(2) El marxismo después de Marx: Lenin (por Jan Doxrud)
La revolución de Octubre en Rusia y la toma del poder por los bolcheviques tomó por sorpresa a Kautsky quien, como buen ortodoxo, esperaba que la revolución estallase en Alemania o, al menos, en alguna nación industrializada de Europa pero ¡no en Rusia! Los roces entre Kautsky y los bolcheviques liderados por Lenin no tardarían en emerger. A la larga sucedió lo que tenía que suceder y fue que Kautsky entró en conflicto con los bolcheviques a los cuales atacó en su “Marxismo y bolchevismo”. Sus críticas, lanzadas desde la seguridad de ser el representante de la ortodoxia marxista y el correcto intérprete del metarrelato marxista, iban dirigidas a Lenin, quien pretendía alterar el curso de la profecía marxista. Al respecto escribió Furet:
“Al igual que los mencheviques, él piensa que ni Febrero ni Octubre de 1917 pueden escapar a su determinación histórica: la vieja Rusia liquida al Antiguo Régimen. Lo que ocurre no es la primera revolución socialista sino la última revolución burguesa. El cortocircuito por el cual Lenin y Trotski desde 1905 quieren hacer que Rusia corra el riesgo de «saltar» toda una época histórica sólo puede desembocar en el despotismo de un partido sobre un pueblo; reactualizará una experiencia de voluntarismo político absoluto, cuyo fracaso fatal ya fue demostrado por el jacobinismo francés”[1].
Lenin, como señala Furet, habría hecho explotar en pedazos las categorías canónicas de la doctrina marxista. El líder bolchevique atacó a Kautsky en “La revolución proletaria y el renegado Kautsky” (1918). Sin embargo Kautsky, a la muerte de Lenin, reconoció la figura colosal del ruso y del impacto que tuvieron sus ideas y acciones, comprándolo incluso con la figura de Otto von Bismarck.
Posterior a este grupo, vino otra generación de autores que, a diferencia de los otros cuatro, se formaron en un ambiente de más turbulencia, siendo la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Revolución en Rusia (1917) los grandes acontecimientos de los primeros años del siglo XX. Esta generación era también más numerosa y pertenecía principalmente a las la Europa oriental y central. En resumen, tenemos la siguiente lista elaborada por Anderson, que complemento con alguna de las obras y escritos de los autores:
También tenemos que, a diferencia de la generación anterior, esta nueva iba a jugar un rol más preponderante en la dirección de sus respectivos partidos nacionales, como fue el caso de Lenin y el Partido Bolchevique o Trotsky y sus habilidades intelectuales, así como su habilidad organizativa en la formación del Ejército Rojo. Tenemos a Rosa Luxemburgo, la gran ideóloga del Partido Socialdemócrata de Polonia y Hilferding, quien fue un destacado diputado socialdemócrata durante la República de Weimar en Alemania. En relación a la orientación que adoptan con estos autores, Anderson destaca que El Capital de Marx ya no debía ser sólo defendido sino que también desarrollado. Ejemplos de esto fue “El desarrollo del capitalismo en Rusia” de Lenin, o el “Capitalismo Financiero” de Hilferding, que fue más allá de los límites nacionales en la que quedó enfrascada la anterior obra de Lenin e incluso la de Marx. Respecto a Hilferding escribe Anderson:
“Centrando su análisis en el creciente poder de los bancos, el impulso acelerado a la formación de monopolios y el uso cada vez mayor de la maquinaria estatal para la expansión agresiva del capital, Hilferding ponía de relieve la ascendente tensión internacional y la anarquía que acompañaba a la organización y centralización cada vez más rígida de cada capitalismo nacional”[2].
Luxemburgo por su parte, destacaba el importante papel que jugaban las naciones no capitalistas para la realización de la plusvalía, lo que llevaba necesariamente a la expansión militar imperial. Bujarin también abordó el proceso internacional del capitalismo y , al igual que Lenin, concibió el imperialismo como una fase superior del capitalismo. Otro aspecto destacado por Anderson es el surgimiento de una teoría política marxista, tema que no contaba con una base firme de parte de Marx y Engels, a diferencia del tema económico, que contaba con los tres libros de El Capital. Ejemplo de esto fue, a propósito de la revuelta de 1905 en Rusia, el análisis político-estratégico de Trotsky en su “Resultados y perspectivas”. Pero sin lugar a dudas fue Lenin quien más destacó en este aspecto:
“La construcción sistemática deuna teoría política marxista dela lucha de clases, en el aspecto organizativo y táctico, fue obra de Lenin…Antes de Lenin, el dominio político propiamente dicho estaba prácticamente inexplorado dentro de la teoría marxista. En el lapso de veinte años, Lenin creó los concepto y los métodos necesarios para llevar a cabo una lucha proletaria victoriosa por la conquista del poder en Rusia, dirigida por un partido de los trabajadores hábil y abnegado. Los modos específicos de combinar la propaganda y la agitación, dirigir huelgas y manifestaciones, forjar alianzas de clases, cimentar la organización del partido, abordar la autodeterminación nacional, interpretar las coyunturas internas e internacionales, caracterizar tipos de desviación, utilizar la labor parlamentaria y preparar ataques insurreccionales, todas estas innovaciones, contempladas a menudo como medidas «prácticas«, representaban también en realidad decisivos avances intelectuales en ámbitos hasta entonces desconocidos”[3].
Claro está, como señala Anderson, que las ideas de Lenin se encontraban limitadas por las condiciones particulares que se habían dado en la autocracia de los Romanov. Rosa Luxemburgo también destacó como una teórica política aunque sus obras “nunca alcanzaron la profundidad o la coherencia de los de Lenin o la perspicacia de los de Trotski”[4]. Rosa Luxemburgo fue una brillante estudiante polaca nacida en Varsovia, que cursó sus estudios en historia y economía política en Suiza. En 1898 se instaló en Berlín donde jugaría un papel de relevancia en el socialismo alemán. Como destaca Furet, no debió haber sido fácil para Rosa, una polaca libertaria, desenvolverse en Alemania, dentro de un mundo masculino y en el seno de una organización disciplinada. Al igual que Kautsky, fue una de las primeras en criticar la revolución bolchevique ya que preveía que desembocaría en la dictadura de un partido sobre las masas. En palabras de Furet:
“…no vaciló en expresar su desacuerdo en la Iskra con las concepciones expresadas por Lenin en Un paso adelante, dos pasos atrás: concepciones demasiado autoritarias, demasiado centralistas según ella, que emparentan al jefe bolchevique más con Blanqui que con Marx. La extrema centralización del partido encierra el peligro de poner al proletariado bajo la influencia de una oligarquía de intelectuales”[5].
Lecturas complementarias
Lenin y el materialismo militante (1) (por Jan Doxrud)
Lenin: dictadura y democracia (2) (por Jan Doxrud)
Lenin y el revisionismo marxista (3) (por Jan Doxrud)
El Dogmatismo Utópico-Político de Lenin (escritos de 1917) (por Jan Doxrud)
[1] Ibid., 106.
[2] Perry Anderson, op. cit., 17.
[3] Ibid., 19.
[4] Ibid., 21.
[5] François Furet, op. cit., 102.