(1) Crítica a Thomas Piketty (por Jan Doxrud)
El libro de Piketty y sus numerosas traducciones han resultado ser un éxito de ventas y ha sido aclamada por los denominados sectores progresistas, atacada por los conservadores y criticada por otras escuelas económicas como la austriaca y la marxista. Pero este repentino éxito de ventas no dicen nada acerca del contenido del libro y la verosimilitud de las ideas del economista francés. El economista de la Universidad de Columbia, Xavier Sala-i-Marin explica sin rodeos que la lógica del argumento de Piketty es falsa. El artículo de Sala-i-Martin ataca principalmente la siguiente idea:
“…los capitalistas obtienen unretorno, r, que es superior a la tasa de crecimiento de la economía. Eso hace que su riqueza sea cada vez mayor y que la pasen en herencia a sus hijos. Estos, al nacer ricos, pueden vivir de las rentas del capital sin necesidad de trabajar. Y poco a poco, el capital va creciendo en relación al resto de la economía. La tendencia natural, pues, es que la relación entre el capital y el PIB vaya aumentando. La única razón por la que no aumentó durante el siglo XX es que la primera mitad de ese siglo fue una «excepción» ya que los grandes shocks de la gran depresión y las guerras mundiales fueron especialmente destructivas para los ricos. Una vez acabadas las guerras, sin embargo, la tendencia de la relación entre el capital y el PIB a aumentar, ha vuelto a aparecer”[1].
El economista español advierte la particular concepción que tiene Piketty de la riqueza y el capital. De acuerdo al Piketty, tanto el capital como la riqueza serían equivalentes. Como explica Sala-i-Martin, Piketty no distingue entre riqueza que sirve para producir (capital) o riqueza que sirve para habitar (casa). En palabras del economista:
“Para Piketty, el capital (y la riqueza) de un país, incluye el capital productivo extranjero, el capital productivo doméstico, las tierras agrícolas y las viviendas. Curiosamente, no incluye bienes durables (coches, ordenadores, muebles, neveras, Ipads, equipos de música). Este será un factor importante más tarde, cuando se afirma que el 50% de la población del país no tiene ningún tipo de riqueza”[2].
Por su parte la economista Deidre Mccloskey escribió que la definición de Piketty no incluye el capital humano, que constituye la propiedad de los trabajadores y que en los países desarrollados ha crecido hasta llega a ser la principal fuente de ingresos cuando este se combina con la inmensa acumulación desde 1800 de capital de conocimientos y hábitos sociales. A esto añade
Por lo tanto sus gráficos laboriosamente diseñados de la relación capital/producto (exclusivamente físico y privado) están errados. Excluyen una de las principales formas de capital del mundo moderno. Más precisamente, cuando insiste en definir el capital como algo que casi siempre es propiedad de los ricos, Piketty confunde la fuente de ingreso, que está principalmente encarnada en el ingenio humano y no en maquinaria acumulado o en tierras apropiadas”[3].
Otro aspecto que llama la atención es que al leer el libro de Piketty se puede notar en este economista un cierto grado de hostilidad a los empresarios o a aquellos que en general han prosperado económicamente. A Piketty le preocupa si muchos de estos millonarios merecen realmente la fortuna que tienen. Deirdre McCloskey acertadamente escribió que la inquietud de Piketty por los ricos que se vuelven cada vez más ricos es sólo “la última” de una larga serie de autoes que nos lleva hacia atrás hasta Malthus, Ricardo y Marx, pudiendo incluso remontarnos “La Política” de Aristóteles. Piketty es la continuación de una tradición de filósofos, intelectuales y religiosos que se han mostrado hostiles al comercio, a eso que el Estagirita denominaba como crematística, ganar y ganar dinero, en otras palabras, la usura.
Al leer algunos pasajes del libro de Piketty pareciera que aquellos que han “solamente heredado” su fortuna, como la familia Walton, Bettencourt y Steve Forbes ( mencionados por Piketty) deberían sentirse culpables, ya que serían una suerte de parásitos con una fortuna que no merecen. Piketty señala que el culto a la figura de Bill Gates es una manifestación de la aparente necesidad irrefrenable de nuestras modernas democracias de justificar las desigualdades. Piketty pone en el tapete el tema de si Gates realmente tiene los suficientes méritos que justifiquen su fortuna.
El economista francés escribe que a veces pareciera como si el mismo Gates hubiese inventado las ciencia computacional y el microprocesador. En otro pasaje Piketty afirma que en realidad no sabe cómo Carlos Slim y Bill Gates se hicieron ricos y que es incapaz de“evaluar sus méritos relativos”. El punto de Piketty es que (r = tasa de retorno sobre el capital) a menudo combina inextricablemente elementos de genuina actividad empresarial, la suerte y el robo, de manera que la arbitrariedad de la acumulación de riqueza es un fenómeno más amplio que la arbitrariedad de la herencia. Sobres esto escribe Sala-i-Martin:
“Este tipo de afirmaciones, más propio de panfletistas marxistas que de un profesor de economía serio e imparcial que intenta entender la evolución de las desigualdades en el mundo y proyectan una imagen de Piketty, no como el economista de prestigio que es, sino como de sectario que odia a los ricos por el mero hecho de ser ricos (y que quizá explican un poco las recomendaciones que hará Piketty en la parte final del libro)”[4].
En relación a r > g, Sala-i-Martin afirma que NO constituye una “contradicción del capitalismo” el hecho de que la tasa de retorno del capital (r) sea superior a la tasa de crecimiento de la economía (g) sino que, por el contrario, es una condición de eficiencia económica que los economistas han bautizado como “eficiencia dinámica”. Sala-i-Martin explica:
“Si una economía tiene «r < g», es ineficiente en el sentido de que ha ahorrado demasiado. Es decir, si «r < g», la generación actual podría aumentar su consumo (reduciendo su ahorro), sin que ninguna de las generaciones futuras se vea obligada a sufrir. En este caso el ahorro sería ineficientemente grande por lo que sería socialmente deseable que se redujera hasta que «r > g». Y eso sería tan cierto en una economía capitalista como una economía planificada. Calificar, pues, a la desigualdad «r > g» de “contradicción central del capitalismo” es una aberración”[5].
Por su parte, Deirdre McCloskey señala que debemos aceptar este razonamiento de Piketty siempre y cuando los supuestos en los que se basa sean verdaderos:
1. Que solo la gente rica posee capital.
2. Que el capital humano no existe.
3. Que los ricos reinvierten sus retornos –nunca pierden su capital debido a la flojera o la destrucción creativa de otros.
4. Que la herencia es el mecanismo principal y no la creatividad lo que hace subir (g) para el resto de nosotros, cuando da por resultado una r compartida por todos nosotros.
5. Que nuestra preocupación ética se refiere exclusivamente al coeficiente de Gini y no a la condición de la clase trabajadora. Al parecer, lo que le preocupa a Piketty es exclusivamente la diferencia, el coeficiente de Gini, un vago sentimiento de envidia elevado a la calidad de proposición teórica y ética. Lo que importa es si los ricos están ganando más, sin importar si los más pobres están también enriqueciéndose.
Otra crítica que quise integrar este año 2020 (el artículo original es del 2017) es una esgrimida por el influyente economista peruano Hernando de Soto en un artículo publicado en el diario. “El País” titulado “Los pobres frente a Piketty”. En este artículo el economista hace referencia a las repercusiones de la obra del economista francés y sobre cómo sus críticos sólo han planteado objeciones de carácter técnicas y sobre sus “malabarismos con las cifras”. En cambio, estos críticos, no han impugnado su tesis política y apocalíptica, la cual es completamente incorrecta de acuerdo al economista peruano. Continua explicando de Soto que él junto a su equipo de investigación han realizado estudios de campo, explorando aquellos países en donde sobresalen la miseria, la violencia y la guerra, en pleno siglo XXI. Lo medular de los resultados de estas investigaciones es que la gente “realmente desea es más capital, no menos, y quieren que su capital sea real y no ficticio”. Hernando de Soto acusa a Piketty de pecar, como otros autores, de un excesivo “eurocetrismo” en el sentido de que cuando abordan países no occidentales con datos precarios y disparatados, Piketty no opta realizar un estudio en terreno. En lugar de ello, comenta de Soto, “adopta las categorías de clase y los mismos indicadores estadísticos europeos y los extrapola a las realidades de esos otros países”.
Sumado a esto Piketty pretende sacar conclusiones de validez mundial y arribar a una ley de aplicación universal, “sin tomar en cuenta que el 90% del mundo vive en países en vías de desarrollo o de la antigua Unión Soviética, cuyos habitantes producen y mantienen su capital en el sector informal, vale decir, al margen de las estadísticas oficiales”. En el caso de países en vías de desarrollo, de Soto afirma que el capital juega un papel determinante pero oculto que pasa desapercibido al análisis eurocéntrico. Por ejemplo, en el caso de Egipto, de Soto explica que, fruto de la investigación con 120 colaboradores, descubrieron que el 47% del ingreso anual del trabajo proviene del capital. Añade que de los casi 22,5 millones de trabajadores que hay en Egipto no solamente percibían un total de 20.000 millones de dólares en salarios, sino que percibían otros 18.000 millones de dólares por el rendimiento de su capital no registrado. En virtud de lo anterior, el autor afirma que el estudio demostró que los “trabajadores” egipcios eran propietarios de bienes inmuebles cuyo valor se estima en unos 360.000 millones de dólares (330.534 millones de euros).
Así, las revueltas y levantamientos - fenómeno denominado como “Primavera Árabe” no fueron en contra del capital sino que por el capital. Caso emblemático fue el de Mohamed Bouazizi quien se inmoló en el año 2010 en Túnez, quien resultó no solamente ser un “trabajador2, sino que también un comerciante desde los 12 años y que, junto a otros quienes intentaron inmolarse, protestaban en contra de la expropiación del poco capital que poseían. En suma, para el autor el origen de la miseria y la violencia no es por el capital, sino que por falta de éste. Ena segundo lugar, capital y trabajo no son enemigos naturales, sino que facetas que se entretejen para formar un todo. En tercer lugar de Soto afirma que el mayor freno para el desarrollo de los pobres es su incapacidad para forjarse un capital y protegerlo.
[1] Xavier Sala-i-Marin, Piketty y Capital en el Siglo XXI, 18 de mayo de 2014 (artículo en línea: http://salaimartin.com/randomthoughts/item/720)
[2] Ibid.
[3] Deirdre McCloskey, Pesimismo medido, no medido, mal medido e injustificado. Un ensayo crítico sobre el libro El Capital en el siglo XXI de Thomas Piketty (documento en línea: http://www.fppchile.cl/wp-content/uploads/2015/01/Ensayo-de-Deirdre-McCloskey-sobre-El-Capital-en-el-Siglo-XXI-de-Piketty.-Enero-2015R.pdf), 25
[4] Xavier Sala-i-Marin, Piketty y Capital en el Siglo XXI.
[5] Ibid.