3) La Guerra Civil Española: El debate en torno al conflicto (por Jan Doxrud)
Regresamos a las “Tres R” mencionadas anteriormente. Ahora bien, algo que no calza en este esquema tripartito de Moradiellos es de tachar de “totalitario” al bando reaccionario (el de Franco) cuando, parte del bando revolucionario ( al menos los stalinistas) aspiraban a un totalitarismo que superaba al de Mussolini (que poco tuvo de totalitario). Dejando atrás este detalle, Moradiellos explica el objetivo de estas tres corrientes. El reformismo – arraigado en las clases medias burguesas de tradición liberal-constitucional, buscaba la estabilidad nacional por medio de una mayor democratización del sistema sin poner en entredicho el sistema capitalista.
La alternativa revolucionaria, en cambio, buscaba derribar el modelo político y económico, de manera que este grupo – compuesto por obreros y, en menor medida campesinos – era profunda y radicalmente anti - burgués y anticapitalista. Por último, Moradiellos que escribe que los reaccionarios buscaban implantar un Estado autoritario y nacionalista que superara los antagonismos de clase “por medio de la imposición de una disciplina sociolaboral de impronta militar y que en la versión fascista exigía el control estatal por un partido único animado por una ideología ultranacionalista y dirigido por un líder carismático dotado de plenos poderes”.
Dentro del tema de la guerra civil existe incluso el debate en torno a quiénes fueron los que gatillaron el conflicto. Stanley Payne señala que resulta falsa aquella aseveración que nos dice que “nadie” quería la guerra civil. Sería más preciso decir, de acuerdo a Payne, que lo que “nadie” quería era una guerra civil tan larga y destructiva, y menos perderla. Por ejemplo, Payne señala que esa era la postura del PCE, al menos, hasta 1935 cuando vino el cambio de estrategia ante la cual el mismo Stalin terminó por aceptar.
Otras personalidades como Joaquín Maurín (1896-1973) o Luis Araquistáin (1886 - 1959), nunca abandonaron la idea de que una revolución no podía prescindir de una guerra civil. De hecho cualquier comunista consecuente sabrá que el establecimiento de la dictadura del proletariado nunca será impuesta por medios pacíficos y de manera incruenta. Desde este punto de vista, el hecho de que los comunistas abandonaran el radicalismo por orden de Stalin, solo significó un paréntesis dentro de su único objetivo: instaurar una dictadura totalitaria. En palabras del historiador estadounidense:
“Todos los marxistas revolucionarios la consideraban una inevitabilidad histórica, mientras los anarcosindicalistas insistían en la redención a través de su gran insurrección revolucionaria cuando llegara la hora”.
En lo que respecta a la derecha y la violencia escribe el mismo autor:
“Los monárquicos y los falangistas también pedían alguna clase de confrontación armada, pero no pregonaban la guerra civil con la misma confianza”.
Algunos estudiosos, como el mismo Stanley Payne, ven en la insurrección izquierdista de 1934, específicamente la de Asturias, como un “preludio” de la verdadera guerra civil. Por su parte el historiador Pío Moa considera que en 1934 comenzó la guerra civil, mientras que otros autores, como Enrique Moradiellos, rechaza tal interpretación. Para autores como Ricardo de la Cierva, las elecciones de 1936 (que llevaron al Frente popular al poder) fueron el comienzo de la guerra civil, mientras que para otros comenzó con el posterior levantamiento de julio del mismo año. Pero ya regresaremos a este y otros temas.
En virtud de lo anterior tenemos que, para adentrarse en el tema de la Guerra Civil española, hay que tener en consideración los sesgos ideológicos existentes en los especialistas que la estudian. Pero debemos ser precavidos en esto, ya que lo que verdaderamente importa es la evidencia y los hechos, y no la opinión en cuestión, por más controvertida que pueda ser. Así los intentos de matar al mensajero y no el mensaje o caer en falacias ad hominem no tienen cabida en el debate (lamentablemente dentro del debate de este tema se ha caído en estas bajezas). La historia no viene a idealizar y a crear mártires y hazañas herocias ahí donde no las hay. En este sentido la historia es sacrílega y, como ya señaló Tzvetan Todorv, desacralizadora, y es por eso que incomoda. Sobre esta función desacralizadora comentan Manuel Álvarez Tardío y Fernando del Rey en la introducción al libro “El laberinto republicano. La democracia española y sus enemigos (1931-1936)”:
“La tiene porque el historiador honesto y riguroso no oculta la complejidad del pasado, sino todo lo contrario. Si la memoria de los individuos es brutalmente selectiva y puede mezclar lo real y lo imaginario a su antojo, la Historia es el resultado de una labor profesional en la que no vale contar lo que las fuentes no confirman. La Historia, por tanto, suele desmentir a la memoria y plantea no pocos problemas con todos esos mitos que alimentan las identidades ideológicas en el presente”.
Como explica el académico de la Universidad de Salamanca, Juan Andrés Blanco Rodríguez, la guerra civil constituye el asunto de la historia de España sobre el que más se ha investigado, escrito y discutido. A esto añade que, la intencionalidad política y la plena ideologización, son elementos predominantes en las obras escritas y publicadas durante la guerra, lo cual incluye tanto a autores españoles como extranjeros. La razón de esto, añade le mismo autor, es una obvia y era la necesidad de justificar la causa rebelde – en el caso de los militares sublevados – y, por otro lado, legitimar la causa republicana en contra de la agresión del bando nacional.
Continúa explicando el académico español que durante las primeras décadas del régimen franquista, ( o hasta la promulgación de la Ley de Prensa e Imprenta de 1966), prevaleció una particular interpretación del conflicto. Esta consistió en presentar la rebelión militar como una Cruzada de Liberación Nacional la cual buscaba detener el comunismo, “el separatismo, la masonería y el judaísmo”. Aquí, la figura de Franco habría sido encumbrada, como ya señalé anteriormente, como el “centinela de Occidente”. Continúa señalando Blanco que, a finales de la década de 1950 y comienzos de 1960, comenzaron a a aparecer los primeros estudios académicos mayoritariamente pertenecientes a autores extranjeros, quienes presentarían las primeras síntesis sobre la guerra alejadas “a partir de un cierto distanciamiento objetivista y de la utilización del rigor crítico propio del método histórico”.
Algunos reputados hispanistas, periodistas e historiadores extranjeros de diversa tendencia ideológica fueron (entre otros) Gerald Brenan (1894-1987), Eric Blair “George Orwell” (1903-1950), Pierre Vilar (1906-2003), Herbert Southworth (1908-1999), Burnnett Bolloten (1909-1987) Raymond Carr (1919-2015), Gabriel Jackson (1921-2019) Hugh Thomas (1931-2017), Ronald Fraser (1930 - 2012) Edward Malefakis (1932-2016), Stanley Payne (n. 1934), Ian Gibson (n.1939) Paul Preston (.1946), Antony Beevor (n.1946) , Sebastian Balfour (n. 1941), Helen Graham (n. 1959).
También cabe mencionar obras literarias como la de Ernest Heminghway (1899-1961), quien trabajo como corresponsal durante la guerra y publicó en 1940 “Por quién doblan las campanas”. También tenemos al novelista y político francés, André Malraux (1901-1976), quien lucho por el bando “republicano” ayudando a organizar una escuadrilla aérea. De su experiencia nació su novela “La Esperanza” (1937). También tenemos a otras personalidades como el ya mencionado George Orwell quien participó alistándose en las filas del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). En 1938 “Homenaje a Cataluña” donde leemos el relato de un testigo presencial junto a todas las emociones experimentadas en este y de los “malos olores” de las letrinas ys eres humanos.
Ciertamente, su experiencia en el frente y el ser testigo de las divisiones internas en la izquierda moldearían su pensamiento político. Ejemplo de lo anterior fueron las “Jornadas” o “Sucesos de mayo” (1937) en Cataluña, que terminaría con la eliminación del POUM, así como también la de anarquistas, trotskistas y el fusilamiento de Andreu Nin por la izquierda de la línea soviética. Esta represión continuaría bajo el gobierno de Negrín. Como sabemos, George Orwell publicaría 2 clásicos de la literatura: Rebelión en la Granja (1945) y “1984” (1949) en donde aborda la temática de los totalitarismos. Otro autor, esta vez un católico, Paul Claudel (1868-1955), escribió su poema “A los mártires españoles”. Otros escritores e intelectuales presentes en la guerra fueron Arthur Koestler (1905 - 1983), autor de la muy interesante obra “El cero y el infinito” (1940) y Antoine de Sainte-Exupéry (1900-1944), autor de “El Principito” (1943).
En España también tenemos una serie de historiadores, intelectuales y escritores de diversas tendencia ideológicas tales como: Manuel Tuñón de Lara (1915-1997), Ramón Salas Larrázabal (1916-1993), Rafael Abella (1917-2008), Juan Marichal (1922-2010), Ricardo de la Cierva (1926-2015), Julio Aróstegui (1939-2007), Santos Juliá (1940-2019), Javier Tusell (1945-2005), Pío Moa (n. 1948), Alberto Reig Tapia (n. 1949) Ángela Viñas (n. 1941), Julián Casanova (n. 1956), César Vidal (n. 1958), Enrique Moradiellos (n. 1961), Manuel Álvarez Tardío (n. 1972) y Roberto Villa García (n. 1978)
De acuerdo al ya citado Juan Andrés Blanco Rodríguez sería la historiografía anglosajona la que hizo escuela, ya que estableció un “marco explicativo” que será ampliamente seguido en la historiografía posterior sobre la guerra.
Continúa señalando el mismo autor:
Uno de los más significativos y de los más interesantes aspectos en toda la trayectoria de la abundante publicística sobre la guerra civil, desde los mismos días en que se produjo, es la manera en que se han construido los que podemos llamar “marcos”, contextos, fundamentos esenciales de una explicación, de una versión particular de la significación y de la relevancia que la guerra civil tuvo y ha tenido. Como sabemos perfectamente, hay muchas, muchísimas explicaciones de la guerra civil que representan visiones personales o visiones de grupo, de partido y también de escuela historiográfica o de pensamiento. Pero sólo de forma tardía el estudio histórico de la guerra civil pasó a ser un tema de la historiografía académica, fuera, primero y luego dentro de España.
A esto añade Blanco que, en el caso del hispanismo anglosajón, su explicación del conflicto era más bien político y se fundamentaba sistemáticamente en la premisa del “fracaso” de la experiencia republicana, fruto de su incapacidad para sostener tal novedosa experiencia democrática acosada. Ahora bien, obviamente en las causas del conflicto se debe incluir otros factores como los sociales y económicos, así como también el contexto internacional que se vivía.