31) La reacción internacional ante la Guerra Civil en España (por Jan Doxrud)
Tenemos entonces que Viñas rechaza aquella narrativa, popularizada por el historiador y ex militante comunista estadounidense, Ronald Radosh (n. 1937), que decía que Stalin quería simplemente incorporar a España dentro de la órbita soviética. Por lo demás, tal idea ya había sido expuesta por el ex militar, espía y desertor ruso Válter Krivitski (1899 - 1941). De acuerdo a Viñas el único descubrimiento de Radosh consistió la carta que el presidente José Giral envió al embajador soviético planteando la posibilidad de recibir material bélico. Así, Radosh, influenciado y proyectando al pasado las categorías de la Guerra Fría habría interpretado tal telegrama como una muestra de las proclividades republicanas hacia la URSS.
Pero Viñas destaca que los historiadores habían ignorado el “primer signo de interés activo de la dirección soviética” hacia lo que ocurría en territorio español. Sucede que el 22 de julio, 3 días antes de que Girla enviara el telegrama mencionado, el Politburó ya había tomado la decisión de ayudar a la República con suministros de combustible, a un precio reducido y en cantidades necesarias. Este hecho tiene para el autor, en primer lugar, una trascendencia histórica, puesto que se produjo 5 días después del “golpe militar”.
En segundo lugar tuvo una trascendencia política puesto que la decisiones e tomó al más alto nivel, en la instancia suprema: el Politburó. Viñas añade la trascendencia internacional, puesto que la República había recibido el 23 de julio una negativa ante la petición de aprovisionamiento en combustible de la flota en la colonia de Gibraltar o en Tánger. Frente a esto último, el historiador español concluye que los rusos debieron haberse enterado de alguna manera de aquella petición española. Lo más importante es la velocidad de reacción de los soviéticos, algo que Viñas califica como “sorprendente en la política exterior del Kremlin en aquella época”. A esto añade el mismo autor:
“El Politburó decidió, prácticamente en tiempo real, echar una mano a la República en el sensible tema de los suministros de petróleo, entonces una necesidad urgente e imperiosa. En la medida en que los soviéticos informaran al Gobierno republicano o, más verosímilmente, a la embajada española en París de tal decisión, la petición de Giral cobraría un color muy distinto: cabría argumentar, en efecto, que el presidente del Consejo habría reaccionado a una primera muestra de interés por parte soviética”.
Ahora bien, otro tema era suministrar armas y esto fue objeto de discusión, inicialmente en la Comintern, para luego pasar a las altas esferas en Moscú (la Sovnarkom presidida por Molotov) en los primeros días de agosto. La urgencia y preocupación era mayor cuando se sabía que el fascismo italiano y el nazismo alemán no estaban respetando la “No Intervención”, mientras que Inglaterra y Francia no intervendrían. En agosto de 1936 llegaría el primer embajador soviético, Marcel Rosenberg (1896-1938) quien, al igual que su sucesor, Leon Gaikis (1898-1937) serían víctimas del terror bajo Stalin.
Otros hechos o “movimientos” importantes destacados por Viñas fue la autorización por parte del Politburó (17 de agosto de 1936) de una visita de un grupo de 50 españoles para que conocieran las instalaciones y unidades soviéticas. Un segundo movimiento fue la autorización para el envío a España de expertos militares para asesorar al PCE. Por último, tenemos el tercer movimiento – el más significativo – que apuntó a ayudar a la República con material bélico. Pero esto causó debate debido a las consecuencias diplomáticas que esto podría traer. Se manejó así la posibilidad de efectuar los suministros por medio de México, es decir, venderle a este país para que este, a su vez, lo revendiera a la República.
Otro hecho importante fue la idea de crear un cuerpo de voluntarios destinados a ayudar a combatir a la República, lo que sería el germen de las Brigadas Internacionales (a partir de las reuniones del presididium y el comité ejecutivo entre el 16 y 19 de septiembre). En cuanto a la mencionada ayuda militar, finalmente la URSS, frente al deterioro de la posición republicana y la ayuda que Franco recibía de Alemania e Italia, decidió finalmente comenzar a suministra directamente material bélico. La estrategia mexicana no era viable ya que despertaría sospecha que México vendiese toda esa tecnología militar a la República. En palabras de Viñas:
“Que un país como México, desprovisto de aviación moderna, pudiera vender a la República 50 bombarderos de alta velocidad y que no figuraban en su flota aérea era totalmente risible. Dicha transacción nunca hubiese podido permanecer oculta”.
Finalmente habría sido el 26 de septiembre cuando Stalin llamó desde Sochi a al Comisario del Pueblo de Defensa, Kliment Voroshílov (1881-1969) para sugerirle que considerase la posibilidad de vender entre 80 y 100 tanques T-26, así como bombarderos SB equipados con ametralladoras de procedencia extranjera, a los republicanos. La venta ser realizaría a través de México pero, esta vez México era el nombre clave para otro país: España.
A esto añade Viñas:
“El mismo 27 de septiembre el Comisariado para la Defensa confirmó a Stalin que se encontraban listos para su envío un centenar de tanques (de ellos la mitad de forma inmediata), 387 especialistas, 30 aviones sin ametralladoras y tripulaciones completas para 15 aviones, además de la munición correspondiente”.
De acuerdo a esto, Viñas señala que el deslizamiento de Stalin hacia España se dio de manera gradual y de manera reactiva ante cómo se iban desenvolviendo los sucesos. En virtud de lo anterior la ayuda fascista y nazi, así como también la caída de Toledo, influyeron en que Stalin decidiera intervenir. Como se afirmó en otros artículos, lo que Stalin deseaba no era una revolución en España, todo lo contrario, lo que quería es que los comunistas se cuadraran con la República y abandonaran cualquier tentación de iniciar un proceso revolucionario. Viñas cita la carta Stalin, Molotov y Voroshílov (21 de diciembre de 1936) en donde llamaron la atención a Largo Caballero sobre la conveniencia de “impedir que los enemigos de España vean en ella una república comunista y prevenir así su intervención declarada, que constituye el peligro más grave para la España republicana”.Al respecto comenta Viñas:
“Si se asentaba en España un régimen sovietizante, el Reino Unido, Francia y Estados Unidos adoptarían una postura no neutra sino contraria. De ahí la insistencia en el fortalecimiento de un régimen parlamentario y democrático burgués que abriera en España mayores posibilidades de victoria”.
Otro punto interesante advertido por Viñas guarda relación con las divisiones internas dentro del comunismo. Recordemos que Stalin ya había roto con Trotsky e iniciaría su programa de limpieza de elementos indeseables al interior del propio partido (la purgas). Fue en esta época que figuras emblemáticas de la dictadura caerían víctimas de esta misma: Grigori Zinóniev (1883-1936), Lev Kámenev (1883-1936).
Pero el gran enemigo de Stalin era Trotsky y sus seguidores, quienes se habían opuesto a la estrategia de los frentes populares, de manera que lo que había sucedido en España era algo que estos habían ya previsto. Por ende, el comunismo soviético debía probar que la tesis trotskistas estaban equivocadas. En esta lucha de credos religiosos – entre la ortodoxia y la heterodoxia – los pro soviéticos llegaron a señalar que la lucha contra el trotskismo era parte integral de la lucha antifascista, lo que hacía de estos unos “contrarevolucionarios”. El hecho es que finalmente se llevó a cabo la “Operación X” en donde los soviéticos comenzarían a enviar las “igreki” (i-griegas) que eran los transportes individuales enviados en dirección a España.
Otro autor que cabe mencionar, a propósito de la ayuda de la Italia fascista, es John F. Coverdale y su libro titulado “La intervención fascista en la Guerra Civil Española” (1975). En prime lugar el autor aclara que, si bien podrían haber algunos elementos en común entre Franco y Mussolini, la verdad es que ambos no podían ser homologados. En lo que respecta las causas de la intervención italiana Coverdale se centra justamente en las motivaciones de la política exterior de Mussolini. En virtud de los estudios realizados por el autor y la investigación de centenares de archivos del “Archivio Centrale dello Stato”, el autor afirmaba lo siguiente:
“Estoy convencido, como digo más arriba, de que la aversión fascista a una victoria republicana y la determinación de ayudar a Franco hasta la victoria definitiva se veían en parte impulsadas por la relación que percibían los fascistas entre el destino de España y el prestigio interno de su propio régimen”.
Como señala el autor, ya en el pasado, durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, Mussolini ya había prestado su atención a la nación española. Ahora bien, Coverdale considera Que la mayor parte de los historiadores que se han ocupado de este tema han exagerado la importancia del acercamiento entre Roma y Madrid durante la dictadura de Primo de Rivera. Entre ambos regímenes solo existían algunas afinidades. Más interesante es el año 1931 cuando se proclama la II República. Como explica Coverdale, esta tuvo que enfrentarse, desde un primer momento, a la hostilidad del fascismo italiano.
Las razones de esto eran bastante evidentes y Coverdale las sintetiza en 4 puntos. En primer lugar el fascismo italiano consideraba la democracia liberal como un régimen obsoleto,una verdadera reliquia del siglo XIX. En segundo lugar muchos de los dirigentes de la II República eran autodeclarados antifascistas. En tercer lugar, existía el temor italiano de que tal régimen parlamentario pudiese llevar el comunismo a España. En cuarto lugar había otro temor y era que España cayera más dentro de la órbita francés en perjuicio de Italia. En 1932 Italia se mostró favorable a ayudar a Sanjurjo en su levantamiento, pero la mala preparación y la rápida sofocación del levantamiento hizo que la ayuda italiana ni siquiera alcanzara a llega a manos de los sublevados. Pasando a 1936, Coverdale explica que la ayuda fascista no se realizó de manera inmediata debido a la falta de claridad sobre lo que acontecía en el país.
Añade que las primeras peticiones concretas de ayuda llegaron por parte del general Franco, jefe del Ejército de África. Además de la necesidad de material bélico, a Franco le urgía contar con aviones para realizar un puente aéreo que trasladase sus tropas desde el norte de África hacia España. Sucedía que el traslado marítimo era lento y estaba expuesto a la superioridad naval del bando republicano. Importante fueron las negociaciones realizadas por el periodista monárquico Luis Bolín, el yerno de Mussolini, el conde Galeazzo Ciano (1903-1944) quien se desempeñaba como Ministro de Asuntos Exteriores (más adelante sería fusilado por traición, por orden de su suegro)
Pero, como señala Coverdale, a solicitud de ayuda que por fin provocó la intervención de Italia en la Guerra Civil procedió del principal organizador de la insurrección, es decir, del general Emilio Mola. El conde Ciano también se reunió con el derechista Antonio Goicoechea (1876-1956) en donde se habló sobre la situación en España, así como también lanecesidad de ayuda al bando nacional. Sobre este hecho comenta Coverdale:
“Basándose en las seguridades de Goicoechea, y en la información que se había recIbido en las cuarenta y ocho horas anteriores sobre la situación en España y la ayuda francesa a la República, Ciano prometió que a principios de agosto Italia enviaría 12 bombarderos «Savoia S 18» al Marruecos español”.