Historia de Chile: de Arturo Alessandri a Carlos Ibáñez del Campo, 1920-1931 (por Jan Doxrud)
Alessandri comenta en su diario su preocupación por el despacho del proyecto de subsidios por 110 millones que ya había salido de la Cámara de Diputados y que esperaba la aprobación del Senado. Tal proyecto era de vital importancia puesto que se podría cancelar el déficit fiscal, restaurar la hacienda publica y permitir el pago de cuentas fiscales tales como sueldos del Ejército, Armada, Carabineros, policías, proveedores y empleados públicos. René Millar cita las siguientes palabras de Ibáñez del Campo recordando la situación del Ejército:
“Los sueldos que, además eran muy bajos, se cancelaban con mucho atraso y todos los oficiales vivían en permanente angustia. Había meses en que hasta los más ordenados no disponían de dinero ni para las necesidades vitales. Recuerdo, por ejemplo, que siendo Director de la Escuela de Caballería, tenía que endeudarme personalmente en los bancos para financiar los anticipos impostergables que había que entregar a los oficiales, suboficiales y a la tropa, mientras la Caja Fiscal reunía fondos para hacer estas cancelaciones”.
Fue la aprobación dela dieta parlamentaria dentro de un contexto de penuria fiscal y la denegación del aumento de sueldos, de la ley de planta y de ascensos al Ejército, lo que agudizó el ambiente tenso. Como explica Millar:
“debido a que la Constitución establecía la gratuidad en este tipo de funciones se optó, para obviar el inconveniente, por una ley interpretativa; ella decía que mientras se despachara la reforma constitucional que autorizaría la dieta, los parlamentarios podían recibir asignaciones a título de indemnización o gastos de representación”.
De acuerdo Edgardo Boeninger, el proyecto de dieta era inconstitucional y constituía, por lo demás, un desatino en circunstancias en que se hallaban impagos los empelados públicos, incluyen las Fuerzas Armadas. Uno de los primeros actos simbólicos del Ejército sucedió el 2 de septiembre cuando unos 50 oficiales se reunieron en la galería del Senado y aplaudieron a los senadores que discutían sobre la Ley de dieta mencionada anteriormente. Ante la petición del Ministro de Guerra de que se retirasen del lugar, estos oficiales lo hicieron de manera desafiante haciendo sonar el ruido de sus sables, de ahí que el hecho sea conocido como “el ruido de sables”. A esto hay que añadir que el inspector general del Ejército, Luis Altamirano, señaló a Alessandri que el alto mando apoyaba a los oficiales. En otras palabras, Alessandri relata que la información proporcionada por Altamirano decía que la asistencia de los militares al Congreso no era un hecho aislado y personal de pocos, sino que era un pensamiento unánime y general dentro del Ejército.
En suma, cualquier medida disciplinaria en contra de los oficiales sería contraproducente y, peor aún, resultaría imposible implementarla debido, en palabras de Alessandri, a la “armonía y solidaridad ya producida en todo el Ejército, a la cual se le asociaba también el personal bajo sus órdenes”. De acuerdo a Alessandri su edecán, Pedro Álvarez, le habría señalado que la oficialidad estaban furiosa con el Congreso pero que se mantenía firmemente adicta a la figura del Presidente. Alessandri culpa a la prensa, específicamente al diario “Los Tiempos”de haber crispado aún más los ánimos cuando publicó que se aplicarían severas medidas contra los militares que habían asistido a la sesión del Senado y habrían puesto en boca del Ministro de Guerra palabras amenazantes en contra de los uniformados. La situación con los oficiales volvió a repetirse. Como explica Alessandri en su diario, el 3 de septiembre los militares regresaron en un mayor número y el Ministro Mora les ordenó retirarse, a lo cual obedecieron. El almirante Neff advirtió a Alessandri que les estaban montando una revolución (en el Ejército) e incluso le recomendó la renuncia para evitar el estallido de una guerra civil. Alessandri cita las palabras de Neff:
“A mi me han buscado tentándome con ofrecimientos de diverso orden, incluso con la Presidencia. Les he contestado que soy un hombre viejo, que quiero mucho a mi país para intentar tanto daño en su contra y que no tengo ambiciones de esa especie y de ninguna otra; pero hay otros que no piensan así”
Alessandri comenta que no le dio importancia a las palabras de Neff puesto que no llegaba a concebir de que los militares pudiesen llegar a tales extremos de cometer un crimen contra la patria, más aún teniendo pendiente el litigio en Washington con nuestros países vecinos. Chile debía mostrarse como un país disciplinado en donde imperaba el orden, a diferencia de Perú.
El Presidente recibió una delegación militar entre quienes se encontraba el Director de la Escuela Militar y otros jefes militares. El Director, Coronel Ahumada hizo ver a Alessandri el malestar que existía en el Ejército por la falta de atención de parte de los poderes públicos por el bienestar del país. En aquella audiencia el Teniente Lazo, de la Escuela de Caballería, señaló que el Ejército no era escuchado y que había sido abandonado por los poderes públicos. Criticaba la politiquería, el desorden y esterilidad parlamentaria. Añade Alessandri que Lazo terminó cristalizando su pensamiento en las siguientes peticiones:
A) Veto de la dieta.
B) renuncia de los Ministro de Hacienda, Guerra y Justicia por haber ofendido al Ejército y una mejora para los militares.
C) Aprobación inmediata la ley de presupuestos para el año en curso, porque no es aceptable ni tolerable soportar por más tiempo que la gente esté impaga por falta de dicha ley
D) Dictación sin dilación de la las leyes sociales pendientes, y principalmente, el Código del Trabajo, presentado hace tanto tiempo por el Ejecutivo
E) Dictación de la ley que ampara y protege a los empleados particulares, también de iniciativa del gobierno.
F) Dictación de la ley que establece el impuesto progresivo a la renta. Que se dicten las Ieyes militares de aumento de sueldo para la tropa y suboficiales, la de ascenso, reforma de la planta del Ejército y Caja de retiro.
G) Que se tomen medidas eficaces para alejar al Ejército de toda influencia política y de toda gestión o acción de ese género, y que en alguna forma el Presidente de la República encuentre el medio de extirpar definitivamente lo que ellos llaman politiquería y a la cual hacen responsable de todos los males nacionales.
Esta audiencia junto a las peticiones efectuadas por los uniformados sobre asuntos que no eran de su incumbencia fueron descritas por Alessandri como revolucionarias. La situación en la que se encontraba Alessandri puede resumirse citando sus propias palabras:
“Su actitud los hacia merecedores de los castigos contemplados para el caso en la ordenanza militar. Procedía arrestarlos en el acto y mandar instruir el correspondiente sumario; pero ¿con quién? ¿Con qué fuerza se podían ejecutar aquellas resoluciones? ¿Con la guardia de la Moneda? ¿Obedecería? Seguramente que no (…) Estas y mil otras consideraciones pasaron con la rapidez del rayo por mi cerebro ante el espectáculo profundamente triste al cual asistía como espectador y actor”.
Alessandri relata que mantuvo a raya su indignación, pero tal actitud no la pudo mantener en el tiempo, menos ante la actitud agresiva y prepotente del teniente Lazo. Alessandri cita las palabras que le dirigió al uniformado:
“Mi puesto y mi vida, dos cosas que poco me importan en este momento, está en manos de ustedes porque tienen la fuerza. Dueños son, si lo quieren, de arrebatarme y pisotear el tricolor nacional que mis conciudadanos me entregaron corno insignia del mando. Pero, hay algo para mi que vale mucho más que la vida y el puesto: mi dignidad personal. Esa la defiendo yo; es mía. Ustedes ni nadie me !a pueden arrebatar; vale más que la vida, y la última palabra empleada me impide continuar en esta conferencia. iHemos terminado!”
Ante estas palabras, Alessandri relata que la actitud de los militares fue de conciliación, en el sentido de que explicaban su presencia como una manera de ayudar al Presidente de salir del estancamiento político en la cual se encontraba debido al obstruccionismo del Congreso. En este nuevo contexto Alessandri vio cierta esperanza de salvar la República y accedió a las peticiones solicitadas. La razón de esta decisión la explica el propio Alessandri y es que solo tenía tres opciones: a) se podía oponer a las peticiones y a los uniformados pudiendo dar rienda suelta a una guerra civil; b) podía renunciar; c) podía encauzar el movimiento y contenerlo en sus consecuencias. Tras esto, Alessandri procedió a la compleja labor de formar un nuevo gabinete en donde figurarían uniformados.
Pero el desenvolvimiento de los hechos y la importancia que tenía para Alessandri su dignidad y la de su cargo lo forzaron a tomar la decisión de presentar su renuncia, puesto que igualmente ya no se consideraba Presidente de Chile, teniendo en consideración los actos de desobediencia de sus subalternos uniformados. Alessandri decidió asilarse en la embajada de Estados Unidos y desde allí envió una carta al Ministro del Interior, Luis Altamirano presentando su renuncia la cual fue rechazada. Su petición de renuncia sería nuevamente rechazada por el Senado y otorgó en cambio un permiso constitucional a Alessandri para que se ausentara del país por 6 meses, conservando así su carácter de Presidente de la República. Esto fue aprobado por 16 votos y 11 abstenciones en el Senado, y en la Cámara de Diputados fue aprobado por 47 votos y 37 abstenciones. El conocimiento de esto causó agitación en donde intervinieron incluso esposas de suboficiales con el objetivo de disuadir a Alessandri de su decisión.
FIN PARTE 4
Bibliografía
Adolfo Ibáñez Santa María, Historia de Chile (1860-1973)
Simon Collier y William Sater (1808-1994)
Edgardo Boeninger, Gobernabilidad. Democracia en Chile.
Patricio Silva. En el nombre de la razón. Tecnocracia y política en Chile.
Sofía Corra et al, Historia del Siglo XX chileno
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Patricio Meller, Un siglo de Economía Política chilena (1890-1990)
Eduardo Ortiz, La Gran Depresión. 1929, impacto en Chile.
Documentos sitio web Memoriachilena
Arturo Alessandri Palma, Recuerdos de Gobierno, Adminsitración 1920-1925 (Tomo I)
René Millar Carvacho, La elección presidencial de 1920
Jorge Rojas Flores, La Dictadura de Ibáñez y los sindicatos (1927-1931)
René Millar Carvacho, Significados y antecedentes del movimiento militar de 1924.
Patricio Bernedo, Prosperidad económica bajo Carlos Ibáñez del Campo, 1927-1929. Historia Volumen 24, Instituto de Historia PUC (1989)
Boletín de las Leyes i Decretos del gobierno, Libro XCVI (1927)