1/15-Apuntes sobre Immanuel Kant: introducción (por Jan Doxrud)
De acuerdo con el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, “el paso del tiempo revelará toda la potencia e importancia de la doctrina kantiana, cuando algún día el propio espíritu de la época se transforme poco a poco mediante el influjo de esa doctrina y, al cambiar en lo más importante e íntimo, dé vivo testimonio del poder de ese espíritu colosal”[1].
Sin duda estamos ante una figura figura colosal dentro de la historia intelectual de Occidente: Immanuel Kant (1724-1804) ¿Quién fue este gran filósofo que, al parecer, no habría tenido otra vida más que para su propia obra? Al menos tal fue la imagen que difundió la propaganda antikantiana, especialmente por parte de los románticos. Coincido con el escritor romántico Thomas de Quincey cuando dio a entender que toda persona culta debía demostrar algún interés en la historia personal de Immanuel Kant:
“Suponer a un lector absolutamente indiferente a Kant es suponerlo fuera de lo intelectual y, por eso, aunque en realidad no tenga interés en Kant, debe, por una cortesía fingida. Mostrar tenerlo”[2].
El mismo autor señala el por qué los trabajos de Kant no despertaron el interés que merecían y por qué solían ser pasados por alto. En primer lugar de Quincey apuntaba a la lengua en que están escritas sus obras. En segundo lugar, a la oscuridad de la filosofía de Kant y su manera de exponerla. En tercer lugar de Quincey hacía referencia a la impopularidad y rechazo de cualquier filosofía especulativa lo cual se explicaba por la orientación práctica de la mayor parte de las personas.
Por su parte Arthur Schopenhauer, quien a pesar de polemizar con la filosofía kantiana, escribió que las obras de Kant “no precisan de mis endelebles elogios, sino que las mismas elogian eternamente a su maestro y continúan vivas sobre la tierra, aun cuando quizá no en su letra, pero sí en su espíritu”[3].
El filósofo alemán, Peter Sloterdijk, en su libro “Temperamentos filosóficos” escribió que la filosofía kantiana es civil y una razón que explica esto debido a que su filosofía reclama la emancipación del pensamiento filosófico de la tutela practicada por la teología de la religión positiva y revelada. Kant, continúa explicando Sloterdijk, se preocupó por una trascendencia civil, a través de la actuación moral del individuo que hace lo correcto por puro respeto a la ley moral. Para Kant el ser un humano era un espécimen social y no una criatura de Dios como lo sostenía la teología medieval. Al ser un espécimen social es también cosmopolita.
Pero el mundo ciudadano de Kant no es el de la Antigüedad sino que, como señala Sloterdijk, es el resultado de una transferencia de la ordenación de la polis al cosmos de las ideas. El mundo ciudadano surge más bien de la aplicación de la libertad y la autoafirmación a la totalidad de los seres racionales, esto es, de la concepción del género humano según aquella dimensión universal que se vieron obligados a concebir los europeos tras la época de los descubrimientos y colonizaciones.
Kant exige que cada individuo no actúe solamente como un miembro útil para su sociedad, sino que también demuestre su valía como funcionario de la especie racional. Otra razón por la que es importante estudiar a Kant es que fue cofundador de la antropología. Como escribió Sloterdijk, desde Kant, ser antropólogo no significa interpretar al ser humano mediante lo “no humano”, es decir, lo animal, y lo sobrehumano (Dios). La nueva antropología moderna se ha sido posible en la medida en que se ha aclarado que el ser humano es aquel animal hiperbólico que, como ser racional, tiene que ocuparse el mismo de su propia crianza.
A continuación abordaré, resumidamente, algunas las principales obras de Kant y me referiré también a algunas facetas de la vida de este filósofo. En cuanto a las obras, abordaré la Crítica de la Razón Pura, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Crítica de la razón práctica y algunos ensayos de corta extensión pero no de menos relevancia.
II-La Ilustración
Kant vivió en una época de cambios en distintos ámbitos de la vida así como en diversas diciplinas producto del pensamiento ilustrado. Fue el propio Kant quien como espectador y participe de esta época planteó la pregunta acerca de qué es la Ilustración. Por lo tanto comencemos abordando la respuesta que da a esto ya que nos revela el clima intelectual de la época, así como la personalidad de Kant. Por último, Kant nos deja planteada la pregunta sobre si la Ilustración, como proyecto, se ha cumplido o no a cabalidad en el futuro.
En diciembre de 1784 Kant publicó un ensayo titulado “¿Qué es la Ilustración?” Esta era una respuesta a un tema planteado por Johann Friedrich Zöllner (1748-1805) un clérigo, reformador educacional y miembro de un grupo de pensadores ilustrados en Berlín. A su vez Zöllner respondía a otro artículo, donde se sostenía que los sacerdotes y ministros no debían intervenir en la ceremonia del matrimonio ya que contradecía el espíritu de la Ilustración.
Zöllner sostenía que la moralidad pendía de un hilo y que la decadencia de la religión contribuía a acelerar este proceso. Añadía que, en nombre de la Ilustración, no se podían confundir las cabezas y los corazones de las personas. En una nota a pie de página Zöllner escribió una pregunta, ¿Qué es la Ilustración? Este es el punto de partida del ensayo de Kant. A pesar de que Kant no fue el primero y el único en abordar este tema, su respuesta fue la más filosófica, como señala uno de sus biógrafos:
“Kant mantenía que la Ilustración era el destino de la humanidad, mientras que la mayoría de los restantes artículos atendían a cuestiones más prácticas”[4].
Son dos las preguntas que aun son relevantes para nuestro tiempo:
1¿Qué es la Ilustración?
2-¿Vivimos en una época ilustrada?
Comencemos con la primera. Para Kant la ilustración es
“la liberación del hombre de su culpable incapacidad. Esta incapacidad consiste en la imposibilidad de servirse de su propia inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad por parte del ser humano reside en su falta de decisión y valor, de ahí el llamado de Kant: “¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propio intelecto!: he aquí el lema de la ilustración”[5].
En virtud de lo anterior, tenemos que los seres humanos debemos, en algún momento de nuestra existencia, salir de nuestro estado de pasividad y tomar las riendas de nuestras propias vidas, sino ¿quién lo hará por nosotros? Es verdad, tal como escribió Kant, que es más cómodo no estar emancipado que aventurarse a hacerlo y comenzar a pensar por uno mismo. “¡Nada de razones! El oficial dice: ¡no razones, y haz la instrucción! El funcionario de Hacienda: ¡Nada de razonamientos, ¡a pagar! El reverendo: ¡no razones y cree!”[6]. Para alcanzar la ilustración sólo se necesita libertad, para ser más precisos, libertad de hacer uso público de nuestra razón íntegramente así como el uso privado de este mismo.
El uso público de la razón debe estar permitido a todo el mundo y esto es lo único que la ilustración puede traer a los seres humanos. Un ejemplo de este uso público de la razón, como señala Kant, es aquel que, en calidad de maestro, se puede hacer de la propia razón ante el gran público del mundo de lectores. También el doctor que se dirige al público por medio de sus escritos al público. En cuanto al uso privado de la razón consiste en que ese mismo personaje pueda hacer en su calidad de funcionario.
Aquí Kant se refiere a casos en que es necesario cierto automatismo, “por cuya virtud algunos miembros de la comunidad tienen que comportarse pasivamente para, mediante una unanimidad artificial, poder ser dirigidos por el Gobierno hacia los fines públicos o, por lo menos, impedidos de su perturbación”[7]. Ejemplo de este uso privado es el uso que hace de su razón el clérigo ante su feligresía.
Kant fue contemporáneo del gran suceso de finales del siglo XVIII: la Revolución Francesa (1789). A pesar de la relevancia de este proceso histórico y las bondades (y violencia) que trajo consigo, Kant señaló que la revolución sólo puede lograr derrocar un despotismo personal y acabar con la opresión económica, pero nunca consigue una verdadera reforma de la manera de pensar, ya que se instauran nuevos prejuicios en lugar de los antiguos.
Respondamos la segunda pregunta: ¿Vivimos en una época ilustrada? Kant responde negativamente.
“Falta todavía mucho para que, tal como están las cosas y considerados los hombres en conjunto, se hallen en situación, ni tan siquiera en disposición de servirse con seguridad y provecho de su propia razón en materia de religión”[8].
No obstante lo anterior, Kant señala que se ha abierto el campo para trabajar libremente en este empeño y que los obstáculos irán paulatinamente disminuyendo.
En cuanto al contexto histórico, nos encontramos en la Prusia de Federico II el Grande (1712-1786) que, si bien su espíritu ilustrado tenía ciertos límites, se destacó por realizar una serie de obras dignas de destacar. Por ejemplo la construcción de la Ópera de Estatal Berlín que estuvo no tanto al servicio del monarca sino que para el disfrute del público más amplio. También es conocido por su “Antimaquiavelo”, donde refuta la imagen del gobernante expuesta por Maquiavelo. De acuerdo con Federico II el verdadero arte político de los soberanos consiste en superar a sus súbditos en virtudes. No bastaban acciones externas, grandiosas y notorias, sino que se debía promover la felicidad del género humano.
El príncipe debía ser honesto y poderoso a través de sus virtudes. Federico II también se destacó por su austeridad. Mientras los reyes franceses vivían en aquella burbuja que era Versalles, Federico II residía en su palacio denominado Sanssouci, en Potsdam, donde vivía una vida austera y donde recibía a personalidades de la talla de Bach o Voltaire. Federico creo en 1744 la Real Academia de Ciencias y Bellas Letras de Prusia. También construyó una catedral en el centro de la ciudad Berlín, conocida como la Catedral de Santa Euduvigis.
Pero resulta que esta era una infraestructura católica dentro de un territorio de mayoría luterana y construida por un gobernante agnóstico, lo que demuestra la tolerancia religiosa por parte de este gobernante. Por esto y otros motivos Kant escribió que, al menos en su nación, su época era la época de la Ilustración o la Época de Federico. Ahora bien, esta libertad que Federico II otorgaba a su reino era en materia religiosa y no se extendía al ámbito político. Como señala su biógrafo, Manfred Kuehn, Kant reconoce esto, pero piensa que a pesar de todo, “era un indicio significativo de los tiempos que habrían de venir”[9].
Kant vive profundas transformaciones en filosofía, en las ciencias y en política entre otras disciplinas. Sin embargo Europa distaba aun lejos de ser un continente ilustrado aunque estaba inserto en ese proceso. Kant no vive en una época ilustrada sino que en una era de Ilustración, en donde se están dando los primeros pasos para llegar a esa meta final.
[1] Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, vol. 1 (España: FCE, 2003), 519-520.
[2] Thomas de Quincey, Seres imaginarios y reales (Argentina: Losada, 1994), 121.
[3] Arthur Schopenhauer, op. cit., 520
[4] Manfred Kuehn, Kant (España: Acento Editorial, 2003), 408.
[5] Emmanuel Kant, Filosofía de la historia (México: FCE), 28.
[6] Ibid., 28.
[7] Ibid., 29.
[8] Ibid., 34.
[9] Manfred Kuhn, op. cit., 409.