(II) El Socialismo del Siglo XXI y la arrogancia de la redención de la humanidad (por Jan Doxurd)
Fernando Atria que, haciendo uso de un lenguaje académico, nos señala que el “socialismo no puede ser una forma institucional” y que no podemos considerar una idea como muerta por la simple razón deque su correlato institucional ha fallado. Por lo tanto, el mensaje de este y otros autores es que juzguemos al socialismo como la idea benigna que es, por sus intenciones y no por los efectos que tiene en la realidad. Entonces cuando discutamos sobre el socialismo se nos pide que olvidemos todos sus correlatos institucionales, lo que significa que desechemos las experiencias nefastas de todos los socialismo reales, así como los fracasos de los socialistas utópicos del siglo XIX, ya que en realidad no responden al “ideal socialista” que, por definición, no puede fallar. Lo mismo tendríamos que hacer con el socialismo del Siglo XXI en su versión bolivariana.
Otra constante en los autores examinados es que intentan reciclar el concepto de socialismo, ofreciendo asó nuevas definiciones y caracterizaciones de un socialismo que no guarda relación alguna con el socialismo tal como debe entenderse. El nuevo socialismo es democrático, policéntrico, no burocrático, ecologista, tolerante e incluso compatible con la existencia del mercado. Pero cualquier socialista consecuente con sus ideas tendrá que aceptar que un elemento clave de su ideología es el rechazo de la propiedad privada y la aceptar socialización de los medios de producción. El problema es que si se acepta este último aspecto, entonces queda anulado cualquier intento de presentarnos al socialismo como un sistema democrático y liberal. Los socialistas sólo aceptan la libertad y la crítica cuando esto no signifique cuestionar los postulados del socialismo. Cualquier persona que se tome el tiempo de leer los discursos de Chávez y sus ideólogos cercanos se podrá percatar que la homogenización ideológica es un requisito imprescindible en todo régimen socialista, ya que de lo contrario, el sistema se derrumba. Otro aspecto propio del socialismo lo ofrece Hugo Chávez, y es el colectivismo extremo y el discurso moralizante:
“Lo colectivo debe estar por encima de lo individual. Que no haya egoísmo en ustedes, que no haya ambiciones bastardas, que no haya la ambición del lucro material, de la riqueza material, que lo que lleva es a la corrupción, indudable e inevitablemente. Despréndanse de ustedes mismos. Sean como el Che, como Cristo, como Bolívar”[1].
Pierre Rosanvallon examina el ideal de la idea comunista donde la igualdad, fraternidad y la unidad extrema terminaban por exterminar al individuo. En palabras de Rosanvallon:
“La igualdad deriva del hecho de que cada uno está inscrito en un ordenprotector más amplio. No hay competencia posible porque no hay individuo autónomo (…) El individuo no existe aquí como interés separado o como voluntad particular: no se manifiesta sino como el componente de un todo. Por lo tanto, era a partir de una simplificación de la organización del género humano como a fin de cuentas se pensaba abolir el reino de la competencia. «Unidad« quería decir supresión de los antagonismos, no pertinencia de las diferenciaciones, indistinción”[2].
Con esto quiero enfatizar que en los socialismos del siglo XX (en los distintos países socialistas, en todas sus versiones y en todos los continentes) la represión fue un rasgo consustancial a la ideología socialista, es decir, no fue un mero accidente histórico. El enemigo (chivos expiatorios) eran siempre los mismos: capitalismo, mercado, competencia, pluralismo, conflicto, individuo, burguesía. En la actualidad, los jerarcas y adeptos incondicionales al socialismo presentan características similares a los socialistas del siglo XXI: ambición y obsesión desmedida por lograr la “realización de la humanidad”, pero la historia nos ha enseñado que no hay peor mal que aquel que se hace en nombre de un bien superior. Hay algo más en algunos de los escritos examinado y es el tono religioso que se percibe en mucho de estos autores. Me refiero a que el socialismo ofrece cosas tales como “la realización plena del ser humano”, “la plena realización de las facultades humanas”, “la realización de las potencialidades humanas”. Adelantándose a Atria el Che Guevara también afirmaba en “El socialismo y el hombre en Cuba” (1965):
“Nosotros, socialistas, somos más libres porque somos más plenos; somos más plenos por ser más libres.”
El caso de Juan Carlos Monedero es emblemático cuando, por ejemplo, describe el socialismo como “amor infinito”. Monedero apela desde el Sermón de la montaña, pasando por San Agustín hasta Marx. Hugo Chávez ejemplifica este mentalidad moral dualista y maniquea, el discurso religioso, el antiindividualismo, así como una arrogancia desmedida:
“Ustedes están en una sociedad bombardeada por los valores perversos del capitalismo. Den la batalla cultural todos los días, la batalla del amor contra el odio. El capitalismo tiene sus valores —que son negativos—, y el socialismo tiene sus valores, que son sublimes”[3].
“Eso no es una tarea para el futuro, es una tarea para el presente. Ustedes tienen que hacer como dijo Cristo: multiplicaos. Él dijo: «Vayan y sean luz del mundo y sal de la tierra» Sal para evitar que se corrompa el mundo, para sanar lo corrompido; luz para iluminar con luz propia, individual y colectiva”[4].
“Como depende de nosotros, nuestro Partido debe ser una escuela forjadora de voluntad; cada uno de nosotros, cada una de ustedes debe ser una sólida columna de voluntad, férrea voluntad e construir el socialismo bolivariano y es que tenemos que construirlo, no podemos fallar; una escuela de voluntades”[5].
Pienso que estos autores llegan muy lejos en sus pretensiones de querer hacer del socialismo una suerte de dogma por medio del cual la humanidad podrá supuestamente “realizarse”. El socialismo renovado que se nos presenta se ha transformado en un verdadero “melting pot” de ideas que satisface a todos los paladares: ofrece la realización humana, ofrece emancipación para los pueblos originarios, ofrece la liberación femenina y hasta el cuidado de la naturaleza (caso de Michael Löwy y el ecosocialismo).
Fernando Atria nos habla de las bondades del socialismo, ese socialismo que es una consecuencia política “de una determinada comprensión de la naturaleza humana o, en otros términos, de la realización humana, es decir, de la manera en que ha de ser vivida una vida plenamente humana”[6]. Atria critica la “realización neoliberal” por ser individualista, mientras que el socialismo nos ofrece una “dimensión recíproca de la realización.” ¿Qué quiere decir el autor con realización? Lo más cercano a este concepto de “realizarse” lo encontramos en la RAE que define como “sentirse satisfecho por haber logrado cumplir aquello a lo que se aspiraba”. Otra definición es la siguiente: “Desarrollo completo de las aspiraciones, posibilidades o deseos de una persona y la satisfacción consiguiente de haberlo conseguido”. Cabe preguntarse si los ideólogos socialistas sabrán cuáles son las aspiraciones y deseos de los miles de millones de seres humanos. ¿Acaso no sabrá que la realización es algo personal e individual, pero que involucra obviamente al resto de la sociedad? ¿No será que la realización está más allá de cualquier ideología utópica? ¿No sabrá que existen muchos caminos para alcanzar aquello que denominan como realización? ¿Por qué identificar la realización con un sistema como el socialismo? Es más, ¿acaso es misión de esa ideología particular lograr la realización universal del ser humano?
Pero el asunto no se queda aquí, ya que otro tema transversal en estos autores del socialismo XXI es la prepotencia. Dejando de lado a los numerosos autores de libros de autoayuda y a los maestros espirituales, resulta que ahora nos encontramos con un nuevo tipo de maestro político-espiritual que también nos quiere ayudar y mostrar el camino hacia una “vida más plena”. Para muchos de estos autores los simples ciudadanos no se percatan de que habitan en una realidad falseada, que han sido sometidos a un proceso sutil de adoctrinamiento no coactivo por medio de una serie de mecanismos como la educación, la religión, la propaganda y todos los demás aparatos ideológicos del Estado del que nos habla Louis Althusser. Los lectores y admiradores de Gramsci parecen creer encontrar en sus escritos la clave para trascender los condicionamientos a los que están sometidos los demás miembros de la sociedad, obteniendo así una suerte de visión privilegiada, el “ojo de la providencia”.
Lo que acá se discute no es el hecho de que efectivamente nosotros humanos nos encontramos condicionados de múltiples maneras, eso es algo obvio y que no lo descubrió Gramsci. Lo que se cuestiona es que tal proceso de desenmascaramiento sigue una agenda predefinida, ya que lo que se pretende en realidad es demostrar la falsedad del mundo en que habitamos para que aceptemos como la verdadera realidad el condicionamiento socialista, de manera que el paraíso terrenal es impuesto por la fuerza, por los mismos aparatos ideológicos que los socialistas se empeñaron por desmantelar, pero que en realidad los utilizan para sus propios fines. Fernando Atria afirma que un socialismo que rechaza el principio portaliano
“insiste en que efectivamente la forma en que nos concebimos a nosotros bajo el capitalismo es una forma distorsionada. Pero la fuerza de esa forma radica en que lo que nos ofrece es una representación distorsionada, no enteramente falsa. De lo que se trata es de corregir tal distorsión”[7].
Esto no lo escribe un maestro tibetano ni un Maestro Sufí, sino que un abogado constitucionalista y también uno de los intelectuales populares entre los sectores juveniles de izquierda. Tales intelectuales que han adquirido una visión privilegiada de la sociedad y de los condicionamientos a los que son sometidos los seres humanos, se siente llamados a llevar a cabo una revolución en la superestructura ideológica. Lamisión es redimir a los seres humanos, romper el hechizo bajo el cual ellos han llegado a considerar el sistema capitalista como un sistema aceptable y normal.
Es por ello que el socialismo se siente con la misión de transformarlo todo, destruir la “matrix” en la cual están cautivos las personas. En palabras del vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera:
“Yo no hablo del socialismo solamente como doctrina ni como gobierno, hablo de economía, sociedad, Estado, cultura y valor”[8].
El ministro bolivariano Haiman El Troudi propone su “contrahegemonía” para combatir los aparatos represivos no coercitivos del capitalismo. Ya me he referido al concepto de hegemonía a lo largo de este escrito y El Troudi sigue a Antonio Gramsci en esta idea de que los grupos dominantes dirigen política, intelectual y moralmente a grupos subordinados. De acuerdo a El Troudi, la hegemonía se construye cuando se gana vinculación de la población frente al régimen que la explota, cuando se logra un amplio consenso en aras de las transformaciones.
[1] Hugo Chávez, El Socialismo del Siglo XXI, 41-42.
[2]Pierre Rosanvallon, La sociedad de iguales (Argentina: Ediciones Manantial, 2012), 150.
[3] Hugo Chávez, El Socialismo del Siglo XXI 40
[4] Ibid., 41.
[5] Ibid., 67-68.
[6] Fernando Atria, Veinte años después. Neoliberalismo con rostro humano, 140.
[7] Ibid., 145.
[8] Álvaro García Linera, “El socialismo comunitario. Un aporte de Bolivia al mundo 15.