30/39- La reacción internacional ante la Guerra Civil en España (por Jan Doxrud)

30) La reacción internacional ante la Guerra Civil en España (por Jan Doxrud)

Hitler además era consciente del anticomunismo en líderes políticos británicos y franceses, y que tanto el nazismo y el fascismo podían resultar útiles como diques que evitaran la propagación de esta ideología. De acuerdo a esto, la interpretación que nos señala que la intervención de Hitler fue producto de intereses económicos quedan descartadas. La razón de esto, explica Preston, es que los recursos minerales de España no eran relevantes para alimentar la política de rearme alemán. De acuerdo al autor el mineral de hierro español representaba solamente el 6,6% del consumo alemán en 1935. Por ende, Preston sintetiza como sigue la postura alemana frente al conflicto español:

Las razones de la posición alemana en la Guerra Civil española fueron más bien un reflejo simétrico de las de la Unión Soviética. Hitler deseaba evitar la creación de una España soviética, pero todavía no estaba dispuesto a provocar un conflicto europeo por culpa de una implicación excesiva en los asuntos españoles. Del mismo modo que Stalin deseaba una victoria republicana sin ningún exceso revolucionario, Hitler apoyaba una victoria de las fuerzas rebeldes, pero sin alarmar a las potencias occidentales”.

A esto, Preston añade que Hitler utilizó el conflicto español como una suerte de preparación para la guerra europea que inevitablemente estallaría. Para ello, el autor cita las palabras de Herman Goering en los juicios de Nuremberg, en donde le señalaba a Hitler que el conflicto serviría, entre otras cosas, para probar la Luftwaffe en diferentes aspectos técnicos y para que el persona adquiriera alguna experiencia. Por último tenemos a Italia que mostró una precaución efímera al estallar la guerra civil en España. Los motivos de su intervención obedecían a varios motivos, desde su propia convicción ideológica que sacralizaba la violencia y forjaba, “el espíritu del nuevo hombre fascista”, hasta otros de carácter económicos y estratégicos como asegurar su posición en el Mediterráneo. Por ejemplo, Preston afirma que una posible victoria del bando nacional podría traducirse en la expulsión de los británcios de Gibraltar permitiendo a Italia establecer bases militares en las islas Baleares.

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Fue el 9 de septiembre de 1936 cuando se creó formalmente el “Comité de No Intervención” con sede en Londres que, como señala Preston, fue poco más que una ficción, ya que ni Alemania, ni Italia ni la URSS lo respetaron. El autor recuerda las palabras de Nehru, Presidente del Consejo Nacional Indio, tildó la “no intervención” como la “farsa suprema de nuestra época”. Como anticolonialista, Nehru se posicionaba en contra del bando sublevado, es decir, la “no intervención” terminó por perjudicar a la República. Incluso Nehru visitó España junto a su hija Indira, específicamente Barcelona, fotografiándose, entre otras personalidades, con Luis Companys.

Otro tema que aborda Preston es el de las “Brigadas Internacionales”, cuyo reclutamiento y organización quedaron en manos de la III Internacional Comunista. Los voluntarios venía de los más variados continentes aunque mayoritariamente provenían del mismo continente europeo vía Paris. En España fue el brutal André Marty el “Carnicero de Albacete” quien se ocupó de organizar las brigadas e imponer la disciplina por cualquier medio. Preston defiende a los brigadistas, es decir, afirma que a pesar de las divisiones y pugnas que se generaron en las izquierdas, tales acontecimientos  “no disminuyen ni un ápice el idealismo y el heroísmo de quienes sacrificaron su comodidad, su seguridad, y en muchos casos su vida, en la lucha contra el fascismo”. 

Así, para Preston, los brigadistas no eran marionetas de Moscú y, el hecho de que estuvieran organizadas por los comunistas, no debe hacernos perder de vista la “realidad”: iban a España a luchar contra el hitlerismo. Ahora bien, Preston agrega que no hay que exagerar el papel de las Brigadas Internacionales en la defensa de Madrid aunque sí fueron una “inyección moral” para quienes defendían la ciudad.

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Otra ayuda fue la disponibilidad de oro  por parte del gobierno el cual fue utilizado para pagar la ayuda soviética. Como relata Preston, fue durante el gobierno de Largo Caballero que se decidió trasladar las reservas de oro del Banco de España a Cartagena y, desde allí, depositarlo en Moscú como garantía para futuras compras. De acuerdo a Preston el traslado a Cartagena obedeció al temor de que el oro cayera en manos nacionales y la decisión de enviarlo a Moscú, respondió (también) a un posible desembarco nacional que terminara por hacerse con las reservas de oro. De acuerdo al relato de Preston, la República no habría tenido otra alternativa dado que Franco tenía a su disposición ayuda continua por parte de Alemania e Italia. 

En cuanto al tema del oro, Preston reconoce que “en cierto modo” España fue estafada por la URSS, aunque matiza esto apelando a los estudios de Ángel Viñas y Gerald Howson. Por otra parte, el bando nacional se financió de distintas manera, por ejemplo, por medio de la financiación de millonarios como Juan March , Francesc Cambó y Ángel Pérez, así como también por medio de la Compañía Hispano-Marroquí de Transportes (HISMA). Era esta última la que estaba a cargo del comercio entre España y Alemania por medio de la permuta de bienes. No obstante lo anterior, el mecanismo básico de financiación de Franco, añade el mismo autor, fue el crédito.

Ramón Tamames, que en este tema toma una postura similar a la de Preston, explica que la HISMA constituyó  el núcleo para las extensas e intensas actividades económicas alemanas en la España nacionalista. Añade que, para efectuar las   compras en Alemania, HISMA estableció lazos directos  con la ROWAK (Rohstoff und Waren Einkaufgesellschaft), una sociedad del III Reich para la compra de «materias primas y mercancías», conforme a su título. Añade que el diseñador y fabricante de aviones, Willy Messerschmidt (1898-1978) viajó a España en los primeros meses de agosto de 1936 para entrevistarse con Franco en Sevilla para concretar acuerdos. En lo que respecta al aporte alemán, Tamames afirma que cada cinco días salían un barco de Hamburgo cargado con suministros bélicos para los nacionalistas (se habrían  contabilizado al menos 170 viajes). 

Junto a lo anterior, el autor trae a la palestra la “Legión Cóndor” alemana que llegó en el mes de noviembre a España bajo el mando de Hugo Sperrle (1885-1953). La Legión Cóndor contaba con 2 grupos de 4 escuadrillas de cazas Messerschmidtt, 3 grupos de 2 escuadrillas de cazas Heinkel 51, 1 grupo 3 escuadrillas de reconocimiento Heinkel III y Junkers 52 y 4 grupos de 3 escuadrillas de bombardeos Heinkel III y Junkers 52. Tamames también hace referencia a la ayuda de Marruecos, el contingente que componía la “Legión Extranjera” (en donde cerca de la mitad eran españoles), las tropas moras y la ayuda de Portugal bajo el mando de António Oliveira Salazar. De acuerdo al autor, la cifra de voluntario portugueses en la guerra habría sido no menor de 20 mil hombres.

Tamames no se refiere en buenos términos a la “No Intervención” y a la postura adoptada por los británicos y franceses. De acuerdo al economista español, el acuerdo de no intervenir pactado en Londres no fue un pacto colectivo, sino que una serie de “declaraciones unilaterales coincidentes, cuyo texto base propusieron los franceses”. Sobre esta política adoptada comenta el autor:

“Se puede decir que, para muchos, la suerte de la República se decidió en Londres, en un ambiente entre cínicos (alemanes e italianos), melifluos (británicos) y vergonzantes (franceses)”. 

Hugo Sperrle

Hugo Sperrle

Enrique Moradiellos, en el capítulo 9 de su libro “1936. Los mitos de la Guerra Civil” aborda la internacionalización del conflicto. El título del capítulo se basa en en un artículo editorial el “The Times” en donde se afirmaba que la guerra civil constituía un espejo deformante en el que Europa contemplaba una imagen exagerada de sus propias divisiones. Dentro de este contexto, y como ya se ha señalado, Inglaterra y Francia mantuvieron una postura tal que no alterara la situación en Europa, lo cual significó, como afirma Moradiellos, que aceptaran de manera parcial el empuje nazi-fascista. Pero sumado a esto existían otras razones detrás de esta decisión de adoptar el apaciguamiento y la neutralidad: la conciencia de su vulnerabilidad militar, su debilidad económica y el hondo pacifismo de sus respectivas opiniones públicas. 

La Rusia de Stalin también sintió el peligro y la vulnerabilidad en la cual se encontraba tras la llegada de Hitler a la cancillería en 1933, y la formación de un bloque anticomunista integrado por Berlin, Tokio y Roma (por lo demás, las democracias occidentales también eran hostiles a la dictadura bolchevique). En virtud de esta situación, cualquier proyecto que apuntara a la revolución mundial tendría que esperar, puesto que ahora existía una amenaza directa más preocupante lo cual se tradujo en un cambio de táctica por parte de Moscú y, por ende, también de los diversos partidos comunistas nacionales. Por ende, cada potencia tenía sus motivos a la hora de decidir su postura frente al conflicto en España. 

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La política prudente de Stalin finalmente llegaría a su f in, como veremos ahora con  Ángel Viñas, debido a una serie de acontecimientos que ponían en jaque a la República. Viñas, un escrito titulado“La decisión de Stalin de ayudar a la República: un aspecto controvertido en la historiografía de la Guerra Civil”, aporta ideas interesantes sobre este tema. La idea central del autor es que la intervención soviética en España es algo más complejo de como se suele presentar. De acuerdo a esto, Viñas se opone a la idea de que Stalin tuvo desde un comienzo el objetivo de establecer una base que apoyara la creación en España “de un remedo de república popular  avant la lettre”. Las razones de la intervención de Stalin en España es sintetizada pro Viñas en una serie de puntos. 

En primer lugar constituyó una advertencia a sus enemigos, particularmente a la Alemania nazi. En segundo lugar fue un mensaje a Francia, su socio confiable, que asumiría la protección de la seguridad colectiva. Relacionado con lo anterior, Stalin ayudó a reforzar el papel de Francia “ en el dispositivo soviético”. Como veremos, a propósito de las Brigadas Internacionales, Francia jugó un rol medular. Otra razón de la intervención era mostrar a la izquierda mundial que la Unión Soviética no dejaría a su suerte al proletariado español Por último buscaba reducir tanto la posibilidad de victoria del fascismo y de las interpretaciones trotskistas.