5-Estructura de mercado: “bienestar del consumidor”
En suma, varias preguntas quedan pendientes. ¿Acaso existe una suerte de estándar o un referente ideal de competencia al que todos los mercados deben ajustarse y en donde entrarían actuar las autoridades políticas para asegurarse de que así sea? ¿Debemos juzgar un mercado como competitivo en base al número y tamaño de las empresas? ¿Acaso debemos evaluar un mercado competitivo en base a los resultados que de este se derivan, es decir, a quién beneficia? (una suerte de evaluación teleológica, es decir, que la competencia tiene un fin en particular que satisfacer). ¿Será que lo único que debe importarnos es si el consumidor está siendo o no beneficiado? ¿Deberían entrar otros criterios en nuestra evaluación aparte del bienestar de consumidor?
¿Es el mercado una caja negra en donde lo único que debe importarnos es el resultado que emerge, por ejemplo, el “bienestar del consumidor”?. Por el contrario, ¿debemos transparentar esta caja para ver el sistema por dentro, es decir, la competencia como un proceso y no solo una situación o resultado de ese proceso? En el ya mencionado paper de Paul J. McNulty, el autor plantea que la resolución de esta aparente contradicción (entre proceso dinámico y situación estática) debe residir en la distinción entre la competencia como estructura de mercado y la competencia como actividad conductual.
El influyente jurista, ex juez de la Corte de Apelaciones y Procurador General estadounidense Robert Bork (1927-2012) defendió la idea (criticada por otros autores) de que el único objetivo de las políticas antitrust debía ser la eficiencia y el bienestar del consumidor . Así, la competencia consiste en la concurrencia entre agentes económicos con el objetivo de apropiarse de una misma clientela y, por consiguiente, aumentar su cuota de mercado.
En su “The Antitrust Paradox” Bork plantea una tema central sobre la legislación Antitrust por medio de 2 preguntas: ¿Cuál es el objetivo de la ley? ¿Cuáles son sus objetivos? Todo lo demás se deriva de la respuesta que se den a las dos preguntas anteriores. Como explica el académico de la Universidad Pompeu Fabra, Jan Eeckhout, en su libro “La paradoja del beneficio” la obra de Bork enfatiza la importancia de proteger el bienestar del consumidor y no garantizar la competencia.
En un paper de Daniel A. Crane (de la Escuela de Derecho de la Universidad de Michigan) titulado “The Tempting of Antitrust: Robert Bork and the Goals of Antitrust Policy” (2014) el autor argumenta que Bork afirmó que el la eficiencia y el bienestar del consumidor iban de la mano y que, por ende, el interés del consumidor estaba en la eficiencia. Añade Crane que, gran parte del argumento de Bork era que los estatutos antimonopolio de EE.UU (del Congreso) estaban destinados a promover la eficiencia. Así, Bork habría deducido que el Congreso tenía la intención de beneficiar a los consumidores.
Por su parte, Jan Eeckhout destaca que lo interesante del argumento de Bork es que, si las empresas son grandes, esto significa que son eficientes, de manera que el regulador no debería intervenir en tales mercados. Si el regulador llegara a fragmentar tal empresa en múltiples pequeñas empresas, entonces se reduciría la eficiencia y aumentarían los precios. Sobre la influencia del pensamiento de Bork comenta Eeckhout: “Como consecuencia de la influencia de Bork, las directrices sobre fusiones se relajaron y el único criterio para permitirlas pasó a ser el bienestar del consumidor, no las consecuencias en los proveedores o en los trabajadores, por ejemplo”.
El libro de Eeckhout plantea una tesis central relacionada con el tema del “capitalismo de las grandes empresas” y es que las nuevas tecnologías favorecen a quienes la adoptan primero y, como consecuencia, pueden hacerse con todo el mercado y hacer uso de tales tecnologías para afianzar su posición y poder en el sector. Así, Eeckhout no se centra únicamente en el bienestar de consumidor sino que también en otras dimensiones como la situación de los trabajadores, salarios, condiciones laborales, desigualdad, etc.
Explica el economista que las empresas tecnológicas se benefician de las economías de escala, vale decir, la inversión inicial para poder desarrollar una app puede ser muy alta, pero posteriormente el coste de producción es bajo. Es de esta manera como se terminan generando lo que él denomina como “monopolios naturales”. En lo que respecta a las redes sociales, aquí sucede algo similar que el teclado QWERTY, es decir, a pesar de existir otro teclado alternativo eficiente como el DVORAK, las personas ya están habituados al anterior. En el caso de las redes sociales, Eeckhout explica que las personas desean estar en aquellas en donde existen más usuarios, independiente de si existen otras alternativas igualmente convenientes. El punto es que si no conoces a nadie no tendrás los incentivos para utilizarla
El autor cita unas palabras de George Orwell en su reseña del libro de Friedrich Hayek “Camino de servidumbre”. De acuerdo con el Orwell, Hayek pintaba una imagen halagüeña de la competencia y añadía la siguiente frase: “el problema de las competiciones es que alguien las gana”. De acuerdo con Eeckhout la verdad estaría más cerca de Orwell, es decir, que “el libre capitalismo conduce necesariamente al monopolio”. Pero esta frase de Orwell es engañosa puesto que el mercado es un proceso y no se puede aseverar tajantemente que hay un ganador perpetuo. Más bien pueden haber ganadores pero nada les asegure que tal posición la mantengan en el tiempo. Sumado a lo anterior, Eeckhout señala que Hayek consideraba que las condiciones para la competencia perfecta se cumplían ampliamente, pero resulta que Hayek rechazaba el concepto mismo de competencia perfecta, de equilibrio, así como también el considerar el mercado como una situación.
Volviendo a Bork, su trabajo fue criticado tanto de un punto de vista ideológico así como también al uso de un concepto en particular. En el plano ideológico Bork se mostró partidario de las fuerzas del mercado, de manera que el libre mercado era el mejor mecanismo para asignar recursos escasos de manera eficiente y, por ende, el mejor mecanismo para aumentar el bienestar del consumidor. Esto implicaba una menor intervención estatal, por lo que sus detractores rechazaron tal visión que dejaba poco margen para la acción gubernamental. En lo que respecta al segundo punto, se critica a Bork por el uso del concepto de “bienestar del consumidor” que, recordemos, debe ser la guía de cualquier política Antitrust y critican el hecho de que Bork interpretara la Ley Sherman como una prescripción que buscaba solo maximizar el bienestar del consumidor (sería una lectura anacrónica o una proyección ideológica de Bork sobre hechos del pasado).
En opinión de Barack Y. Orbach en un paper titulado “The Antitrust Welfare Paradox”, Bork hace un uso impreciso del concepto de bienestar del consumidor homologándolo con otros conceptos como riqueza social y eficiencia. El mismo autor da a entender que no se debe establecer una relación causal mecánica y necesaria entre estos conceptos. Para probar esto, Orbach cita el manual de Mankiw en donde podemos apreciar que los conceptos de competencia, eficiencia, maximización de la riqueza y bienestar del consumidor están relacionados pero no son sinónimos e incluso pueden tener relaciones inversas bajo ciertas condiciones. Ejemplo de esto serían los mercados de sustancias adictivas, los cuales pueden ser muy competitivos y con empresas muy eficiente.
Pero sucede que tales características no nos lleva a concluir que los mercados sirvan a la prosperidad social y al bienestar del consumidor. Pero además de esto, Orbach plantea que la metodología antimonopolio guarda relación con el análisis de equilibrio parcial (no general), lo que se traduce que se ocupa de mercados particulares (y no en su conjunto), de manera que “aísla un sector de la economía de los demás e ignora las posibles interacciones entre sectores”.
Más adelante continúa señalando que la ley antimonopolio es ciega a estas implicaciones de bienestar social. Posteriormente agrega lo siguiente:
“De hecho, las leyes antimonopolio ofrecen un conjunto limitado de herramientas de política que no permiten la maximización del bienestar social, ni siquiera el análisis del bienestar general. La competencia puede promover el bienestar en muchas circunstancias, pero la autoridad antimonopolio no examina el valor del mercado para la sociedad. No evalúa la cuestión de si necesitamos abortos, alcohol, armas de fuego, pistolas, comida chatarra, bolsas de plástico, pornografía y productos de tabaco. En pocas palabras, "bienestar del consumidor" literalmente no significa "bienestar social", y la naturaleza del análisis antimonopolio no se trata del bienestar social”.
Otros autores como Crane realiza una defensa de Bork insistiendo en que que Bork no hizo un uso ambiguo de conceptos puesto que, desde un comienzo los argumentos de Bork a favor de un objetivo de bienestar del consumidor estaban vinculados a su argumento de que las leyes antimonopolio estaban destinadas a promover la eficiencia. A esto añade Crane:
“Los críticos que han asumido que Bork comenzó con el bienestar del consumidor y luego se deslizó hacia la eficiencia sin cambiar las etiquetas tienen la historia al revés. En muchos sentidos, Bork comenzó con la eficiencia y luego se deslizó hacia el bienestar del consumidor. Su regreso a la eficiencia con el fin de excluir las transferencias de riqueza del cálculo antimonopolio fue un regreso a los primeros principios, no una desviación hacia un resultado ideológicamente preferido”
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