5/5- Friedrich Hayek: Banco Central y Política Monetaria (por Jan Doxrud)

5) Friedrich Hayek: Banco Central y Política Monetaria (por Jan Doxrud)

Finalicemos haciendo referencia al caso de Chile en la segunda mitad del siglo XIX. Para ello utilizaré el libro “Economía sin Banco Central. La banca libre en Chile (1860-1898). Entre sus autores figuran Juan Pablo Couyoumdjian (editor), Lawrence H. White, Ignacio Briones (actual Ministro de Hacienda),Pedro Jeftanovich, Rolf Lüders e Ignacio Muñoz. Explica Couyoumdjian, en el caso de Chile, el 23 de julio de 1860 se estableció la “Ley de Bancos de Emisión”. En virtud de dicha ley se consideraba como un “banco de emisión” todo aquel que, además de realizar las operaciones propias de un banco, podía emitir billetes pagaderos a la vista y al portador. 

Clave fue aquí fue la figura del economista liberal francés  Jean Gustave  Courcelle - Seneuil (1813 - 1892). Como explica Manuel Gárate en su libro “La Revolución Capitalista en Chile (1973-2003)” el impulso al estudio y difusión de las ideas del liberalismo económico se produjo en 1850 con la llegada del economista francés. Señala el mismo autor que  Courcelle - Seneuil  se oponía a la creación de un banco estatal de crédito y defendía la libertad bancaria la cual tenía una serie de beneficios. En palabras de Gárate:

“Si los bancos operaban en un entorno de libre competencia, la repartición de billetes se repartiría en forma natural entre un número mayor de bancos,, aumentando así su garantía. Si hubiesen casos de mala administración quebrarían los bancos deficitarios o sus acreedores, pero sobrevivirían aquellos bien administrados”.

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El hecho es que Courcelle - Seneuil  llegó a Chile en 1855 contratado como profesor de Economía y asesor del Minsiterio de Hacienda. Bajo su influencia y defensa se promulgó la ley anteriormente señalada que, como explica Couyoumdjian, facultaba a los bancos de emisión a emitir billetes, pero estaba limitado al 150% de su capital pagado. Junto a esto debían cumplir con entregar mensualmente balances al gobierno y someterse a la supervisión de las autoridades. Así, y en palabras de Lüders y  Jeftanovich, se estableció en Chile un sistema monetario “muy liberal”: el de banca libre. Los autores definen este sistema como uno en donde “los bancos tienen la libertad de emitir, de prestar, de entrar y salir del negocio bancario, y hay ausencia de regulación y/o ayuda oficial (…)”.

Los autores trazan un breve panorama histórico previo al establecimiento de la libertad bancaria. Cabe destacar que la Casa de Moneda de Santiago fue creada por Francisco García-Huidobro (1697-1773), con permiso de la Corona, y comenzó a funcionar en 1749. Uno de los principales problemas que azotaba a la economía del país desde la época colonial hasta 1973 fue la escasez de monedas de menor valor o monedas divisionarias. Esto llevó a que se utilizaran medios alternativos como las monedas recortadas, es decir, con menos contenido de oro que su valor nominal. En este contexto fueron las casas comerciales las que operaron como bancos. Como explican Lüders y Jeftanovich, con el tiempo comenzaron a aparecer bancos, como fue el caso del año 1855 cuando se constituyó por decreto, de acuerdo a la Ley de Sociedades Anónimas, el Banco de Valparaíso (que daría origen al Banco de Chile). 

Francisco de García Huidobro, I Marqués de Casa Real

Francisco de García Huidobro, I Marqués de Casa Real

Este banco podría recibir depósitos y otorgar créditos, pero no tenía la facultad de emitir billetes. Fue en esta misma década cuando el gobierno  encargó a  Courcelle-Seneuil  preparar la ley de bancos que sería aprobada en 1860. En los artículos se puede leer que estos bancos podían emitir billetes pagaderos a la vista y al portador. Se exigía también al banco la existencia de un capital, es decir, recursos aportados en moneda legal del país, en barras de oro o plata y otros documentos pro parte de personas notoriamente solventes a 6 meses plazo o menos. El director del banco por acciones debía poseer en al empresa un número de acciones equivalente al 10% del capital del banco. 

También, como señalé anteriormente, se exigía la presentación de un balance presentado mensualmente. Tal balance debía mostrar el “Haber” (activos), esto es, valores en moneda legal, barras de oro o plata, pagares o cuentas corrientes.  Junto a esto estaba la otra parte del balance, es decir, el “Debe” (pasivos) en donde se encontraban los fondos de reserva, billetes en circulación, entre otros elementos. 

Como explica Ignacio Muñoz, los bancos incurrían en varios costos. Por ejemplo tenemos la impresión de billetes que exigían la disponibilidad de imprentas de las cuales carecía el país. Por ejemplo, el Banco del Sur tuvo que adquirir su primera partida de billetes de las imprentas del Banco de Nueva York. Si lo billetes no llegaban a tiempo al país, los bancos tenían que comprar billetes a otros bancos con un sobreprecio. Otros costos incluían la infraestructura, vale decir, la construcción y compra de edificios en lugares estratégicos y que debían lucir impecables y elegantes

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Como explican Lüders y  Jeftanovich, el espíritu de la banca libre fue vulnerado debido a las circunstancias vividas por el país. Este fue el caso de la guerra contra España en 1865 que terminó con el bombardeo de Valparaíso.  Este acontecimiento causó un fuerte pánico que llevó a retiros masivos de depósitos, con el consecuente canje de billetes por monedas (recuerde el lector que no existía en ese momento el actual sistema “fiat”). Sumado a lo anterior, el estado se vio en la necesidad de financiar la guerra por lo que tuvo que recurrir a los bancos para solicitar créditos. Solo el Banco Nacional de Chile y el Maclure y Cía accedieron a otorgar el crédito. La Guerra del Pacífico (1879-1883) nuevamente significó que el Estado incurriera en gastos extraordinarios. La novedad fue que el Presidente, por medio de una ley de 1879, estuvo facultado para emitir billetes hasta por un valor de $6 millones, ya sea de manera directa o por medio de bancos.

Así, durante la Guerra del Pacífico continuó esta necesidad de financiamiento y se emitir nuevamente vales del tesoro público por un valor de $6 millones. Así,  Lüders y Jeftanovich, concluyen que el período de la banca libre se limitó a funcionar entre 1860 y 1878, siendo años caracterizados por la estabilidad de los precios y en donde la oferta se ajustó a la demanda de manera más eficiente que entre los años 1879 y 1925 (año en que se creó el Banco Central). 

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La idea de la banca libre, como explica Ignacio Muñoz, era que, al haber múltiples emisores, los bancos solo podían poner en circulación los billetes que el mercado demandaba. Si 1878 significó el fin del sistema de banca libre, el año 1989 significó el fin de la emisión bancaria privada. Así, Muñoz explica que en las tres décadas siguientes el sistema monetario se fue centralizando, lo cual culminó con la creación del Banco Central en 1925.  Como explican  Vittotio Corbo y Leonardo Hernández, en un escrito titulado “Ochenta años de historia del Banco Central de Chile”, la creación del Banco Central habían sido precedidos por otras iniciativas que no prosperaron. 

Así, en 1918 el Ministro de Hacienda  Luis Claro Solar (1857-1945),  presentó en la Cámara de Diputados un proyecto para la creación de un Banco Central, pero el Congreso no tomó ninguna decisión sobre la materia. Posteriormente, los autores destacan  propuesta del año 1919 el  Ministro de Hacienda  Guillermo Subercaseaux (1872 -1959),  la cual se encontró con la oposición del Senado debido al carácter estatal del banco que se proponía crear. El tema sería retomado por el Presidente Arturo Alessandri (1920-1925). Finalmente el año 1925 verçia el nacimiento de esta institución:

Al final correspondió a la misión encabezada por el profesor de la Universidad de Princeton, Edwin Kemmerer, sentar las bases de la ley que el 22 de agosto de 1925 fundó el Banco Central de Chile”.

Edwin Kemmerer

Edwin Kemmerer

Por su parte, Ignacio Briones señala que, pese al liberalismo de la ley de 1860, el caso chileno se aleja del paradigma de un sistema bancario libre “puro”. La razón es que, paradójicamente, la relación entre los bancos privados y el estado habrían diezmado las ventajas de un sistema de emisión privado como el que tuvo en mente  Courcelle-Seneuil. Para ser más precisos, sucedió que desde un comienzo el fisco tuvo un vinculo estrecho con el sistema bancario chileno y, en particular, con el Banco Nacional el cual, señala Briones, fue transformándose en un banco cuasi-estatal . Explica el autor la rivalidad existente entre el Banco de Valparaíso y el Banco Nacional. 

Hacia el año 1877, comenta Briones, el Banco de Valparaíso representaba el 28% de la emisión total en circulación, mientras que el Banco Nacional representaba el 42%. Pero finalmente esta competencia la terminaría ganando este último debido a los privilegios otorgados por el Estado. Por ejemplo, Briones explica que en 1869 el Banco Nacional firmó una serie de contratos exclusivos como el de abrir, junto al Gobierno, una línea de crédito por $1 millón que buscaba terminar la construcción del ferrocarril Chillán-Talcahuan. Otro ejemplo fue que en 1869 el Banco Nacional se hizo de la exclusividad en la recepción de depósitos del tesoro público. Así, no se cumplía una de los requisitos fundamentales que establecía Hayek, es decir, garantizar la no intromisión del Estado en la política monetaria.

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Quizás lo más cercano que se tiene a lo que Hayek tenía pensado son las criptomonedas. Esta forma de dinero es simplemente un rompe moldes, es decir, viene a sacudir la usual concepción que las personas tienen del concepto de dinero. La fuerza de la costumbre nos hace considerar algo como dinero “solo si” es emitida por alguna institución nacional o supranacional (caso de la Unión Europea). Por ende, las criptomonedas vienen a sacudir lo que las personas entiende, usualmente, por “dinero”.

Las verdaderas criptomonedas (dejemos de lado el fracasado “petro” venezolano que nunca lo fue), son esencialmente anárquicas, es decir, no están sometidas a ningún tipo de control por los Estados. Tenemos también que esta es una forma de dinero que se opone a la escuela charlatista de Knapp, puesto que no depende de una autoridad monetaria. Sumado a esto, es una moneda que no tiene como respaldo activos físicos sino que, únicamente, la confianza de las personas y la interacción de oferta y demanda. Pero resulta difícil atisbar, en el largo plazo, un escenario cercano al de Hayek, puesto que mientras subsistan los Estados-nación, difícilmente estos estarán dispuestos a renunciar voluntariamente al control del dinero dentro de sus respectivos territorios.

 

Finalicemos con la siguiente frase de Hayek

“Lo interesante de lo que he denominado el monopolio de emisión de dinero del gobierno es que no sólo nos ha privado de un dinero auténtico, sino que, al mismo tiempo ha impedido el desarrollo del único proceso que podría llevarnos a descubrir lo que sería, de hecho, un dinero genuino. No podemos ni siquiera saber lo que serían las cualidades exactas de un dinero así, porque en los dos mil años en los que hemos utilizado monedas acuñadas y otros dineros, nunca nos ha permitido hacer la experiencia, que jamás hemos tenido la oportunidad de averiguar en qué consistiría el dinero mejor”. 

 

(Friedrich Hayek , Hacia un Sistema Monetario de Mercado Libre)