3-Daron Acemoglu y James A. Robinson: Economía, Instituciones y Democracia (por Jan Doxrud)
El capítulo dos del libro titulado “Teorías que no funcionan” en donde abordan las tres hipótesis que he mencionado, los autores explican que defienden la idea de que para poder comprender la desigualdad se debe entender la razón por la cual algunas sociedades están organizadas ineficientemente. Para entender esto se debe ir más allá de la economía para integrar la política y las decisiones que se toman en las alturas del poder para así lograr comprender por qué algunos países fracasan y otros prosperan. En palabras de los autores:
“Para explicar la desigualdad mundial, todavía es necesario que la economía comprenda que los distintos tipos de Estados y acuerdos sociales afectan a los incentivos y a los comportamientos económicos. Perot también es necesaria la política”.
Acemoglu y Robinson afirman que la tesis central de su libro es que el desarrollo y la prosperidad económica se encuentran asociados tanto con instituciones económicas y políticas inclusivas. Por otra parte, aquellas naciones donde predominan instituciones económicas y políticas extractivas se encuentran condenadas al estancamiento y la pobreza. En virtud de lo anterior, se hace necesario en primer lugar aclarar a qué se refieren los autores cuando hablan de instituciones. En un paper titulado “The Role of Institutions in Growth and Development” (2008), Acemoglu y Robinson otorgan una definición amplia del concepto de institución. Los autores citan a un autor de referencia en esta materia, el economista e historiador Douglass North (1920-2015) para quien las instituciones constituían, apelando a una metáfora deportiva, las “reglas del juego” dentro de una sociedad. Continuando con la metáfora, los equipos que juegan dentro de las “reglas del juego” están conformados por los organizaciones y los empresarios, quienes vendrían, por ende, a ser sus jugadores.
Más formalmente hablando North añadía en su definición que las instituciones eran las restricciones diseñadas por el hombre que dan forma a la interacción humana y estructuraban las relaciones humanas en sociedad. North distinguía entre instituciones formales, como por ejemplo constituciones, leyes y reglas (piense el lector en la pirámide de Kelsen) e informales como las convenciones y códigos de conductas que las personas e autoimponen. A partir de esta definición amplia y general de “institución”, Acemoglu y Robinson rescatan tres ideas medulares.
La primera es que las instituciones son creaciones o diseños humanos, a diferencia de otros factores que escapan al control humano como lo es el clima o la geografía. El segundo aspecto que destacan es el rol que juegan las instituciones como diseñadoras de las reglas del juego dentro de una sociedad y, por ende, de lo que se puede o no se puede hacer por medio de una serie de restricciones. En tercer lugar los autores destacan un concepto fundamental y es el de los incentivos, los cuales se encontrarían subordinados a las instituciones o, lo que es lo mismo, serían las instituciones las que dan forma a los incentivos políticos y económicos en una sociedad determinada.
Tenemos, entonces, que conceptos claves dentro de este libro son los distintos tipos de instituciones – las económicas y políticas – , junto a los incentivos que estos generan. En el mismo paper mencionado, los autores explican que las instituciones económicas son fundamentales para el crecimiento económico puesto que dan forma a los incentivos de los actores económicos clave de la sociedad. Sumado a lo anterior, las instituciones económicas influyen a su vez en las inversiones en capital, tecnología física y humana y en la organización de la producción. No bastando lo anterior, los autores añaden que las instituciones económicas no solo determinan el potencial de crecimiento económico agregado de la economía, sino que también la distribución de recursos en la sociedad.
Es dentro de las diversas instituciones imperantes donde tienden a emerger luchas de intereses por parte de grupos con objetivos antagónicos o que no les acomoda o incluso rechazan las instituciones económicas imperantes. Es aquí donde el poder político puede entrar en escena y alterar el orden establecido, reformar o incluso abolir una institución económica. Así, teniendo en consideración la relación existente entre instituciones políticas y económicas, los autores afirman que es la política y las instituciones políticas las que determinan las instituciones económicas.
La historia nos brinda una serie de ejemplo de cambios en estas instituciones. Tenemos el caso Revolución Francesa que, como muchos procesos revolucionario, pasó gradualmente de tener objetivos mesurados a pasar a medidas radicales como la de abolir el sistema político y económico del Antiguo Régimen. En el caso de Chile que, bajo una dictadura cívico-militar (poder político de facto) inició un proceso de modernización y liberalización de la economía, dejando atrás el antiguo modelo estatista que había predominado por décadas a partir de la década de 1930. Así, junto a las instituciones económicas tenemos también las instituciones políticas las cuales también diseñan un entramado de incentivos y de distribución de poder y de recursos.
Centrémonos ahora en las instituciones extractivas e inclusivas mencionadas anteriormente. Las instituciones “políticas” extractivas son aquellas en donde el poder se centra en una élite reducida que ejerce su poder con límites muy difusos. Cabe aclarar que toda democracia es gobernada por una élite política pero, en este caso, tal élite gobierna dentro de un sistema político corrupto con libertades limitadas y un sistema democrático cosmético (cabe aclarar que los autores, cuando hablan de política, se refieren al proceso mediante el cual una sociedad elige las reglas que la gobernarán) . Tales élites fundamentan su poder en un sistema extractivista, vale decir, basado en la extracción de recursos naturales. En pocas palabras estas instituciones extractivas buscan “extraer rentas y riqueza de un subconjunto de la sociedad para beneficiar a un subconjunto distinto”. En tales instituciones la innovación y la destrucción creativa (término del economista austriaco Joseph A. Schumpeter) es concebida como un peligro puesto que puede alterar el ordene stabñecido por las éltes extractivistas.
Un ejemplo es el rechazo por parte de la casa real de los Habsburgo de ciertas innovaciones fruto de la revolución industrial en el siglo XIX. Por ejemplo, el desarrollo de la industria en las ciudades podría tener como consecuencia una a lta concentración de trabajadores los cuales podrían ser una fuente de apoyo para quienes rechazaban el absolutismo. Esto se tradujo en la prohibición de nuevas fábricas en Viena en 1802. Las líneas férreas fueron otra de las pesadillas de los Habsburgo en el sentido de que estas podrían transformarse en el medio de transporte de una revolución. Un ejemplo actualizado es la amenaza de las “redes sociales” para los regímenes extractivos, puesto que tienen la potencialidad de construir y coordinar manifestaciones que potencialmente puedan socavar el orden económico y político establecido.