3/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: sobre su filosofía (por Jan Doxrud)
Continuemos ahora con algunos términos relevantes dentro de este sistema filosófico. Para Hegel la realidad en cuanto tal es Espíritu infinito. La vida de este Espíritu y el proceso de acuerdo con el cual se desarrolla el saber filosófico es la dialéctica, que explicaré más adelante en qué consiste. La realidad de acuerdo con Hegel no es sustancia sino que “Sujeto” o “Espíritu”. Taylor señala que si bien el Espíritu o Geist de Hegel es llamado frecuentemente “Dios”, este no consiste en el Dios teísta tradicional. Cabe añadir, siguiendo a Taylor, que Hegel no era un teísta (en el sentido ordinario) ni ateo, sino que, más bien, aceptó “un cristianismo sistemáticamente reinterpretado para ser vehículo de su propia filosofía”[1].
Este consiste en un espíritu que vive como espíritu a través de los hombres, siendo estos últimos los vehículos de la existencia espiritual del espíritu, como conciencia, racionalidad y voluntad. Pero añade Taylor que este Geist no es reductible al ser humano, esto es, no es idéntico al ser humano, ya que constituye la realidad espiritual subyacente del universo en su totalidad, lo que significa que el espíritu tiene propósitos y fines que no pueden atribuirse a los espíritus finitos. “Para el Hegel maduro, el hombre llega a sí mismo, a la postre, cuando se considera como el vehículo de un espíritu más grande”[2].
El Espíritu o geist no puede existir independiente del universo, ya que este Geist no sólo sostiene al universo sino que además se manifiesta en este, de manera que se puede decir que el universo es la encarnación del Geist. Como explica Taylor, existen dos modelos de encarnación: aquella aristotélica de acuerdo a la cual una forma de vida que sólo puede estar en el cuerpo vico. El segundo modelo es la de la la expresión del pensamiento que requiere de un medio, por ejemplo, el lenguaje. Esta es una idea presente en Herder y que Taylor la explica de la siguiente manera:
“…las palabras tienen significado no simplemente porque llegan a ser utilizadas para señalar o referir ciertas cosas en el mundo o en el espíritu sino, más fundamentalmente, porque expresan o encarnan cierto tipo de conciencia de nosotros mismos y de las cosas, peculiar al hombre como usuario de un lenguaje, para lo cual Herder empleó la palabra ‘reflexividad’ (Besonnenheit)”[3].
De acuerdo a Taylor en el Geist ambos modelos coinciden perfectamente, ya que el universo vendría a ser la encarnación de la totalidad de las funciones vitales de Dios (las condiciones de su existencia) y también, añade Taylor, que es a través de una expresión de Dios, de algo planteado por Dios, para expresar lo que es. De acuerdo al filósofo canadiense habrpia una perfecta coincidencia de vida y expresión en Dios.
Este Geist debe comprenderse teleológicamente, es decir, como apuntando hacia un fin determinado que, en este caso, sería la realización de la razón, la libertad y la autoconciencia, o lo que es lo mismo, la autoconciencia racional en la libertad. Sobre este último aspecto escribe Taylor:
“Podemos ver cómo estos tres términos están unidas en una teoría expresivista del sujeto. La autoconciencia racional es una conciencia racional de un yo que ha sido expresada en la vida y, así, hecha determinada. La plenitud de la conciencia de sí mismo se alcanza cuando esta expresión es reconocida como adecuada al ego….la libertad, según la visión expresivista, es la condición en que el yo queda adecuadamente expresado. Por tanto, una plena autoconciencia es imposible sin la libertad. Si a esto añadimos la noción de que la autoconciencia participa de la esencia del sujeto, entonces también es cierta la proposición opuesta: la libertad (es decir, la plena autoexpresión) es imposible sin la autoconciencia. Ahora, Hegel añadirá a esta abse común de la teoría expresivista la tesis de que la esencia de la subjetividad es la autoconciencia racional, que la autoconciencia debe encontrarse en el claro medio del pensamiento conceptual y no en la intuición nborrosa ni en la visión inefable. Por tanto, también la racionalidad es, para Hegel, condición de la expresión integral o libertad, y recíprocamente”[4].
Hegel se distancia de otros dos filósofos alemanes: Fichte y Schelling. Para estos pensadores existe una inconciliable antítesis entre unidad y multiplicidad. En el caso de Fichte, el Yo se pone a sí mismo en cuanto a que es pura actividad que se pone a sí misma y se opone el no-yo. Es decir, existe un límite que debe superar de forma dinámica. Pero en este proceso, el Yo fichteano no llega a cumplir esto, es decir, debido a que el límite se aleja hasta el infinito, la antítesis no puede ser superada.
Esto es para Hegel un “infinito falso” o “infinito malo”. Hegel buscará justamente superar este proceso no resuelto en la filosofía de Fichte. En lo que se refiere a Schelling, Hegel consideró que concebir la realidad como identidad original de Yo y no-yo, de sujeto y objeto, de finito e infinito, era vacía y artificiosa. En Hegel ya no existe el dualismo presente en los dos filósofos mencionados. En palabras de Ludovico Geymonat:
“El sistema hegeliano quiere ser rigurosamente monista; el absoluto es la unidad concreta y, como tal, se revela en las diferencias, conciliándolas sin anularlas; sólo a través de estas diferencias y a través de sus conflictos alcanza su más alta unidad. Se trata, en suma, del uno-todo de Heráclito, cuya unidad brota de la guerra ininterrumpida de los múltiples que lo forman”[5].
Por su parte, Taylor señala que si el Geist como sujeto debe llegar a la autoconciencia racional, entonces este deberá encarnarse en el mundo y pasar a ser parte de este, vale decir, deberá encarnarse en espíritus finitos y, como tal, estará sometido al espacio y el tiempo, de manera que esta conciencia tendrá necesariamente límites. Añade que Hegel tomó de Kant y Fichte la idea de que la conciencia es necesariamente bipolar, es decir, que requiere de la distinción entre sujeto y objeto, ya que es sobre esta bipolaridad que es posible que exista la conceincia, cuando el sujeto es confrontado con un objeto que no él. Por lo tanto cuando Hegel habla de “conciencia” lo hace para referirse a esta domensión bipolar del Geist. En palabras del filósofo candiense:
“Es incoherente el concepto de un espíritu cósmico que estuviese consciente de sí mismo directamente, sin la oposición de un objeto que es la situación de los objetos finitos. La vida de semejante espíritu sería, en el mejor de los casos, de opcao autosentimiento; en ella no habría nada que mereciera el nombre de ‘conciencia’ y mucho menos de ‘conciencia racional’. Sería una apropiada visión panteísta para los entusiasmos románticos de la intuición, más no tendrá nada que ver con el Geist de Hegel”[6].
La idea central es que el Geist se encarna, de manera que la bipolaridad es una idea central dentro dela filosofía hegeliana. Tal bipolaridad, insistamos una vez más, consiste en la encarnación del Geist en espíritus finitos que, por lo demás, deben ser seres vivos capaces de actividad expresiva. Ahora bien, como señala Taylor, también deben existir otros seres vivos que se encuentran en distintas jerarquías dentro de la cadena: “El universo…es al mismo tiempo la encarnación, la realización de las condiciones de existencia, del Geist, y su expresión, una afirmación de lo que es el Geist. A este último respecto, no cabe duda de la superioridad de un mundo en que las diferencias se despliegan al máximo. Es más pleno, más claro como afirmación”[7].
A diferencia de Fichte y Schelling, el Espíritu en la filosofía de Hegel se autogenera, produciendo, a un tiempo, la propia determinación y superándola completamente. Este Espíritu en cuanto movimiento produce contenidos determinados que son negativos. Por su parte, lo infinito es lo positivo y se realiza mediante la negación de la negación propia de todo infinito y es la remoción y superación que siempre se autorrealiza del finito. Lo finito no existe por sí, fuera del infinito y en contra de este. Lo finito es lo abstracto y tiene una existencia abstracta o ideal. Esto es para Hegel la proposición fundamental de toda filosofía. Ahora bien, la afirmación de la indivisibilidad entre lo universal y lo individual, no quiere decir que lo individual no pueda escindirse de lo universal, pero se trata, como ya señalé, de lo individual abstracto, “agarrotado en su singularidad y su negatividad. Apenas se intente captarlo en la realidad de todas sus relaciones, es decir, como verdadera individualidad, se nos aparecerá íntimamente vinculado con lo universal”[8]. Lo individual separado de lo universal constituye lo que Hegel denomina conciencia infeliz, siendo la verdadera conciencia la que supera el estado anterior.
El Espíritu infinito de Hegel es como un círculo, en donde principio y fin coinciden dinámicamente y en donde lo particular es puesto y resuelto de manera dinámica en lo universal. Para Hegel todo lo anterior es aplicable tanto para el Absoluto como para cada momento singular de la realidad, en otras palabras, vale tanto para lo real en su conjunto como en sus partes. Cada momento de lo real es un momento indispensable del Absoluto ya que este se hace y se realiza en cada uno y en todos estos momentos.
Hegel ofrece el ejemplo del capullo que, en el desarrollo de la planta, es una determinación y es, por ende, negación pero tal negación es superada por la floración, que a su vez niega esta determinación y la hace verdadera. La flor representa la positividad del capullo y la flor, a su vez, es superada por el fruto. En este proceso cada momento es esencial, donde uno constituye la negación de otro y lo supera.
[1] Ibid., 85.
[2] Ibid., 32.
[3] Ibid., 43.
[4] Ibid., 56-57.
[5] Ludovico Geymonat, 481
[6] Charles Taylor, op. cit., 59.
[7] Ibid., 61.
[8] Ludovico Geymonat, op. cit., 481.