(III) Marx, el falso profeta del comunismo: la falacia de la revolución social proletaria (por Jan Doxrud)
Popper no se muestra de acuerdo con el hecho de que la lucha de clases (suponiendo que fuese cierta esta visión de la historia) lleve necesariamente a la implantación del socialismo. Pero recordemos que ni siquiera es verdadera la idea de un proletariado unido y que permanezca así tras el “inevitable” triunfo sobre la burguesía. Paso seguido Popper examina la aseveración de que la tensión social no podrá resolverse sino por medio de una revolución social. Al examinar este tema, Popper cuestiona la idea de que el proceso hacia la revolución traiga consigo la eliminación de las clases intermedias, quedando sólo la burguesía y el proletariado, al menos la experiencia no apoya esta afirmación. Con respecto a la revolución social del proletariado como una transición desde el capitalismo hacia el socialismo también resulta ser una aseveración que carece de fundamento. Escribe Popper:
“La revolución social es una tentativa por parte de un proletariado considerablemente unido de conquistar de forma absoluta el poder político, puesta en práctica con el firme propósito de no detenerse ante la violencia en caso de que ésta sea necesaria para alcanzar los fines propuestos y para resistir todo esfuerzo de los adversarios tendente a devolverles su influencia política”[1]”.
Continúa más adelante Popper:
“Pues bien, quisiera dejar perfectamente aclarado que es esta profecía de una revolución posiblemente violenta lo que constituye, a mi juicio, desde el punto de vista de la política práctica, el elemento más perjudicial del marxismo…”[2].
No es que Popper condene violencia de antemano, es más, la justifica pero en ciertos casos. Así, bajo el terror de una tiranía la única opción de desahacerse de esta es a través de la violencia. Otro caso de justificación de la violencia es la defensa de la democracia entendida como un
“conjunto de instituciones (entre ellas, especialmente, las elecciones generales, es decir, el derecho del purblo de arrojar del poder a sus gobernantes) que permitan el control público de los magistrados y su remoción por parte del pueblo, y que le permitan a éste obtener las reformas deseadas sin empleo de la violencia, aun contra la voluntad de los gobernantes”[3].
La violencia sólo puede justificarse ante gobiernos autoritarios, pero debemos agregar a la listalas teocracias represoras y los populismos que se sirven de la democracia para acceder al poder para posteriormente destruirla sutilmente desde su interior. Para Popper el tema de la violencia y el marxismo puede resumirse de la siguiente manera: si logramos llegar a un acuerdo con los marxistas de que las revoluciones violentas se justifican si van dirigidas contra la tiranía, estaríamos entonces de acuerdo. Ahora bien, el problema comienza cuando nos preguntamos qué sería una tiranía para los marxistas. La respuesta es que cualquier gobierno sería una forma de dictadura, incluso la democracia, ya que todo gobierno de clase es una dictadura y, por lo tanto, digna de ser suprimida por los medios que sean necesarios. Pero como ya señalé anteriormente, la única excepción, la única dictadura que puede ser tolerada sería una comunista, la dictadura del proletariado o más bien la dictadura de una elite en nombre del proletariado. Tenemos entonces que cualquier clase de gobierno es una tiranía por lo que la aplicación de la violencia para los comunistas seria constante. El curso de la historia avanza hacia una cada vez mayor contradicciones entre clases y a la simplificación entre estas, es decir, a la larga los protagonistas serían solamente el proletariado y la burguesía, y el resultado final sería la destrucción de la segunda para dar paso al gobierno de la primera. Al menos este es el panorama presentado por el marxismo. Ateniéndose a lo expuesto en El Capital, no existe forma de reformar al sistema capitalista y la única vía restante es la violencia.
Todo esto carece completamente de fundamentos.
1-¿Cuáles son las bases para afirmar que la sociedad está destinada a una progresiva oposición irreconciliable entre dos clases?
2-¿Acaso la progresiva miseria del proletariado es irreversible?
3-¿Forma el proletariado una clase unida y solidaria con intereses comunes por los cuales están dispuestos a aplicar la violencia para alcanzarlos?
Creo que basta ver la situación actual para poder responder a estos vaticinios. Ya hace un tiempo que algunos intelectuales “dieron de baja” a los proletarios como soldados de elite del movimiento revolucionario y buscaron nuevos agentes (por ej. Los universitarios) para que los sustituyeran y llevasen a cabo la profecía marxista. El marxismo radical es errado y también lo es el ala más moderada. Como bien escribió Popper, si la posición radical encuadra satisfactoriamente el argumento profético, la posición moderada la destruye por completo. La razón, explica Popper, es que esta posición moderada supone una suerte de transacción que se traduce en una reforma gradual del capitalismo, lo que significa una distensión gradual entre las clases. ¿Cómo es posible compatibilizar esta idea con la profecía de la revolución social? La médula del anuncio profético es el cresciente antagonismo entre clases, por lo que la paulatina desaparición de esta y la adopción de un camino de reforma supondrían el fin del maxismo. En esta cosmovisión no hay lugar para una clase media Escribe el pensador austriaco:
“No es lógicamente necesario que una reforma gradual, alcanzada a través de determinadas componendas, conduzca a la completa destrucción del sistema capitalista; que los trabajadores, que han aprendido por experiencia que pueden mejorar su suerte mediante una reforma gradual, prefieran desechar este método, aun cuando no les proporcione la «victoria completa», es decir, el sometimiento de la clase gobernante…”[4].
De esta manera concluye Popper:
“Sólo si se supone que «los proletarios nada tienen que perder salvo sus cadenas»; sólo si se supone que la ley del aumento de la miseria es válida o que, en todo caso, hace posible toda mejora, sólo entonces podrá profetizarse que los trabajadores se verán obligados a realizar la tentativa de derribar el sistema entero”[5].
Otra idea que el pensador austríaco consideró errónea fue la idea de que la clase trabajadora representa o representará en el futuro la mayoría del pueblo. Esto resulta ser falso si consideramos los argumentos esgrimidos unas líneas arriba. Debemos nuevamente juzgar estas aseveraciones teniendo en consideración suposiciones (infundadas) del marxismo: el supuesto aumento de la miseria de la clase trabajadora, el carácter unificado del movimiento obrero, la simplificación del antagonismos de clases, el socialismo como única alternativa tras la revolución social, etc. El marxismo moderado hace imposible la última aseveración acerca de que la clase obrera constituyela mayoría del pueblo. De acuerdo a Popper, si admitimos la posibilidad de una reforma gradual, debemos también abandonar la teoría del aumento de la miseria y, junto a esto “se desvanece la más mínima sombra de justificación para afirmar que los trabajadores industriales habrán de formar un día «la inmensa mayoría» del pueblo”[6]. Sin esta ley de la miseria creciente, parte de la clase media no pasaría a engrosar las filas del proletariado y así la cooperación entre clases en contra de la burguesía no se materializaría y la profecía quedaría en nada.
Popper identifica una doble ambigüedad en la actitud marxista hacia la violencia: la ambigüedad de la violencia basada en el enfoque historicist a y la ambigüedad de la conquista del poder. Con respecto a esta última, guarda relación con la manera ambigua con que los marxistas hablan de la “conquista del poder político por el proletariado”. Popper se pregunta por el verdadero significado de esta expresión expuesta en el Manifiesto:
“Puede significar…que el partido de los trabajadores tiene el fin inofensivo y evidente de todo partido democrático: obtener una mayoría en la población y constituir un gobierno. Pero también puede significar –y frecuentemente los marxistas lo entienden en este otro sentido- que el partido, una vez en el poder, se propone atrincherarse en esta posición, vale decir, que se servirá del voto de la mayoría para tornar en extremo dificultosa toda tentativa de desalojarlo del poder por los métodos democráticos correspondientes”[7].
La democracia es para los marxistas una etapa dentro del desarrollo de la historia y todo Estado es una tiranía de clase, por lo que es y será siempre lícito derribarlo aunque se trate de una democracia (burguesa, neoliberal, etc). Debemos insistir y no dejar de recordar que el comunismo es incompatible con la democracia. El mismo Engels caracterizó al Estado como un engranaje para la opresión de una clase por otra y que eso no valía menos para una república democrática que para una monarquía. Dicha idea, asevera Popper, acarrea consigo una serie de consecuencias como por ejemplo, una política tendente a inculcar en los gobernados la idea de que el Estado no es de ellos sino de los gobernantes y la idea de que la única manera de mejorar las cosas es a través de la completa conquista del poder, pasando por alto una virtud importante de la democracia que es el equilibrio del poder. Los comunistas están obsesionados por la pregunta acerca de quién debe detentar el poder. Pero Popper que las preguntas relevantes son : ¿Cómo se detenta el poder? y ¿Cuánto poder se detenta?
Popper continúa su crítica adentrándose en el terreno económico, sobre el que se erige la profecía de Marx. Tenemos que ni la miseria ha aumentado, el trabajo de niños ha disminuido considerablemente desde la época de Marx, la mujer se ha incorporado al trabajo la pobreza se ha reducido (ver mi artículo al respecto). Sin duda los problemas sociales no han desaparecido, ya que aun continúan nuevas formas de esclavitud, pero la tendencia general de la situación social y laboral de las personas ha mejorado. Las contradicciones entre la ideología y el mundo real ya lo habían captado tanto Marx como Engels con los efectos del colonialismo europeo. Resultaba que Inglaterra estaba “aburguesando” al proletariado (por ende no se rebelaría contra los opresores) y no al revés, y esto mismo fue lo que señaló Lenin como consecuencia del imperialismo moderno.
Para Popper, en general, los argumentos en que se basa la profecía marxista carecen de validez y esto se debe principalmente a la pobreza del historicismo. Sólo algunas personas imbuidas de la mentalidad utópica tienden a creer que tal profecía todavía es posible y que aún no hemos sido testigo del nacimiento del comunismo y que todos los fracasos de los regímenes totalitarios de izquierda no representaban al “verdadero comunismo”. El problema es que si bien Marx no predicó sobre la implementación del gulag o el laogai, la obsesión por implantar sus ideas pueden llevar a ese camino. Pero como el marxismo es una religión secular, sus adeptos se niegan a claudicar, su fe en Marx es realmente inquebrantable ya que, como escribió Popper, es el elemento profético del credo marxsita el que predomina en sus mentes. Marx nunca puede estar errado, cualquier consecuencia nefasta que ocurriese en el pasado se debió a circunstancias históricas y a las desviaciones por parte de los jerarcas que estaban en el poder, pero Marx es una figura que está por encima de la historia y del bien y el mal. Como escribió Popper: “…en el marxismo, en particular, el elemento religioso es inconfundible. En la hora de su mayor miseria y degradación, las predicciones de Marx dieron a los trabajadores una fe inconmovible en su misión y en el gran futuro que su movimiento estaba elaborando para la humanidad”[8].
[1] Ibid., 365.
[2] Ibid., 366.
[3] Ibid.
[4] Ibid., 370.
[5] Ibid.
[6] Ibid., 371.
[7] Ibid., 372.
[8] Ibid., 411.