Crítica a Thomas Piketty (por Jan Doxrud)
Otro artículo, más técnico, es el del economista chileno Andrés Velasco, que se centra en el tema de la distribución del ingreso en el caso de América Latina. Velasco explica que la teoría de Piketty se relaciona con la distribución funcional del ingreso, es decir, la división entre los trabajadores y los dueños del capital. En el caso de América Latina, la mala distribución se relaciona con la distribución personal del ingreso laboral, esto es, la división entre los asalariados. Velasco explica que casi todos los datos sobre la distribución del ingreso en América Latina provienen de encuestas a hogares. El problema es que estas encuestas rara vez capturan información verdadera acerca de cuánto ganan realmente los rentiers de Piketty que perciben su renta como ganancias, dividendos o interés.
Velasco cita el ejemplo de laencuesta CASEN 2009 que se realiza a hogares en Chile. Los resultados de la encuesta sugieren que el ingreso producido por capital se encuentra distribuido de manera más igual que el ingreso laboral lo cual, señala Velasco, no es así. En cuanto a la distribución del ingreso personal, este resulta ser aún peor de lo que la encuesta refleja. ¿Qué se puede hacer respecto a esta situación? ¿Más impuestos como sugiere Piketty? De acuerdo a Velasco el remedio para la mala distribución no radica tan sólo en los cuantiosos impuestos a la riqueza. Velasco quiere decir que la redistribución de activos o de la renta de capital a los más pobres puede propiciar la igualdad, pero no hay que ignorar que existen límites al monto de las rentas que el aparato fiscal puede redistribuir. Escribe Velasco:
“Lograr que Chile y algunos de sus vecinos se transformen en países con los niveles de igualdad de la OCDE requiere mucho más que una reforma tributaria….si el campo de juego de una sociedad está muy desnivelado desde un inicio, esa sociedad seguirá bastante desigual aun después de una importante redistribución fiscal”[1].
De acuerdo a esto, Velasco, haciendo alusión al trabajo del director del Institution for Social and Policy y profesor de la Universidad de Yale, Jacob Hacker, señala que la política debería enfocarse en la “pre-distribución”, esto es, en la estructura de la renta salarial determinada por el mercado. Para mejorar la pre-distribución del ingreso existen tres herramientas. La primera es la reforma en materia educacional que tenga un fuerte énfasis en la educación técnica que pueda dotar de nuevos conocimientos a las personas de bajos ingresos para que de esa manera puedan ser aportes al mercado del trabajo. La segunda herramienta consiste en implementar políticas industriales focalizadas que puedan crear una demanda de los servicios de esos trabajadores y sus nuevos conocimientos. Por último, esta la modernización de los mercados de trabajo, de manera tal que pueda facilitar mejor “el calce entre las destrezas de los trabajadores y las necesidades particulares de las empresas, en un contexto productivo cada vez más heterogéneo”. Frente al entusiasmo que generó Piketty en algunos sectores de la izquierda latinoamericana, Velasco escribe hacia el final de su artículo:
“…En América Latina, los líderes de la centro-izquierda moderna, comprometidos con la justicia económica y social, deberán dar con el enfoque que se ajuste a las necesidades específicas de cada uno de sus países. No hay economista francés cuya magnum opus ofrezca un remedio pre-formulado”[2].
Otra opinión interesante es la de los economistas Daron Acemoglu y James Robinson quienes redactaron un artículo titulado: “The Rise and Fall of General Laws of Capitalism”[3]. Los autores afirman que Piketty es parte de aquella tradición de economistas clásicos como Ricardo y Marx, en el sentido de que formula leyes generales del capitalismo para diagnosticar y predecir la dinámica de la desigualdad.
El punto central del artículo de estos autores es que las leyes generales en economía no sirven como guía para entender el pasado y predecir el futuro porque ignoran el rol central que tienen las instituciones políticas y económicas, así como la evolución endógena de la tecnología en la configuración de la distribución en la sociedad. Por lo tanto, tenemos que las leyes generales llevan a ignorar cómo funcionan las economías en el mundo real. Si bien Piketty menciona las instituciones, este no les otorgala verdadera relevancia que tienen dentro de una economía.
Los autores también señalan que el concepto de “capitalismo” no resulta ser útil para el propósito de realizar análisis comparativos tanto políticos como económicos. La razón de esto es que el concepto de capitalismo se centra en la propiedad y en la acumulación de capital, lo cual puede tener como consecuencia el que pasemos por alto aquellas características de las sociedades que resultan ser las más importantes en el desarrollo económico así como en la magnitud de las desigualdades existentes.
Los autores mencionan el ejemplo de dos países, Suiza y Uzbekistán, en donde existe la propiedad privada del capital. Pero resulta que estas dos sociedades tienen muy poco en común en términos de propiedad y desigualdades debido a la naturaleza de sus instituciones políticas y económicas, que son significativamente diferentes. En realidad, afirman los autores, la economía capitalista de Uzbekistan tiene más rasgos en común con Corea del Norte que con Suiza. Igualmente Acemoglu y Robinson hacen uso del término ya que es el que utiliza Piketty.
Acemoglu y Robbins destacan el panorama sombrío que pronostica Piketty, esto es, el de un futuro dominado por los ingresos del capital, por los rentiers y por las herencias. Añaden que para llegar a tal conclusión, Piketty utilizó un marco teórico que combina la economía marxista y el modelo de crecimiento de Robert Solow. Pero en realidadr > g no es verdadera, o al menos, no es aplicable a todos los países. Incluso puede suceder que se pueda tener r > g y a su vez que la desigualdad disminuya. Además Piketty enfatiza demasiado en r y g, y para Acemoglu y Robbins, ambas no pueden ser utilizadas para realizar pronósticos futuros, ya que tanto la tasa de interés como la tasa de crecimiento se ajustarán a los cambios políticos, a la tecnología y al stock de capital.
Más allá de detalles técnicos, el hecho principal es que r > g tiene un rol preponderante, incluso por encima de las instituciones y la política, tanto así que la Revolución Francesa “poco” pudo hacer frente a r > g. Los autores señalan, por el contrario, que hay evidencia que respalda la idea de que la Revolución Francesa disminuyó los niveles de desigualdad y transformó profundamente las instituciones y el crecimiento económico en Europa. Un ejemplo al que recurren los autores son los casos de Suecia y Sudáfrica. Acemoglu y Robbins se centran en la distribución del ingreso del 0,1% de la población.
Ambos países presentan un patrón similar en donde la participación del ingreso nacional del 0,1% comienza en lo alto para luego disminuir hasta la década de 1980 para posteriormente elevarse de nuevo. Tal dinámica parecería reforzar la idea de Piketty de que las leyes generales del capitalismo son las explican los grandes vaivenes en las desigualdades y que la social democracia y el apartheid, tal como lo fue la Revolución Francesa, fueron sólo detalles frente a la fuerza representada por r > g.
Pero tal no es el caso, y una mirada ingenua a la gráfica 1 podría sugerirnos que durante el apartheid las desigualdades disminuyeron, cuando en realidad sabemos que no fue ese el caso, ya que la población negra fue discriminada en todos los aspecto y recibían salarios míseros en comparación con la población blanca. Peor aún, tal lectura nos sugeriría también que, con el fin del apartheid, las desigualdades nuevamente habrían aumentado. El punto es que medir la desigualdad centrándose sólo en el 1% más rico puede dar un panorama engañoso de la dinámica de la desigualdad. Para aclarar esto, Acemoglu y Robbins presentan una segunda gráfica
Junto al 1% se tiene también otras medidas de desigualdad que se comportan de manera diferentes. Por ejemplo, en la primera mitad del siglo XX la desigualdad entre trabajadores negros y blancos se amplió. En resumen, y sin entrar en detalles, para poder entender la desigualdad en Sudáfrica es más importante prestar atención a los cambios en las instituciones del mercado laboral, en las instituciones políticas y económicas en general, y no en r > g.
Si se observa el segundo gráfico se puede apreciar que cuando se produjo una disminución en la participación del 1% más rico en el ingreso nacional, Sudáfrica se convirtió en uno de los países más desiguales del mundo. La lección de esto es que los puntos de inflexión en la evolución de las desigualdades en Sudáfrica se encuentran ancladas a factores políticos e institucionales, lo mismo para Suecia, donde no se puede pasar por alto las políticas impositivas de la década de 1930 y 1940.
Otro punto que destacan los autores es la idea de Piketty según la cual habrían sido las guerras y otros shocks los responsables de la disminución de las desigualdades, por medio de la destrucción de capital así como del desplome del precio de los activos. Pero sucede que lo anterior difícilmente puede explicar las tendencias en Suecia, que fue neutral en ambas guerras mundiales y Sudáfrica, que si bien ayudó con tropas y recursos a los aliados, su economía no sufrió una destrucción directa de su capital producto de la guerra . Lo que nos dicen estos dos economistas es que la perspectiva de Piketty, esto es, que el crecimiento a largo plazo es una variable exógena y que cuando cambia (g) por razones demográficas o tecnológicas también cambia la distribución de la renta y la riqueza, es errónea.
Más bien sucede la situación inversa, es decir, que son los patrones distributivos los que afectan al ahorro y a la inversión. Tales patrones distributivos son determinados por factores políticos, sociales e institucionales. Este último enfoque toma en consideración la contingencia y se opone así a la visión mecanicista de Piketty donde la dinámica económica parece obedecer a “leyes fundamentales”. Ejemplo de esto es cuando Piketty se refiere al caso de Japón: “…con una tasa de ahorro de casi 15% anual y una de crecimiento apenas superior a 2%, era lógico que acumulara a largo plazo un acervo de capital del orden de seis a siete años de ingreso nacional. Es la consecuencia mecánica de la ley dinámica de acumulación β = s / g”[1].
[1] Thomas Piketty, El Capital en el Siglo XXI,194.
[1] Andrés Velasco, Monsieur Piketty va a América Latina, Proyect Syndicate, 30 de mayo de 2014 (artículo en línea: http://www.project-syndicate.org/commentary/andres-velasco-says-that-inequality-in-the-region-must-be-addressed-by-pre-distribution--not-just-redistribution/spanish)
[2] Ibid.
[3] Daron Acemoglu and James Robinson, “The Rise and Fall of General Laws of Capitalism”, December 2014 (artículo en línea: http://economics.mit.edu/files/10302).