4) René Descartes y el racionalismo: una breve introducción a su pensamiento (por Jan Doxrud)
Ahora nos concentraremos en las dos principales obras filosóficas de Descartes: el Discurso del Método (1637) y las Meditaciones metafísicas (1642). Descartes realizó una severa crítica a las enseñanzas que había recibido. No se quedó en el mero escepticismo, sino que va a ofreció un método para dirigir el pensamiento de manera correcta. En el invierno quedó sumido en sus meditaciones con el objetivo de llevar a cabo un proyecto radical que afectará no sólo al ámbito epistemológico, sino que también el ontológico. Descartes escribe a modo de autobiografía, en primera persona y se muestra entusiasmado por el descubrimiento de un método:
“puedo decir que creo que fue una gran ventura para mí el haberme metido desde joven por ciertos caminos, que me han llevado a ciertas consideraciones y máximas, con las que he formado un método, en el cual parece tengo un medio para aumentar gradualmente mi conocimiento y elevarlo poco a poco hasta el punto más alto a que la mediocridad de mi ingenio y la brevedad de mi vida pueden permitirle llegar”[1].
¿Cuál es el propósito de Descartes? Responde el filósofo:
“Mi propósito…no es el de enseñar aquí el método que cada cual ha de seguir para dirigir bien su razón, sino exponer el modo como yo he procurado conducir la mía. Los que se meten a dar preceptos deben estimarse más hábiles que aquellos a quienes los dan, y son muy censurables si faltan en la cosa más mínima”[2].
El Discurso del Método es la autobiografía intelectual del autor así como una síntesis de su sistema filosófico y su método científico. A cualquier persona que quiera leer un hermoso texto de filosofía debería leer los textos de Descartes. En el pensador francés se deja ver su escepticismo con respecto a la autoridad, en este caso, la autoridad que ha regido su época: la escolástica y personajes de la talla de Aristóteles y Tomás de Aquino. Debe tenerse en cuenta que no era una empresa fácil el poner en duda las bases de la filosofía predominante y más aún cuando la filosofía actuaba como “sierva de la teología”. En su primera meditación escribió palabras que no nos son y no deben ser ajenas a nosotros:
“Hace mucho tiempo que me he dado cuenta de que, desde mi niñez, he admitido como verdaderas una porción de opiniones falsas, y que todo lo que después he ido edificando sobre tan indebles no puede ser sino muy dudoso e incierto; desde entonces he juzgado que era preciso acometer seriamente contra, una vez en mi vida, la empresa de deshacerme de todas las opiniones a que había dado crédito, y empezar de nuevo, desde los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias”[3].
¿Cuál es el punto de partida de Descartes? La respuesta: la duda. El pensador comienza con la duda, pero no un mero dudar sin propósito alguno, ya que Descartes buscaba construir y no meramente demoler el armazón filosófico de su época. Una vez cuestionadas aquellas ideas aceptadas ya sea por la costumbre u otras razones, Descartes procede a elaborar las bases de su método.
“Asimismo vemos que casi nunca ha ocurrido que uno de los que siguieron las doctrinas de esos grandes ingenios haya superado al maestro; y tengo por seguro que los que con más ahínco siguen hoy a Aristóteles se estimarían dichosos de poseer tanto conocimiento de la naturaleza como tuvo él, aunque hubieran de someterse a la condición de no adquirir más amplio saber. Son como la yedra, que no puede subir más alto que los árboles en que se enreda y muchas veces desciende después de haber llegado hasta la copa”.
Descartes quiere hacer progresar el conocimiento sobre bases sólidas y, en este proyecto, se hace necesario cuestionar y superar a las grandes autoridades filosóficas de la época. Ciertamente esta era una tarea titánica y Descartes era consciente de ello.
“Arquímedes, para levantar la Tierra y transportarla a otro lugar, pedía solamente un punto de apoyo firme e inmóvil; también tendré yo derecho a concebir grandes esperanzas si tengo la fortuna de hallar sólo una cosa que sea cierta e indudable”[4].
Veremos que la empresa filosófica de Descartes fue un éxito (y maldición para otros) y marcará profundamente el pensamiento occidental hasta nuestros días. Descartes logró dar con ese punto de Arquímedes y anunció así su “método” por medio de una serie de pasos:
“no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más lo que se presentase tan clara y distintamente en mi espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda”[5].
En segundo lugar afirma:
“…dividir cada una de las dificultades que examinaré en cuantas partes fuese posible y en cuanto requiriese su mejor solución”.
Posteriormente continúa señalando:
“...conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente.”
Por último tenemos
“…hacer en todos unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada”.
Descartes, en su intento de liberarse de los conocimientos adquiridos y comenzar de una base segura, procedió a hacerlo por medio de tres fases:
1-Dudar de los datos proporcionados por los sentidos.
2-Dudar de aquellos momento en que estaba despierto, lúcido, percibiendo cosas, ya que podría tratarse de un sueño.
3-Por último llevó su duda al extremo al imaginar que un genio maligno nos cubre con un velo de ignorancia y hace del mundo una ilusión.
En el proceso de desarrollo de su método, Descartes se preocupa de establecer una moral provisional. En la tercera parte del Discurso del Método se proporciona una moral provisional:
“…como para empezar a reconstruir el alojamiento donde uno habita, no basta haberlo derribado y haber hecho acopio de materiales…sino que también hay que proveerse de alguna otra habitación en donde pasar cómodamente el tiempo que dure el trabajo; así, pues, , con el fin de no permanecer irresoluto en mis acciones, mientras la razón me obligaba a serlo en mis juicios… hube de arreglarme una moral provisional”[6].
[1]René Descartes, Discurso del Método (España: Esapasa Calpe, 2006), 40.
[2]Ibid., 41.
[3]René Descartes, Meditaciones Metafísicas (España: Esapasa Calpe, 2006), 119.
[4]Ibid., 127.
[5]René Descartes, Discurso del Método, 53.
[6]Ibid., 57.