2/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: sobre su filosofía (por Jan Doxrud)
Como escribió George Holland Sabine, la filosofía de Hegel pretendía ser una reconstrucción del pensamiento moderno y pretendía ofrecer “una amplia concepción de la razón que cubriera e incluyera lo que había sido separado por el análisis de Hume y Kant y el centro de su sistema fue una nueva lógica tendiente a sistematizar un nuevo método intelectual”[1]. Sabine se refiere específicamente a la dialéctica, la cual abordaré posteriormente. Recordemos que para Kant no podíamos decir nada del infinito, en cambio Hegel ya no observa una separación absoluta entre espíritu y las cosas. En palabras del filósofo francés, Jean Wahl, quien fue uno de los que introdujo a Hegel en Francia:
“La infinitud trascendental queda reemplazada por el paso de la infinitud a la finitud, paso que es él mismo infinitud. Las antinomias dejan de ser dificultades y se vuelven una expresión particular del movimiento infinito del espíritu eterno y al mismo tiempo histórico –lo que llama Hegel la Idea”[2].
Hegel pertenece a una escuela filosófica conocida con el nombre de idealismo. El idealismo es una teoría filosófica que reduce todas las cosas a contenidos de la conciencia. Es decir, los objetos que conocemos no son externos al sujeto. El idealismo objetivo es aquel que sostiene que las ideas existen por sí mismas y que sólo podemos aprehenderlas. El idealismo subjetivo, sostiene que las ideas solamente existen en la mente del sujeto y no un mundo externo al sujeto. Hegel pertenece al primer tipo de idealismo.
La filosofía de Hegel es una filosofía dinámica, una filosofía del devenir y del progreso a través de un proceso dialéctico. En eso no se diferencia del romancticismo que es una filosofía de la evolución, del proceso. Otro aspecto que quisiera adelantar es que Hegel desafía el principio de identidad de Aristóteles. De acuerdo con la lógica tradicional todo lo que es, es idéntico a sí mismo. Hegel en cambio señala que nada es idéntico a sí mismo y todo se contradice.
De acuerdo con el filósofo canadiense Charles Taylor, Hegel llevó a cabo una síntesis, una combinación de dos corrientes de pensamiento y sensibilidad que surgieron en su época. Estas corrientes fueron, en primer lugar, el “expresivismo”, que emergió del difuso movimiento conocido como “Sturm und Drang” y, en segundo lugar, la corriente iniciada por Kant y su énfasis en la libertad moral. Ambas corrientes tenían en común la de constituir reacciones, en la Alemania del siglo XVIII, a la variante francesa de la Ilustración. Al respecto escribe Taylor:
“En cierto modo, esto puede considerarse como protesta contra la principal visión ilustrada del hombre: como sujeto y como objeto de un análisis científico objetivador. El enfoque de la objeción iba en contra de una visión del hombre como sujeto de deseos egoístas, al que la naturaleza y la sociedad sólo ofrecían los medios de realización. Era una filosofía utilitaria en su visión ética, atomista en su filosofía social, analítica en su ciencia del hombre, y buscaba una administración social científica para reorganizar el hombre y la sociedad y dar a los hombres la felicidad mediante una adaptación mutua perfecta”[3].
Uno de los máximos representantes del expresivismo (término tomado de Isaiah Berlin) fue Johann Gottfried Herder (1744-1803) quien consideraba al ser humano, a diferencia de la concepción ilustrada, como un objeto expresivo, siendo la vida humana análoga a una obra de arte. De acuerdo con este punto de vista, explica Taylor, la ciencia analítica ilustrada del ser humano no sería más que una autodeformación y mutilación de éste, ya que no era concebido como una unidad viva y expresiva. El expresivismo también se oponía a la visión del individuo como un ente aislado o como un átomo inserto en la sociedad. Para Herder los individuos pertenecen a una cultura y tal cultura es sostenida, alimentada y entregada en una comunidad. En palabras de Taylor:
“Por el contrario, el Volk, como lo describe Herder, es el portador de cierta cultura que sostiene a sus miembros; sólo pueden aislarse ellos mismos al precio de un gran empobrecimiento. Nos encontramos aquí en el punto de partida del nacionalismo moderno, Herder pensó que cada pueblo tenía su propio tema guía peculiar, o manera de expresión, única e irremplazable, que nunca debía ser suprimida y que jamás podría ser simplemente reemplazada por algún intento de imitar las maneras de otros (así como muchos alemanes cultos habían tratado de imitar a los philosophes franceses)”[4].
Taylor también explica que fue Herder quien desarrolló la idea de que dentro de cada cultura cada individuo tenía su propia forma a realizar y que ninguna otra podía sustituirla. De acuerdo con esto último tenemos que Herder no fue solamente el fundador del nacionalismo moderno, sino que también uno de los “principales baluartes contra sus excesos, el individualismo expresivo expresivo moderno”[5].
Otro punto de desencuentro entre el expresivismo y la Ilustración guardaba relación con la relación del hombre con la naturaleza. De acuerdo con el expresivismo, el ser humano es una unidad expresiva que engloba tanto al cuerpo y al espíritu. En cuanto a la naturaleza, esta no debe ser concebida como un espacio dotado de diversos objetos para el deleite y exclusivo uso del ser humano. Escribe Taylor: “Como ser expresivo, el hombre ha de recuperar la comunión con la naturaleza, que había sido rota y mutilada por la actitud analítica y disecadora de la ciencia objetivante”[6].
Taylor señala que Karl Marx también fue, a través de Hegel, un heredero de esta corriente expresivista y de la Ilustración. De esta última es heredero desde el punto de vista de la crítica radical que el movimiento ilustrado emprendió contra las injusticias del mundo y contra todo orden cósmico que justificase el estado de misera en que vivían las personas. También Marx es un heredero de la Ilustración en el sentido de que este movimiento propugnaba que el ser humano podía moldear la naturaleza y, a la larga, la sociedad, de acuerdo a sus propósitos. Del expresionismo Marx tomó la idea de que el individuo tenía su propia forma a realizar, pero que, dada las circunstancias en la que estaba inmerso, se encontraba en una estado de alienación, no pudiendo el ser humano desarrollar todas sus potencialidades.
Las críiticas de Marx iban dirigidas no a la religión como sistema legitimador del orden establecido, sino que a la economía política de la época. El punto es que Marx combinó la crítica radical de la Ilustración y el expresionismo. En sus escritos filosóficos de juventud, Marx nos habla del estado mutilado en el que se encuentra el ser humano, siendo la única manera de escapar de este estado el transformar la naturaleza ya que, al transformar, se produce también una autotransformación. Continúa explicando Taylor:
“(El hombre) Padece de enajenación porque al principio, bajo la sociedad clasista, su trabajo y su producto, la naturaleza transformad…escapa a él y se convierte en una realidad ajena, con una dinámica propia que se le resiste y opone. Así, este concepto de enajenación pertenece intrínsecamente a una estructura expresivista de pensamiento. El trabajo del hombre y su producto, el medio de creación humana, es su expresión, y por tanto su pérdida no sólo es privación, sino autodesgarramiento; y su recuperación no sólo es el camino a la felicidad sino también a la recuperación de la plenitud y la libertad. Y es que la producción del hombre es su ‘autocreación…Marx retoma, a su propia manera, un tema común virtualmente de todos los críticos expresivistas de la civilización moderna, y denuncia una sociedad que hace de la posesión el objetivo humano central, a expensas de la expresión’”[7].
La segunda corriente que Hegel tomó fue aquella representada por Immanuel Kant (1724-1804). La principal crítica de esta postura apuntaba a aquella concepción de acuerdo con la cual el ser humano debía ser concebido y tratado como una pieza más de la naturaleza objetivada, lo que se traducía en que sus motivaciones debían explicarse de manera causal. Esto se oponía a la concepción de un ser humano que era portador de una libertad moral tal como Kant lo expone en la Crítica de la razón práctica” (1788). En palabras de Taylor:
“La moral debe quedar enteramente separada de la motivación de felicidad o placer. Un imperativo moral es categórico; nos ata incondicionalmente…Kant arguye que la ley moral debe ser obligatoria a priori; y esto significa que no puede depender de la naturalea particular de los objetos que deseamos o de los actos que proyectamos, sino que debe ser puramente formal…Al ser determinado por una ley puramente formal, que me obliga simplemente qua racional, declaro mi independencia, por así decirlo, de todas las consideraciones y motivos racionales y de la causalidad natural que las rige”[8].
Kant es claro que la libertad moral en el ser humano se traduce en una perpetua lucha, ya que si bien el ser humano es un ser racional, este también es parte de la naturaleza y, como tal, tiene deseos e inclinaciones. Va a ser entonces Alemania el escenario donde se generarían diversos intentos por unir estas dos corrientes que representaban la libertad radical y la expresión integral. Sería en Alemania, como explica Taylor, donde se intentaría cerrar la brecha entre pensamiento, razón y moralidad, por un lado, y deseo y sensibilidad, por el otro. También habia que cerrar aquella brecha existente entre conciencia y comunión por la naturaleza. Al respecto explica Taylor:
“A la postre, esta meta sólo es alcanzable si concebimos que la naturaleza misma tiene alguna clase de fundamento en el espíritu. Si el más alto aspecto espiritual del hombre, su libertad moral, ha de entrar en una armonía que no sólo sea pasajera y accidental con su ser natural, entonces la naturaleza misma ha de tender a lo espiritual…Y mientras pensemos en la naturaleza como fuerzas ciegas o hechos brutos, entonces nunca podrá fundirse con lo racional y autónomo del hombre. Hemos de escoger entre una capitulación al naturalismo, o contentarnos con un acuerdo ocasional y parcial dentro de nosotros, conquistando por un inalcanzable esfuerzo, y constantemente amenazado por la presencia enorme de la naturaleza no transformada que nos rodea y con la que estamos en intercambio constante e inevitable. Si las aspiraciones a la libertad integral y a la unidad expresiva integral con la naturaleza han de alcanzarse plenamente, si el hombre ha de ser uni con la naturlaeza que hay en sí mismo y en el cosmos, sin dejar por ello de ser plenamente un sujeto autodeterminante, entonces es necesario, primero, que mi básica inclinación natural espontáneamente tienda a la moralidad y la libertad…Si yo he de seguir siendo un ser espiritual, y sin embargo no opuesto a la naturaleza en mi intercambio con ella, entonces este intercambio debe ser una comunión en que yo entre en relación con algún ser o fuerza espiritual”[9].
Como aclara Taylor, esto no debe ser concebido como un mero panteísmo ya que en realidad, personajes como Goethe o Herder, se vieron influenciados por la idea renacentista del ser humano como microcosmos, donde el este último no era solamente una parte del universo sino que también constituía un reflejo de la totalidad. De acuerdo con esto, el ser humano puede conocer la naturaleza por que es de la misma sustancia que esta. El ser humano no podrá llegar a una comunión con la naturaleza mientras conciba a esta como un objeto pasivo existente exclusivamente para el dominio y explotación humana.
Taylor añade que hay que llevar la idea del microcosmos un paso paso más allá y afirmar que la conciencia humana no sólo refleja el ordend e la naturaleza, sino que también la completa o perfecciona. Añade más adelante Taylor lo siguiente:
“…Hegel no fue panteísta. El mundo no es divino para Hegel, ni tampoco alguna parte de él. Antes bien, Dios es el sujeto de la necesidad racional que se manifiesta en el mundo”[10].
De acuerdo con esta aseveración el “Geist” de Hegel no es el “alma del mundo” o el “espíritu cósmico” insondable de los románticos. Sumado a lo anterior, tenemos que Hegel tampoco sería un “emanacionista” como Plotino ya que aquella visión exige que las cosas finitas, para poder surgir, se aparten del “Uno”. Además las cosas finitas no serían esenciales para el Uno, como sí los es este último para las primeras. En cambio, como afirma Taylor, para Hegel la finitud es una condición de la existencia de la vida infinita.
¿Qué fue lo que hizo Hegel con estas corrientes? Taylor señala que, por paradójico que parezca, Hegel realizó una de las ambiciones fundamentales de la generación romántica. Esto resulta ser paradójico debido a que Hegel no es considerado como un romántico sino que, más bien, un crítico de esta corriente. Si bien Hegel se unió a esta empresa de síntesis de los románticos donde se buscaba combinar la mayor autonomía racional con la mayor unidad expresiva, lo cierto es que el pensador alemán siguió un camino diferente al de los románticos.
Lo que separa a Hegel de sus contemporáneos romáticos fue su insistencia en que la síntesis se podía lograr por medio de la razón. Pero sucedía que para los románticos era impensable lograr esto por medio de la razón, ya que justamente era esta última la que dividía, diferenciaba y cosificaba la totalidad por medio del análisis, no así la intuición u otro tipo de captación inmediata. Además, el pensamiento racional representaba una prisión para el ejercicio de una libertad plena, infinita y creadora.
Pero Hegel insistió en que era la razón el sendero a seguir para lograr una síntesis entre el sujeto y la totalidad, y criticó cualquier otra vía que significase un acceso inmediato a la totalidad. Al respecto escribe Taylor: “Alcanzar una unidad con la naturaleza en la intuición pura, de la que no pueda darse una explicación racional, es perderse en la gran corriente de la vida, y ésta no es una síntesis entreautonomía y expresión, sino una capitulaciónn en la que cedemos la autonomía”[11]. Un punto importante destacado por Taylor es el significado que Hegel da a los conceptos de entendimiento y razón.
El entendimiento hay que entenderlo como aquella razón que denunican los románticos: la que divide y distingue. En cambio, la Razón “es un modo superior de pensamiento que, de algún modo, vuelve a poner en marcha todas estas distinciones y nos lleva a la unidad unificadora”[12]. Más adelante añade Taylor:
“Aquí, la solución de Hegel consiste en convenir en que la racionalidad envuelve una clara conciencia de las distinciones: entre sujeto y objeto, entre yo y otro, entre racional y afectivo. Pero saldrá al pao de la objeción romántica insistiendo en que la spintesis última debe incorporar división tanto como unidad”[13].
Otro aspecto importante que se debe tener en consideración es la concepción del “sujeto” en Hegel. El filósofo llevó a cabo una combinación del sujeto concebido como una unidad expresiva (como lo proponía Herder) y el sujeto entendido desde el punto de vista de su autonomía racional (Kant). Como explica Taylor, la teoría del sujeto de Hegel entendida como “autorrealización” fue radicalmente antiindividualista, debido a que la teoría de la expresividad se contrapone al dualismo defendido por los postcartesianos. En palabras de taylor:
“Este dualismo veía al sujeto como centro de la conciencia, percibía al mundo exterior y a sí mismo; tal centro era inmaterial, y por tanto heterogéneo del mundo del cuerpo, incluyendo al propio cuerpo del sujeto. Las funciones ‘espirituales’ del pensamiento, la percepción, el entendimiento, etcétera, se atribuyen a este ser no material. Y este ‘espíritu’ a veces se considera como perfectamente autotransparente, es deicr, capaz de ver con toda claridad sus propios contenidos o ‘ideas’ (ésta parece haber sido la visión de Descartes)”[14].
El problema con este dualismo es que, en primer lugar, deja de lado la vida siguiendo la concepción aristotélica de esta, esto es, de acuerdo con Taylor, como autoorganizadora y automantenedora que puede operar solamente en su encarnación material, de manera que es inseparable de ella. En segundo lugar, esta concepción dualista atribuye todas las funciones de la inteligencia a ese centro inmaterial heterogéneo del cuerpo, lo que se traduce que el mundo material y la materia en sí misma, pueden ser comprendidas en términos meramente mecanicistas.
Tal dualismo se aleja del helimorfismo planteado por Aristóteles en donde, a diferencia de Platón, afirmaba que existían una unión sustancial (no accidental) entre cuerpo y alma. La teoría expresivista de la que se sirve Hegel es más cercana a la teoría hilemórfica que al dualismo ontológico y antropológico de Descartes. En palabras de Taylor:
“Así, la teoría expresivista como matrimonio de hilemorfismo y la nueva visión de la expresión es radicalmente antidualista. Así fue la teoría del sujeto de Hegel. Fue principio básico del pensamiento hegeliano que el sujeto y todas sus funciones, por ‘espirituales’ que fuesen, estaban inevitablemente encarnados; y esto en dos dimensiones interrrelacionadas: como ‘animal racional’, es decir, como ser vivo que piensa; y como ser vivo expresivo, es decir, como ser cuyo pensamieno siempre necesariamenrte se exopresa en un medio”[15].
Se puede agregar que en Hegel, como en Aristóteles y a diferencia de Descartes, no existe una discontinuidad entre los seres vivos. Para Descartes los animales era máquinas complejas que, por no estar dotadas de racionalidad, no tenían capacidad alguna de sentir. En Hegel en cambio, se restaura el sentido de unidad entre los seres vivos. Esto no significa que todos los seres vivos sean iguales ya que en este reino existe una jerarquía. Dentro de esta jerarquía la subjetividad consciente representaría la cúspide, que evoluciona a partir de “protoformas” de conciencia.
Al respecto escribe Taylor:
“Para llegar a la claridad, el hombre ha de abrirse paso, con esfuerzo y lucha, a través de varias etapas de conciencia inferior, más deformada. Comienza como ser primitivo y ha de adquirir, lenta y penosamente, cultura y entendimiento. Y éste no es un infortunio accidental; pues el pensamiento o la razón sólo pueden existir…encarnados en un ser vivo”[16].
Desde esta perspectiva, el ser humano tiene una historia donde este debe alcanzar la racionalidad lo que significa que el ser humano no comienza su historia dotado de esta. Además de esta continuidad entres eres vivos, también existe continuidad al interior de nosotros, es decir, no existe un corte abrupto entre la dimensión espiritual y material en el ser humano.
Otro aspecto relevante del sujeto hegeliano es el ser uno “encarnado” lo que, como señala Taylor, se traduce en que el sujeto racional pensante sólo puede existir encarnado. El sujeto se transforma en una esfera de conflictos internos o de contradicción ya que, por un lado, es idéntico a su encarnación, pero también opuesto a ella. Continúa explicando Taylor que en Hegel el sujeto no queda definido en una sola dimensión, sino que en dos:
“Tiene ciertas contradicciones de existencia, las de su encarnación; pero al mismo tiempo el sujeto se caracteriza, teleológicamente, como tendiente a cierta perfección, la de la razón y libertad, y esto en armonía con Aristóteles y con la teoría expresivista”[17].
Ahora bien, tal oposición constituye un estado fiinal del sujeto, ya que el ser humano aspira a llega a un modo superior de conciencia que Hegel denomina razón. En cambio, el “entendimiento representa aquella visión de las cosas como divididas u opuestas. En palabras de Taylor:
“El hombre no se queda para siempre en la etapa de oposición entre pensamiento y vida, entre razón y naturaleza. Por lo contrario, ambos términos se transforman para llegar a una más alta unidad. La naturaleza bruta la vida del impulso, se integra, se cultiva para que refleje las aspiraciones superiores del hombre, para que sea expresión de la razón. Y, por su parte, la razón deja de identificarse estrechamente con un yo supuestamente superior que lucha por mantener a raya a la naturaleza. Por lo contrario, ve que la naturaleza misma es parte de un plan racional, que debe haber división para preparar y cultivar al hombre para una unión más elevada. El sujeto racional se identifica con esta razón mayor, con el plan racional subyacente en el todo, y como tal ya no se considera opuesto a la naturaleza que, a su vez, se ha transformado para ser una adecuada expresión de la racionalidad”[18].
[1] George H. Sabine, Historia de la teoría política (México: FCE, 2006), 472.
[2] Jean Wahl, Introducción a la filosofía (México: FCE, 2013), 350.
[3] Charles Taylor, Hegel y la sociedad moderna (México: FCE, 2014), 14.
[4] Ibid., 16.
[5] Ibid., 16.
[6] Ibid., 17.
[7] Ibid., 270.
[8] Ibid., 18-19.
[9] Ibid., 27-28.
[10] Ibid., 85.
[11] Ibid., 34-35.
[12] Ibid., 36-37.
[13] Ibid., 37.
[14] Ibid., 41.
[15] Ibid., 45.
[16] Ibid., 49.
[17] Ibid., 50-51.
[18] Ibid., 52.