3) De las Ciencias Sociales a la Sociología (por Jan Doxrud)
“Hay escépticos y escépticos: algunos son radicales y otros mode- rados. Mientras los más radicales dudan de todo, los moderados sólo dudan de lo que parece inverosímil a la luz de un cuerpo de conocimientos razonablemente certificados. El propósito de los primeros es destruir, en tanto que los segundos hacen críticas cons- rructivas e investigación creativa”.
Mario Bunge. La pseudociencia. ¡Vaya timo!
Un tema interesante que aborda el autor es acerca de la relación entre las ciencias sociales y las ciencias naturales. Una primera postura es la idealista en virtud de la cual la sociedad es un sistema aparte del natural, que flota por encima de este, mientras que, la segunda postura – el naturalismo social – señala que la sociedad es parte de la naturaleza. Los extremismos de ambas posturas llevan a plantear que las ciencias sociales competen únicamente a las humanidades (idealismo) mientras que el naturalismo afirma que le compete a las ciencias naturales. Bunge adopta la “vía media” entre ambos enfoque explicando que, si bien el ser humano nace como un animal, este, con el tiempo, se transforma en persona (artefacto social) que adquieren cultura, aprenden habilidades y normas, y que se embarcan en actividades que trascienden lo biológico.
Si bien las bandas y familias se originan con el fin de satisfacer necesidades biológicas y psicológicas (son sistemas biológicos supraindividuales), estas también constituyen sistemas sociales debido a que están dotadas de propiedades no naturales o construidas (artificiales). Dicha artificialidad, explica Bunge, es particularmente notoria en los casos de los subsitemas mencionados anteriormente: la economía, la organización política y la cultura. Así sería un reduccionismo arrimar que la sociedad consiste únicamente en un sistema biológico.
En lo que respecta a la “naturaleza de la sociedad”, Bunge se centra en los 2 enfoques mencionado: el naturalismo social antes mencionados y el historicismo o histórico cultural. El primero se divide a su vez en determinismo geográfico y biologismo. El primero, si bien tiene un grado de verdad en el sentido de que la geografía y clima de un territorio “determina” formas de vidas, organización social y la organización, económica, resuñta ser induficiente como recurso explicativo. Como señala el autor, el medioambiente coacciona y aporta, pero no construye una sociedad. Por lo demás, se puede advertir las enormes diferencias de organización social entre sociedades que ocuparon sucesivamente un territorio dado en el transcurso de la historia como es el caso de Grecia o América. En lo que respecta al determinismo biológico este concibe a los seres humanos como productos de su herencia, esclavo de sus genes y cuyas necesidades son puramente biológicas.
Pero este es un reduccionismo que se queda atrapado en uno de los niveles en el que se organiza la realidad. El ser humano es un ser que compuesto de átomos, pero no va a ser un físico el que nos va a explicar qué es un ser humano (sólo lo hará parcialmente, desde su propio campo y nivel). El amor, los celos, la discriminación, la desconfianza y las creencias religiosas no puede ser reducidas a explicaciones de tipo biológicas. Ahora bien, tal postura gozó de prestigio en siglos pasados y emergieron pseudociencias tales como la frenología. Pero en este eterno debate entre cultura/natura (nature vs nurture) tenemos que el ser humano no puede reducirse a mera biología pero tampoco es una tábula rasa a partir dela cual podamos hacer lo que deseemos.En suma la biología es importante y no debe ser descartada, pero si hay que matizar su influencia. Al respecto comenta Bunge:
“No se puede entender la sociedad sin tener presente que está compuesta por organismos que intentan sobrevivir. Imaginen a un antropólogo que no se interese en la comida, las costumbres sexuales o la crianza de los hijos; o a un sociólogo, politólogo o historiador que desdeñe los impulsos biológicos. Las ciencias sociales sobrepasan a las ciencias naturales porque estudian sistemas suprabiológicos, pero no pueden pasar por alto la biología sin tornarse irrealistas”.
En lo que respecta al enfoque historicista este cometió el error de alentar la exageración idealista de separar radicalmente al ser humano del resto de los animales. Si el biologismo extremo nos dice que el ser humano se reduce a su biología (algo que actualmente muy pocos defienden) el historicsmo nos dice que el ser humano se reduce a cultura. Lamentablemente esta postura es bastante popular y defendida en el ámbito de las humanidades (para qué hablar de otra forma de idealismo a saber: el ser humano “es” lenguaje).
En suma, Bunge comenta lo siguiente sobre esta temática sobre la dicotomía entre ciencias sociales y ciencias naturales:
“En suma, el naturalismo radical ve la sociedad como parte de la naturaleza y, consecuentemente, omite explicar sus rasgos específicos o no naturales, así como la diversidad de organizaciones sociales. Su opuesto, el antinaturalismo radical, coloca a la sociedad por encima de la naturaleza e ignora así el hecho de que los individuos resultan ser organismos, en particular primates, y que los sistemas sociales son entidades concretas. En contraposición tanto a uno como al otro, yo veo a las personas como artefactos con rasgos biológicos y sociales, y los sistemas sociales como sistemas concretos sui generis insertados en la naturaleza pero diferentes de ella debido a que son impersonales”.
Tenemos, por un lado, que resulta es artificial trazar una rígida frontera entre los estudios naturales y los estudios sociales, pero también el lector podrá estar preguntándose si las ciencias sociales pueden valerse de las mismas herramientas que las ciencias naturales y si puede, por ejemplo, diseñar experimentos tal como proceden los físicos. Bunge reconoce que existen diferencias importantes entre los experimentos sociales y los realizados en las ciencias naturales. Después de todo un experimento consiste en alterar deliberadamente la realidad, para realizar observaciones y mediciones, y esto no es algo que pueda hacerse de manera satisfactoria en sociedad.
Aun así Bunge señala que los experimentos sociales son factibles y, de hecho, existen varios y algunos muy célebres como el campo de la psicología social experimentalde la Universidad de Yale, Stanley Milgram (1933-1984) y resultó en un artículo titulado “Behavioral Study of Obedience” (1963) en donde se abordaba el tema de la disposición de las personas a obedecer a la autoridad (piense en los nazis que alivianaban su cupa argumentando que solo recibían órdenes). También tenemos el ejemplo de Joshua Greene (Universidad de Harvard), neurocientífico, psicólogo experimental y filósofo quien ha llevado a cabo estudios científicos para evaluar la influencia de la racionalidad y las emociones en nuestra decisiones morales.
La Sociología
Una vez examinado brevemente qué son las ciencias sociales, continuemos ahora con la sociología. El sociólog francés Raymond Boudon (1934-2013), quien redactó el prólogo del libro de Bunge titulado “La relación entre sociología y filosofía” escribió un interesante paper titulado “La sociología que realmente importa”. Traigo a la palestra este paper debido a que plantea de manera clara la crisis por la que atraviesa la sociología. Boudon trae a colación las palabras del sociólogo alemán Wolf Lepenies, quien afirmaba a finales de la década d e 1980 la sociología oscilaba continuamente entre la ciencia y la literatura sin pertenecer a ninguna de las dos. Incluso, destacados sociólogos clásicos como Emile Durkheim y Max Weber, quienes consideraban la sociología como una ciencia, igualmente exhibían en sus obras muchos rasgos estéticos e ideológicos.
De acuerdo a lo anterior, Lepenies afirmaba que tales “clásicos” deberían ser considerados como intelectuales, más que como científicos. Otro problema destacado por el sociólogo alemán es que sociología es la división de esta disciplina en una serie de sectas y escuelas, lo cual evocaba “más el mundo del arte que el de la ciencia”. En virtud de lo anterior, Lepenies concluía que la sociología era, de hecho, y debería ser considerada “como una rama de la literatura: la rama especializada en el ensayismo social” y que Boudon denomina como “sociología expresiva”. Frente a esto, Boudon concuerda con la afirmación de Lepenies de que algunas producciones sociológicas están más cercanas a las obras de arte que a los trabajos científicos, pero difiere en aplicar esto a los grandes clásicos de la sociología. Igualmente queda el problema del status científico de la sociología y la falta de rigurosidad de muchos sociólogos que parecen más bien literatos que, por lo demás, juegan a ser oráculos. La pregunta es entonces: ¿puede ser la sociología una disicplina científica?
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