(II) Breves palabras sobre el materialismo histórico (por Jan Doxrud)
Quisiera añadir que existen otras visiones respecto al materialismo histórico de Marx. Por ejemplo, Louis Althusser y Etienne Balibar en “Para leer El capital”[1], destaca el carácter antievolucionista de la teoría marxista de la historia de la producción. Para Althusser no existe ni movimiento de diferenciación progresivo de las formas, “ni línea de progresiva cuya «lógica« se emparentaría con un destino”[2]. Más adelante añade Althusser:
“Marx nos dice claramente que todos los modos de producción son momentos históricos, no nos dice que estos momentos se engendran unos a otros; por el contrario, el modo de definición de estos conceptos fundamentales excluye esta solución de facilidad”[3].
Para este intérprete francés del marxismo, Marx “rompe la identidad de la cronología”, así como la “ley de desarrollo interno de las formas”, que se encuentra “en la raíz del evolucionismo como de todo historicismo de la «superación»”[4]. Por su parte, el historiador y profundo conocedor de la historia intelectual francesa, François Dosse, afirma que igualmente existe , aunque de manera atenuada, una teleología histórica en Marx. Esta no desaparece por completo “porque es el punto de apoyo de toda la práctica política marxista y del horizonte de esperanza que ésta plantea”[5]. Es en el Marx joven, señala Dosse, donde encontramos la historia concebida como “un proceso gobernado por una finalidad que le es inmanente”[6]. Pero igualmente, escribe Dosse, que con Althusser, la estructura se pluraliza y descompone la temporalidad unitaria en temporalidades múltiples. “Althusser participa…en una deconstrucción de la historia, propia del paradigma estructural, sin negar la historicidad, pero descomponiéndola en unidades heterogéneas. La totalidad estructurada en Althusser es deshistorizada y descontextualizada…”[7].
Otro autor influenciado por Althusser, fue el sociólogo Nicos Poulantzas (1936-1979) quien criticó la lectura historicista de Marx, puesto que “coloca la clase social en la posición de sujeto de la historia…”[8]. También criticó la lectura economicista “que reduce la existencia de las clases sociales a su única realidad en el interior de las relaciones de producción”[9]. Regresemos a Engels. El autor pareciera tener una visión distinta a la de los estructuralistas posteriores. Tenemos que con él, el materialismo histórico no es solamente una descripción del proceso histórico como lucha de clases, sino que es un arma para que aquella clase explotada comprenda el funcionamiento de la historia para poder liberarse del yugo capitalista.
En lo que se refiere al materialismo dialéctico, Engels aplicó la dialéctica hegeliana a la materia, que es la única realidad existente desde el punto de vista del materialismo vulgar del siglo XIX. El movimiento de la materia sucede a través de una serie de etapas. En primer lugar, la ley del cambio dialéctico, en donde todo esta en perpetuo cambio y transformación, oponiéndose así a la metafísica tradicional que afirmaba que la verdadera realidad era lo estático, el ser, tradición que remontaba a Parménides. En segundo lugar dentro de este todo en perpetuo cambio, todo se encuentra en relación (ley de la acción recíproca), interconectado, donde cada parte influye en la otra. Cada hecho particular sirve para explicar la totalidad. En síntesis estamos ante un holismo ontológico, que es la tesis de acuerdo a la cual la totalidad determina a las partes y, por ende, la parte está subordinada al todo. En tercer lugar está la ley de la contradicción, esto es, que la realidad se transforma sobre la base de negaciones y negaciones de negaciones. En cuarto lugar, tenemos la ley de la transformación de la cantidad en calidad, es decir, el cambio cualitativo (por ejemplo pasar de la cualidad líquida a la cualidad gaseosa).
La “Dialéctica de la naturaleza” es una obra de Engels, compuesta de una serie de escritos realizados entre 1873 y 1886. Engels consideraba que la filosofía del materialismo dialéctico debía fundamentarse en el conocimiento de las ciencias naturales en todos sus aspectos y que estas ciencias, a su vez, sólo podían desarrollarse fecundamente sobre la base del materialismo dialéctico. Así, Engels se sumerge completamente en el estudio de las ciencias naturales de su época y abogó por un cambio de paradigma en el sentido de dejar atrás al materialismo mecanicista y positivista, que predominaba entre los científicos y reemplazarlo por el principio dialéctico que es el que operaba de manera universal y que podía explicar los fenómenos del mundo, desde la física hasta la historia.
En realidad para Engels se trataba más bien de un retorno a los griegos en el sentido de que estos concebían la naturaleza, desde lo más pequeño hasta lo más grande, como algo sometido a un perenne proceso de nacimiento y extinción, en flujo incesante, en un estado continuo de movimiento y cambio. La diferencia consistía en que para los griegos esto sólo constituía una intuición genial, en cambio, para Engels constituía el resultado de una investigación rigurosamente científica y experimental. Engels despreciaba el pensamiento metafísico dentro de las ciencias ya que afirmaba que para el metafísico, las cosas y sus imágenes mentales eran objetos de investigación dados de una vez para siempre. El metafísico, escribía Engels, pensaba de acuerdo a rudas contraposiciones sin mediación. Para el metafísico o bien toda cosa existía o no existía. Una cosa no podía ser, para el metafísico, al mismo tiempo ella misma y algo diverso.
Añade Engels que para el metafísico, lo positivo y lo negativo se excluían mutuamente y la causa y el efecto se encontraban del mismo modo en una rígida contraposición. En cambio, la dialéctica, afirmaba Engels, concebía las cosas y sus reflejos conceptuales esencialmente en su conexión, en su encadenamiento, su movimiento, su origen y su perecer. Para la dialéctica, la naturaleza constituía su pilar fundamental, la naturaleza procede dialéctica y no metafísicamente.Así, Engels concluía que era solamente a través de la dialéctica, prestando una constante atención a la interacción general del devenir y el perecer, de las modificaciones progresivas o regresivas, la forma en que podía obtenerse una exacta exposición del cosmos, de su evolución, de la evolución de la humanidad y también de la imagen de esa evolución en la cabeza del hombre.
[1] Louis Althusser y Etienne Balibar, Para leer El Capital (México: Siglo XXI editores, 2010)
[2] Ibid., 246.
[3] Ibid.
[4] Ibid.
[5] François Dosse, La historia: conceptos y escrituras (Argentina:Nueva Visión, 2003), 194
[6] Ibid.
[7] François Dosse, Historia del estructuralismo, tomo 1, 342.
[8] Ibid, tomo 2, 198.
[9] Ibid.