(2) Crítica a Tgomas Piketty (por Jan Doxrud)
El economista estadounidense, Martin Feldstein, escribió en un artículo en el WSJ[1] que, si bien el análisis teórico de Piketty comienza correctamente del hecho de que r > g, el francés luego salta erróneamente a la conclusión de que r > g lleva a una mayor desigualdad de riquezas, a menos que se desate una guerra, una depresión o se aplique un impuesto confiscatorio. Feldstein señala que tal conclusión, de una desigualdad cada vez mayor a futuro, sería correcta en el caso de que las personas pudiesen vivir para siempre, pero obviamente ese no es el caso ya que la realidad es que los individuos ahorran durante su vida laboral para luego gastar parte de lo que han acumulado.
Es verdad que dejan parte de su riqueza en herencia a sus cercanos, pero el efecto acumulativo de este legado se diluye por causa de los “estate taxes” y la cantidad de hijos o nietos entre los que se reparte la riqueza legada. Añade el economista que el procedimiento de Piketty de comparar el ingreso del 1% más rico con el ingreso nacional adolece de una falta y es que el ingreso nacional no incluye el valor de los pagos de transferencias gubernamentales como el “Social Security”, el “Food Stamp” (programa asistencial de nutrición complementaria) y beneficios de salud que constituyen una parte importante de los ingresos (medios y bajos) personales de los hogares. También añade Feldstein que los bienes heredables constituyen una pequeña parte de la riqueza de la que los individuos tienen para sus años de retiro. Esta riqueza incluye, por ejemplo, el valor actuarial del Social Security y del retiree health benefits.
Otro punto que señala Xavier Sala-i-Martin es que, el hecho de que (r) sea superior a (g), no implica ni que los ricos pasen sus ahorros a sus hijos ni que la riqueza crezca más que el PIB, ni que las dinastías de ricos sean cada vez más ricas, ni que las desigualdades sociales crezcan. Añade el economista
“la lógica no dicta, de ninguna manera, que «r > g» implique que la riqueza heredada crezca más que el PIB, entre otras cosas porque la riqueza heredada puede ser exactamente cero en mundos donde «r > g» En el mundo real, lógicamente, los ricos no consumen todo lo que tienen y dejan una parte de su riqueza en herencia a sus hijos”[2].
Sala-i-Martin concluye que la fuerza fundamental de la divergencia es compatible con unas desigualdades de riqueza cada vez mayores, cada vez menores o simplemente iguales. La idea de una oligarquía de millonarios que se perpetúa en el tiempo no se corresponde con los hechos. El mismo economista catalán elaboró una lista de las personas más ricas que cubre desde 1915 hasta el 2000. A partir de esta, es claro que ninguno de los apellidos de la lista de 1915 aparece en la lista del 2000, vale decir, que las grandes dinastías de comienzos del siglo XX desaparecieron en menos de un siglo. Otro dato interesante es que la inmensa mayoría de las personas más ricas del año 2000 son personas que han hecho su propia fortuna sin haber heredado nada de sus padres.
Por su parte, el economista español, Juan Ramón Rallo también dedicó un artículo a este tema. Al respecto escribe Rallo:
“Piketty da un salto lógico inadmisible: que la riqueza del estrato más rico de la sociedad haya crecido a una tasa de retorno anual media del 6,8% entre 1987 y 2010 no significa que las personas ricas de 1987 sean las mismas que las de 2010. Por ejemplo, si el sujeto A es en 1987 la persona más rica del mundo con 20.000 millones de dólares, podría suceder que en 2010 esa persona A se haya arruinado por completo y que otro sujeto B sea, en ese momento, la persona más rica del mundo con 40.000 millones. ¿Concluiríamos a partir de ese hecho que la conservación y acrecentamiento de la riqueza es un proceso simple y automático que no requiere de ninguna destreza personal por parte del propietario? Evidentemente no”[3].
Rallo analiza el caso de los más ricos de la revista Forbes en el año 1987. Por ejemplo tenemos al japonés Yoshiaki Tsutsumi, el hombre más rico en 1987, que tenía una fortuna estimada de 20.000 millones dólares. Rallo explica la evolución de la situación económica de este empresario:
“La última vez que apareció en la lista de Forbes fue en el año 2006 y su riqueza se había hundido a 1.200 millones de dólares, que descontando la inflación equivalían a 678 millones. Desde entonces su fortuna ha seguido en declive y ya ni siquiera figura en la lista de Forbes. Pero, tomando como referencia el último valor conocido (678 millones de poder adquisitivo similar al de 1987), tendríamos que su riqueza se habría hundido un 96% desde 1987: según Piketty, debería haberse multiplicado por seis”[4].
En relación a la evolución de la tasa de crecimiento de la economía, Sala-i-Martin explica que las desigualdades de riqueza y renta en los países analizados por Piketty han decrecido a lo largo del último siglo. ¿Cómo se explica que, a partir de 1970, se experimentara una tendencia al alza en las desigualdades? (con la llegada de Reagan y Thatcher) El que esta tendencia experimentara un vuelco, específicamente a partir de 1980, puede explicarse por distintas razones. La primera apunta a la “ofensiva neoliberal” representada por figuras como Reagan y Thatcher que bajaron impuestos a los más ricos. Una segunda explicación apunta a la incorporación de 4.000 millones de asiáticos a los mercados de trabajo mundiales, lo que tuvo c omo consecuencia la caída de los salarios de los trabajadores menos cualificados de los países ricos.
A esto hay que añadir la incorporación masiva de mano de obra asiática que ha desplazado multitud de sectores manufactureros hacia Asia. Se puede añadir también un acontecimiento no menor como el derrumbe del bloque soviético y la gradual incorporación de las ex repúblicas socialistas a la economía de mercado. Una tercera explicación apunta al baby boom que experimentó Occidente, lo que hace que la generación que entró al mercado laboral a finales de los 70 sea muy numerosa y traiga como consecuencia una disminución de los salarios de los trabajadores. Una cuarta explicación se refiere al cambio tecnológico de finales del siglo XX y a un complemento importante: la educación.
“A diferencia del cambio que significó la revolución industrial que aumentó los salarios de los trabajadores menos cualificados que emigraron de la agricultura a la industria, los cambios desde 1980 (internet, telecomunicaciones, etc) han beneficiado a los ciudadanos con niveles más altos de educación. Eso ha hecho que los que ya tenían salarios más elevados les suba el salario más que los que tenían salarios inferiores, cosa que ha agravado las diferencias”[5].
Basándose en otros estudios sobre el tema, Sala-i-Martin señala que la explicación más factible de lo acontecido a partir de 1980 es la cuarta explicación señalada. En resumen, señala Sala-i-Martin afirma que “Piketty va muy rápido a la hora de decir que lo acaecido en el mundo durante la primera mitad del siglo XX es la excepción y lo que pasa a partir de 1980 es la norma”.
Otro punto que aborda el economista español tiene que ver con la seguridad social. De acuerdo a Sala-i-Martin si resulta ser cierto lo que señala Piketty, esto es, r > g, entoncesse deduce que lo que se debería establecerse es un sistema de seguridad social de capitalización (como el chileno) y terminar así con el sistema de reparto. En palabras de Sala i Martin:
“Es decir, con el actual sistema de reparto en el que los jóvenes trabajadores pagan con sus cotizaciones las pensiones de los jubilados, la tasa de retorno que obtienen es la tasa de crecimiento de los salarios, es decir, g. Si, por el contrario, cogiéramos el dinero de los jóvenes y lo invirtiéramos en capital, obtendrían un retorno r. Si, como dice Piketty, “r > g”, los jubilados podrían disfrutar de unas pensiones mucho mayores si el sistema de pensiones fuera de capitalización!” [6].
Piketty se hace cargo de esta objeción y afirma que, para los países desarrollados, sería demasiado tarde cambiar el sistema ya que en el momento de la transición habría una generación que deberá pagar dos veces. Sala-i-Martin se pregunta si Piketty estaría dispuesto a introducirun sistema privado de pensiones para los países pobres que todavía no tienen seguridad social. Ahora bien, el argumento de Piketty no es válido para los países ricos. En palabras del economista:
“si verdaderamente el retorno del capital es tan superior al crecimiento de los salarios, se podría coger una parte del exceso del retorno, ahorrarlo y hacerlo crecer hasta tener suficiente dinero para hacer la transición”[7].
Pero el tema no queda aquí ya que existe otra razón para no introducir este sistema. Si bienel retorno del capital es superior a (g), resulta también que es enormemente más volátil e incierto. Al respecto escribe Sala i Martin:
“Es decir, tras escribir un libro entero sobre la ganga que representa para los ricos tener capital, al final del libro nos confiesa que una parte de ese retorno superior es la compensación por la asunción de un riesgo superior.Un riesgo que Piketty no quiere para los trabajadores. Curiosamente, Piketty no analiza ese riesgo que asumen los capitalistas a lo largo del libro. Durante todo el libro, Piketty habla de la tasa de retorno del capital como un pago excesivo a una clase de ciudadanos que poco menos que chupan la sangre de los trabajadores. A la hora de la verdad, sin embargo, Piketty confiesa que, al menos en parte, esa “r” premia la asunción de riesgo por parte de quien invierte”[8].
[1] Martin Feldstein, Piketty's Numbers Don't Add Up, The Wall Street Journal, may 14, 2014 (artículo en línea: http://www.wsj.com/articles/SB10001424052702304081804579557664176917086)
[2] Xavier Sala-i-Martin, Piketty y Capital en el Siglo XXI.
[3] Juan Ramón Rallo, ¿Qué pasó con los superricos de 1987?, Vozpópuli, 3 de abril de 2014 (artículo en línea: http://vozpopuli.com/blogs/4241-juan-r-rallo-que-paso-con-los-superricos-de-1987)
[4] Ibid.
[5] Xavier Sala-i-Martin, Piketty y Capital en el Siglo XXI.
[6] Ibid.
[7] Ibid.
[8] Ibid.