1) Reseña: Fascismo. Una advertencia. (por Jan Doxrud)
El libro se llama Fascismo. Una advertencia, y hay quien lo ve alarmista. Pero está hecho a propósito, porque si empezamos a pensar que dividir a las sociedades es normal y que es una forma de solucionar problemas, corremos un grave peligro. Un líder de tendencias fascistas es probable que mantenga las divisiones y encuentre a algún grupo como cabeza de turco. Ahora, en Europa y Estados Unidos estos son los refugiados o los inmigrantes.
(Madeleine Albright, Fascismo. Entrevista Diario El Pais, 26/9/2018)
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En este segundo artículo que dedico a la temática del fascismo, me referiré al reciente libro de Madeleine Albright titulado: Fascismo. Una advertencia. El libro es una reflexión de la situación política actual a la luz de la historia reciente en Europa a lo largo del siglo XX, específicamente el período de entreguerras (1919-1939), la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) la Guerra Fría (1945-1989). El libro constituye una advertencia de que no hay que dar por sentada y considerar como “lo normal” a las democracias liberales. Como cuenta la autora sobre la figura de su padre, éste, una vez radicado en Estados Unidos junto a su familia se dedicó a escribir varios libros sobre los riesgos de la tiranía, puesto que uno de sus temores era que los estadounidenses se hubiesen acostumbrado tanto a la libertad, que pudieran llegar a considerar la democracia como algo garantizado. Esto debe ser tenido en consideración cuando Albright se cuadra con aquella interpretación historiográfica que nos señala que el fascismo no fue una mera etapa excepcional de la historia de Italia, Europa o si se quiere del mundo. Todo lo contrario, la autora es clara al señalar que, al menos desde su aparición en los primeros años de la década de 1920, el fascismo forma parte de la humanidad y constituye un fenómeno que puede resurgir.
Uno de los temas medulares que se plantea la autora es cómo ha evolucionado el panorama internacional tras el final de la URSS en 1991. Específicamente, ¿qué ha sucedido en estos más de 20 años con la democracia liberal en el mundo? Sin duda, a partir de la década de 1990, esta se ha expandido y, junto a la globalización, fue enarbolada y alabada por los mandatarios del mundo tras el derrumbe del telón de acero. Pero pareciera que el discurso pro globalización, libre mercado, pluralismo, tolerancia, Estado de Derecho, libertad y democracia están sufriendo un retroceso. Tenemos a los ya conocidos dictadores como el fallecido Fidel Castro, Hugo Chávez y Robert Mugabe. Actualmente tenemos a Díaz Canel y Raúl Castro en Cuba, el joven miembro de la dinastía Kim en Corea del Norte, a Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial, así como también a la dupla de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo en Nicaragua.
En Europa tenemos a Aleksandr Lukashenko en Bielorusia, en el Cáucaso (Chechenia) a Ramzán Kadyrov, a Rodrigo Duterte en Filipinas y las teocracias represivas de Ali Jamenei en Irán o la del joven príncipe Mohamed bin Salmán en Arabia Saudita. No podemos dejar de mencionar al nuevo sultán que ha surgido en Turquía, fortalecido tras el intento de golpe de Estado, Recep Tayyip Erdogan y al Presidente con aires de zar como lo es Vladimir Putin. En el caso del libro de Albright, la autora aborda algunos de estos personajes como Chávez, Erdogan, Putin y el joven Kim, pero el personaje que más le preocupa es uno en particular: Donald Trump. En palabras de Albright:
“Si consideramos el fascismo como una herida del pasado que estaba prácticamente curada, el acceso de Donald Trump a la Casa Blanca sería algo así como arrancarse la venda y llevarse con ella la costra”.
A esto añade:
“No es la primera vez que Estados Unidos tiene un presidente imperfecto; de hecho, nunca hemos tenido ninguno que no lo fuera, pero en la época moderna jamás habíamos contado con un jefe del Ejecutivo cuyos actos y declaraciones estuviesen tan en desacuerdo con los ideales democráticos”.
Albright explica que Trump ha venido a degradar el discurso político. Es un personaje que desprecia los hechos, difama a sus predecesores y opositores, ha tildado a los periodistas de enemigos del pueblo estadounidense, ha mantenido un discurso violento hacia los inmigrantes y adoptado sin razón el nacionalismo y proteccionismo en materia económica. Por lo demás ha alabado las acciones de Rodrigo Duterte en Filipinas en su combate contra las drogas. También ha felicitado a Abdel Fattah al-Sisi por su buen trabajo, un hombre acusado de tortura y que quiere modificar la Constitución y permanecer en el poder hasta el año 2034.
En un artículo escrito en Independent, Patrick Cockburn, señala que Trump, si bien no es Hitler o Mussolini, sí presenta ciertos rasgos propios del fascismo. Trump, después de todo, es un líder nacionalista, demagógico, autoritario y populista. Ahora bien, a diferencia de estos dos dictadores, Trump no se ha caracterizado por el uso de la fuerza militar como único medio para solucionar problemas, optando por otros medios como los comerciales. Albright en una entrevista a Vox, señala que no denomina a Trump fascista, puesto que aún no está presente la violencia propia de esta forma de hacer política como sería el caso de Kim Jong Un quien, de acuerdo a la autora, es un fascista en el pleno sentido del término.
Ahora bien, más allá de la figura de Trump, Albright nos previene y nos llama a estar atento con aquella forma de hacer política que presenta una serie de rasgos (y que no son monopolio ni de la izquierda, derecha, conservadores o progresistas):
1) Explotación de los prejuicios y de una identidad de grupo excluyente basada en la etnia, raza, partido o religión.
2) Alimentar la división social, avivar las quejas así como también los ánimos de venganza.
3) Desprecio de las instituciones gubernamentales y procesos electorales.
4) Socavar la confianza en los principios democráticos, como la libertad de prensa y la independencia del poder judicial.
5) Explotación de símbolos patrióticos para volvernos unos contra otros.
6) Apelar a las masas haciendo uso de un lenguaje campechano y violento.
El libro de Albright pasa revista a varios temas. Comienza con la vida política de Mussolini así como también sobre el nacimiento del concepto de fascismo. Continúa con una revisión de las condiciones socioeconómica y políticas que permitieron a Hitler llegar al poder en Alemania y la relación que desarrolló con Mussolini antes y durante la guerra. También aborda otras temáticas como el genocidio por parte de Slobodan Milosevic y Ratko Mladic en los Balcanes, el populismo autoritario de Hugo Chávez, el auge de Erdogan en Turquía, la figura de Vladimir Putin, las tensiones de Polonia y Hungría (por causa del nacionalismo antiinmigración) con las políticas de la Unión Europea y la figura de Donald Trump. No es el objetivo del presente artículo abordar estos capítulos, sino que, más bien, pretendo centrarme en la temática del fascismo, para ser más preciso, qué entiende Madeleine Albright por este concepto. Antes de abordar este tema, me quisiera referirme brevemente a la historia de vida de la autora del presente libro que comento.
Madeleine Albright, cuyo nombre original es Maria Jana Korbel, nació en Praga, Checoslovaquia el 15 de mayo de 1937. Producto del expansionismo de Hitler, quien se apoderó de la zona de los Sudetes de Checoslovaquia y, posterior al tristemente célebre Acuerdo de Munich, terminó por invadir la totalidad del territorio checo, la familia tuvo que huir a Londres. Explica que ella y su familia tuvieron que abandonar Praga en 1939 y antes de llegar a Londres, tuvieron que transitar por Eslovaquia, Hungría, Yugoslavia y Grecia. En Londres tuvieron que presenciar los interminables bombardeos nazis a Inglaterra. Su padre se dedicó a trabajar en la radio retransmitiendo noticias a su país natal para contrarestar las mentiras que los nazis difundían en Checoslovaquia. Albright es de origen judío, pero fue criada como católica y muchos de sus cercanos murieron en los campos de concentración nazi. Como comenta la autora:
“Para protegernos, y para que mi vida y la de mis hermanos Kathy y John pareciese lo más normal posible, mis padres nos ocultaron algo de lo que no tendríamos conocimiento hasta décadas después: que tres de nuestros abuelos y muchos de nuestros tíos, tías y primos estaban entre los millones de judíos que murieron en el acto más atroz del fascismo, el Holocausto”.
Con el final de la Segunda Guerra Mundial (1945), la suerte de Checoslovaquia no mejoraría, puesto que el país caería bajo una dictadura comunista. Como escribe Albright, en 1948 Checoslovaquia cayó bajo la férula comunista y la democracia quedó aniquilada forzando a que la familia nuevamente tuviese que exiliarse. Sucedió que, tras la guerra, el presidente checo Edward Benes fue víctima de la conspiración y artimañas del comunismo soviético y su representante en Checoslovaquia: Klement Gotwald, Secretario General del Partido Comunista y Primer Ministro (1946-1948). Los comunistas habían logrado importantes avances en las elecciones de post guerra obteniendo 114 de 300 escaños y detentaban cerca de la tercera parte del gabinete. Los comunistas, bien organizados, controlando sindicatos y la policía, lograron forzar la renuncia de los ministros no comunistas. El ministro Jan Masaryk (1886-1948), de Relaciones Exteriores (y amigo del íntimo del padre de Albright), no renunció y apareció muerto. La causa habría sido suicidio (lanzándose desde la ventana) pero posteriormente se descubrió que fue asesinado. Benes terminaría por renunciar. Así, Gottwald logró posicionarse como Presidente desde 1948 hasta 1953 días después de haber asistido al funeral de Stalin. Así, Checoslovaquia no solamente fue forzada a no recibir la ayuda económica del Plan Marshall, sino que próspero país, con una pujante economía terminó siendo parte integral del imperio soviético.
Finalmente la familia Korbel se radicaría en Denver, Colorado. Allí, su padre, Josef Korbel (1906-1977)diplomático y periodista, en académico en la Universidad de Denver. Una de sus estudiantes fue Condoleeza Rice, politóloga y Secretaria de Estado de los Estados Unidos (2005-2009). En el año 2008 la Universidad de Denver cambió el nombre de la Graduate School of International Studies a “Josef Korbel School of International Studies”. Por su parte, Madeleine Albright estudió y se graduó del Wellesley College (Massachusetts) que pertenece a una de las denominadas como “Seven Sisters College”, fundadas a lo largo del siglo XIX y donde, al parecer, quedarían sólo 5.
Albright continuó sus estudios en la Universidad de Columbia, donde obtuvo un certificado en estudios rusos, así como también un M.A y Ph.D en Derecho Público. El paso de Albright a la esfera política fue como asistente legislativa del senador demócrata Edmund Muskie en 1972. Cuatro años después trabajó en el Consejo de Seguridad Nacional gracias a las gestiones de su ex profesor en Columbia, el politólogo Zbigniew Brzezinski (1928-2017). Pero tras la derrota del Presidente Jimmy Carter para un segundo mandato, Albright pasó a trabajar en el sector privado y se desempeñó como académica en la Universidad de George Town. Durante la era Clinton, Albright se convirtió en representante permanente de Estados Unidos en la ONU (1993-1997) y se desempeñó posteriormente como Secretaria de Estado de Clinton (1997-2001)
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