(3) La crítica de Murray Rothbard al marxismo (por Jan Doxrud)
Vemos así como Marx revive el ya mencionado país de Cucaña, una idea que sólo puede habitar en mentes de persona con una visión distorsionada de la realidad. Tal estado de cosas nunca se ha dado en la historia y, ciertamente, en ninguno de los regímenes que se autoproclamaron como socialistas. Tampoco se dio el presunto fin de la división entre campo y ciudad. Quizás sólo los jemeres rojos en Cambodia intentaron exterminar toda diferenciación, destruyendo la ciudad, asesinado a sus habitantes y forzando a otros miles a migrar fuera de las zonas urbanas en dirección hacia las zonas rurales para ser sometidos a un estricto represivo trabajo “en comunidad”.
En realidad, el comunismo y las predicciones del marxismo-leninismoha resultaron ser totalmente erradas. La razón de esto no se debe, como algunos pueden creer, a que los jerarcas comunistas del siglo XX se desviaron del “verdadero espíritu marxista”. La realidad es que lo sucedido es la consecuencia necesaria de querer implantar una sociedad artificialmente igualitaria. Así, y en contra de Marx, podemos señalar que el comunismo no es un “naturalismo plenamente desarrollado”, ni menos un “humanismo”. El comunismo tampoco constituye la “verdadera solución del conflicto entre la existencia y la esencia, entre la objetivación y la autoafirmación, entre la libertad y la necesidad, entre el individuo y la especie”.
Arthur Seldon (1916-2005), quien fue Presidente fundador del Institute of Economic Affairs, con sentido del humor escribió:
“El estado comunista puede esperar a ser implantado en el siglo XXI, o en el siglo XXII, o en el XXIII, cuando la oferta supere a la demanda, sea abolida la escasez, los seres humanos se truequen en santos y se produzca el advenimiento final del milenarismo”[1].
Sin embargo, el caso es que el comunismo fue (y es para algunos) inevitable, y que tras un período de rivalidades y sufrimientos, finalmente el comunismo prevalecería, instaurándose el reino de la libertad, de la sobreabundancia, donde la propiedad privada sería trascendida. El Estado también sería trascendido y en eso Marx chocó con Lasalle, lo cual puede apreciarse en la “Crítica del Programa de Gotha” (1875). Marx escribió en “Propiedad privada y comunismo”:
“Religión, familia, Estado, derecho, moral, ciencia, arte, etc., no son más que formas especiales de la producción y caen bajo su ley general. La superación positiva de la propiedad privada como apropiación de la vida humana es por ello la superación positiva de toda enajenación, esto es, la vuelta del hombre desde la Religión, la familia, el Estado, etc., a su existencia humana, es decir, social”[2].
De esta manera el “joven Marx” propone hacer un verdadero “reset” en la sociedad y comenzar todo de nuevo. Todo lo que emerge de la infraestructura económica capitalista, es decir, la superestructura en sus variadas manifestaciones, debe ser eliminada. No sabemos que clase de ser quedaría una vez eliminado el matrimonio, la familia y otra clase de asociaciones. Aún queda por esperar una respuesta satisfactoria a las siguientes palabras de Marx:
“El comunismo es la posición como negación de la negación, y por eso el momento real necesario, en la evolución histórica inmediata, de la emancipación y recuperación humana. El comunismo es la forma necesaria y el principio dinámico del próximo futuro, pero el comunismo en si no es la finalidad del desarrollo humano, la forma de la sociedad humana”[3].
Al respecto escribe Rothbard:
“Así, pues, ¿cuál es la etapa aún más allá del comunismo, la Aufhebung final-final, la gran trascendencia, la negación última? Es un mundo más allá de toda propiedad y de toda posesión, un mundo liberado por completo para el florecimiento espontáneo de todas las facultades en todas direcciones y para la apreciación no mancillada y enteramente sensible de la belleza pura. Perdónesenos que concluyamos que, a sabiendas o no – y en el caso de Marx resulta difícil saberlo –, la etapa final-final es la etapa del cementerio de la raza humana”[4].
En relación con el célebre slogan “De cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades”, Rothbard señala que este tiene una importancia menor y periférica en Marx. Tal frase se encuentra en la Critica del Programa de Gotha, específicamente en el punto 3 “La emancipación del trabajo exige que los medios de trabajo se eleven a patrimonio común de la sociedad y que todo el trabajo sea regulado colectivamente, con un reparto equitativo del fruto del trabajo." Sólo hacia el final del punto 3 Marx señala:
“En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!”[5].
Como afirma Rothbard, la última frase de Marx está lejos de constituir el núcleo y punto culminante de su discurso. Lo que Marx está diciendo, señala Rothbard, es que la clave del mundo comunista no es ningún principio de distribución de bienes, sino la erradicación de la división del trabajo, el desarrollo completo de las facultades individuales y la sobreabundancia resultante. En tal mundo, el famoso eslogan sólo adquiere una importancia trivial. Inmediatamente después de este pasaje, Marx se refiere críticamente a ese «derecho igual» y «distribución equitativa» de los que hablan los socialistas como un«sinsentido ideológico sobre el ‘derecho’ y otras sandeces habituales de los demócratas y los socialistas franceses…»
La utopia marxista parece más bien entonces una verdadera distopia, y para Rothbard, el “ideal” de Marx, es peor que cualquiera de los horrores perpetrados por Lenin o Stalin. A continuación escribe el autor:
“El que más se aproximó, quizás, fue el efímero régimen de Pol Pot en Camboya, que, en un intento por abolir la división del trabajo, consiguió imponer la proscripción del dinero – de modo que el pueblo dependía totalmente de la mezquina generosidad del equipo comunista para obtener sus minúsculas raciones de víveres. Por otro lado, logró eliminar las «contradicciones entre la ciudad y el campo» siguiendo el objetivo de Engels de destruir las grandes ciudades, y despoblando por la fuerza, de la noche a la mañana, la capital, Phnom Penh. En unos pocos años, el grupo de Pol Pot llegó a eliminar a un tercio de la población camboyana, lo cual es posible que constituya un récord en genocidio”[6].
Bakunin también lanzó sus ataques a la utopía de Marx y lo hacía desde el sentido común, es decir, realizando las preguntas más simples, como por ejemplo: ¿cómo se podría alcanzar un estado de libertad, abundancia y sin Estado por medio de una dictadura totalitaria del proletariado? ¿Que lleva pensar a Marx y Engels que esta dictadura se disolvería con el tiempo? Bakunin en su escrito, “Dios y el Estado”, explica que el Estado es la organización del poder y la negación de la humanidad. El Estado aspira a controlar y a ejercer la fuerza, y eliminará todo lo que se encuentra fuera de este. Bakunin señaló algo similar a lo que hizo Gaetano Mosca, en el sentido de que se formaría una verdadera elite o una aristocracia, donde los antiguos trabajadores se convertirían en gobernantes y mirarían por encima del hombro a la restante masa de trabajadores. Rothbard cita alas palabras de Bakunin:
“Ellos [los marxistas] afirman que solo la dictadura, evidentemente la suya, puede traer la libertad al pueblo, nosotros respondemos que una dictadura no puede tener otra finalidad que la de perpetuarse, y que no puede engendrar ni alimentar otra cosa más que la esclavitud del pueblo sometido a ella. Sólo la libertad puede crear libertad…”[7].
Terminemos con algunos fragmentos de los poemas escritos por Marx a Jenny von Westphalen, citados por Rothbard. Estos fueron escritos principalmente entre 1836 y 1837, y Rothbard cree ver algunos rasgos interesantes del pensador alemán, tal como su megalomanía y su fijación en la destrucción. En estos dos fragmentos se representa la supuesta razón del odio y de la rebelión de Satán contra Dios:
“Desearía abarcar el cielo
Atraer al mundo hacia mi;
viviendo, odiando, trato
de que mi estrella resplandezca con brillo”
En otra parte señala:
“…Aniquilaría los mundos
ya que no puedo crear ninguno;
ya que nunca atienden a mi llamada”
Y una vez destruido el mundo creado por Dios:
“Entonces podrá caminar en triunfo,
Como un dios, por las ruinas de su reino.
Cada una de mis palabras es fuego y acción.
Mi pecho es como el del Creador”.
Rothbard cree que no se puede separar la vida de Marx de su filosofía. Puede parecer ataques ad hominem pero creo que Rothbard está en lo cierto en esta observación. Terminamos con el tema del comunismo y el marxismo como milenarismo y como una filosofía de la historia occidental. Podemos señalar sin dudas que Marx era un comunista utópico. El elemento distintivo de la utopia es el “deseo militante de poner fin a la historia, congelar a la humanidad en una condición estática, acabar con la diversidad y la voluntad libre del hombre, y de ordenar la vida de todos de acuerdo con el plan totalitario de la utopia”[8]
[1] Arthur Seldon, Capitalismo (España: Unión Editorial, 1994), 250.
[2] Karl Marx, Manuscritos Filosóficos y económicos de 1844. Propiedad privada y trabajo. Economía política como producto del movimiento de la propiedad privada, Marxist Internet Archive, 2001 (documento en línea: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/manuscritos/man3.htm)
[3] Ibid.
[4] Murray N. Rothbard, Historia del pensamiento económico, vol. 2, 364.
[5] Karl Marx, Crítica del Programa de Gotha. Glosas marginales al Programa del partido Obrero Alemán (1875), Marxist Internet Archive (documento en línea: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/gotha.htm)
[6] Murray N. Rothbard, Historia del pensamiento económico, vol. 2, 367.
[7] Ibid., 369.
[8] Ibid., 398.