencia o no creencias religiosas. Un último rasgo de la racionalidad científica, la provisionalidad, el cambio y el progreso a medida que nuevos datos contradigan la teoría. Lo que el romanticismo hizo fue cuestionar y derribar los pilares sobre los cuales se ha sustentado la historia del pensamiento occidental. Para el romanticismo no existiría el conocimiento objetivo, puesto que desautoriza a la razón y a la ciencia a la hora de querer comprender a cabalidad la Naturaleza, puesto que sus aspectos más oscuros y recónditos les son completamente ajenos, de manera que sólo el genio creador o los artistas son quienes son capaces de adentrarse en tales terrenos. También tenemos aquella idea anteriormente señalada, el que los valores e ideas no se encuentran sino que se crean y la idea que subyace: la voluntad ingobernable. En palabras de Berlin:

El núcleo del proceso consiste en la invención, en la creación, en el hacer, literalmente de la nada, o de cualquier material del que se disponga. De todos modos, el aspecto verdaderamente central de esta visión es, en cierta medida, que nuestro universo es lo que elegimos hacer de él

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Añadamos a esto la idea de que ya no existe una estructura de las cosas, la Naturaleza y el Universo carecen de una estructura a la cual podemos acceder por medio del conocimiento. Los románticos se ven más a gusto con un mundo en flujo, concebir la vida como un proceso constante de nunca acabar, más cercanos a Heráclito que a Parménides. Esta concepción caótica de todo en cuanto nos rodea tiene repercusiones en disciplinas como la ética (¿es posible la ética? ¿existen principios morales universales que promueven un mayor bienestar en comparación con otros códigos morales? ¿los códigos morales son todos equivalentes e igualmente válidos?, la historia (¿acaso se puede hacer historia? ¿qué es el pasado?) la epistemología (¿qué podemos conocer? ¿bajo qué criterios podemos hablar de un conocimiento verdadero? ¿Es posible la objetividad?), la ontología (¿qué es lo que existe? ¿cuál es la estructura de la realidad? ¿existe el mundo externo?). En nuestros días, al parecer, la posmodernidad ha vuelto a tomar la antorcha de los románticos. Una vez que la luz de la razón se ha apagado con los románticos entonces todo es posible puesto que no existen principios rectores a los cuales tengamos que someternos.

                       El caminante sobre el mar de nubes, de Caspar Friedrich

                       El caminante sobre el mar de nubes, de Caspar Friedrich

Central en esta visión de mundo, explica Berlin, es la concepción de voluntad, el voluntarismo ilimitado que no reconoce límites y que cree poder moldear y someter al mundo. Esta idea de seres humanos superiores, que se encumbran por sobre las masas, que crean nuevos valores y subyugan al mundo lo encontramos en personajes como Byron o Nietzsche. Unido a este voluntarismo que desprecia a la realidad porque no la reconoce como tal, Berlin destaca también la idea de que el motivo cuenta más que la consecuencia y, podemos añadir, que el sacrificio por un ideal es, en sí mismo, algo digno de admiración. Aquellas personas que sacrifican la realidad en nombre de un ideal e incluso cometen atrocidades en nombre de este ideal, son dignos herederos del pensamiento romántico. Al respecto comenta Berlin, esto es una novedad puesto que en el siglo XVII, en un conflicto religioso, era poco probable que un católico le dijese al protestante (o nosotros frente a un atentado terrorista suicida):

“El protestante es un hereje que ha de ser condenado pues su doctrina conduce a la perdición de las almas. Sin embargo, el hecho de que sea sincero lo eleva en estima. El ser sincero, el estar dispuesto a dejar la vida en pos de ese sinsentido en el que cree, es un hecho moralmente noble. Todo aquel que sea íntegro, que esté preparado para sacrificarse en al altar, sin importar cuál sea ese altar, posee un carácter moralmente digno de respeto, y no importa cuán detestables o falsos sean los ideales que reverencie”

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Berlin incluso destaca en el fascismo ciertos rasgos del romanticismo que apuntan al irracionalismo y el elitismo, sino que por la noción de

“voluntad imprevisible, “tanto del hombre como de un grupo que avanza a grandes pasos, de un modo que no puede sistematizarse, predecirse ni racionalizarse. Esto es central en el fascismo. Lo que dirá el líder mañana, hacia dónde nos llevará el espíritu, a dónde iremos, qué haremos, no puede pronosticarse. La histérica autoafirmación y la destrucción nihilista d instituciones existentes debido a la limitación que ejercen sobre la pura voluntad (…) el hombre superior que aniquila al inferior debido a que su voluntad es más poderosa, estos son los bienes directamente heredados del movimiento romántico”

Por su parte, el historiador Robert O. Paxton señala, en su estudio sobre el fascismo, este movimiento sustituyó deliberadamente el debate razonado por la experiencia sensual inmediata lo que significó una verdadera transformación de la política. Añade el autor que el fascismo no se en la verdad de su doctrina, sino que en la unión mística del caudillo con el destino histórico de su pueblo, “concepción relacionada con ideas románticas de florecimiento histórico nacional y de genio artístico espiritual individual, aunque el fascismo rechazase, por otra parte, la exaltación que el Romanticismo hacía de la creación personal sin trabas”. Así, de acuerdo a Paxton, no se pretende insinuar que existe una suerte de camino inexorable que lleva del Romanticismo al totalitarismo, puesto que en realidad, el ideal de la libertad chocaría con cualquiera de los sistemas totalitarios existentes ya sea fascista, nacionalsocialista o comunista. Lo que cabe destacar es el desborde emocional que fomenta el líder en las masas acríticas que lo siguen.

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Podríamos decir que es este líder el que se transforma en el “ser romántico” por excelencia, quien crea valores e impone su voluntad a la realidad, siendo esta última la que debe someterse a los designios del líder. También está presente en el líder lo que vimos con Berlin más arriba, esto es, la paranoia, la creencia del líder carismático de que cualquier fracaso personal o triunfo de la realidad sobre  sus designios, se debe a la conspiración de fuerzas externas y etéreas: el judío internacional, el judeo-bolchevismo, el gran capital o el imperio yanqui. Hitler venía fundar un nuevo Reich y , junto a este, un hombre nuevo con todo un conjunto de normas morales diferentes al del hombre viejo. Rüdiger Safranski señala que Hitler representa la variante lúgubre del fundador de una religión, un ser carismático que fue capaz de traducir sus energías en guerra, destrucción y asesinato étnico. Añade el mismo autor en su estudio sobre el “Mal” que el triunfo de Hitler muestra la bancarrota total de la verdad en política. Hitler buscaba imponer “su voluntad” al mundo y moldear éste de acuerdo a su cosmovisión, pero al ver su voluntad y proyecto quebrantados por la realidad de la guerra, terminó encerrado en su búnker en un estado delirante y completamente desconectado del mundo exterior.

Continúa explicando Safranski:

“La política de Hitler no se funda en ninguna verdad, sino que es el intento logrado de hacer verdadero un delirio realizándolo. En este sentido Hitler verificó su concepción del mundo. Se había hecho una imagen de la realidad y luego intento configurar la realidad según esa imagen (…) Hubo diversos motivos para seguir a Hitler,  pero eso nada cambia en el resultado de que, por cuanto hace a Alemania, hubo una sociedad entera que colaboró en la traducción de un sistema demencial de la realidad.”

 

Lecturas

-Isaiah Berlin, Las raíces del Romanticismo

-Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán.

-Juan José Sebrelli, Las aventuras de la vanguardia: el arte moderno contra la modernidad

-Entrevista a Michael Löwy

https://www.rebelion.org/hemeroteca/izquierda/lowy230102.htm

-Ludovico Geymonat, Historia de la filosofía y la ciencia

-Giovanni Real y Darío Antíseri, Historia de la Filosofía. Del Romanticismo al empirocriticismo.

-Raymond Bayer, Historia de la Estética.