Política y politización (4): definición del concepto y la concepción socialista (por Jan Doxrud)
Pasemos ahora a examinar el concepto de “politización”. La RAE nos entrega dos definiciones de “politizar”:
1) Dar orientación o contenido político a acciones, pensamientos, etc., que, corrientemente, no lo tienen.
2) Inculcar a alguien una formación o conciencia política.
El politólogo italiano, Gianfranco Pasquino, escribe:
“Mientras los individuos y los grupos consideren que la actividad de los descision-makers es irrelevante para sus propios destinos personales y colectivos, mientras ningún empresario político se preocupe por organizar el consenso, o mejor dicho el disenso, respecto a las decisiones tomadas y por tomar, mientras sea imposible construir y utilizar canales de acceso a la esfera política, los individuos y los grupos no politizarán sus propias demandas y, por ende, la tasa de participación será baja, o bien nula. Cuando, en cambio, crezca la conciencia de que otros individuos y grupos influencian y a veces plasman destinos personales y grupos influencian y a veces plasman destinos personales y colectivos, deciden la asignación de recursos, se apropian de oportunidades; cuando emerjan empresarios políticos; cuando se disponga de los canales de acceso y de influencia política, las demandas se volverán politizadas, dirigidas hacia y en contra de los gobernantes, y la tasa de participación en consecuencia crecerá”[1].
El Informe de Desarrollo Humano en Chile (PNUD) también define la politización como el transformar o intentar transformar en político un asunto que antes no lo era. Más adelante el informe define la politización como “un proceso en el cual se disputan los límites de lo que las sociedades pueden decidir; esto es, un proceso de disputa por la delimitación de lo político…la politización opera como un proceso de construcción de límites que puede ampliar o restringir el campo de autodeterminación de la sociedad”[2].
El informe introduce la distinción entre “lo político” y la política”:
“Lo político se refiere a todo aquello que en una sociedad se establece como susceptible de ser decidido colectivamente. La política es la expresión institucional de un determinado estatus de la definición de lo político. Lo político trasciende la política, pero también la contiene, y por eso tiene sentido la expresión «politizar la política»”[3].
Por lo tanto, desde la perspectiva del informe del PNUD, “lo político” se relaciona con aquello que dentro de una sociedad es susceptible de ser decidido de manera colectiva, de manera que “lo político” se presenta como algo contingente y dinámico, debido a que los que se discute y se decide va cambiando a lo largo del tiempo. Por otro lado, “la política” vendría a ser la expresión institucional de lo político y añaden los autores del informe que, si bien lo político se relaciona con la política, está última trasciende al primero “pues lo que puede ser objeto de deliberación social excede los aspectos, dispositivos y actores institucionalmente determinados”[4]. Teniendo en consideración lo anterior se entiende entonces la politización como un proceso en el cual se delimitan las fronteras, ampliando o restringiendo el campo de autodeterminación de la sociedad.
La politización sería participación más interés en la política lo cual, lo cual, por supuesto, no tiene nada de negativo. Como señala el informe anteriormente citado, politizar “es un intento de incorporar un asunto al campo de lo político, es decir, al de las decisiones colectivas”[5]. No queremos ciudadanos pasivos y acríticos que sólo concurran a votar cada cierto tiempo para luego regresar a sus vidas cotidianas despreocupados por las posibles consecuencias de sus elecciones políticas. Dentro de un sistema democrático la opinión pública, que constituye la base de este mismo, debe estar informada y preocupada por el accionar de los representantes políticos. La democracia debe protegernos de aquellos que ejercen el poder, tal como escribió Raymond Aron:
“A mi juicio, la justificación más pertinente de la democracia no radica en la eficacia del gobierno de los hombres que se gobiernan por sí mismos, sino en la protección que aporta la democracia contra los excesos de los gobernantes”[6].
Queremos ciudadanos que voten de manera informada, así como ciudadanos que se abstengan cuando consideren que el sistema que supuestamente dice representarlos en realidad no lo hace e incluso los perjudica. Como en otros asuntos tratados, acá no estamos hablando si debe haber o no una politización de la sociedad, sino hasta que punto o en otros términos, cuál es la intensidad y rango de cobertura de tal politización. Como señala el informe del PNUD, la politización no es algo definido de antemano, ya que es un proceso en curso conformado por diversos actores sociales. Añade el informe algo importante y es que no existe un identidad plena entre la politización, entendida como el proceso de discusión sobre los límites de las decisiones sociales, y la democracia, lo que significa que tanto politización como democracia pueden operar de manera independiente una de otra:
“En una sociedad puede haber procesos de politización que se realicen bajo un régimen autoritario, o formas de regímenes democráticos donde no existan procesos de politización, es decir, donde no haya discusiones profundas acerca de cómo y sobre qué hay que tomar decisiones”[7].
Por último podemos añadir, tal como lo hace el informe, que la politización como proceso es uno de tipo complejo ya que en este inciden condicionamientos culturales de la sociedad, las lógicas de acción de los actores y la legitimidad de los marcos institucionales. La politización hay que entenderla entonces como una constelación que opera entre un conjunto de ámbitos, ámbito que, por lo demás, están interrelacionados y en donde ninguno es causa o efecto del otro. Tales ámbitos son: los individuos, actores sociales (elites y movimientos sociales), las instituciones y formas de relación y tensión entre los tres en el espacio público. Cabe aclarar el concepto de “actores sociales” del informe el cual es entendido en un sentido amplio, vale decir, uno que involucra tanto a las elites como a los movimientos sociales. Por actores sociales el informe señala:
“La mayoría de las definiciones de actores sociales coincide en la idea de que corresponden a un sujeto colectivo que comparte una posición –valores, visiones del mundo o intereses– desde donde construye una identidad común. Los actores sociales se caracterizan por ser portadores de la acción orientada a la transformación o conservación del orden social”[8].
En cuanto al concepto de movimiento social:
“…corresponden a un grupo de actores articulados en torno a un interés común u objetivo compartido. Por lo general sus prácticas se orientan a la consolidación o la transformación del orden sociopolítico, y se distinguen de los grupos de presión por sus códigos de articulación y configuración identitaria, así como por el desarrollo de lógicas de acción al margen de la institucionalidad vigente”[9].
En cuanto a las elites, no hay que concebirlas como los teóricos italianos de finales del siglo XIX y comienzos del XX , ya que estas son heterogéneas, tanto por su fundamento como por su pluralidad interna, así como por las funciones que cumplen y sus dinámicas propias. Ahora bien las elites, a diferencia de los movimientos sociales, ocupan una posición de autoridad y poder desde donde ejercen la conducción social. El punto es que no hay que confundir politización con ideologización, es decir, valerse de la politización para imponer una ideología específica.
Politización y Socialismo
Ahora pasaré a examinar el concepto de politización que tienen algunos de los representantes del socialismo del siglo XXI que difiere bastante de lo que señalamos anteriormente. Comencemos con uno de los líderes de “Podemos”, Juan Carlos Monedero, quien escribe:
“Los conceptos son hoy uno de los principales campos de batalla del actual momento político. Quien no discute los nombres de su polis está despolitizando su vida social. Está dejando de participar en las metas colectivas que, sin embargo, todos deben cumplir. Se puede ser apartidista. Nadie puede ser apolítico”[10].
A continuación Monedero nos explica qué es politizar:
“Politizar algo es hacer consciente el conflicto inevitable entre los intereses de los individuos y los del colectivo. El ser humano se mueve por el deseo (impelido a su vez por la imitación), pero ese deseo – el que sea – sólo se puede cumplir en la vida social (hasta para irse a una supuesta isla desierta). De ahí que el conflicto afecte a cada rincón de la vida social: la propiedad de la tierra o de las fábricas, el ámbito doméstico, el respeto al medio ambiente, la existencia del dinero, la igualdad entre los sexos, el espacio público, la relación con otros países o la forma de resolver los problemas dentro del colectivo. Ese conflicto no tiene solución radical a favor de uno u otro de los extremos, aunque sí vamos construyendo, despacio, algunos consensos de los que la mayoría participan”[11].
Para Monedero el conflicto es una parte integrante de la sociedad, es lo que pone en marcha a las sociedades, pues siempre existe una tensión latente en la sociedad y negar este conflicto podría llevar a un conflicto aún mayor. Añade Monedero que, si politizar es traer al primer plano el conflicto, entonces despolitizar es negar el conflicto, pero añade que siempre que se despolitiza se pierde de vista un conflicto que, no por negado, dejará de seguir acechando. Desde el momento en que algo deja de estar politizado entonces queda fuera del conflicto y es aceptado como “patrimonio común”. Despolitizar puede implicar volver a correr el riesgo de repetir comportamientos sociales superados, incluso perder aquellos derechos de hoy que fueron producto de luchas en el pasado. Según Monedero si desaparece la tensión entonces desaparece también el objetivo de la emancipación. El aspecto positivo de la politización de la sociedad es que esta se vuelve más “despierta” y vigilante, mientras que la despolitización de la sociedad podría significar abrir la puerta al retroceso en materia social. Por el contrario, Monedero opina que una mayor politización implica una mayor posibilidad de avanzar en la emancipación ya que nos permite pensar las implicaciones colectivas de un asunto. En síntesis, de acuerdo a Monedero tenemos el siguiente panorama social:
“El conflicto es un equilibrio inestable de seres humanos que viven en el tiempo, es decir, que envejecen, que pierden constantemente energía camino de la muerte. Existirá conflicto mientras haya seres humanos que piensen que merecen algo y no lo tienen. Presumiblemente, entonces, siempre habrá conflicto, salvo en un futuro cuyos contornos de perfección no dejan también de producir inquietud”[12].
Monedero, al parecer, para darle un status científico a sus aseveraciones hace uso del concepto de “entropía”, para extrapolarlo desde el ámbito de las ciencias al de la sociedad. ¿Cuál es el objetivo de todo esto? La respuesta es simple y es que la política es la encargada de luchar contra la entropía social. Aquí nuevamente nuestro autor utiliza injustificadamente ideas científicas en temas sociales. Por ejemplo Monedero escribe lo siguiente: “El ser humano anhela la negación de la entropía en todos sus desarrollos: anhela la satisfacción de necesidades, anhela la búsqueda de la verdad, anhela la búsqueda de la belleza, anhela el bien, anhela el orden, pues todos estos aspectos le permiten trascender más allá de ese recuerdo constante a la desaparición”[13].
En primer lugar debemos señalar que la entropía es un concepto que es parte de la segunda ley de la termodinámica. Algunos personajes claves en estos descubrimiento fue el ingenierofrancés Sadi Carnot (1796-1832), William Thompson (Lord Kelvin, 1824-1907) y Rudolf Clausius (1822-1888). La primera ley de la termodinámicadice que la energía se conserva en todos los momentos, lo que significa que no puede habermóviles perpetuos, “motores que suministren trabajo mecánico indefinidamente sin recibir combustible u otro aporte de energía”[14]. La segunda ley de la termodinámica dice que la energía se degrada, es decir, que la “entropía” aumenta, en todos los procesos irreversibles. La tercera ley de la termodinámica, enunciada por Walther Nernst (1864-1941), nos dice que no podemos alcanzar el cero absoluto. El uso que hace Monedero de este concepto es completamente innecesario, ni siquiera se justifica metafóricamente. Como explica Mario Bunge, existen dos conceptos técnicos de entropía diferentes e inconexos, siendo el primero el físico y el segundo el informativo, los cuales son irrelevantes para la filosofía. Algo similar ocurre con el concepto de autopoiesis del biólogo chileno Humberto Maturana, concepto que fue aplicado a la sociología por el alemán Niklas Luhmann y que Maturana lo considera como algo fuera de lugar.
Continuemos ahora con el ministro boliviano, Álvaro García Linera, quien afirma:
“En lo político, en el socialismo comunitario, la sociedad política y la sociedad civil vuelven a fundirse gradualmente, esto quiere decir que un comunario, un joven, un estudiante, un campesino o un empresario se hacen partícipes directos de la toma de decisiones sin la necesidad civil la que por sí misma toma decisiones mediante sus asambleas, congreso y cabildos, desaparece la clase política especializada y todos nos volvemos políticos, tomamos decisiones todo el tiempo. Es lo que llamamos una democracia comunitarizada, la expansión de la democracia comunitaria de campo a la ciudad y a todos los ámbitos de la vida, en la toma de decisiones del país en su conjunto”[15].
Veamos ahora el concepto de “politización” del ministro bolivariano Haiman El Troudi. Refiriéndose al tema de la organización de la clase obrera para la lucha contra el capitalismo y la necesidad de que estas puedan gestionar las fábricas, El Troudi toma como “hermoso ejemplo” el de los piqueteros argentinos, esa “asociación no orgánica de desempleados, nuevos trabajadores conscientes y politizados. Los piqueteros permanentemente están movilizados y su espíritu creativo y libertario no conoce fronteras ni detiene su marcha al toparse con diques de contención”[16]. Más adelante escribe El Troudi que la participación popular en los asuntos de gobierno hace que las personas comprometidas en ella crezcan en conciencia política. A esto añade el ministro socialista:
“Las personas se politizan, adquieren conciencia política cuando sus problemas individuales no son el centro de su vida, ya que asumen los problemas en un contexto global. Un individuo se realiza como sujeto politizado cuando traspasa los límites de su localidad, sector, partido, gremio, grupo de opinión, tendencia y asume como suyos los intereses globales de la sociedad de la cual forma parte. La participación protagónica de los ciudadanos en todos los ámbitos posibles de lo público, representa uno de los más potables caminos para la elevación de su conciencia, en tanto ciudadano integrado al proyecto de dar viabilidad a la emancipación colectiva”[17].
Marta Harnecker, en su “guía para evaluar cómo se avanzando”, realiza las siguientes preguntas:
“¿Entienden que necesitan un pueblo organizado, politizado, capaz de presionar para debilitar el aparato estatal heredado y poder así avanzar en el proceso de transformaciones propuesto? ¿Entienden que nuestros pueblos tienen que ser actores de primera línea y no sólo de segunda? ¿Oyen y otorgan la palabra a sus pueblos? ¿Entienden que pueden apoyarse en ellos para combatir los errores y desviaciones que vayan surgiendo en el camino? ¿Les entregan recursos y los llaman a ejercer la contraloría social del proceso? En síntesis, ¿contribuyen a crear un sujeto popular cada vez más protagónico que vaya asumiendo responsabilidades de gobierno?”[18].
Tomás Moulián acertadamente señala que existe un clima de sospecha hacia la política, específicamente hacia los partidos políticos que no pasan de ser una máquinas de poder de individuos, redes y pequeñas tribus. El sociólogo aboga por la existencia de partidos democráticos que se conviertan en espacios activos y abiertos de discusión política. De acuerdo a Moulián una sociedad democrática es una que “constantemente reflexiona en el espacio público sobre sí misma, que está continuamente pensándose como proyecto de presente y de futuro, que está corrigiendo su rumbo, porque tiene la clara conciencia que los grandes ideales de un orden democrático (libertad, igualdad, fraternidad) nunca se obtienen de una manera absoluta”[19]. Continúa Moulián señalando que una sociedad deliberativa debe ser una sociedad informada y que para ello es básico tener un acceso pluralista a la propiedad y la gestión de los medios de comunicación para los partidos, personas u organizaciones sociales. El ente regulador sería uno de carácter no estatal que sea capaz de reflejar las pluralidades sociales y culturales. Lo medular es que los medios de comunicación, que son los queconstruyen la agenda pública, no se concentre en manos de los empresarios privados. Informar es, para Moulián, participar en una lucha por validar una interpretación de ciertos hechos. Más adelante señala el sociólogo chileno: “Pero no puede pasarse por alto que la producción y difusión de información es siempre una operación de construcción de verdad, que busca tener efectos en la interpretación de un entorno”[20]. A esto añade que la construcción de la verdad tiene una intención política.
Una política socialista debe entonces buscar la politización de los ciudadanos, principalmente el de los sectores populares, fomentando las discusiones públicas en espacios locales populares. Más adelante Moulián hace una importante precisión y es que las luchas por la democracia participativa dentro de la vieja sociedad capitalista son luchas con una orientación socialista, que debe construir el socialismo por medio no violentos, similar al de la “vía chilena al socialismo”, de manera que ni revolución ni dictadura. Otro elemento importante es la desestatización y la socialización del poder político. La economía no escapa a la politización de Moulián ya que la planificación en la nueva economía consiste en la definición colectiva de los principales arbitrajes de finalidades, para que posteriormente los técnicos puedan realizar los arbitrajes de medios económicos. Dentro de esta nueva economía politizada se desarrollan “sujetos económicos”, lo que se traduce en que productores y consumidores participan en la gestión de la economía en los ámbitos local, medio y nacional. La politización va más allá de lo político y lo económico, ya que abarca también la cultura. El socialismo del siglo XXI busca la creación de una “cultura del ser”, una “cultura comunitaria”.
El campo de la cultura, señala Moulián, es un campo de producción y distribución de objetos simbólicos, así como de manipulación de materia prima simbólica. La “cultura del ser” debe estar articulada con una opción política, esto es, con la profundización de la democracia la cual puede “materializarse a través de políticas de arrinconamiento de la lógica de la ganancia por la lógica de la necesidad o de la reproducción de la vida”[21]. La “cultura del ser” significa entonces que el tener debe orientarse al ser, pero Moulián no explica satisfactoriamente qué es este ser. “Construir una cultura del ser exige generar oportunidades para el desarrollo de la individuación, del entendimiento, de la creatividad, del placer. El cultivo de esas prácticas permite el despliegue de las potencialidades que hacen persona e inhiben la deriva al narcisismo, entendido como autocentramiento obsesivo del Yo”[22].
Moulián realiza una crítica nada de original al empresariado explotador, el cual se apropia de la plusvalía pero ocultando esto tras el velo de la virtud del sacrificio y el ahorro. También critica el individualismo que, para Moulián, es “la renuncia a la crítica para profetar del conformismo, en función de conseguir una autovaloración del Yo contra los Otros, involucrándose en la dinámica mortífera de la competencia”[23]. Frente a este individualismo, Moulián propone la individuación, que busca la autonomía y rechaza el conformismo masificador. Otro aspecto que destaca el autor es el “entendimiento”, que no consiste en privilegiar la educación formal ni la cultura libresca, sino que apunta a que se puedan generar espacios culturales donde la práctica reflexiva sea valorada. La idea del sociólogo es limitar el “manadarinato de los intelectuales profesionales” y hacer de cada ciudadano interesado un “filósofo político práctico”. La autorreflexión de las propias prácticas y el ejercicio del entendimiento del mundo debe apuntar a un crítica de los aparatos ideológicos de los sistemas dominantes, y para esto el vínculo entre individuación y entendimiento es crucial. Se trata entonces de dejar a la luz el “dispositivo-saber”, específicamente aquel heredado de la dictadura militar. ¿En que consisten estos dispositivos-saber? Moulián escribe:
“Se trata de un conjunto de sistemas enunciativos elaborado por equipos de sujetos-productores de discursos y movilizados por una red de aparatos destinados a la producción, distribución e internalización de sistemas discursivos, cuya condensación eran ciertas ideas-fuerza”[24].
Otras de las finalidades del socialismo es la de construir una cultura donde sea posible la creatividad como experiencia cotidiana. Si la individuación apunta a la autonomía yel entendimiento apunta a la racionalidad, tenemos que la creatividad apunta a la imaginación, a la expresividad y a la fantasía. En las luchas culturales en que se juega por la opción socialista, Moulián afirma que se debe tomar una posición contra la “cultura del entretenimiento”. Al respecto escribe el sociólogo chileno: “Una política de fomento de la creatividad como experiencia, en artes tanto ennoblecidas como despreciadas, me parece un antídoto a la «cultura del entretenimiento»…Las actividades que se fomenten pueden ir desde el rap a la poesía. Lo que se trata de desvalorizar es la pasividad del entretenimiento a favor del despliegue de oportunidades internas que produce la más humilde acción creativa”[25].
Más adelante continúa Moulián: “Por tanto, se trata de fomentar la creatividad en el interior de una sociedad que fomenta la pasividad del «receptor», que cultiva un placer voyerista: la imagen del hombre solo, tomando cerveza frente al televisor mirando un partido de fútbol o de la familia gozando de la teleserie o saciando inocentemente frente a un programa de «reality show»”[26]. Aclara Moulián que no se trata de dejar de ser receptor de teleseries para convertirse en un receptor de teatro o música culta, sino que se trata de tener oportunidades de aficionarse a la expresión materializada de mundos interiores. El tema del conformismo como la otra cara del consumismo y la creciente mercantilización, son desarrollados por Moulián con mayor detención ensu “Chile actual. Anatomía de un mito”[27].
El fomento de la creatividad debe también extenderse al ámbito de la política lo que se traduce en una superación del paradigma instrumental de obtención de lo posible que coloca como límite lo no convencional. De lo anterior se desprende que la creatividad en política se encuentra conectada con la utopía. Moulián hace referencia a autores tales como Ernst Bloch (1885-1977), Martin Buber (1878-1965), Karl Manheimm (1893-1947) y otros autores que rehabilitaron el concepto de utopía. También cita el caso de los kibbutz formados por los judíos socialistas que representaron un esfuerzo de expresión de creatividad y de valorización de las experiencias microsociales. Otro aspecto final que destacar en Moulián es su defensa y reivindicación de una“cultura comunitaria”.
Para hacer frente a las críticas que ha recibido el “comunitarismo” y también para evitar la confusión con otros comunitarismos, como el del pensador francés Jacques Maritain (1882-1973), Moulián se ve en la necesidad de resignificar la idea de comunidad: “No se trata de pensar en organizar una «sociedad comunitaria», como un todo ordenado en torno a principios exclusivos y absolutos, pero sí en ayudar a producir una cultura donde los valores de la fraternidad y la solidaridad entren en competencia contra los valores de la utilidad y el instrumentalismo”[28]. Hacia el final de su libro, Moulián señala que no ha pretendido construir una utopía ni describir una sociedad perfecta, sino que ha querido definir una orientación general de ciertas luchas, que son de hoy. El socialismo, escribe el sociólogo, se realiza en las luchas diarias por arrinconar, por asediar y por dejar corto de aliento al capitalismo.
[1] Gianfranco Pasquino, Nuevo curso de ciencia política (México: FCE, 2011), 77.
[2] Andrea Palet y Marco A. Coloma, ed., Desarrollo humano en Chile. Los tiempos de politización (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2015), 53
[3] Ibid., 29.
[4] Ibid., 53.
[5] Ibid., 15.
[6] Raymond Aron, Introducción a la filosofía política. Democracia y revolución (España: Ediciones Paidós Ibérica, 1999), 86.
[7] Andrea Palet y Marco A. Coloma, ed., Desarrollo humano en Chile, 55.
[8] Ibid., 60.
[9] Ibid.
[10] Juan Carlos Monedero, El gobierno de las palabras (España: FCE, 2009), 73.
[11] Ibid.
[12] Ibid., 76.
[13] Ibid., 78.
[14] Jesús Mosterín, Ciencia, filosofía y racionalidad (España: Editorial Gedisa, 2013), 114.
[15] Álvaro García Linera, “El socialismo comunitario. Un aporte de Bolivia al mundo”, 16.
[16] Haiman El Troudi, Ser capitalista es un mal negocio., 180.
[17] Ibid., 222.
[18] Marta Harnecker, Un mundo a construir (nuevos caminos) (España: El Viejo Topo, 2013), 104.
[19] Tomás Moulián, El Socialismo del siglo XXI (Santiago: LOM ediciones, 2001), 132.
[20] Ibid., 133.
[21] Ibid., 157.
[22] Ibid., 159.
[23] Ibid., 160.
[24] Ibid., 186.
[25] Ibisd., 163.
[26] Ibid., 164.
[27] Tomás Moulián, Chile actual. Anatomía de un mito (Chile: LOM ediciones, 2002).
[28] Tomás Moulián, El Socialismo del siglo XXI, 167.