16) La Guerra Civil Española . El Segundo Bienio, 1934-1936 (por Jan Doxrud)
El Segundo Bienio de la centro-derecha (1934-1936)
Comienza así, en palabras de Preston, el “Bienio Negro” bajo el liderazgo de la centro-derecha. En lo que sigue, continuaré con el relato de Preston, pero incluiremos las explicaciones de otros autores con otros puntos de vista como Hugh Thomas, Stanley Payne y Pio Moa entre otros.
Señala Preston que la derecha se mostraba decidida a “vengar las injurias e indignidades que consideraba haber sufrido durante el período de las Cortes Constituyentes”. A pesar del triunfo centro-derechista, Alcalá-Zamora no llamó a Gil Robles a formar gobierno, sino que al líder de la segunda fuerza, Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical. Ahora bien, igualmente el Partido Radical dependía de la CEDA
Como explica Stanley Payne en su libro “40 preguntas fundamentales de la Guerra Civil”, la CEDA era el primer gran partido político católico perteneciente a la derecha moderada, legalista y que rechazaba la violencia. Añade Payne que, pese a que el ala izquierda de la CEDA se definía como demócrata-cristiana, tanto en sus valores como su orientación, este partido no fue, en general, uno demócrata-cristiano, “ya que pretendía transformar el régimen político en un sistema de corporativismo católico similar a los que venían organizándose en Portugal o Austria”.
En cuanto al PSOE, Stanley Payne, en su ya citado libro “La Revolución española (1936-1939): Un estudio sobre la singularidad de la Guerra Civil”, explica que careció de la madurez de los socialdemócratas alemanes, particularmente en su respuesta a la adversidad. En virtud de lo anterior, la reacción del PSOE ante la derrota en las elecciones generales de noviembre de 1933 “supuso el comienzo de su radicalización revolucionaria, que, más que cualquier otro factor individual, fue la responsable del fracaso de la República”. Añade el mismo historiador
Por su parte Ramón Tamames, refiriéndose a los 7 problemas que afectaron al Primer Bienio (mencionados anteriormente), señala que este “Segundo Bienio” no pudo resolverlos. Mencionemos algunos de estos. En primer lugar no pudo establecer el orden público y no resolvió los problemas básicos que exigían los huelguistas. Si bien mejoraron las relaciones entre Iglesia y Estado, Tamames señala que esto fue “a costa de una serie de contramedidas en la anterior política de laicismo y de separación entre ambas instituciones”.
En lo que respecta al Ejército, el mismo autor afirma que las reformas iniciadas por Azaña fueron bruscamente interrumpidas. En tercer lugar, las tensiones regionalistas se agudizaron con la suspensión del Estatuto de Cataluña en octubre de 1934 . En cuarto lugar la Ley de Reforma Agraria de 1935 vino a bloquear la de 1932, lo que causó tensiones en el mundo campesino, específicamente en Andalucía y Extremadura
Sobre el “Bienio Negro” concluye Tamames:
“(…) fue una etapa claramente reaccionaria, por cuanto las reformas comenzadas en el primer bienio no sólo no se prosiguieron, sino que se detuvieron o cancelaron. Se revocaban así los ideales de modernización y cambio de los primeros momentos de la República, poniéndose la semilla de la esperanza de las fuerzas ultraconservadoras, de que no sería imposible volver a la Monarquía, o pasar directamente a un régimen de dictadura militar con ribetes fascistas”.
Regresemos a Preston y su relato sobre este “Segundo Bienio”. Señalamos que el gobierno fue ejercido por el Partido Radical de Alejandro Lerroux pero completamente dependiente de la CEDA de Gil-Robles. Preston llega a señalar que los radicales estaban condenados a comportarse como marionetas. Una vez organizado el gobierno, los radicales continuaron con los viejos malos hábitos como la venta de privilegios estatales, concesiones de contratas, licencias y monopolios. Las tensiones no menguaban y un levantamiento general anarquista del 8 de diciembre de 1933 fue sofocado por medio del establecimiento del estado de emergencia y el arresto de líderes de la CNT y la FAI. Junto a esto, Preston destaca los movimientos de la derecha radical que no comulgaba con el legalismo de la CEDA y que se preparaba para efectuar un alto armado.
De acuerdo a Preston, los carlistas almacenaba armas y entrenaban a sus milicias “Requetés” o “boinas rojas” creadas a comienzos del siglo XX y quienes eran defensores del catolicismo y anti-marxistas. De acuerdo al historiador británico, el secretario del Movimiento Tradicionalista, Fal Conde, habría recorrido en 1934 Andalucía para reclutar voluntarios . A esto añade que una representación de adherentes al carlismo y de Renovación Española visitó a Mussolini, quien le habría asegurado la entrega de armas para un alzamiento. Renovación Española fue un partido creado en 1933 por el abogado y político Antonio Goicoechea (1876-1953) y por el también político y ex ministro de Hacienda de la dictadura de Miguel Primo de Rivera: José Calvo Sotelo (1893-1936), cuya muerte sería uno de los chispazos que daría origen a la sublevación de 1936.
Continúa explicando Preston que Gil Robles, de la CEDA, tuvo problemas para controlar a su movimiento juvenil, Juventudes de Acción Popular (JAP) la s cuales comenzaron a mostrar fascinación por los ejemplos de Italia (fascismo de Mussolini) y Alemania (Hitler asume como Canciller en 1933). Por otro lado esta la Falange fundada, a finales de octubre de 1933, por José Antonio Primo de Rivera (1903-1936).En 1934 la Falange se fusionó con las Juntas de Ofensiva Nacional - Sindicalistas del filósofo y político Ramiro Ledesma Ramos (1905 - 1936) y el político Onésimo Redondo (1905-1936) , dando origen a la Falange Española de las JONS. En palabras de Preston:
“Desde 1933 hasta 1936, la Falange Española de las JONS funcionó como carne de cañón de la alta burguesía, provocando desórdenes callejeros y contribuyendo a generar una anarquía que, exagerada por la prensa derechista, se utilizó para justificar el alzamiento militar. Su importancia radicaba en la aportación de su vandalismo político a la creación de una espiral de tensión, cuyo continuo agravamiento finalmente desemboco en la guerra civil”.
Como explica Raymond Carr, Onésimo Redondo había fundado en octubre de 1931 las JONS con el objetivo de formar una fuerza contrarrevolucionaria católica en donde el campesino castellano debía constituir el eje de una revolución nacionalista en favor de un Estado nacional y corporativo, en contra del “Estado clasista del marxismo judaico”.
Llegamos al polémico año 1934. Como señalé en un comienzo, a propósito de Pio Moa, hay quienes ven en las insurrecciones de este año un preludio y, en el caso de Moa, el inicio de la guerra civil. Por su parte, Preston, como es habitual, nos habla de la violencia de izquierda “pero” como una reacción, en este caso, frente al avance del fascismo y evitar correr la misma suerte que la izquierda en Italia y Alemania. Sumado a esto, reaccionaban también ante lo que a sus ojos era un proceso de desmantelamiento de la República por parte de la derecha.
En el capítulo 8 del ya citado libro, Gabriel Jackson explica que la revolución de octubre tuvo como objetivo impedir que la CEDA participara en el gobierno. En otras palabras, parte de la izquierda no aceptaba que el partido mayoritario pudiese participar en el gobierno, lo que dejaba en evidencia la curiosa concepción que estos grupos tenía del concepto de democracia representativa. En relación con el PSOE, escribe Paul Preston:
“En este contexto era difícil para la dirección del PSOE contener a su militantes. Largo Caballero tendía a incitar la impaciencia revolucionaria de las masas. Si bien su retórica fue ovacionada en repetidas ocasiones por estas, no era explícita y se basaba, en gran parte, en tópicos marxistas. En sus discursos de 1934 no se hacía ninguna referencia concreta al panorama político de entonces, , ni se especificaba ningún calendario para la futura revolución”.
Explica Jackson que la sublevación de 1934 tuvo 3 fases principales. La primera fue una serie de huelgas generales y coordinadas en las grandes ciudades, y que resultaron ser un fracaso. La segunda fase la constituye la proclamación de la “República de Cataluña dentro de la República Federal española”, por parte de Lluis Companys. La tercera fase fue la insurrección minera en Asturias.
Por su parte, Preston continúa explicando que, a lo largo de 1934, se intensificó la radicalización del movimiento socialista, específicamente l a Federación de Juventudes Socialistas (FJS) y su organización en Madrid: la Agrupación Socialista Madrileña. Si Caballero representaba el ala exaltada, Indalecio Prieto representaba el ala centrista pero, como señala Preston, este tuvo que amoldarse a regañadientes, por lealtad al partido, a la táctica revolucionaria. Así hubo una huelga general de 4 semanas en Zaragoza y la CEDA llevó a cabo un concentración de sus juventudes en el monasterio de El Escorial, construido pro Felipe II.
Pio Moa, en un a rtículo en “Libertad Digital” titulado “Los peligros de la CEDA y el fascismo europeo” (2004), acusa a Preston de aplicar sus habituales técnicas (antihistoriográficas) consistentes en exagerar y generalizar actitudes pasajeras. Esto último sería el caso del la reunión de la CEDA en El Escorial. En palabras de Moa:
“Peor todavía es cuando, para sustentar una tesis, se mutilan las citas o se generalizan actitudes pasajeras. Esa técnica la domina Preston, como ya he expuesto en repetidas ocasiones. Un ejemplo clásico, en abril de 1934 las juventudes de la CEDA celebraron un congreso en El Escorial. Preston lo interpreta como "un gesto amenazante", "antirrepublicano" en un sentido nazi. Lo probarían los gritos de "¡Jefe, jefe!" que acogieron a Gil-Robles (…)”