2/2-Occidente: Autoflagelo y el monopolio de la culpa (por Jan Doxrud)
“Un pueblo que no se haga responsable de sus actos pierde todas sus cualidades que permiten tratarlo de igual a igual”
(Pascal Bruckner, La tiranía de la penitencia. Ensayo sobre el masoquismo occidental)
En una entrevista (2014) el académico de literatura argentino (Universidad de Duke) Walter Mignolo afirmaba que desde el año 1500 hasta el 2000, “el planeta asistió a la fundación histórica de la civilización occidental conjuntamente con su expansión”. Añade el autor que acontecimientos como la Revolución Rusa y la victoria del maoísmo en China no fueron otra cosa que “procesos de autooccidentalización”, debido a que se implementaron tanto en Rusia como en China, “el complemento occidental del liberalismo, esto es, el socialismo/comunismo. Un hito que habría marcado (supuestamente) el inicio del proceso de descolonización, que conlleva a su vez una “desoccidentalización”, fue para Mignolo la Conferencia de Bandung (1955) de los (supuestamente) países no alineados. De acuerdo a Mignolo, la
“descolonización significaba autonomía política y desoccidentalización significaba construirnos a nosotros mismos como autónomos del Occidente capitalista y del occidentalismo comunista en Rusia y China”.
Para el autor argentino el proceso de desoccidentalización está siendo amenazado por otro proceso de “reoccidentalización” que vendría a ser el intento por parte de Europa y Estados Unidos de tomar las riendas del poder global.
En palabras de Mignolo la reoccidentalización se vio reflejada en “el intento y el esfuerzo de retomar el liderazgo global que perdió durante el gobierno Bush-Cheney (2001-2009), con la cooperación de Tony Blair en el Reino Unido”.Dentro del contexto latinoamericano, Mignolo señala en la entrevista (2014) que Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela se encontraban alineados con la desoccidentalización, mientras que los países de la Alianza del Pacífico – Chile, Perú, Colombia y México– están claramente alineados con la reoccidentalización. Así, para Mignolo el concepto de Occidente está fundamentalmente vinculado al poder, en este caso específico, al poder que ejercen los países donde predominan economías mixtas y democracias liberales, principalmente países europeos como Alemania, Francia e Inglaterra y también (y principalmente Estados Unidos). De esta manera, la “desoccidentalización” constituye un bloque de contención que se propone construir un nuevo polo d poder que erige caminos alternativos de desarrollo, lejos del discurso colonizador de Occidente. En palabras de Mignolo:
“La civilización occidental, entonces, se fundó sobre –y tiene como estructura subyacente– el patrón colonial de poder, que consiste en una retórica de salvación –conversión, progreso, desarrollo, democracia de mercado– y su lado más oscuro e invisible: la lógica de despojo y muerte para poder materializar las promesas de la modernidad. Por 500 años, Occidente fundó, transformó y se disputó internamente –de España, Holanda, Francia e Inglaterra a EU– las transformaciones y adaptaciones de ese patrón”.
Este modo de pensar sigue la línea de lo que décadas atrás señalaba Frantz Fanon (1925-1961) influenciado por el marxismo-leninismo así como por el “termundismo”. Para Fanon la lucha contra Occidente, “la descoloniación”, que era una “desoccidentalización”, pasaba por romper la colonización tanto territorial y sobre todo la mental, es decir, romper con la cultura impuesta por el opresor y destruir incluso, mediante esa violencia revolucionaria redentora, sus instituciones políticas y promover la creación de un “hombre nuevo”, tal como lo expresa en “Los condenados de la tierra”. Así Fanon, al igual que algunos movimientos indigenistas actuales, busca ese paraíso mítico junto a esta identidad colectiva prístina y totalmente purificada de cualquier del veneno occidental.
Este odio estereotipado hacia “Occidente” sigue aun presente, desde intelectuales preferentemente de izquierda, líderes políticos hasta fundamentalistas religiosos, destacándose principalmente los islamistas radicales. Pero cabe aclarar que el concepto de Occidente va asociado a otros conceptos lo cual explica el por qué distintos grupos comparten este odio hacia lo “occidental”. Así “Occidente sería sinónimo de: capitalismo explotador del ser humano (lo que critica la izquierda política), capitalismo explotador de la naturaleza (lo que critican los ecologistas radicales), occidente desacraliza el mundo (lo que critican los fundamentalistas religiosos), occidente es imperialista y racista (lo que denuncia el indigenismo) colonizó y esclavizó a los pueblos autóctonos de distintos continentes (lo que critican los movimientos organizados de pueblos originarios), occidente promueve una cultura light y consumista (lo que denuncian los moralistas) y occidente ha promovido una cultura patriarcal (lo que denuncias movimientos feministas extremos). Así Occidente simplemente no tiene salvación puesto que es un chivo expiatorio que carga con todos los males del mundo.
Es por ello que Buruma y Margalit escribieron “Occidentalismo” haciendo una clara alusión a la obra del fallecido intelectual Edward Said (1935-2003) y su obra “Orientalismo”. Lo que Buruma y Margalit es justamente mostrar el mismo error que Said denunciaba en su obra “Orientlaismo”, la visión simplificadora, reduccionista y grotescamente estereotipada de Oriente. Como señalan los autores:
“La visión de Occidente que se tiene en el occidentalismo es como los peores aspectos de su contrapartida, el orientalismo, que despoja de sus destinatarios de su misma condición humana (…) El occidentalismo es cuando menos igual de reductor, su fanatismo inherente tan sólo trastoca y pone del revé la visión orientalista. Reducir una sociedad o una civilización entera a la condición de mera masa de parásitos desalmados, decadentes, plutócratas, desarraigados, descreídos y sin sentimientos es una forma de destrucción intelectual (…) Los prejuicios son parte de la condición humana. Pero cuando la idea de que otras personas ni siquiera son seres humanos adquiere fuerza revolucionaria, desemboca en la destrucción de los seres humanos”.
Occidente carga, y se le recuerda constantemente que debe cargar con una serie de pecados como el imperialismo, colonialismo y neocolonialismo de todo tipo. Occidente es el gran tirano mundial que no tendrá el tiempo suficiente para purgar todas sus culpas. Sus principales enemigos toman distintas formas como por ejemplo el islamismo, la izquierda radical, grupos “antisistema”, movimientos “antiglobalización” “movimientos no alineados”, indigenismos y movimientos “tercermundistas”, el (ahora decadente) “Foro de São Paulo y ecologistas radicales. Si bien, el final de la Guerra Fría mostró el fracaso e inviabilidad de la planificación central por parte del Estado, el metarrelato de los explotadores y explotados le sobrevivió tomando diversas formas bajo distintos actores. Y, por lo demás, el odio hacia EEUU y todo lo que representa continuó vivo en los huérfanos y nostálgicos adherentes al comunismo y tal odio se dirigió también hacia Occidente. Si la trinchera desde la cual luchar ya no es el fracasado marxismo-leninismo, entonces será desde otras como el indigenismo, socialismo del Siglo XXI, ecologismo, causa palestina, etc. Así se cristaliza el estereotipo que Buruma y Margalit denominan bajo el nombre de Occidentalismo:
“El occidentalismo puede considerarse expresión de un resentimiento amargo frente al ofensivo despliegue de superioridad por parte de Occidente, que se basa en la presunta superioridad de la razón. Más corrosivo que el imperialismo militarista es el imperialismo mental que se impone mediante la propagación de la creencia occidental en el cientifismo, la fe en la ciencia como única manera de acceder al conocimiento”
¿Qué podemos decir sobre esto? ¿Es Occidente una civilización maligna? Debe Occidente purgar las culpas y solicitar perpetuamente el perdón de sus víctimas o ¿habrá que derribar más estatuas de Cristóbal Colón y otros exploradores que trajeron consigo miseria? Ciertamente, y como cualquier otra cultura y civilización, Occidente tiene tanto luces como sombras. El imperialismo, colonialismo y la esclavitud le pesan a grandes potencias representativas de Occidente, pero estos no le son de su exclusiva autoría. Por ejemplo, en la Conferencia Mundial contra el Racismo la Discriminación Racial, la Xenofobia y la Intolerancia celebrada en Durban (2001) en donde, entre otras cosas, se solicitó compensaciones de parte de potencias europeas por la esclavitud que constituía un crimen contra la humanidad. El problema es que la esclavitud no es monopolio de Occidente ni de Europa. La esclavitud ha sido practicada desde hace miles de años en donde se sometían a otras personas a este status no por un tema racial sino que porque eran vulnerables.
El Islam ha sido una de las civilizaciones que por excelencia ha practicado la esclavitud. Los berberiscos en el norte de África convirtieron en esclavos a miles de europeos, pero en nuestros días no escuchamos que se le exijan compensaciones por esto. En la trata de esclavos negros también fueron cómplices comunidades autóctonas de África. Tenemos el caso de los esclavos estadounidenses liberados que, posteriormente se convirtieron en los nuevos explotadores de la población africana autóctona cuando se dirigieron a su nueva nación llamada irónicamente “Liberia”. Se achaca a la Iglesia sus lazos con el nazismo y el fascismo pero existe un silencio sepulcral frente a la complicidad del Gran Mufti de Jerusalén y nacionalista árabe-palestino con el nazismo y Hitler. Y qué decir la 13.ª División de Montaña SS Handschar integrada por voluntarios musulmanes que lucharon junto al nazismo en los Balcanes.Pero por alguna razón la culpa de todos los males solo los carga Occidente que ha logrado internalizar esa culpa.
El discurso antioccidental se ha extrapolado también a Israel. Como explica Shlomo Ben-Ami, los árabes percibían a los sionistas como una “punta de lanza de una civilización occidental inaceptable”. Más adelante añade: “Los propagandistas y simpatizantes árabes persistieron en la acusación de que Israel es un enclave de la civilización Occidental en Oriente Medio, una sucursal de intrusos europeos creada por supervivientes de la brutalidad nazi”. Incluso se los asoció al colonialismo e imperialismo europeo (incluso con el comunismo apelando al origen de Karl Marx), cuando en realidad los primeros sionistas imbuidos por el socialismo y el colectivismo, aspiraban, como señaló Martin Buber a Gandhi, “a retornar a la tierra y labrarla con sus propias manos como el único modo de redención nacional”, de manera que el sometimiento de los árabes a un sistema de explotación resultaba ser falso. Ahora bien, como señala Ben-Ami resulta ser ciertos que padres del sionismo como Herzl o Nordau tenían una alta estima por la cultura occidental y su superioridad frente a otras culturas. Nordau llegó a afirmar que harían de Asia Menor lo que los ingleses habían hecho en la India, pero en el plano cultural, de manera que el dominio por la fuerza no era parte del proyecto sionista. Así, se ha creado desde hace tiempo la imagen del judío como un cáncer, una infección, un extranjero o un elemento artificial e incómodo clavado en medio del mundo árabe.
Como señala Pascal Bruckner, la arrogancia de Occidente radica en que sólo admite su propia barbarie y niega la de los demás. Como bien afirma Bruckner, Europa (Occidente) ha dado luz a auténticos monstruos pero también ha ideado las teorías que han permitido con el tiempo destruir tales monstruos, como por ejemplo el de haber abolido la esclavitud, reconocer el pluralismo político y respetar las demás religiones. Escuchamos denuncias de islamofobia en Europa, en un continente donde existen miles de mezquitas frente a países musulmanes donde ni siquiera se permite el culto de otras religiones y en donde sunitas y chiítas cometen atentados unos contra otros. Wassyla Tamzali acertadamente señala que la tolerancia respecto a otras culturas es propia de Europa y apenas se da en otros lugares, en particular en el mundo musulmán. Como nos recuerda la misma autora, ante la petición de Arabia Saudita de construir una mezquita en Ginebra, los suizos respondieron que aceptarían de buena gana siempre y cuando pudieran construir una iglesia en Arabia Saudita (situación similar sucedió en Noruega).
Como nos recuerda Bruckner, el “escudo semántico” – la islamofobia – fue utilizado en 1970 contra la feminista Kate Millet quien había realizado un llamado a las mujeres a no utilizar el chador, al igual que contra Salman Rushdie a raíz de la publicación de los “Versos Satánicos”. En el caso de Rushdie, Jomeini emitió una fatwa en donde llamaba a darle muerte al escritor. En suma, y como señala Bruckner, el neologismo “islamofobia” es una invención hábil que pretendía convertir al Islam en un objeto intocable so pena de ser acusado de racista. En lo que respecta a otros temas, como el los derechos de las mujeres, solemos ver en las noticias las marchas y actos de desacralización hacia la Iglesia por parte de ciertos grupúsculos de mujeres exaltadas, que denuncian el predominio del patriarcado.
Pero estas mimas mujeres no son capaces de reconocer todos los avances que se ha realizado en esta materia en el mundo occidental, y tienden a representar un escenario dantesco en donde la situación de la mujer parece casi insostenible, escenario que no se condice con la realidad. Peor aún, muchas callan y no se muestran igual fanatismo y poder de movilización para luchar por aquellas mujeres que sí están fuertemente oprimidas como Afganistán, India, Pakistán u Honduras. Para qué hablar de la situación de los homosexuales en otros países en donde son públicamente ejecutados o humillados. Ejemplos de países en donde ser homosexual es peligroso puesto que es sancionado legalmente, y por ende, hostigados por el Estado son: Irán, Arabia Saudita, , Sudán, Somalia, Pakistán y, en el medio oriente, es Israel donde esta comunidad puede sentirse más segura.
Pero, por alguna razón todas las invectivas siempre se limitan a lo que sucede en Occidente. Como denunciaba Wassyla Tamzali, algunas autodenominadas feministas (posmodernas las rotula la autora) han renunciado a principios universales a favor de un peligros o relativismo cultural que coloca a la “cultura” por encima de cualquier derecho básico de la mujer. También la autora carga contra la defensa del velo (y sus múltiples variantes) por parte de grupos feministas que lo presentan como una comodidad, un derecho, libertad y una expresión de la diferencia cultural. Si bien existen mujeres que gustan de llevar el velo, chador, etc., existen otras millones sometidas a vivir bajo el anonimato como las afganas bajo la burka. También ha habido múltiples manifestaciones contra el uso de estos por parte de mujeres en Irán. Si bien la tolerancia es deseable hay que resguardarse de que esta se vuelva en su contra y que avale el relativismo cultural.
En virtud de lo anterior la humanidad queda fragmentada en distintas culturas en donde ninguna sería mejor que la otras siendo, por ende, todas isovalentes. Así la cultura, como afirmaba el filósofo español Gustavo Bueno, se transforma en el opio del pueblo y un mito similar al mito de la raza de principios del siglo XX. La cultura termina como señalé por balcanizar a la humanidad y a encerrar a los individuos en colectividades rígidamente estereotipadas que lo reprimen y le impiden trazar su propio proyecto de vida. Peor aún, este relativismo cultural termina por renunciar a principios éticos universales, de manera que ni siquiera tendría sentido hablar de Derechos Humanos. Por ende, es un error caer en la clase de reduccionismo del tipo “todo es X” (donde X = cultura, ideología, intereses de clase, género, materia, etc). En virtud de lo anterior es que Wassyla Tamzali, haciendo referencia a la práctica de la esclavitud, señala que las diferencias culturales jamás pueden “justificar esta práctica, por mucho que esté contemplada en el Corán a través de las prácticas culturales”. Añade la misma autora: “Mi cultura, su cultura, la de ellos: en nombre de la diversidad, son muchas las personas que pretenden hacer justicia a las reivindicaciones culturalistas e identitarias sin siquiera preguntarse lo que significan”.
Pero este respeto por el otro solo parece tolerarse y valer para algunas culturas y creencias por sobre otras. Las denominada “identity politics” o“políticas de la identidad”, como bien explica Pascal Bruckner, “reafirman la diferencia en el momento en que se quiere afirmar la igualdad, recuperan, en nombre del antirracismo, las antiguas posiciones tomadas con respecto a la raza o a la etnicidad”. Frente a la contaminación cultural occidental se desea recuperar una suerte de identidad mítica perdida tras siglos de colonización cultural. A esto, Bruckner añade un punto fundamental y que guarda relación con la protección de individuo para que este no se vea forzadamente engullido por la “identidad cultural” o ser menospreciado por negar a diluirse en esta. Por ejemplo, tenemos el concepto de “desclasado” para hacer alusión a aquellas personas que rechazan o reniegan de su “clase social” (concepto esencialista y rígido) o, como sucede en Chile, donde el werkén del Consejo de todas las Tierras, Aucán Huilcaman, rotula a los mapuche no adeptos a su causa como “mapuche domesticados”. Al respecto escribió Bruckner:
“La protección de los derechos de las minorías es también el derecho, para cada individuo pertenecientes a ellas, de apartarse de las mismas sin daños, por indiferencia, por olvido de las solidaridades del clan o de la familia, de forjarse un destino propio sin reproducir lo que sus padres le hayan legado”.
Así, Occidente con sus luces y sombra debe abandonar la autoflagelación y el masoquismo, y dejar de prosternarse sumisa y acríticamentemente ante sus obsesivos acusadores que constantemente susurran a sus oídos los terribles males que ha cometido en el pasado, pecados de los cuales nunca lograrán emanciparse y que se transmitirán a las generaciones futura. Si hay algo que ha caracterizado a Occidente es el dinamismo, el cambio y el autoexamen, del cual carecen otras culturas que sólo saben mirar la paja en el ojo ajeno. Es este autoexamen el cual ha dado origen a la idea de una sociedad secular, ha dado nacimiento al concepto de genocidio (acuñado por Raphael Lemkin) tras la Shoa y la idea de instaurar un noble y ambicioso ideal: los Derechos Humanos. Así todos los avances han sido el fruto de procesos históricos traumáticos, guerras religiosas, nacionalismos enfermizos, regímenes totalitarios, y guerras mundiales. De cada proceso violento y traumático, el Occidente europeo ha sabido levantarse y superarlo, lo mismo que en Estados Unidos, donde la esclavitud ha sido abolida (aunque persista el racismo que no es monopolio de este país) y en donde un presidente afroamericano ha llegado a la Presidencia de la máxima potencia mundial.
Si bien existen víctimas, el peligro es caer y estancarse en la “victimización”. Esta tendencia a victimizarse puede transformarse en un cómodo nicho desde el cual se exige, reclama, se culpa y se evade toda responsabilidad. Ciertos intelectuales y figuras políticas deben comenzar a abandonar este discurso “tercermundista” que cada cierto tiempo utilizan de acuerdo al contexto político. Muchas naciones africanas (para que hablar las americanas) han tenido el tiempo suficiente como para tomar las riendas de su destino y no pueden simplemente culpabilizar de sus males a “Occidente”. Aun seguimos presos de una retórica de explotación y lucha de clases marxista llevada a las relaciones internacionales y que inspiró (lamentablemente) a los economistas del desarrollo durante gran parte del siglo XX así como a la escuela estructuralista. Lo cierto es que la existencia de países pobres no se debe a la existencia de países ricos y menos aún porque los países ricos “explotan” a los pobres. Si existen países pobres, por ejemplo, en África es por la existencia de gobiernos autoritarios, estatistas y corruptos que mantienen sistemas extractivistas heredados de los antiguos colonizadores. Y la temática sobre el “saqueo de los recursos”, cabe señalar
Que la a riqueza no depende exclusivamente de los recursos naturales (por ejemplo los casos de Japón y Suiza) Cómo explicar la pujanza económica de Israel?: en medio de un desierto y rodeado de enemigos). Ningún país puede vivir de un supuesto “saqueo” de recursos.
En segundo lugar existen países con recursos naturales que se han empobrecido, siendo el caso más emblemático el de Venezuela. El ineficiente sistema económico y la corrupción se encargaron de empobrecer al país. En tercer lugar, Europa pasó por dos guerra mundiales y con la Segunda comenzó la descolonización, de manera que no se recuperó gracias a sus colonias a partir de 1945. Aunque algunos países del continente recibieron ayuda (por ej el Plan Marshall) el éxito de, por ejemplo, Alemania Occidental se debió al buen funcionamiento de sus instituciones y la apertura de los mercados por parte de Ludwig Erhard (1897-1977). En cuarto lugar, Alemania era un país con pocas colonias debido a su tardía unificación en 1871y, aún así, es una potencia económica. Lo mismo puede decirse de los países escandinavos, que no poseían grandes posesiones coloniales.
Por otra parte tenemos que estos intelectuales y políticos que gustan de utilizar cada cierto tiempo la carta del autoflagelo son poco coherentes y consistentes. Por ejemplo podemos apreciar a Evo Morales despotricar con Estados Unidos y los países europeos, pero no duda en acudir a la ONU o a la Haya para zanjar temas limítrofes. También tenemos que, por un lado se defienden los DDHH, pero por otro se sacraliza el concepto de cultura hasta tal punto que no debemos “entrometernos” en asuntos internos de países donde se violan derechos básicos. Se critica al “imperio”, como Hugo Chávez, pero mantiene relaciones comerciales fluidas con este mismo. En suma se condenan los ideales, valores, tradiciones e instituciones político-económicas de Occidente, pero se abrazan los artefactos y tecnologías que han sido posible dentro de un contexto ideológico propicio. Por ejemplo El sultán Bayezid II prohibió en la segunda mitad del siglo XV la imprenta y, en el siglo XX. los comunistas Jemeres Rojos decidieron lanzar por la borda todo el legado occidental e incluso abandonaron y forzaron a la población a abandonar las ciudades. La ideología económica socialista fundamentada en la propiedad estatal de los medios de producción y el control centralizado de la economía terminó siendo un desastre que afectó negativamente los incentivos, la innovación y la producción
Artículos complementarios (hacer click en cada uno):
El Nuevo Orden Mundial Post-Guerra Fría (2): El mundo multicivilizacional (por Jan Doxrud)
La obsesión antiestadounidense (por Jan Doxrud)
Algunas palabras sobre el relativismo cultural (por Jan Doxrud)
(I) Christopher Dawson y las raíces cristianas de Europa: Introducción (por Jan Doxrud)
I) La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)
(II) La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)
(III) La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)
(IV) La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)
Entendiendo el Discurso Filosófico de la Modernidad (1) (por Jan Doxrud)
Entendiendo el Discurso Filosófico de la Modernidad (2) (por Jan Doxrud)
Entendiendo el Discurso Filosófico de la Modernidad (3) (por Jan Doxrud)
Entendiendo el Discurso Filosófico de la Modernidad (5) Marx y Baudelaire (por Jan Doxrud)
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