1-Pensamiento crítico ¿de qué estamos hablando? (por Jan Doxrud)
En estos artículos abordaremos el tema del pensamiento crítico: en qué consiste (y en que no), sus componentes y la importancia de fomentarlo en las personas desde una temprana edad. Hacia el final me centraré en uno de los puntos medulares que guarda relación con la humildad y honestidad intelectual, y la consecuente capacidad de cambiar de mentalidad cuando nuestras creencias no se encuentran respaldadas por la evidencia. En relación con esto último examinaremos cómo es esto posible y cuáles son los principales obstáculos, siguiendo los escritos de Howard Gardner y Adam Grant. Al final del artículo dejaré otros artículos que he escrito para que el lector pueda leerlo como complemento a este.
No es ninguna novedad el tema de la falta de rigor de las personas a la hora de pensar, puesto que tal pensamiento no ha sido pulido y no se encuentra subordinado a estrictos estándares intelectuales. Lo anterior incluye a personas con estudios universitarios y post-títulos como Magister o Doctorados, puesto que tales títulos académicos no dotan, necesariamente, a quienes los obtuvieron de las herramientas propias del pensamiento crítico. En otras palabras ser “culto” o saber muchas cosas no nos convierte en pensadores críticos. Incluso, hemos sido testigos de los bajos estándares intelectuales en algunas universidades, especialmente en las facultades de humanidades, las cuales dejan mucho que desear tal com lo dejaron en evidencia Alan Sokal, Jean Bricmont, Peter Boghossian y James Lindsay.
Lo que tienen en común estos autores es haber creado papers repletos de falacias y que lograron ser aceptados y publicados por revistas académicas. Como explica el filósofo y epistemólogo Edison Otero, lo anterior se explica por una serie de características que presentan ciertos trabajos académicos (y así también docentes): indiferencia y desdén por los hechos, indiferencia y desdén por la lógica, uso extendido de jerga aparentemente científica, despliegue de generalizaciones arbitrarias y el cultivo de un estilo oscuro de exposición como signo de supuesta profundidad.
Así como personas con estudios formales no necesariamente son pensadores críticos, tenemos que personas sin estudios formales sí son capaces de aplicar el pensamiento crítico. El académico de psicología de la Universidad de Harvard, Steven Pinker, en su libro titulado “Racionalidad” ejemplifica esto con el caso de la tribu de los “san” que habitan en el desierto del Kalahari (y en general los pueblos cazadores-recolectores). Pinker describe el proceso de “caza por persistencia” la cual consiste en rastrear a los animales que huyen a partir de las huellas de sus pezuñas, sus efluvios y otras pistas, persiguiéndolos hasta que estos se desploman por agotamiento o insolación”.
Esta implica el uso del pensamiento crítico, puesto que no se apresuran en confiar en sus primeras impresiones, no aceptan los argumentos de autoridad (por ejemplo el de los más viejos de la tribu), por lo que también escuchan a los más jóvenes y realizan análisis de relaciones causales, logrando distinguir estas de meras correlaciones. Pinker explica que los san adaptan sus hipótesis (y creencias) de acuerdo a las pruebas existentes, son capaces de distinguir entre causalidad y correlación y, por último, son capaces de representar escenarios en su imaginación para ir varios pasos más adelante que los animales que cazan
El pensamiento crítico hay que estudiarlo y ponerlo en práctica, y debe ejercitarse durante toda la vida, por lo que no es algo que se adquiere de una vez y para siempre. De hecho todos nosotros, siendo adultos, hemos dado la espalda al pensamiento crítico emitiendo juicios de manera apresurada ( sin verificar los datos) o producto de reacciones emocionales. Como veremos, el pensamiento crítico requiere no solamente de lógica y racionalidad científica, sino que también de autoconocimiento. Las personas no son conscientes de sus propios condicionamientos culturales y cómo estos pueden llegar a constituir un obstáculo en su manera de pensar como puede ser el caso de los prejuicios y sesgos. Como consecuencia, pasan por alto esos prejuicios y sesgos que terminan por distorsionar su visión sobre un tema o se dejan llevar por falacias argumentativas o por sus emociones a la hora de abordar ciertas temáticas.
Lo anterior no es un mero tema abstracto, puesto que estamos constantemente tomando decisiones de diverso tipo en distintos ámbitos , actuando e interactuando con otras personas en base a lo que pensamos. Lamentablemente la pereza intelectual, la arrogancia y el orgullo son algunos de los principales enemigos del pensamiento crítico y que explican, en parte, el por qué a pesar de haber tanta literatura disponible al respecto, esto no se ha traducido en una mejora de los estándares intelectuales de las personas.
Es por ello que resulta medular que el pensamiento crítico sea explícitamente enseñado en los colegios como una asignatura independiente, pero también trabajarlo en las distintas disciplinas que se imparten como historia, ciencias, matemáticas o arte. El objetivo es que los estudiantes desarrollen este hábito y puedan hacer uso de esta caja de herramientas intelectuales en diversas instancias y contextos en los que desenvuelven. Ya hemos adelantado un primer rasgo del pensamiento crítico y es que constituye un hábito mental y, cuando hablamos de “hábito”, queremos dar a entender lo siguiente:
a) Costumbre o práctica adquirida por frecuencia de repetición de un acto.
b) Destreza que se adquiere por el ejercicio repetido.
c) Su enseñanza no es automática e inconsciente.
Lo importante es que los estudiantes sean capaces de desarrollar estos hábitos y utilizar de una manera consciente este “kit” de herramientas que nos proporciona el pensamiento crítico. Ahora bien, debemos aclarar qué queremos dar a entender cuando hablamos de “pensamiento”. Cuando hablamos de pensamiento estamos refiriéndonos a una capacidad del ser humano (aunque no exclusiva de este), de manera que todos pensamos, es decir, es parte de la naturaleza humana, por lo que todos somos capaces de formar y combinar ideas, elaborar conceptos, analizar y evaluar situaciones. El lenguaje y, específicamente, los conceptos que utilizamos para comunicarnos poseen un significado y designan algo en la realidad, de manera que tenemos que ser claros, precisos y rigurosos a la hora de utilizarlos.
El hecho es que todos pensamos pero, no todos sabemos pensar críticamente – o, más bien, no siempre – puesto que es una destreza que debe aprenderse y utilizarse en diversos contextos. Podemos “pensar” que la pandemia fue fruto de una conspiración de distintos gobiernos para fortalecer el control sobre la población o para reducir drásticamente el número de personas a nivel mundial como parte de un gran plan de control demográfico. Puede que incluso tal teoría nos parezca muy coherente, es decir, tiene unas relaciones causales que hacen sentido, pero el problema es que no podemos simplemente aceptar una conspiración sin haber analizado y evaluado los diversos componentes que forman parte de esta teoría conspirativa. También es importante no conformarse con la validez formal y la coherencia interna, puesto que también importa la validez material o de contenido, y que las idea sean compatibles la realidad. Por ejemplo, puedo señalar que los dragones vuelan y que yo tengo un dragón en mi casa y que, por lo tanto, mi dragón vuela. Desde un punto de vista formal este silogismo es válido, pero no así desde un punto de vista material, puesto que no existen los dragones.
En suma, si bien las conspiraciones han existido, sucede que esta clase de pensamiento conspiracionista (por ejemplo QAnon) no se encuentra respaldado por evidencias, pero genera una fuerte atracción, ya que las personas buscan dar orden al caos (llegando a simplificar e incurrir en reduccionismos extremos), buscan patrones (incluso ahí donde no los hay) y sienten fascinación por las buenas historias. Lo que nos permite el pensamiento crítico es filtrar el exceso de información existente, analizar y evaluar relaciones causales, aceptar que el mundo es complejo y sistémico, identificar y resguardarnos de las falacias y de razonamientos engañosos o erróneos, pero que son convincentes o persuasivos (como las teorías conspirativas). El pensamiento crítico también nos capacita para poder debatir y argumentar en base a evidencias y, por último, nos exige disciplinar nuestro pensamiento subordinándolo a estrictos estándares intelectuales.
En virtud de lo anteriormente señalado – y siguiendo al catedrático de filosofía Carlos Rojas Osorio y su artículo “¿Qué es pensamiento crítico? Sus dimensiones y fundamentos filosóficos -históricos” – tenemos que el pensamiento tiene una estructura formal – examinada por la lógica – y también un contenido (dimensión sustantiva). Lo anterior significa que la validez es independiente de la verdad de las proposiciones, pero esto no significa que la dimensión sustantiva no importe. Como escribió Rojas:
“(¨…) un pensamiento completo, en sus dimensiones lógica y sustantiva, requiere también que las proposiciones que afirmamos sean verdaderas. Si hacemos un argumento, aunque sea formalmente válido, pero con afirmaciones falsas, nuestro oponente puede fácilmente responder atacando precisamente la falsedad de o que hemos afirmado. No basta, pues, la sintaxis o mera relación formal entre los signos del pensamiento; hace falta también que la semántica sea adecuada”.
Así, y como bien señala el autor, un análisis completo del pensamiento racional no puede limitarse a su estructura formal o lógica, por lo que se hace necesario evaluar a su vez la verdad o falsedad de las proposiciones.
Pasemos ahora a la siguiente pregunta: ¿cómo podemos definir el Pensamiento Crítico? En primer lugar aclaremos que “no es” el pensamiento crítico y luego examinemos algunas definiciones. La palabra “crítico(a)” suele tener un significado poco claro y preciso, en el sentido de que algunos lo vinculan con algo negativo, es decir, que la crítica apunta a una apreciación negativa de, por ejemplo, algún tema o las ideas de otra persona. Pero un pensador crítico no es lo mismo que un “criticón”, por lo que la palabra crítico de “pensamiento crítico” no tiene ninguna connotación negativa. Un pensador crítico puede también puede realizar una crítica positiva de una obra de teatro o de una canción en base a argumentos sólidos.
Desde un punto de vista etimológico la palabra “crítico” hace referencia a juzgar y a separar lo bueno de lo malo, y tal proceso requiere de una base que son los criterios. Y, justamente otro concepto clave dentro de la temática del pensamiento crítico es el de “criterio”, vale decir, un principio o estándar por medio del cual algo puede ser juzgado y, precisamente, el pensamiento crítico implica hacer juicios.
Querámoslo o no, estamos constantemente haciendo juicios (que no es sinónimo de valorar algo negativamente) en base a criterios, ya sea a la hora de escoger un libro (extensión, temática, género, etc), sobre el destino de un viaje (distancia, barato, geografía, clima, etc), a la hora de buscar trabajo (cercanía, número de horas de trabajo, cuantía de la paga, etc) o encontrar pareja (estatura, personalidad, peso, etc). Como señaló el filósofo Matthew Lipman (1923-2010) en su “Critical thinking: What can it be?”, los resultados del pensamiento crítico son juicios y la naturaleza del juicio es tal que el pensamiento crítico puede definirse como un pensamiento hábil y responsable que facilita el buen juicio puesto que se basa en criterios, es autocorregible y es sensible al contexto.
También cabe aclarar que el pensamiento crítico trasciende a la academia, por lo que no debe ser reducido o limitado solo al ámbito de las disciplinas impartidas en la universidad o escuelas. El pensamiento crítico no es cosa de filósofos o de lógicos, sino que está destinado para cualquier persona que tiene que tomar decisiones, ya sea para contratar personal, a la hora de escoger activos financieros en los cuales invertir, a la hora de decidir qué metodologías utilizar para enseñar, que estrategia utilizar en una guerra o cómo el entrenador diseñará su estrategia para ganar al equipo contrario.
Todos estos contextos disciplinares nos enseñan a pensar críticamente y, a su vez, son escenarios en donde lo ponemos en práctica. Como señala Shari Tishman – profesora de la Graduate School of Education de la Universidad de Harvard – el arte también es una manera de aprender a pensar críticamente, puesto que las obras pueden llegar a ser vívidas y complejas como el mundo real. La autora explica que las obras de arte poseen cualidades como la de ser complejas, poseen múltiples capas lo cual nos permite analizar múltiples dimensiones y realizar variadas interpretaciones y perspectivas.
Lo anterior ni siquiera es necesario que se realice en una clase de arte, puesto que un profesor de historia puede hacerlo a la hora de analizar las corrientes artísticas durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y el período de entreguerras (1919-1939). Usted puede pedir analizar un cuadro de Dalí que podrá resultar complejo de descodificar, pero que con el tiempo puede aprender a hacerlo una vez aprende por qué el artista dibuja hormigas o relojes derritiéndose. Puede preguntar por qué el artista simplemente no optó por dibujar un cuadro más realista en lugar de utilizar figuras que no existen en el mundo real. Así, el profesor puede seguir su clase sacando provecho a un cuadro y puede llegar a analizar incluso a Sigmund Freud y su influencia por medio del psicoanálisis en el surrealismo.
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