(III) La muerte (por Jan Doxrud)
¿Por qué le tememos a la muerte? Las respuestas pueden ser múltiples. Pero quizás muchas de las explicaciones se reducen a la incertidumbre frente a lo desconocido y la angustia y miedo de abandonar lo conocido. De sólo pensar que existirá un momento en que no veré más a mi padre, madre, hijos, hermanos, el cielo y las montañas, se produce un gran vértigo existencial. Por lo demás, con la muerte ya ni siquiera experimentaré las emociones y sentimientos, los lazos afectivos cesarán y ni siquiera me percibiré a mi mismo, puesto que el “Yo” cesará de existir. El barón de Holbach escribió en su “Sistema de la naturaleza”:
“Acostumbrados a pensar, sentir, ser puesto en acción y gozar de la sociedad, considera una desgracia la disolución que lo privará de los objetos y sus sensaciones que su naturaleza actual ha convertido en necesarias para él, que le impedirá sentir su ser y le quitará sus placeres para hundirlo en la nada (…) Como no puede concebir un estado en el que no sienta nada, cree que, cuando deje de existir, tendrá el sentimiento y la conciencia de estas cosas que le parecen hoy tan tristes y lúgubres ”
Luego añade el mismo autor:
“¡Mortal trastornado por el miedo! Después de tu muerte tus ojos ya no verán, tus oídos no oirán Del fondo de tu tumba no serás testigo de esta escena que tu imaginación representa hoy para ti bajo colores tan negros. Ya no participarás de lo que ocurra en este mundo y no te ocuparás de lo que se haga con tus restos inanimados (…) Morir es dejar de pensar y de sentir, de gozar y de sufrir. Tus ideas perecerán contigo. Tus penas no te seguirán hasta la tumba”.
Esto, sin duda, causa un malestar. Por su parte, Joseph Ratzinger (Papa Emérito Benedicto XVI) señala que la muerte es la “soledad”, entendida como una desconexión total con los demás, de manera que lo contrario de la soledad es el amor, que vendría a ser la “muerte de la muerte” (el desafío está en como saber amar sin apego). En otras palabras esta soledad egocéntrica, egoísta y narcisista, no es una de carácter física, puesto que se puede estar solo aún estando rodeado constantemente de personas. Como explica el chileno Fernando Mires, Profesor Emérito de la Universidad de Oldenburg existen en la teología de la muerte de Ratzinger, tres tesis a saber:
1) La muerte se hace presente en la falta de sentido de una existencia vacía.
2) La muerte se hace presente en el proceso físico de la descomposición que atraviesa toda la vida y que se hace manifiesta en las enfermedades encontrando su fin en la agonía física.
3) La muerte puede ser enfrentada si nos atrevemos a amar, en ese abandonarse a sí mismo por los demás, en la renuncia a las ventajas personales a favor de la libertad y de la justicia.
Dentro de la tradición cristiana la muerte adquiere un significadoe special con la muerte de Jesús. Como comenta Juan Noemi:
“La muerte de Jesús hace evidente la desmesura del amor que Dios le tiene al hombre. La apropiación de la muerte del hombre por parte de Dios no tiene otro motivo que un amor inaudito. Este amor lleva a Dios a hacer suyo aquello que es lo opuesto a Sí mismo: la no-vida, la separación, la lejanía, la muerte”
La paradoja del tema en torno a la muerte es que sólo le tememos “porque” estamos vivos y “cuando” estamos vivos. También sucede que, más que temer a la muerte en sí misma, tememos al cómo moriremos ( al proceso) y a la muerte de nuestros cercanos. La muerte la experimentamos en nuestros pensamientos, como expectativa, como una espera, en fin, como algo que ocurrirá en un futuro incierto. Como señaló Teresa de Lisieux, cuando nos asaltan sentimientos depresivos o de desesperación, por lo general se debe a que nos ocupamos demasiado del pasado y del futuro. Solo basta ser un autoconsciente para percatarnos de que gran parte de nuestras preocupaciones y ansiedades ocurren en la forma de pensamientos sobre situaciones que escapan a nuestro control, como aquellos que sucedieron en nuestro pasado. También rumiamos pensamientos que escapan a nuestro control, pero que se encuentran en el futuro, como puede ser el hecho de que vamos a morir o que quienes nos rodean también morián. Así, ese tiempo subjetivamente percibido puede jugarnos, en muchas ocasiones (si es que no demasiadas diría yo) malos ratos.
Algunas vez leí una anécdota ( no recuerdo en qué libro) en donde un indígena norteamericano respondía a un engreído hombre de negocios “Vosotros tenéis relojes, nosotros tenemos el tiempo”. Quizás esto refleja la distinción entre ese tiempo mecánico objetivo por el cual nos regimos como colectividad y ese otro tiempo vivido subjetivamente por cada ser humanos. Los antiguos griegos ditinguían entre chronos y kairós,en donde el primero era aquel tiempo mensurable, al que nos encontramos todos “sometidos” en nuestras vidas cotidianas (Einstein hablaba del tiempo físico y psicológico). Es nuestra conciencia de la existencia de un tiempo que “pasa” o que “avanza” lo que nos hace percatarnos de la caducidad de nuestras vidas. Si no existiese el tiempo difícilmente pordríamos tener una concepción de nacimiento, desarrollo y muerte. La ausencia de tiempo, quizás, sería lo que algunas personas denominan como “eternidad” (no un tiempo infinito sino que ausencia de tiempo). En cambio el segundo, kairós, era aquel momento oportuno, adecuado o favorable. Como escribió el filósofo italiano, Giacomo Marramao:
“Así, paradójicamente, el hecho de aprovechar el instante, el momento propicio, coincide con una virtud fruto de la necesidad de enfrentarse a un Tiempo que sitúa todas las cosas en una perenne furia de la destrucción”.
En suma, el tiempo ( objetivo y subjetivo) va de la mano con la muerte y, mientras nos autopercibamos como seres temporales, seremos también conscientes que somos seres finitos. Como afirma el monje buddhista, Mathieu Ricard, la reflexión sobre la impermanencia nos permite apreciar de mejor manera el valor del tiempo y percatarnos que cada segundo es precioso. Así, paradójicamente, la reflexión sobre la muerte puede transformar nuestra vida en un tormento por el hecho de que vamos a dejar de existir o puede, por el contrario, llevarnos a apreciar cada minuto de nuestro tiempo .
Este tema ya lo había advertido Epicuro cuando señalaba que la muerte no debía afligirnos puesto que “mientras nosotros existimos no está presente y, cuando está presente, ya no estamos nosotros”. Añadía Epicuro en su Carta a Meneceo:
“Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros. Porque todo bien y todo mal residen en la sensación y la muerte es privación de los sentido (…) Nada temible, en efecto, hay en el vivir para quien ha comprendido que nada terrible hay en el no vivir” ”.
“La muerte no es nada para nosotros ”,afirmaba Epicuro…una afirmación de sentido común, una postura radicalmente realista, práctica y racional, pero los seres humanos no somos así de realistas y pragmáticos, y los pensamiento sobre la muerte igualmente se nos colarán y asecharán …y así comienza el eterno rumiar de pensamientos sobre la muerte. Es por ello que se requiere de una preparación previa para no ser víctima de pensamientos angustiantes sobre la muerte. Varios autores que han reflexionado sobre el tema de la muerte insisten en la idea de que tomar conciencia de la muerte es tomar conciencia de la vida y, más aún, es lo que nos hace sentir vivos y nos permite, por lo demás, experimentar la vida y las relaciones “inter” e intrapersonales desde una perspectiva nueva.
Pero esto no es tarea fácil. Montaigne hacía eco en sus ensayos de las palabras de Cicerón (que, a su vez, hace eco de Platón): que filosofar no es otra cosa que prepararse para la muerte. Ahora bien este filosofar no guarda relación con una acumulación de conocimientos sobre filósofos importantes, escuelas de filosofía o historia de la filosofía. Quizás este filosofar apunta, más bien, a un proceso de autognosis o autoconocimiento que tiene como objetivo la sabiduría. El filósofo George Santayana (influido por el filósofo y poeta romano Lucrecio) llegó a afirmar que una buena manera de probar el calibre de una filosofía era preguntando lo que pensaba de la muerte
Para Montaigne, el valor de la vida no radicaba en su duración, sino que en lo que uno ha hecho. Más adelante adelante, el ensayista francés se refiere a la importancia de meditar sobre la muerte:
“La muerte es la condición de nuestra creación: forma parte de nosotros y al huirle escapamos de nosotros mismos. Esta existencia que gozamos pertenece por igual a la muerte y a la vida. El día de nuestro nacimiento es el primer paso que nos lleva a la muerte, tanto como a la vida”.
La idea de que vida y muerte van de la mano y que, por ende, no constituyen dos realidades separadas, esta presente en varios autores que han reflexionado sobre este tema. Así, el viejo Arthur Schopenhauer escribió:
“Nacimiento y muerte pertenecen igualmente a la vida y se contrapesan. El uno es la condición de la otra. Forman los dos extremos, los dos polos de todas las manifestaciones de la vida. Esto es lo que la mas sabia de las mitologías, la de la India, expresa con un símbolo, dando como atributo a Siva, el dios de la destrucción, al mismo tiempo que su collar de cabezas de muerto, el linga, órgano y símbolo de la generación”
Algo similar enseñaba el pensador indio Jiddu Krishnamurti (1895-1986).Ante la pregunta sobre cómo puede la muerte formar parte de la vida (si el morir esta en el futuro), Krishnamurti señalaba que era ahí mismo donde radica el problema: colocamos la muerte en un tiempo futuro, más allá de la vida. Pero sucede que el vivir y el morir deben estar juntos. El error reside en trazar una división entre vida y muerte, y quizás ello se debe lo que la muerte representa para el ser humano. La muerte representa el no ser o el dejar de ser…es la que rompe la continuidad de la vida. Krishnamurti habla del miedo indescriptible a no ser, a que mi ego se disuelva completamente. Cualquier intento de comprender intelectualmente la muerte es vana puesto que solo estableceremos lo que señale más arriba: una relación intelectual con la muerte, un mero cúmulo de conocimientos fundamentados en lo que otros han dicho. El problema es que operamos dentro de nuestros condicionamientos ya sea cristiano, hindú, buddhista, musulmán, etc. Cualquier teoría que elaboremos se mueve dentro de un condicinamiento cultural el cual no puede ser trascendido. En palabras de Krishnamurti:
“ En el nivel intelectual, hemos moldeado la vida admirablemente de acuerdo con nuestro condicionamiento. Para alcanzar a Dios debo ser célibe; ayudar al necesitado ; hacer voto de pobreza. La muerte dice: No puedes tocarme; pero yo quiero manipular la muerte, quiero adaptarla a mi patrón. La muerte dice: No puedes hacerme trampas; pero la mente está habituada a las trampas, está habituada a modelar las cosas a partir de la experiencia. La muerte dice: No puedes experimentar lo que soy. La muerte es una experiencia original, en el sentido de que es un estado que realmente no conozco. Puedo inventar fórmulas sobre la muerte (…) pero son las ideas de los otros; yo realmente no sé”
Ahora bien, Krishnamurti, como es usual , no proporciona respuesta ni fórmulas sobre el tema, ni fórmulas acerca de cómo afrontar la muerte. Por lo demás no existe ningún misterio acerca de qué es la muerte, eso está bastante claro y , más bien, se discute sobe si existe “algo” después de la muerte.
Lo que sí hace Krishnamurti es indicar el camino y que consiste en vaciarse de todo conocimiento sobre lo que llamamos vida y muerte:
“(…) debo acercarme a la vida con una mente fresca, sin la carga del conocimiento. En el momento en que la mente admite que no sabe absolutamente nada, esta libre para aprender; libre para aprender sobre eso a lo que he llamado vida y sobre eso a lo que he llamado muerte; porque no sé lo que significan (…) La muerte no existe para aquella muerte que está totalmente libre de lo conocido: de las creencias, experiencias, conclusiones, conocimientos (…)