2) Michel Foucault: Estado y Biopoder (por Jan Doxrud)
¿Que sería un “mal pastor”? Foucault señala que e l mal pastor es aquel que piensa en las pasturas para su propio beneficio, el que busca engordar el Ganado para poder vender y dispersar. Por otro lado, el buen pastor solo piensa en su rebaño y no va más allá. El mal pastor no debe abusar de su poder y resguardarse de no caer en una especie de egocentrismo espiritual que busca crear dependencia en las ovejas con respecto a su persona. El poder del pastor, añade Foucault, es un poder oblativo, de carácter transicional. A esto añade el mismo autor:
“El pastor está al servicio del rebaño, debe actuar de intermediario entre éste y sus pasturas, el alimento, la salvación, etc., lo cual implica que el poder pastoral, en sí mismo, es siempre un bien. Las dimensiones de terror y fuerza o violencias temibles, los poderes inquietantes que hacen temblar a los hombres frente al poder de los reyes y los dioses, pues bien, todo eso se borra cuando se trata del pastor, sea el rey pastor o el dios pastor”[1].
El tercer rasgo del poder pastoral, es la idea de que este poder del pastor es uno individualizador. No solo le compete e importa el rebaño, la colectividad o la masa, sino que la oveja individual, aquella oveja descarriada que el pastor tiene que encontrar aún cuando esto signifique abandonar temporalmente su rebaño. Esto último es lo que Foucault califica como la paradoja moral y religiosa del pastor o, simplemente, la paradoja del pastor: “sacrificio de uno por el todo, sacrificio del todo por uno, que va a estar de manera insoslayable en el centro de la problemática cristiana del pastorado”[2]. En la Regla de San Benito, (capítulo 27, 2-9) se puede leer:
“En efecto, debe tener el abad la mayor solicitud y afanarse con toda destreza e ingenio por no perder ninguna de las ovejas que le han sido confiadas. Sepa que aceptó el cuidado de almas enfermizas, no una tiranía sobre las almas sanas…Imite también el ejemplo de ternura del buen pastor, quien habiendo dejado en los montes las noventa y nueve ovejas, se fue a buscar una sola que se había extraviado; su flaqueza le dio tanta lástima que se dignó colocarla sobre sus sagrados hombros y así llevarla otra vez al rebaño”.
Antes de continuar con el poder pastoral en el cristianismo, así como también la crisis de tal poder, Foucault resume lo que hemos examinado hasta ahora como sigue:
“En resumen, podemos decir lo siguiente: la idea de un poder pastoral es la idea de un poder ejercido sobre una multiplicidad y no sobre un territorio. Es un poder que guía hacia una meta y sirve de intermediario en el camino hacia ella. Por lo tanto, es un poder finalista, un poder finalista para aquellos sobre quienes se ejerce, y no sobre una unidad, en cierto modo, de tipo superior, trátese de la ciudad, del territorio, el Estado, el soberano […]. Es un poder, por ultimo, que apunta a la vez a todos y a cada uno en su paradójica equivalencia, y no a la unidad superior formada por el todo”[3].
Demos un paso más en el análisis foucaultiano del pastorado. Para Foucault el cristianismo marca un antes y un después en la historia del poder en Occidente. En palabras de nuestro autor, la verdadera historia del pastorado entendido como “núcleo de un tipo específico de poder sobre los hombres, su historia en el mundo occidental como modelo, matriz de procedimientos de gobierno de los hombres, recién comienza con el cristianismo”[4].
El pastorado comienza con un proceso que considera como único en la historia, es decir, que no se dio en ninguna otra civilización a lo largo de la historia. El quid del asunto para el francés, lo verdaderamente inédito fue aquel proceso por el cual una religión, una comunidad religiosa, se constituyó como Iglesia, esto es, “como una institución con pretensiones de los hombres en su vida cotidiana, so pretexto de conducirlos a la vida eternal en el otro mundo, y esto no solo a escala no solo de un grupo definido, no solo de una ciudad o un Estado, sino de la humanidad en su conjunto”[5].
Es preciso tener en consideración que el cristianismo fue una religión que ya no apelaba a un grupo selecto, como era el caso de los judíos, sino que abría la salvación a todos, de ahí el término “católico” que desde los antiguos filósofos griegos era un término utilizado para querer dar a entender lo universal o el todo. En resumen la existencia misma de la “Iglesia”, entendida como el gobierno cotidiano de los hombres en su vida real so pretexto de su salvación y a escala de la humanidad, es algo inédito para Foucault. Se inicia así el verdadero poder pastoral que, para el francés, y a pesar de las numerosas transformaciones políticas y socioeconómicas, aún existe, al menos en lo que respecta a su tipología, su organización y modo de funcionamiento.
De acuerdo a Foucault, no ha existido una verdadera preocupación y, por ende, un estudio sobre este tema, es decir, han habido historias de las instituciones eclesiásticas y de las doctrinas, creencias y de las representaciones religiosas, pero no sobre las técnicas pastorales, su desarrollo y aplicación, así como los refinamientos que experimento a lo largo de los siglos en Occidente.
Regresemos ahora al concepto de “gobierno”. Foucault trae a la palestra el Doctor de la Iglesia, Gregorio Nacianceno (329-389), ya que fue él quien por primera vez definió el arte de gobernar a los hombres por medio del pastorado como “techne technon”, “episteme epistemon”, es decir, el “arte de artes”, la “ciencia de ciencias”, formulas que encontrarían eco en Gregorio Magno (590-604) quien asumió como Gregorio I, sexuagésimo Papa. Gregorio I escribió en su Pastoral que el arte de las artes era el gobierno de las almas (ars est atrium regimen animarum). Ahora cabe preguntarse cuúal es el elemento de ruptura que introdujo el cristianismo en relación con la cultura hebre.
De acuerdo a Foucault la relación pastor-rebaño en el pueblo judío era solo uno de los aspectos de las relaciones múltiple, complejas y permanentes entre Dios y los seres humanos. En cambio, en la Iglesia Cristiana el tema del pastor se autonomiza y ya no constituye solo una de las relaciones o aspectos de la relación entre Dios y los seres humanos, sino que pasa a ser la relación fundamental y esencial. Continúa explicando Foucault:
“Por lo tanto, el pastorado llegará a ser autónomo, englobador y específico. De arriba abajo, las relaciones de autoridad en la Iglesia se fundan en los privilegios y al mismo tiempo en las tareas del pastor con respecto a su rebaño. Jesucristo, por supuesto, es pastor, y es un pastor que se sacrifica para devolver a Dios el rebaño que se ha perdido; se sacrifica, además, no solo por el rebaño en general, sino por cada una de las ovejas en particular”[6].
Jesucristo no es el único pastor, ya que los apóstoles y obispos también lo son. En suma, para Foucault, toda la organización de la Iglesia, desde Jesucristo, pasando por los obispos hasta los abades, constituyen una organización que se presenta con un carácter pastoral. Dentro de este entramado de poderes los poderes sacramentales cumplen distintos roles, así por ejemplo el bautismo es el llamado a las ovejas, la comunión es el alimento espiritual y la penitencia constituye la reintegración de las ovejas que han abandonado el rebaño.
Otro rasgo de este poder pastoral de la Iglesia, esto es, el nuevo poder pastoral institucionalizado, es que mantuvo diferenciado del poder político, aunque igualmente este poder temporal implicó también la intervención directa en la vida cotidiana de las personas, de manera que estamos, en palabras de Foucault, ante una forma de poder terrenal aunque su fin esté en el más allá. Pero lo medular, y que Foucault considera inédito y propio de Occidente, fue esta distinción y especificidad que mantuvo cada poder, es decir, el del pastorado crístico y el del soberano imperial. Al menos, en Occidente, el soberano imperial es el César y no Cristo, sin embargo pueden existir soberanos crísticos, que no fue el caso de Occidente, como es el caso de la figura zar.
Esta idea de que el poder pastoral fue uno distinto al poder político no pretende pasar por alto las confrontaciones que hubo entre el poder espiritual y el poder temporal, específicamente el poder del Papa contra el poder del soberano. Pero Foucault afirma que “pese a todas esas interferencias, pese a todos esos entrecruzamientos, apoyos y relevos, en su forma, su tipo de funcionamiento y su tecnología interna el poder pastoral seguirá siendo absolutamente específico y diferente del poder politico, al menos hasta el siglo XVIII”[7].
Regresemos a la particularidad del poder pastoral cristiano. El autor insiste en esta particularidad que imprimió el cristianismo en el poder pastoral, resaltando principalmente el fenómeno de la institucionalización. El cristianismo dio origen a una inmensa y densa red institucional que no era posible encontrar en otros lugares. Es aquí donde el autor afirma que el pastorado constituye un arte de gobernar a los hombres, de manera que regresamos al tema que mencionamos en un comienzo: la gubernamentalidad. Es ahí donde se debe buscar el origen, formación y cristalización, el punto embrionario de aquella gubernamentalidad cuya aparición en la política (fines de siglo XV y durante los siglos XVII y XVIII) marcó el umbral del Estado moderno.
Para Foucault el Estado moderno nace cuando la gubernamentalidad se tranforma efectivamente en una práctica política calculada y meditada, y la pastoral cristiana constituye el trasfondo de ese proceso.Foucault toma la definición del pastorado de manera, abstracta, general y completa, y señala que se relaciona principalmente con tres cosas. En primer lugar se relaciona con la salvación, ya que asigna como objetivo fundamental el avance y progreso hacia aquella meta. En segundo lugar se relaciona con la ley, ya que para que los individuos y comunidades puedan efectivamente alcanzar la salvación, se debe velar por que estos se sometan a un orden, mandamiento o voluntad de Dios.
En tercer lugar, se relaciona con la verdad, “porque el cristianismo, como en todas las religiones de escritura, solo se puede alcanzar la salvación y someterse a la ley siempre que se acepte, desde luego, creer, profesar una verdad determinada”[8]. Pero el autor añade que el poder pastoral no se puede reducir a estas tres relaciones, ya que de ser así, entonces no tendría ninguna clase de especificidad y originalidad, de manera que el poder pastoral operaría como lo hace cualquier poder, es decir: guiar, prescribir, enseñar, salvar, exhortar, fijar una meta común, imponer opiniones verdaderas, etc.
Por lo tanto, el cristianismo tuvo que agregar algo nuevo que, para Foucault, pueden resumirse en cuatro principios. En primer lugar está el principio de responsabilidad analítica, es decir, que el pastor cristiano deberá al final de la jornada rendir cuentas ante su rebaño, si se ocupó bien de sus ovejas y asumir todas aquellas faltas cometidas que signicasen una marca negativa para los miembros del rebaño. El segundo principio es la transferencia exhaustiva e instantánea, en virtud de la cual el pastor no solo deberá rendir cuentas de las ovejas, sino que tambipen por él mismo, por sus méritos y deméritos. Al respecto escribe el autor:
“Todo el bien que suceda, el pastor deberá experimentarlo como su propio bien en el momento mismo en que ocurra en una oveja. El mal que la oveja sufra o que acontezca por o a causa de ella, el pastor deberá considerar igualmente como si le sucediera a él o él mismo fuera su agente. Es preciso que se regocije por una alegría propia y personal del bien de la oveja y lamene o se arrepienta del mal que pueda tener su origen en ella”[9].
El tercer principio específico del pastorado es la inversion del sacrificio, es decir, si bien el pastor se pierde “con” sus ovejas, este debe también perderse “por” ellas, debe estar dispuesto a cargar en sus hombros con los pecados de sus ovejas e incluso morir por estas, claro que, esta muerte significará la salvación para el pastor.
El cuarto principio es la correspondencia alternada. En palabras de Foucault:
“En efecto, si es cierto que el mérito de las ovejas constituye el mérito del pastor, ¿no podría decirse también que el mérito de este ultimo o sería tan grande si aquellas fueran en su totalidad y siempre perfectamente meritorias? ¿Acaso el mérito del pastor no obedece al menos en parte a esto: que las ovejas son porfiadas, se exponen al peligro y siempre están prontas a caer? Y este mérito, hará acreedor a la salvación, consiste precisamente en que habrá de luchar sin cesar contra esos peligros, recuperará esas ovejas extraviadas, tendrá que confrontar con su propio rebaño”[10].
Pero, también puede suceder un caso alternativo:
“A la inversa, puede decirse asimismo y de manera igualmente paradójica que las debilidades del pastor pueden contribuir a la salvación del rebaño, así como las debilidades de éste pueden contribuir a la salvación de aquél. ¿Cómo pueden las debilidades del pastor contribuir a la salvación del rebaño?...el pastor debe ser limio y puro. Pero si no tiene debilidades, si es demasiado limpio o demasiado puro, ¿no deducirá de esa perfección algo semejante al orgullo?... Es bueno…que el pastor tenga imperfecciones y las conozca que no las oculta hipócritamente a la Mirada de sus fieles. Es bueno que se arrepienta explícitamente de ellas, que se humille por ellas, y esto para mantenerse en un rebajamiento que sera tanto más edificante para los fieles cuanto más escandaloso habría sido esconder esas debiliddes”[11].
[1] Ibid., 157.
[2] Ibid., 158.
[3] Ibid.
[4] Ibid., 176.
[5] Ibid., 177.
[6] Ibid., 182.
[7] Ibid., 186-187.
[8] Ibid., 196.
[9] Ibid., 201.
[10] Ibid., 202-203.
[11] Ibid., 203-204.