(1) El marxismo después de Marx: Kautsky y Bernstein, y la crítica al dogma marxista (por Jan Doxrud)
Tras la muerte de Marx en 1883, Engels se hizo cargo de su obra, de sistematizar y publicar los dos últimos volúmenes de El Capital. Pero tras la muerte de Engels en 1895, ¿qué sucedió con el marxismo? Es decir, ¿qué transformaciones sufrió el pensamiento de Marx tras la muerte de los dos ideólogos fundadores? Con marxismo me refiero a todo el corpus de ideas que, teniendo como base las obras de Marx, fueron más allá del pensamiento del pensador alemán. Esto úlltimo significa que, en primer lugar, hubo teóricos que realizaron nuevos aportes y contribuciones a las ideas del pensador alemán a la luz de los cambios económicos y sociales. En segundo lugar, tenemos a aquellos aurtores que llevaron a cabo críticas de diverso tipo a las ideas centrales de Marx, lo que significó, en algunos casos, el abandono de los pilares fundamentales del sistema erigido por Marx y Engels.
Tenemos que la doctrina marxista sufrió una fragmentación a partir de finales del siglo XIX y cada fragmento reclamó para sí el título de ser el verdadero intérprete de la doctrina de Marx. El otro aspecto importante es que los distintos marxismos no necesariamente coincidían con las ideas de Marx. Así por ejemplo, alguien podrá actualmente declararse marxista y no aceptar la teoría del valor-trabajo o la tendencia decreciente de la tasa de ganancia tal como lo planteaba Marx. A pesar de que el marxismo siguió distintos caminos a lo largo de los años, podemos igualmente tomar como punto de referencia la siguiente definición dada por Lenin acerca de qué es el marxismo:
“El marxismo es el sistema de las ideas y la doctrina de Marx. Marx es el continuador y consumador genial de las tres principales corrientes ideológicas del siglo XIX, que tuvieron por cuna a los tres países más avanzados de la humanidad: la filosofía clásica alemana, la economía política clásica inglesa y el socialismo francés, unido a las doctrinas revolucionarias francesas en general”[1].
De acuerdo a Lenin, una concepción marxista del mundo debía incluir los siguientes elementos: materialismo filosófico, la dialéctica, la concepción materialista de la historia y la lucha de clases. A esto podemos añadir los elementos presentes (o que deberían estarlo) en todo el marxismo militante de acuerdo a lo indicado por el sociólogo francés, Raymon Aron (1905-1983). En primer lugar, está la crítica esencialista o totalizadora del régimen capitalista que pretende mostrar cómo y por qué este régimen económico es injusto y está condenado a desaparecer. En segundo lugar se encuentra la idea de una discriminación entre las clases sociales, es decir, afirmar que existen diferencias esenciales entre las clases sociales, donde cada una sería portadora de una idea, una moral y un sistema económico y social.
A esto debemos añadir que existe una clase en particular la que tiene la misión de redimir a la humanidad de la opresión del régimen capitalista de producción. El tercer y último elemento del marxismo militante es la presencia de una filosofía de la historia que puede ser presentada como una ley del devenir histórico. Lo anteriormente señalado podemos considerarlos como una suerte de “requisitos ideológicos mínimos” de cualquier persona que se declare como marxista, por lo que, a pesar de todas numerosas desviaciones que pueden existir respecto al pensamiento de Marx, existen ideas centrales que deben ser aceptadas como “mínimo ideológico” por cualquier individuo o colectividad que se declare como perteneciente al marxismo.
Para rastrear la evolución del marxismo me serviré del escrito del historiador inglés, Perry Anderson. Este autor escribió un conocido ensayo titulado “Consideraciones sobre el marxismo occidental” el cual nos servirá para saber que sucedió con el pensamiento de Karl Marx. Lo que Anderson intenta en su ensayo es“situar históricamente cierto cuerpo de obra teórica y señalar las cordenadas estructurales que definen su unidad; en otras palabras, que la constituyen, pese a las divergencias y oposiciones internas, como una tradición intelectual común”[2]. El primer grupo de teóricos que sucedió a Marx y Engels fue aquel integrado por el italiano Antonio Labriola (1843-1902), el alemán Franz Mehring (1846-1919), el ruso Gueorgui Plejánov y el checo Karl Kautsky (1854-1938). Todos ellos, destaca Anderson, provenían de zonas atrasadas de Europa oriental y fueron marxistas conversos con posterioridad, salvo Kautsky quien no tuvo un pasado premarxista.
Todos participaron en la vida política e ideológica de alguna manera. Por ejemplo, Plejánov contribuyó en la formación del Grupo para la Emancipación del Trabajo, fue miembro del equipo editorial del períodico Iskra, así como del Comité del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Kautsky fue director de “Die Neue Zeit” y Labriola lo fue de “Le Devenir Social”. Anderson también destaca que estos cuatro intelectuales mantuvieron correspondencia personal con Engels, teniendo este último una importante influencia formativa sobre los primeros. ¿Cuál fue el objetivo de estos pensadores? De acuerdo a Anderson, estos se preocuparon de “sistematizar el materialismo histórico como teoría general del hombre y la naturaleza, capaz de reemplazar a disciplinas burguesas rivales y brindar al movimiento obrero una visión amplia y coherente del mundo que pudiera ser captada fácilmente por sus militantes”[3]. Anderson destaca la similitud de los títulos de las obras
Por supuesto que la producción de estos autores trascendió tales temas, por ejemplo Kautsky llevó a cabo un estudio sobre la religión (“Los orígenes del cristianismo”) y editó las “teorías de la plusvalía”. Mehring escribió sobre literatura (“La leyenda de Lessing”) y Plejánov sobre literatura (“El arte y la vida social”). Mehring también colaboró en la publicación de la “Correspondencia Marx-Engels” y hacia el final de su vida escribió la primera biografía de relevancia sobre Marx. Cabe destacar la importante figura de Eduard Bernstein (1850-1932), un político socialdemócrata (desde 1872) judío - alemán que fue uno de losfundadores y principales ideólogos de la socialdemocracia en Alemania y considerado también como el padre del revisionismo marxista. Bernstein se definía a sí mismo como un socialista de la escuela marxista, pero el autor llevó a cabo una inédita crítica a una serie de principios del marxismo mismo. Fue él quien hizo un llamado a la socialdemocracia a revisar la teoría marxista. En palabras de Bernstein:
“Hay que tener el coraje de emanciparse de una fraseología superada en los hechos y de aceptar ser un partido de reformas socialistas y democráticas”[1].
Las conclusiones de Bernstein respecto al sistema marxista fueron varias. En primer lugar señaló que el capitalismo no tuvo el efecto que se esperó durante largo tiempo, esto es, la de simplificar la sociedad en su estructura y organismo.
En segundo lugar señalaba que la sociedad se había hecho cada vez más compleja, contradiciendo así el modelo simplista de Marx, ya que en la vida real la división en clases aumentó y se ramificó cada vez más, y no se redujo al enfrentamiento de dos bandos: burgueses y proletarios.
En tercer lugar, Bernstein defendía la idea de que la clase obrera no podía ser considerada como una masa homogénea y uniforme ya que, al igual que la burguesía, existía una diferenciación social entre todos sus miembros, lo que podía generar luchas al interior de las mismas clases.
En cuarto lugar, Bernstein explicaba que a medida que las instituciones políticas de las naciones modernas se democratizaban, se reducía también la necesidad y las oportunidades de grandes catástrofes políticas.
En quinto lugar el autor consideraba que la lucha por la democracia , así como la formación de órganos políticos y económicos de la democracia, eran la condición preliminar para la realización del socialismo. Bernstein no consideraba que las fuerzas económicas fuesen las única fuerzas de la historia. Además opinaba que no era necesaria una revolución violenta para alcanzar el socialismo, ya que se podía ser alcanzado mediante una evolución pacífica por medio del movimiento sindical y la acción política.
Karl Kautsky fue el gran líder de la Segunda Internacional, organización formada en 1889, un siglo después de la Revolución Francesa, por los partidos socialistas y laboristas. Algunas de las resoluciones que se adoptaron fue la de proclamar el 1° de mayo como el Día Internacional de los Trabajadores y el apoyo a la lucha por la jornada de 8 horas. Kautsky, amigo y heredero de Engels, tuvo un rol preponderante en esta y fue protagonista de exaltados debates. Kautsky se presentó como el guardián de la ortodoxia marxista y se mostró por lo tanto en contra del revisionismo de Bernstein. Sin embargo, Kautsky, como explica Aron, no fue el legatario universal oficial de Engels, ya que este último designó a Eleanor Marx para que se hiciese cargo de la edición de las obras de Marx, y a Bernstein y a Bebel para que editaran las obras de Engels.
Sucedió que las herederas legales , Eleanor y Laura, no tuvieron en cuenta las disposiciones del testamento y entregaron los papeles de Marx a Kautsky[2]. Como escribió Aron, el debate sobre el revisionismo giró en torno a las siguientes preguntas: “¿es verdad que la evolución económica tiende cada vez más a la concentración de la propiedad en pocas manos? ¿Es verdad que tiende cada vez más a acentuar la contradicción entre clases? ¿Es verdad que la condición de las masas asalariadas empeora y se vuelve cada vez más penosa a medida que se desarrolla el capitalismo? En otras palabras, ¿Es verdad que las contradicciones del capitalismo, al agravarse, aumentan la posibilidad de que se produzca una revolución de tipo violento?”[3].
Kautsky, como representante de la ortodoxia, no solamente debatió con los revisionistas sino que también con los miembros de la propia Internacional, como Lenin y Rosa Luxemburgo. Como señala Furet, contra Bernstein, Kautsky “defendió la necesidad de la revolución, negando que Marx hubiese jamás previsto que el capitalismo fuera a hundirse por sí solo”[4]. Contra los miembros de la propia Internacional, especialmente contra Rosa Luxemburgo, los criticó por su “ilusión voluntarista según la cual una sucesión de huelgas en masa, como la que vivió en Rusia en 1905, puede y debe constituir la ruptura revolucionaria hacia el Estado proletario”[5].
Furet sintetiza la postura de Kautsky de la siguiente manera:
“El proletariado derrocará a la burguesía, tal es sin duda el siguiente paso de la historia; pero ese movimiento debe ser minuciosamente preparado, pues requiere la organización política de los obreros en partidos y la conquista del poder por las vías democráticas hasta que ese poder caiga, como fruto maduro, en manos del o de los partidos de la clase obrera. La revolución proletaria según Kautsky ya no tiene mucho que ver con esa gran explosión de finales del siglo XVIII que fue la revolución burguesa de tipo francés: acontecimiento que por todas partes sobrepasa las intenciones de sus actores y pronto abandonada a la bárbara violencia de la improvisaciones. La mejor salida que puede tener un acontecimiento de este orden – 1905 en Rusia – es precisamente la instauración de un orden burgués, democrático, que suceda a un antiguo régimen despótico”[6].
[1] Raymon Aron, El marxismo de Marx, 597.
[2] Ibid., 595
[3] Ibid., 600.
[4] François Furet, El pasado de una ilusión, 104.
[5] Ibid.
[6] Ibid.
[1] Vladimir I. Ulianov, Obras Escogidas, tomo 1 (URSS: Editorial Progreso, 1961), 28.
[2] Perry Anderson, Consideraciones sobre el marxismo occidental(España: Siglo XXI de España Editores, 2012), 7.
[3] Ibid., 13.