(2) Marxismo y lucha de clases…la revolución proletaria, pero ¿dónde está el proletariado? (por Jan Doxrud)
Esta breve exposición de las ideas de Weber sirven percatarse de lo complejo que son las sociedades integradas por individuos y que estas se encuentra lejos de la imagen simplificada que realiza Marx. Mises afirma que Marx confunde los conceptos de clase y de casta. También cae en el error de homologar, por ejemplo, al esclavista y al señor feudal con el capitalista, o al esclavo y a siervo de la gleba con el trabajador asalariado. Tenemos que en el caso de las castas existe genuinamente intereses comunes pero, en el caso de las clases, la situación no es del todo así. Escribe Mises:
“La idea de un trabajo homogéneo es tan quimérica como la idea de un trabajo universal. El trabajo del hilandero es diferente del trabajo del minero y del medico. Los teóricos del socialismo, para quienes la oposición de clases es infranqueable, se expresan, en general, como si existiera una especie de trabajo abstracto que cada uno estaría capacitado para desempeñar y como si el trabajo cualificado no se tomara en cuenta”[1].
En cuanto a la sociedad libre, Mises afirma que no existen clases que se encuentren separadas por intereses irreconciliables. Además añade el austriaco que
“…tales conflictos no surgen en una sociedad en la cual todos los ciudadanos son iguales ante la ley. Ninguna objeción lógica puede presentarse en contra de la distinción de diversas clases entre los miembros de una sociedad así. Cualquier clasificación es lógicamente posible, aun cuando la forma de establecer la distinción se selecciones arbitrariamente. Pero no tiene sentido clasificar a los miembros de la sociedad capitalista según su posición dentro del marco de la división social del trabajo y luego identificar estas clases con las castas de una sociedad legalmente estratificada”[2].
El punto de Mises es que los sistemas de estratificación social poseen distintos grados de movilidad tanto desde un punto de vista horizontal, esto es, el desplazamiento a un mismo nivel, como en sentido vertical, vale decir, el desplazamiento ascendente o descendente. Por lo tanto el grado de movilidad existente entre los niveles señalados sirve como criterio para diferenciar los conceptos de casta, estamento y clase. Por ejemplo, no tiene sentido establecer comparaciones entre la sociedad y la relación “señor-siervo” con la sociedad de clases que se desarrolló posteriormente, ya que en realidad el régimen estamental de la Europa medieval es más cercano al régimen de casta que a la moderna sociedad de clases, aunque, claro está, que el régimen de casta es el más rígido de estos sistemas, como es aún el caso de algunas regiones en la India donde la posición que la persona tiene en la sociedad se encuentra determinadas por normas religiosas.
Por último, Mises defiende la idea de que las condiciones de vida de los trabajadores ha aumentado bajo el capitalismo, lo que contradice la presunta pauperización del proletariado de Marx. Incluso si esta fuese la situación, no ve la razón por la que los trabajadores escogerían el socialismo como el nuevo sistema, ya que Marx y sus sucesores nunca proporcionaron argumentos que demostrasen la superioridad del socialismo sobre el capitalismo. Al parecer, el único argumento a favor del sistema socialista es que éste sería el sistema de la clase proletaria, un sistema implantado por la misma clase trabajadora lo que, al parecer, le daría una absoluta legitimidad. Pero como señala a continuación Mises:
“La verdad es que el concepto de socialismo no se originó en la «mente proletaria». Ningún proletario ni hijo de proletario aportó ninguna idea sustancial a la ideología socialista. Los padres intelectuales del socialismo eran miembros de la intelligentsia, descendientes de la burguesía. El mismo Marx era hijo de un próspero abogado. Asistió a un gymnasium alemán, el tipo de escuela que todos los marxistas y otros socialistas condenan como el producto principal del sistema burgués de educación…”[3].
Otro autor que se ha referido al tema del supuesto rol redentor de la clase trabajadora es el ya citado Raymond Aron. Aron señala que el proletariado, esto es, el trabajador asalariado, juega el papel de salvador colectivo dentro de la escatología marxista. El sociólogo se pregunta quién es el proletario y cómo se pueden establecer los límites entre quien es y quien no es parte del proletariado. El problema surge cuando nos percatamos de que no existe una “esencia” proletaria en la cual pueden participar en menor a mayor medida los distintos trabajadores e individuos en general. En realidad el concepto de “proletario” (clase trabajadora) y el hecho de que sean definidos como “trabajadores asalariados” no hace de estos un bloque homogéneo. En palabras de Aron:
“La doctrina marxista asignaba al proletariado una misión única, de convertir la historia…de realizar la humanidad…¿Cómo pueden ser, los millones obreros de fábricas, dispersos entre millares de empresas, el sujeto de un tal cumplimiento? De donde surge una segunda investigación, no de las fronteras, sino de la unidad del proletariado”[4].
La categoría “proletaria” o “clase trabajadora” es de esta manera una de carácter heterogéneo, compuestas de individuos que no quedan absorbidos en una masa amorfa solo por el hecho de cobrar un salario a cambio de su trabajo. Continua explicando Aron:
“Estas observaciones triviales explican por qué, entre el proletariado que la sociología estudia y el proletario que tiene por misión convertir la historia, subsiste una inevitable separación…A partir del momento en que se lo define por una voluntad general, el proletariado adquiere una unidad subjetiva. Poco importa el número de los proletarios, de carne y hueso, que participan de esta voluntad: la minoría combatiente encarna legítimamente al proletariado entero”[5].
Otra pregunta que se hace Aron es la razón por la cual debe considerarse al proletariado como la clase revolucionaria por excelencia. Como bien nos recuerda el pensador francés, esto no era nada nuevo ya que Lenin, ante la pasividad de la “clase trabajadora” se vio en la necesidad de desarrollar la idea de la vanguardia que guiara a la masa proletaria en el proceso revolucionario. Al respecto señala Aron:
“No cabría concluir que el proletariado es, espontáneamente, como tal, revolucionario. Lenin fue clarividente al comprobar la indiferencia de los obreros para con su vocación, su preocupación por reformas hic et nunc. La teoría del partido como vanguardia del proletariado nació precisamente de la necesidad reconocida de arrastrar a las masas, que aspiran a una suerte mayor, pero a las que el Apocalipsis repugna”[6].
Algo similar afirma Mises:
“A los marxistas les ha costado mucho despertar la conciencia de clase de los trabajadores y afiliarlos a su plan de distribución de la propiedad. Lo que ha podido agrupar a los trabajadores con fines de acción común, contra la clase burguesa, es la teoría de la oposición infranqueable de los intereses de clase. Lo que ha hecho una realidad de la lucha de clases es la conciencia de clases creada por la ideología de aquélla. Es la idea la que ha creado la clase y no la clase la que ha creado la idea”[7].
Se debe rechazar entonces esta distorsionada visión de la sociedad, así como opiniones tales como la de Jean Paul Sartre en “Temps Modernes” (1952) que Aron cita. Sartre señalaba que no se podía combatir a la clase obrera sin convertirse al mismo tiempo en enemigo de los hombres y de sí mismo.
De todo lo anteriormente señalado se desprende, en primer lugar, que la lucha de clases como motor de la historia es falsa y completamente arbitraria. En segundo lugar tenemos que el proletariado no es un grupo homogéneo que comparte los mismos intereses sólo por el hecho de tener en común el ser trabajadores. asalariados. En tercer lugar el proletariado no tiene ninguna misión redentora dentro de la historia humana, siendo esto una mera ficción marxista. Ni que hablar de una “dictadura del proletariado”, otra ficción marxista que carece de significado, y por lo demás, parece ignorar que las dictaduras no tienden a desmantelarse voluntariamente como piensan los marxistas, sino que tienden a perpetuarse en el tiempo.
[1] Ludwig von Mises, Socialismo. Análisis económico y sociológico Los errores del socialismo(España: Unión Editorial, 2007), 335.
[2] Ludwig von Mises, Teoría e Historia, 152.
[3] Ibid., 158.
[4] Raymond Aron, El opio de los intelectuales(España: RBA Libros, 2011), 99.
[5] Ibid., 99-100.
[6] Ibid., 102.
[7] Ludwig von Mises, Socialismo, 340.