2-Pensamiento crítico ¿de qué estamos hablando? (por Jan Doxrud)
Teniendo en cuenta lo anterior, el pensamiento crítico es un conjunto de habilidades y aptitudes que pueden enseñarse por medio de los contenidos, de manera que existe una relación de interdependencia en donde los contenidos sirven como materia prima para poder desarrollar la habilidad de pensar críticamente y así alcanzar a ser un maestro en el arte de pensar. Pero lo anterior requiere también de la expertise o pericia por parte del docente no solo en lo que respecta a sus conocimientos sobre el pensamiento crítico, sino que también sobre los contenidos que enseña.
Pasemos a examinar algunas definiciones. El psicólogo y educador estadounidense John Dewey, si bien no hablaba de “pensamiento crítico” sino que de “pensamiento reflexivo”, nos brinda una explicación precisa de lo que significa el pensamiento crítico. De acuerdo a Dewey, este pensamiento reflexivo consistía en la “consideración activa, persistente y cuidadosa de cualquier creencia o supuesta forma de conocimiento a la luz de los fundamentos que la sustentan y de las conclusiones posteriores a las que tiende”. Ya esta definición hace referencia a una serie de componentes de relevancia propios del pensamiento crítico: el ser perseverante, el poder superar la pereza intelectual y el desarrollo de la capacidad de introspección.
Por su parte, Richard Paul y Linda Elder explican en su “Estándares de competencia para el Pensamiento crítico. Fundación para el pensamiento crítico”, que el pensamiento crítico es el proceso de analizar y evaluar el pensamiento con el propósito de mejorarlo. El objetivo de lo anterior es desarrollar un pensamiento de buena calidad, subordinado a estándares intelectuales. A esto, añaden autores:
“el pensamiento crítico presupone el conocimiento de las estructuras más básicas del pensamiento (los elementos del pensamiento) y los estándares intelectuales más básicos del pensamiento.La clave para desencadenar el lado creativo del pensamiento crítico (la verdadera mejora del pensamiento) está en reestructurar el pensamiento como resultado de analizarlo y evaluarlo de manera efectiva”.
R.H Ennis en su “Critical thinking across the curriculum” define el pensamiento crítico como “un pensamiento reflexivo y razonable que se centra en decidir qué creer o hacer”. Por su parte, Matthew Lipman señala que el pensamiento crítico es un “pensamiento hábil y responsable que conduce al buen juicio porque es sensible al contexto, se basa en criterios y se corrige a sí mismo”. Añade Lipman que el pensamiento crítico consiste en el cultivo de aquella rama de la educación tradicional que enfatiza el cultivo de la sabiduría y su aplicación tanto a la práctica como a la vida.
Carlos Rojas destaca el carácter complejo del pensamiento crítico, puesto que se estructura en múltiples dimensiones (por ejemplo, teórico-formal y sustantiva o de con tenido) que es necesario distinguir y pensar de acuerdo con su finalidad. Lipman también hace referencia a este carácter complejo del pensamiento crítico, cuando afirma que este requiere de una gran variedad de habilidades cognitivas, agrupadas en familias tales como habilidades de razonamiento, habilidades conceptuales, habilidades de formación, habilidades de investigación y habilidades de traducción. Así, junto al pensamiento crítico se debe también tener en consideración el pensamiento creativo (y el metacognitivo)
Por último, la Unidad de Currículum y Evaluación del Ministerio de Educación de Chile (MINEDUC) que explica que, cuando aprendemos a pensar críticamente, adquirimos la habilidad de discriminar entre informaciones, declaraciones o argumentos, evaluando su contenido, pertinencia, validez y verosimilitud. A esto añade:
“El pensamiento crítico permite cuestionar la información, tomar decisiones y emitir juicios, como asimismo reflexionar críticamente acerca de diferentes puntos de vista, tanto de los propios como de los demás, ya sea para defenderlos o contradecirlos sobre la base de evidencias. Contribuye así, además, a la autorreflexión y corrección de errores, y favorece la capacidad de estar abierto a los cambios y de tomar decisiones razonadas. El principal desafío en la enseñanza del pensamiento crítico es la aplicación exitosa de estas habilidades en contextos diferentes de aquellos en que fueron aprendidas”.
Podemos apreciar que el pensamiento crítico no es sinónimo simplemente de “pensar”, puesto que se trata de una forma de pensamiento más técnico y que requiere de estudio, dominio, práctica, perseverancia y expertise. Sumado a esto, el pensamiento crítico incluye un aspecto medular y es que es metacognitivo, vale decir , implica pensar sobre tu propio pensamiento (metapensamiento). El pensamiento metacognitivo hay que entenderlo como un conjunto de disposiciones mentales de autorregulación que nos permiten aprender a monitorear, planificar y evaluar nuestro propio proceso de aprendizaje . Por ejemplo, cuando te equivocas al responder algo o al tomar una decisión, ¿te preguntas por qué razón cometiste tal error? ¿Qué te llevó a tomar tal decisión errada? ¿Eres consciente de cómo opera tu razonamiento cuando vas a tomar una decisión o cuando ya la tomaste? ¿Eres consciente de tus sesgos y como afectan tu manera de pensar?
Lo anterior me recuerda una anécdota que aconteció en mi país (Chile), cuando un célebre futbolista chileno, Carlos Caszely, declaró “No tengo por qué estar de acuerdo con lo que pienso”. Tal frase causó risas o sorpresa, pero si uno la analiza, resulta que Caszely está en lo correcto. El lector quizás alguna vez se habrá arrepentido de una acción que cometió en el pasado lejano o remoto. De ser así efectivamente no se encuentra de acuerdo con ese “otro yo” que era usted hace algunos años y cómo pensaba y actuaba en ese entonces (era más inmaduro, actuó bajos los efectos del alcohol o producto de la ira). Pero no solo eso, también puede estar en desacuerdo con alguna acción que tiene pensado tomar en el futuro. Por ejemplo, puede pensar vengarse de alguien que cometió un acto injusto contra usted, pero a su vez piensa que no debería actuar así puesto que no resuelve las cosas o estaría rebajándose al mismo nivel que la otra persona. En suma, el ser humano tenemos esa capacidad de tomar distancia de nosotros mismos para analizarnos nosotros mismos, ya sea sobre decisiones o acciones realizadas en el pasado o que realizaremos en el futuro.
El punto es que para poder desarrollar el pensamiento crítico se debe estar constantemente monitoreando tu propio pensamiento y estar también dispuesto a reconocer que puedes estar equivocado, de manera que también entra en escena el componente ético, específicamente la humildad intelectual y nuestra disposición a cambiar de opinión (tema que abordaremos más adelante). El filósofo estadounidense, Peter Boghossian, escribió en un artículo en la página web de “Skeptic”:
“El pensamiento crítico comienza con la suposición de que nuestras creencias podrían estar equivocadas y, si lo están, las revisaremos en consecuencia. Esto es lo que significa ser humilde. Contribuir a una cultura donde la humildad es la norma comienza con nosotros. No podemos esperar que las personas se conviertan en pensadores críticos hasta que admitamos que nuestras propias creencias o procesos de razonamiento a veces son incorrectos y que hay algunas preguntas, particularmente en nuestras especialidades, que no sabemos cómo responder”.
Carlos Rojas hace referencia al carácter dialógico del pensamiento, es decir, la “capacidad para examinar el propio pensamiento con relación al de los otros, para asumir otros puntos de vista y para mediar otros pensamientos”. Así, un pensador crítico no es un ser mental e intelectualmente aislado, sino que confronta sus ideas con la realidad y con otras ideas – que pueden ser distintas y contrarias – sostenidas por otras personas, las cuales evaluará a la luz de la evidencia y, de ser necesario, estará dispuesto a cambiar de opinión en caso de estar equivocado.
Como señalan Paul y Elder, el pensamiento crítico debe someter a escrutinio lo que denominan como el “pensamiento egocéntrico” (que se opone al carácter dialógico de este mismo) el cual, por estar tan incrustado en nosotros, no logramos muchas veces identificarlo y corregirlo. Por su parte, Carlos Rojas explica la naturaleza contextual del pensamiento, en el sentido de que este nace en un en un lugar y tiempo determinado, de manera que nuestro pensamiento se encuentra permeado por la cultura, creencias y valores. En palabras del autor:
“El gran filósofo alemán Hegel estableció que la filosofía es la época puesta en el pensamiento, en el concepto. Hay una historicidad del pensamiento que se estructura epocalmente. Las distintas esferas del pensamiento mantienen una unidad viva en cada época. Hay un espíritu del tiempo. Hegel describió las distintas épocas del pensamiento, desde los griegos hasta su propia época mostrando así su radical contextualidad histórica”.
En sí mismo, el hecho de que el pensamiento emerja dentro de un contexto histórico particular, no constituye un problema, pero sí puede llegar a ser un obstáculo para el pensador crítico, ya que las ideas van cambiando con el tiempo y otras se han probado como erróneas (por ejemplo la brujería, la esclavitud, el creacionismo, etc). Es por ello que debemos ser conscientes del contexto y de las fuerzas que han moldeado nuestra manera de pensar para someterlas a un riguroso examen y estar dispuesto a abandonar todo aquellos que demuestre ser infundado y erróneo.
Otro punto importante presente en las definiciones anteriores es el subordinar nuestro pensamiento a estándares intelectuales. Como explican Paul y Elder, estos estándares intelectuales deben usarse cuando uno quiera verificar la calidad del razonamiento sobre un problema, asunto o situación. Añaden que “pensar críticamente” supone dominar estos estándares, por lo que es importante que el docente pueda ayudar a los estudiantes a aprenderlos, por medio de la formulación de preguntas que exploren su capacidad de pensar críticamente. ¿Cuáles son los estándares de Paul y Elder? Aquí los enumeramos:
1-Claridad: ¿Puede explicar o ampliar sobre ese asunto? ¿Puede expresar su punto de otra forma? ¿Me puede dar un ejemplo?
2-Exactitud: ¿Es eso cierto? ¿Cómo se puede verificar? ¿Cómo se puede corroborar que es cierto?
3-Pecisión: ¿Puede ofrecer más detalles? ¿Puede ser más específico?
4-Relevancia: ¿Qué relación tiene con la pregunta? ¿Cómo afecta el asunto?
5-Profundidad: ¿En qué medida la respuesta contesta la pregunta en toda su complejidad? ¿En qué medida considera todos los problemas del asunto? ¿Atiende la respuesta los aspectos más importantes y significativos?
6-Amplitud: ¿Habrá que considerar otra perspectiva? ¿Habrá otra forma de examinar la situación? Desde un punto de vista conservador, ¿qué habría que considerar?
7-Lógica: ¿Tendrá esto lógica? ¿Se despende de lo que se dijo? ¿Por qué?
8-Justicia: ¿Tengo un interés personal en este asunto? ¿Represento los puntos de vista de otros justamente
Solo así, de acuerdo a ambos autores, podremos ir puliendo nuestro pensamiento, pasando de un extremos a otro: de un pensador irreflexivo a un pensador maestro. Estos estándares deben constituirse en una suerte de caja de herramientas no solo para aplicarla a nosotros mismos, sino que también a otras personas para así exigirles que su manera de pensar también esté a la altura de esos estándares que nosotros hemos adoptado. Como explican Paul y Elder, a la hora de, por ejemplo, evaluar un texto o las ideas de otra persona, debemos contar con criterios específicos para poder hacerlo. Por ejemplo, los autores presentan los siguientes criterios para evaluar el razonamiento:
1-Propósito: ¿Cuál es el propósito del que está razonando? ¿Está el propósito implícito o explícito? ¿Se justifica?
2-Pregunta: ¿Se establece la pregunta con claridad? ¿Está libre de prejuicios? ¿Está formulada de forma que recoge la complejidad del asunto al cual alude? ¿Existe correspondencia entre la pregunta y el propósito?
3-Información: ¿Se citan experiencias, evidencia y/o información esencial al asunto en cuestión? ¿Es la información rigurosa? ¿Atiende el autor las complejidades del asunto?
4-Conceptos: ¿Clarifica el autor los conceptos claves? ¿Se usan y aplican los conceptos adecuadamente?
5-Supuestos: ¿Demuestra el autor sensibilidad hacia lo que da por hecho o presupone? (En la medida en que esos supuestos pueden ser cuestionados). ¿Usa el autor supuestos dudosos sin atender la problemática inherente a los mismos?
6-Inferencias: ¿Se explica claramente la línea de razonamiento por la cual se llega a las conclusiones?
7-Punto de vista: ¿Demuestra el autor sensibilidad a otros puntos de vista? ¿Considera y responde las objeciones posibles que puedan ofrecer los otros puntos de vista?
8-Implicaciones: ¿Se demuestra sensibilidad hacia las implicaciones y consecuencias de la postura asumida?
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