Libro: “Izquierda no es woke”, de Susan Neiman (por Jan Doxrud)

Libro: “Izquierda no es woke”, de Susan Neiman (por Jan Doxrud)

En el presente artículo examinaré algunas de las principales ideas expuestas por la filósofa estadounidense Susan Neiman (n.1955) en su libro titulado “Izquierda no es woke”. La autora estudió filosofía en la Universidad de Harvard en donde también obtuvo su Ph.D bajo la dirección de los filósofos John Rawls y Stanley Cavell. Posteriormente se desempeñó como profesora de filosofía en las universidades de Yale y Tel Aviv. Actualmente es directora del Einstein Forum en Potsdam (Alemania), una fundación del estado federal de Brandeburgo. Una vez examinada estas ideas, realizaré algunos breves comentarios críticos sobre este libro que. Al final del artículo dejaré otros de mis artículos que sirven como complemento al presente artículo.

Ya el título del libro nos revela el tema medular del libro y es que el fenómeno “woke” ha tomado distancia de lo que la autora considera son los verdaderos ideales de la izquierda. Tales ideales hunden sus raíces – aunque no exclusivamente – en el movimiento ilustrado europeo, el cual ha sido abandonado y criticado por los adherentes al fenómeno woke. Así, la filósofa estadounidense también busca reivindicar y defender el legado de la Ilustración y derribar las caricaturas que se han realizado de este. El libro se estructura en 4 capítulos en donde el primero aborda la temática del universalismo (versus el tribalismo); el segundo se centra en los conceptos de justicia y poder; el tercero aborda el tema del progreso y, por último, en el cuarto aborda la pregunta sobre qué es la izquierda.

Entremos en materia. Como señalé, el principal (aunque no único) blanco de la crítica de Neiman es el fenómeno “woke”. Si consúltamos el diccionario Merriam-Webster podemos leer que este concepto significa ser “consciente y atento activamente a hechos y cuestiones sociales importantes (especialmente cuestiones de justicia racial y social)”. Por su parte el Oxford Learner’s Dictionary nos da la siguiente definición: “Consciente de los problemas sociales y políticos, especialmente el racismo”. Como explica Neiman en la introducción, lo woke no es un movimiento en el sentido tradicional y el primer uso registrado de la frase “stay woke” fue por parte del músico de blues Lead Belly en canción titualda “Scottsboro Boys” (1938).

En cuanto a las características de este fenómeno woke, la autora señala que este parte de la preocupación por las personas marginales y las termina reduciendo al prisma de su marginalización, siendo dos las principales identidades a saber: sexo y raza. El problema con lo anterior es que las personas quedan encasilladas en estos compartimentos transformándose en una suerte de camisa de fuerza y que Neiman denomina con el nombre de tribu. Con esto último se quiere dar a entender que la idea de “humanidad” y valores universales quedan reducidos a fragmentos que representan las diversas identidades étnicas o de género.

La autora deja desde un comienzo claro que es políticamente de izquierda y que no tiene problema en que la califiquen de “socialista”. En virtud de lo anterior, Neiman muestra su preocupación por ciertas voces – consideradas de izquierda – que han abandonado las ideas filosóficas propias de esta y que son abordados en los diversos capítulos del libro: tribalismo versus universalismo, la distinción clara entre justicia y poder, y la creencia en la posibilidad del progreso. Estas voces que han cortado lazos con esos principios filosóficos están representadas por la izquierda “woke”, que Neiman califica también de izquierda radical o extrema izquierda.  En palabras de Neiman:

“(…) mi propósito es analizar cuántos de los que actualmente se autoidentifican como de izquierdas han abandonado ideas fundamentales que cualquier persona de izquierdas debería defender”.

Más adelante añade:

“(…) si los que están en la izquierda no son capaces de denunciar el exceso de lo woke, no solo seguirán sintiéndose políticamente desamparados. Su silencio arrojará a aquellos cuya brújula no es tan nítida en brazos de la derecha”

En lo que respecta al concepto de “izquierda” al cual apela la autora, esta señala que pertenecer a esta coordenada ideológica significa apoyar la idea de que la gente es capaz de colaborar para lograr mejoras significativas en las condiciones reales de su vida y la de los demás. Así, para Neiman, a pesar del fracaso de los socialismos reales y el final de la Guerra Fría, “igualmente sigue habiendo una diferencia entre la visión del mundo que imagina la unión en torno a unos anhelos humanos compartidos de libertad y de justicia, y la que supone que el único deseo común es el de tener el último modelo de iPhone”. En otro pasaje del capítulo 4 la autora escribió:

“Este libro ofrece unas ideas filosóficas básicas en torno a las cuales puden unirse todos los demócratas de verdad: el compromiso con la posibilidad de progreso, con la justicia y el universalismo”.

Junto con esto, la autora añade que, así como las Cruzadas y la Inquisición (hacia el final examinaremos críticamente estas y otras aseveraciones de la autora) no socavaron las ideas cristianas, lo mismo sucede con los gulags de Stalin: no socavaron las ideas socialistas.

Pasemos ahora a abordar los capítulos del libro anteriormente mencionados. Comencemos con el concepto de “universalismo” defendido por Neiman en contra del tribalismo propio de lo woke. Con universalismo se refiere al lema de la izquierda consistente en defender la “solidaridad internacional” y que el círculo pudiese abarcar a todo el mundo. Lo contrario a este es el “identitarismo woke” el cual reduce la identidad de las personas: la étnica y la de género. El problema con lo anterior es que se incurre en un reduccionismo en virtud del cual esas serían las dos principales formas de identidad con la consecuencia de que el individuo es absorbido y encasillado dentro de una categoría identitaria. Como afirma Neiman:

“La vida de una persona negra es enormemente distinta según viva en Estados Unidos o en Nigeria (…) Y ser nigeriano solo sirve como descripción de una identidad fuera de ese país; en una tierra cuyos ciudadanos se hallan divididos por una historia diversa y complicada y más de quinientos idiomas, decir que eres nigeriano no significa nada en absoluto”.

Más adelante añade:

“¿Existe una identidad india igual para hindúes, musulmanes, brahmanes e intocables? ¿Puede identificarse alguien como gay sin mencionar si vive en Teherán o en Toledo?”

Así, la autora explica que se ha vuelto a “esencializar” a la persona, es decir, que existiría una esencia o naturaleza invariable e inmutable que define a estas dos identidades anteriormente mencionadas. Lo anterior se traduce en que si usted pertenece a algún colectivo LGTB+ o a una etnia en particular, entonces usted debe adaptarse a una suerte de “molde” que vendría a ser esa “esencia” o “naturaleza inmutable” que define a esa identidad en particular.

Tales identidades son, por lo demás, aquellas que han sido víctimas de una marginalización y distintas formas de violencia, por lo que esta política identitaria – afirma Neiman – comenzaron guiadas por la mejor de las intenciones. El problema, añade la autora, es que lo que antes era un estigma, ahora se ha transformado en un medio para conseguir estatus especialmente en lo que respecta al tema de la victimización y la instrumentalización de la memoria.

Un punto importante de la autora en relación con el tema de la victimización – y que se basa en las ideas del filósofo y académico de la Universidad de Georgetown Olúfémi O. Táíwò – es que las víctimas deben también saber dar “vuelta la página”. En otras palabras, en el caso de los pueblos africanos, estos deben considerar la colonización europea como un “capítulo dentro de su historia” y no como “el centro de su historia”. Optar por la segunda opción sería darle la razón a los colonizadores y los africanos pasarían a ser, en palabras de Táíwò unos “eternos niños cuya voluntad estará siempre a merced de nuestros colonizadores blancos de antaño”

Como señalé, Neiman es una defensora de la Ilustración y una crítica de los enemigos de esta. La autora dedica varias páginas a las ideas del filósofo político alemán Carl Schmitt (1888-1985, referente intelectual de cierta izquierda), partidario hasta el final del nazismo y enemigo total del concepto mismo de humanidad y del movimiento ilustrado. Otro autor que referente de la izquierda woke (aunque quizás algunos no lo hayan leído) es Michel Foucault (1926-1984) que, al igual que Schmitt, se mostraba como un enemigo de la Ilustración y de la idea misma del progreso moral. Neiman aclara que, cuando habla de Ilustración, se refiere al movimiento intelectual que surgió en 1698 con la publicación del Diccionario histórico y crítico de Pierre Bayle, y que llegó a su fin con la muerte de Immanuel Kant en 1804. Ahora bien debemos preguntarnos ahora ¿qué es la Ilustración? Existe una conocida definición dada por uno de sus máximos representantes Immanuel Kant (1724-1804):

Carl Schmitt

“La Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no reside en la carencia de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro. Sapere aude! [¡Atrévete a saber!] ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento!, he aquí el lema de la Ilustración".

La creencia en el progreso, la libertad y la igualdad, son algunos de los ideales defendidos por los protagonistas del movimiento ilustrado. Pero resulta que tal movimiento heterogéneo de autores ha sido blanco de críticas que brotan de su incomprensión y, por ende, de la ignorancia. Tal critica nos dice que las ideas de la Ilustración solo representa los intereses del “hombre blanco”, siendo una visión eurocéntrica y occidental. Pero sucede que lo anterior es una mera caricatura del movimiento ilustrado puesto que no fueron ni optimistas ingenuos que declararon una fe ciega en el progreso ni fueron unos supremacistas blancos y europeos (ni la ideología del colonialismo). Como señala Neiman, fueron estos filósofos ilustrados los que inventaron la crítica al eurocentrismo y realizaron críticas al colonialismo en nombre de ideas universalistas.

Neiman cita, entre otras obras, el “Cándido o el Optimismo” (1759) de Voltaire o las “Cartas persas” (1721) de Montesquieu. El punto es que para estos pensadores el progreso no estaba garantizado y, por otro lado, mostraron interés por el estudio de otras culturas no europeas e incluso criticaron el colonialismo debido al trato dado a las poblaciones locales. Por ejemplo Neiman cita el caso del prestigioso filósofo y académico prusiano Christian Wolff (1679-1754) cuya cátedra y vida se vio en jaque porque afirmó en público que los chinos podían ser perfectamente morales aunque no fuesen cristianos.

Por su parte, la autora cita un pasaje de Kant en donde denunciaba a los comerciantes por los males tratos que daban a los pueblos de tierras no europeas o el caso de Diderot que justificaba que los pueblos indígenas víctimas de la violencia europea mataran a estos últimos como bestias salvajes. Así Diderot se transformaba en un precursor del intelectual martiniqués Frantz Fanon (1925-1961) y la idea de la violencia anticolonialista.

Otras acusaciones contra la Ilustración es que supuestamente promovió el colonialismo pero, como bien señala la autora, el colonialismo ya existía antes de este movimiento y, por lo demás, no es una creación ni europea ni occidental. En palabras de Neiman:

“Las naciones más fuertes han colonizado a otras más débiles desde que existen registros históricos; de hecho, antes de que existieran naciones tal y como hoy las entendemos.  Los griegos y los romanos construyeron imperios, como también los chinos, los asirios, los aztecas, los malienses, los jemeres, los mogoles y otros.”

Ahora bien no hay que caer en el anacronismo y comenzar a condenar el pasado con los ojos del presente. Los pensadores ilustrados fueron hijos de su tiempo con todo el condicionamiento histórico que eso implica. Por ende la autora no señala que estos fueran personas que lograron totalmente ponerse por encima de los condicionamiento de su época, puesto que en otros casos eso no fue así, como fue el caso del sexismo.

En lo que respecta al capítulo dedicado a la justicia y el poder, la autora realiza algunas críticas al ya mencionado Michel Foucault, a dos representantes de la Escuela de Frankfurt – Theodor Adorno (1903-1969) y Max Horkheimer (1895-1973) – y a las ideas defendidas por la psicología evolutiva. Respecto al primero la crítica apunta a que para Foucault todo se reduce a una sola palabra: el poder. El poder lo permea todo como una verdadera red de la cual somos cómplices e incluso inconsciente de su existencia. Desde esta óptica conceptos como los de racionalidad, verdad o justicia no son más que expresiones de quien (es) ejercen el poder (los comunistas dirían que esconden “intereses de clase”). En palabras de Neiman:

“En la Era Moderna, decía Foucault, el poder es oculto y difuso y se expresa a través de una red de estructuras que rara vez llegamos a percibir. No es algo que seamos capaces de localizar y enfrentar, sobre todo porque estamos implicados en las propias redes que nos constriñen”

Michel Foucault

Así, afirma la autora, el poder es ubicuo, se encuentra en todas partes, produce realidad y constituye la fuerza motriz de todo. ¿Y qué tiene que ver esto del poder con la justicia? De acuerdo con Neiman para Foucault la justicia se inventó como un arma contra ciertas formas de poder político y económico. Para el pensador francés la justicia era un mero instrumento de quienes detentan el poder, de manera que no se podía esperar de esta que castigara a las personas por sus faltas y recompensara a otras por sus méritos.  Junto con la justicia, tenemos también que la razón y la Ilustración no liberan sino que construyen otras formas sutiles de ejercer el poder. Así, la filósofa señala que con Foucault se retrocede a un mundo en donde el poder y la fuerza definen lo que es correcto “lo cual equivale a no tener ningún concepto de lo correcto en absoluto”.

En esta misma línea la autora lanza también sus dardos contra la psicología evolutiva y su insistencia en que es el egoísmo y la competencia los motores de la vida humana.  Aquí el altruismo sería una suerte de anomalía o incluso una forma de egoísmo. Volviendo a Foucault, con este autor ni siquiera existe la posibilidad de progreso en el plano moral, puesto que lo que progresa sería, más bien, las nuevas formas en que el poder ejerce el dominio dentro de una sociedad. En cuanto al fenómeno woke, estos – conociendo o no la obra de Foucault o de otros autores – han abandonado el universalismo en favor de la defensa de discursos de poder, señala Neiman y añade: “Sin universalismo no hay argumento contra el racismo, solo un grupo de tribus compitiendo por el poder”.

Ahora pasaré a realizar algunas observaciones críticas sobre el libro. Lo anterior no guarda relación con uno de los puntos centrales del libro que consiste en una crítica del fenómeno woke por parte de una autora de izquierda apelando a los ideales de la Ilustración. Una primera observación es qué quiere dar a entender la autora con eso de “ser de izquierda”. A pesar de dedicar el último capítulo a aquello, no queda claro o al menos personalmente me parece poco preciso su concepción de qué es ser de izquierda. Pareciera ser que para la autora la dimensión política sigue configurándose en dos bandos ideológicos a saber – derecha e izquierda – en donde la segunda monopoliza todos los grandes ideales y valores por los cuales vale la pena luchar.

Por otro lado, la derecha representaría todo lo malo que habría que erradicar. Neiman no plantea el hecho de que en realidad no existe un “izquierda a secas” y no puede decretar que si la izquierda aborda ideales contrarios a los de la Ilustración, entonces no es verdaderamente de izquierda. La autora cita casos como los de Trump u Orban, pero nada dice, por citar un caso, de la dictadura en Cuba (y no puede negarle el carácter de izquierda de la revolución cubana). En resumen, la izquierda no es una y, de acuerdo con esto, incluso el fenómeno woke puede ser una manifestación de una nueva izquierda, distinta a la que defiende la autora.

Por lo demás, si bien (como afirma la autora) las ideas socialistas no quedaron socavadas por el gulag estalinista, sí podemos afirmar rotundamente que quedó pulverizado el socialismo basado en el marxismo, leninismo y el maoísmo. En otras palabras, un socialismo que insista en la abolición de la propiedad privada, en la planificación central de la economía y en la lucha de clases llevará inevitablemente al gula ruso, al Kwan Li So norcoreano o al Laogai chino. Por ende hay que resguardarse de “esencializar” a la izquierda, es decir, creer que existe una sola izquierda rígida e inmutable respecto a la cual cualquier desviación sería una negación de esta.

https://foreignpolicy.com/2020/01/17/socialism-why-its-back-and-what-it-means/

Pero más allá de esto, me parece un mal punto de partida continuar utilizando categorías obsoletas, pero cómodas, como las de derecha e izquierda. Tales concepto varían a lo largo tiempo y, por lo demás,  no son los mismos en los distintos países e incluso no son aplicables en los diversos países. Así por ejemplo, ¿qué sería ser de izquierda en Corea del Norte, Afganistán, Pakistán, Noruega, Chile y Estados Unidos? Otras criticas guardan relación con el uso (muy propio de la izquierda en su conjunto) de otro término confuso y cargado de negatividad: el de neoliberalismo (a veces utilizado como sustituto del denostado capitalismo o como un nuevo complemento de este) . Pero no es aquí el espacio para abordar esto ya que lo he abordado en otros artículos que dejaré hacia el final.

Como señalé, más allá de los desacuerdos que puedan haber con las ideas y ciertas posturas de la autora, el libro “Izquierda no es woke” resulta ser una lectura no solamente útil y necesaria para las personas pertenecientes a las diversas izquierdas, sino que también para aquellos que no abrazan tales ideales y que igualmente pueden identificarse con los planteamientos de los filósofos ilustrados.

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